Al morir la tarde
L. y M. de Felipe Bermejo
Olor a yerba quemada
olor a establo y a pino,
animales que descansan,
y algarabía en el camino.
Una campana que tañe,
un horizonte de fuego,
el ave que llega al nido
y eleva al ciclo su ruego.
¡Ah! ... ¡Ah! ...
Tras la montaña lejana
la luna acecha curiosa,
y mientras muere la tarde,
la luz se enciende en la choza.
La campiña languidece,
se va envolviendo en la calma,
y el viento ya se adormece
tranquilizando las almas.
¡Ah! ... ¡Ah! ...
Las voces del día se escuchan,
que va muy lejos,
cual los amores pasados,
que siempre nos dejan ecos.
Y así se muere la tarde,
como se va nuestra vida,
se va envolviendo en las sombras
hasta que queda perdida.
¡Ah! ... ¡Ah! ...