ELIZABETH SALGADO

Mi nombre es Elizabeth Salgado. Nací en Morelia, Michoacán, un 21 de mayo del año 1970, jueves, creo.
Es interesante recordar que mi paso por el jardín de niños transcurrió tranquilamente aquí en Guadalajara, pasando desapercibido un pequeño hecho que tomé por común y corriente ya que mis compañeros pasaban por lo mismo: al término de los tres años salimos leyendo fluidamente. Durante las vacaciones nos trasladamos a otra ciudad en Michoacán y ahí ingresé al primer grado de primaria. Todo iba bien, pero a medio curso se les ocurrió cambiarme de escuela. El director (de lo que recuerdo como una escuela rural) me hizo un examen de lectura y en lugar de dejarme terminar primer grado, me colocó entre los de segundo, así que hice la primaria en 5 años. Me gustaba leer, supongo que por imitar a mi madre que se la pasaba leyendo; haciendo memoria recuerdo haber tenido en mis manos tanto libros como cuentos y revistas en una época en la que todavía no ingresaba a una escuela.
Comencé a escribir a los dieciocho años, por la necesidad de plasmar imágenes; pero al no saber dibujar, me dediqué a escribir lo que yo suponía eran poemas. Pasaron ocho años hasta que, durante mi estancia de cuatro años en Morelia, ingresé en el taller literario de la UMSNH, coordinado por el poeta Antonio Mendiola, y en un año logré mucho más que en todos los anteriores: encontrar una voz propia. Comenzaron las presentaciones en público y diversos foros tanto grupal como individualmente, publicaciones en periódicos y revistas en Morelia, Guadalajara, Aguascalientes y el DF, así como la plaquette no. 30 del Colectivo Poesía con el título Piel de hojas en otoño; colaboré en radio en el programa Ex-Libris y en el periódico Cambio de Michoacán.
Regresé a Guadalajara y me incorporé al grupo del poeta Raúl Bañuelos, conocido como Antitaller de Poesía César Vallejo, participando en él durante aproximadamente 3 años.

 

11:47 P. M.

EL
aullido
de
los
perros
hunde
su
cuchillo
en
la
carne
de
los
durmientes.

Crisálida

MIENTRAS
duermes
el
silencio
teje
sobre
ti
una
mortaja
de
hilos
leves.

Cita

LAS SOMBRAS ALADAS
de unas manos
se posan
sobre el borde somnoliento
de una taza de café.

Siguen cayendo hojas,

ME CUBREN EL CUERPO,
las calles,
los silencios.
Hay un laberinto en cada hoja
hay un refugio en cada tallo;
mis manos son hojas,
mis hojas,
barquitos de papel.

En la hoja que sigue...
(páginas arrancadas al árbol)

Primera página

TU ABRAZO Y TU BOCA EN MI CUELLO,
tu nombre en la savia de mis venas.

Segunda página

EL GATO EN LA COCINA BEBIENDO
los restos de la leche derramada.

Tercera página

ÁNGELES CON CABEZA DE FUEGO
resguardando una cuna.

Cuarta página

LA MOCHILA COLGANDO DEL
hombro de Gabriela.

Quinta página

MARISOL DE BOCA ROSA Y PIEL TAN
blanca, se despierta,
por la ventana observa el amanecer.

Sexta página

ESQUELETOS DE CABELLO LARGO VESTIDOS DE SAL.

Séptima página

UN PERRO Y SU SOMBRA CRUZAN LA CALLE,
un grillo temeroso brinca cerca
de mis pies.

Octava página

LIBROS QUE SE AMONTONAN UNOS
sobre otros en contienda verbal.

Novena página

UNA HOJA EN BLANCO
imaginariamente muerta.

MÓNICA NEPOTE

G
uadalajara, Jalisco, 1970. Estudió la licenciatura en Letras Hispanoamericanas en la Universidad de Guadalajara. Ha publicado poesía y ensayo en diversos suplementos culturales y en revistas de México, Chile, Colombia y Estados Unidos.
Ha obtenido la beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en el área de poesía en dos ocasiones. En 2002 recibió el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta que otorga el estado de Tamaulipas.
Actualmente tiene a su cargo una cápsula de artes visuales en la revista televisiva Luz verde, que transmite canal 22.

Libros de poemas: Trazos de noche herida, México, DF, Fondo Editorial Tierra Adentro, 1993. Islario, Guadalajara, Cuadernos de filodecaballos, 2001.

 

VUELVE LA LLUVIA
a tocar la banqueta
con tacto de mujer solitaria.

Bailarina
de los muros
estremece con lamento cristalino.

Los sordos
habitamos cuerpos tibios.

En una rebelión
desierta
abrimos la ventana.

LA PUNTA DEL LÁPIZ
traza un dibujo veloz.
La isla es un pájaro atado.
Huérfana
en el abrazo del mar
ofrece su cintura

A Seamus Heaney

ES ESTE PAPEL MI UNIVERSO:
Acá el continente,
la indiferencia café
de las grandes extensiones.
Aquí
un pequeño garabato
relleno de venas azules.
En el mapa,
la isla se adorna con collares de letras.
Escucho el corazón de las olas,
un mote de tinta
mancha la página opuesta.

Poética de los mapas

SI ABRO LOS OJOS
me descubro en medio de la isla
que como una vocal oculta
resume sus lindes en riscos.

Raro el alfabeto que aprendí:
la construcción de la palabra:
isla
breve y opuesta
a la llanura de los continentes.

En este frágil mundo
la lluvia crece contra los colores.
El mapa húmedo y viejo
muestra una ruta
trazada hace años
un sendero cuyo grosor
coincide con el índice,
cuyo sentido aflora
cada víspera de junio.

SURCAR EL MAR LA EMBARCACIÓN
fulgor parpadeante tras las olas.

Calienta el pescador su pan
gritos nocturnos desgarran el verano.

Hiere el diente las harinas
el pescador bendice su alma sosegada.

Va la nave quebradiza
como serpiente de altamar hacia el pasado.

Al encuentro de la niña que, en penitencia
arrojó su trenza al corazón del mar.

Oficiantes del whiskey

MAGOS OSCUROS
acarician la sinuosa sílaba de la cebada.
En el golpe ámbar
harán de ésta la danza de la lumbre,
escuchan desde la polilla.
La suerte lanzan al fondo de los vasos,
beben como quien aniquila el último país.
Mareados adivinos
el agua de la vida los traiciona,
poco queda en su cabeza,
sólo el desorden,
un árbol seco contra el paisaje soberano
cuánta garganta para tan poca profecía.

Sí, serán los héroes
los días de la batalla han regresado.

Nonna

EL VIAJE INICIA CON EL TEMOR EN LA LENGUA
un último beso a la montaña, a la casa.
Más allá de la memoria se abre el mar.
Es un ovillo negro en la tela de la madrugada,
una garganta rústica, la mano confundida
que dibuja países inciertos.
Nueva York fue un cúmulo de sonidos
que no supo descifrar,
el temor a la orilla de la falda.
Una piamontesa perdida en la violencia de lo extraño
cuyo rostro veo en medio de la bruma.

A ESTA MUJER LA SANGRE SE LE FUGA
En un torrente de pasto.

Con toda la calma y la paciencia
abotonada entre los dientes,
con las manos lastimadas
por la furia del jabón.

Su falda es la bandera
que dibuja los límites del cuerpo.

Y es así: quiera
en su misión de sostenerse
de un hilo delgadísimo,
sin murmurar su sueño desvelado
de mujer corrompida
por el alfabeto salvaje de las cosas.

MARTÍN ALMÁDEZ

N
ací (1970) en la plenitud y centro de Guadalajara; de ahí la devoción que le guardo, a pesar de no haberla tenido conmigo en la infancia. Criado por la conducta severa de una abuela, la soledad fue, durante los primeros años, mi confidente. El mundo se fue develando en la forma —antes atípica— de una familia: sin padre y con mamá sólo un día por semana. Rodeado de adultos, aprendí a que sus preocupaciones fueran mías. Así, cubrir las necesidades más elementales fue un primer horizonte, y la lectura un refugio y un arma para defenderse y ver a través de la ventana. Desde una noche en que la abuela desmayó sin pausa, no he podido acabar con la certidumbre de que algo —incontrolable— está por sucederme. Quizá a eso se deba un gesto de tristeza que me domina, y que sólo la lectura, más que la escritura, amaina. Estas líneas que vienen, y que ahora son materia de juicio a tus ojos, han sido —en el mejor de los casos— instantes de completitud: un encuentro con quien no conozco y sin embargo habito.

Libros de poemas: Cada vez que luna, Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 1997. Canto irrevocable, México, DF, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2003.

 

Lo más mismo
(A Silvia, por compartir este desafío)

DECIDIMOS APENAS SE CONSUME LA PALABRA
cambiarlo todo,
trajiste tus cuadros contenedoras ventanas
medí el espacio y el mueble quedaría en su justo volumen;
preferiste lámparas blancas y circulares por aquello de la fuga de energía.
La casa nueva se levantaba cada noche, caminata o llovizna;
deberían ser muebles de todas las edades compartidas,
viejos dijiste, viejos dije,
seremos dos viejos entre las anchuras de estos muebles
—recuerdo confesé—
y echaste a reír frente a la mesa resignada a lucir el centro de una sala
tan ajena
distante de la calle vacía.
Una chimenea intocable alumbrada por las viejas cosechas
de la cava
la cava,
dijiste,
la cava que en otros tiempos hubiera perdonado
y que a cada paso
blanco
y tinto
fuiste llenando.
Quién hablará de esta casa
que cuando estamos se queda sola,
que la lluvia se vierte en óleo magnético detrás del cristal por nuestros ojos deslumbrado.
La casa con fervor se construye,
un teléfono la suena y la hace suya
las sillas tan pensadas y elegidas me alertan que habitaba ya
desde antes, desde atrás de la noche
esta casa que se construye contra la voluntad del tiempo
sola y tan llena conteniendo la sonata de Mozart que se estira
y desliza por la tarde de sábado donde hemos decidido
apenas la palabra se consume
cambiarlo todo
hasta lo más mismo.

Cuatro

DESPERTAR LA FLAMA
y sugerir la altura de su cuerpo

deberán crearse pues
los extremos
—como todo lo que es inevitable—

la flama
en ella encontrar lo vulnerable
reconocerse a través de su centro
y tirar de él
hacia el límite aéreo
del cuerpo
Sólo la flama de afilada forma
borrar puede el vacío

hay un punto nacido en la copa
de la flama

Fluye entonces
como caída de la tarde
la flama

un respiro nocturno
le ha deslizado al centro
su luz

encogida —ahora— proyectada luego
tras la forma definitiva
en la dimensión que la construye
la flama
entre la sombra y Ella
un despertar brota la distancia

en qué la flama
afana su terca lucidez

le viene de dónde
la sugestión de altura

la flama y sus existires
sin Ella tampoco la nada
:muros y sombras
techos, columnas

hacedora de espacio
como hiedra envenenada
la permanencia
de la flama.

Uno

COMO UN HALO SUSPENDIDO EN EL CUERPO, en el aire —un respiro— la voz vital de este pulso. Otra vez el espasmo de la incertidumbre. Como objeto autónomo, el corazón sin tregua, enfocado en su propio eje. Se alza un trote sin rumbo, temporal o infinito. El pulso y el corazón —instantes del cuerpo— en total ignorancia sincrónica. Ay de la vida que corre y los momentos del cuerpo pierden su glorioso paso. ¿Llegará la pausa, el paréntesis necesario? Otra vez el estupor y la altura de este cuerpo que se yergue.


VÍCTOR ORTIZ PARTIDA

V
íctor Ortiz Partida nació en Veracruz en 1970 y radica, desde 1983, en Guadalajara, en donde estudió Letras. Ha publicado en varios periódicos locales y de la ciudad de México, y en revistas como Tierra Adentro, Biblioteca de México, Casa del Tiempo, International Poetry Review, (paréntesis), Periódico de Poesía, Renglones, Si Scrive, La Tempestad y El Zahir. Pertenece al consejo de la revista Tragaluz.
Está incluido en El manantial latente. Muestra de poesía mexicana desde el ahora: 1986-2002.
En el periodo 1999-2000 obtuvo la beca Conaculta–Fonca para Jóvenes Creadores.
Desde 1997 ha trabajado en el periodismo cultural. Actualmente es editor de la sección de Cultura del periódico Público.

Libros de poemas: Escrúpulo del minutero, Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 1994. La sal de los lucientes, México, DF, Fondo Editorial Tierra Adentro, 1997.

 

Instrucciones

1
ENCUENTRAS LA TRAMPA AL REINO DE LA ARENA
donde el cristal suelta el silbo
y es un sueño irrepetible del halcón

Las nubes son alianza entre las rocas,
remolino salobre cuando llueve,
látigo para pieles jóvenes.

Inversión salina del rasgo virginal:
“Sólo conozco sus ojos,
de tanto verlos se olvidaron de mí”.
Fiel a su manto,
la paseante da a entender una sonrisa
mordedura, reflejo albo
ánima del papel vacío

Ante la magia del contorno
aíslas el espectro.
Jalas su hilo en busca de un camino recuperable
Bajo cada guarida un túnel grabado,
en cada balcón una llave recargada a la espera.

Recreación de la paciencia,
inflama un párpado su gozo reclamado.
Se vislumbra el ojo,
saeta en este corredor de amparados.
“No siempre estamos aquí los que soñamos.
En la otra orilla del ensueño
algunos fundan ciudades
para un despertar más amplio”.

¿Cómo aproximar esa orilla?

2
NO ES SÓLO TRASLADARSE,
todo debe reconstruirse bajo la cúpula
de la transfiguración.
Piedra a piedra
reconocido el mito,
se afianzará el soporte.
Tenemos dos manos
y memoria para la ciudad nueva.

(Sueño encerrado en una ampolleta,
¿dónde el venero?)

Construir no es superar el derrumbe,
olvidar el fabuloso reino de la arena
y sus ojos

Este fundar es alquimia de resurrecciones.
Brillan,
parecen nuevos los goznes
Las puertas ofrecen abismos relucientes
pronto famosos.

“Recuperad, recuperad”,
parecen decir (lo dicen oidor falso)
los ancianos de laberintos y espejos.
¿Qué hacer con sus ángulos, vueltas, ilusiones ópticas?
Es el temblor más escabroso su sabiduría
(Al tiempo que duermen llena la página)

3
NECESARIO EL ENCANTO EN LOS MUROS
para habitar el sopor.

Calcinar la plaza del reino
es religión cómoda para fundadores.
Pero ánimo insurrectos.

Palabras de aliento
escritas en las halas del halcón
fiel a los condenados en sueños.

Llega el derrumbe,
el reino de arena no se sustenta más
ni en la sombra de un abrazo a la almohada.
Pero desamarra el lazo y vuela,
sigue al halcón.

“Cualquier hora es buena a la hora de despertar”,
descubrirás la clave en el chirrido del papel a contraluz.
Todo viaje al final tiene una puerta que se abre.

El desierto es

Tanta es la piedra que habrá costado
al desierto su inocencia.
Guy Davenport

EL DESIERTO ES. PRONTO SE LEVANTARÁ ayudado por sus piedras y sus vientos. Con cuerpo de arenisca invadirá el resto de la tierra feliz.
Se ha pensado siempre en un mar de arena. Desde el día de la invasión se tendrá que pensar en un mundo de arena.
El desierto es también lo que será.
Lloverá arena hacia el cielo, expropiará el espacio, un nuevo deslinde se vislumbra necesario.
Gotas de cristal de diferentes sonoridades harán mares. La noche ya no será el invierno del desierto. El simún será un sueño de la nueva bestia surgida de la marea cristalina. De su evolución se rescatará una sinfonía.
Por el momento podemos ilusionarnos con las fantásticas formas y el nuevo lenguaje, La procreación es quebradero para eruditos.
El desierto es gracias a nuestras faltas, pero principalmente, por la cordura de su avance desde el margen.

La paciencia y el nombre

EN SUS GRIETAS LA SAL ES PERMANENCIA DE LA RED.
En sus ojos aún habita el secreto de la pesca.
La barca se detenía siempre sobre el cardumen de su presentimiento.
Pez a pez conquistaba la mar.

En el alba del océano vacío ya no hay lluvia de espasmos ni aletas dorsales que lo guíen a la captura.

*
Lucha contra el sopor ante la soledad.
De su pestañeo nacen islas antiguas para hilvanar un archipiélago infinito.

*
En las aguas rítmicas de su corazón se mece la barca. Ella le regala la palabra dársena y él arroja el ancla de su consagración.

En el altar portuario el surgidero de flores blancas en los espinos, la singular blasfemia del miedo sin tiburón.

*
Enciende su hoguera para alcanzar la llama viva, pero llueve. El vapor esconde el puerto y se convierte en el primer hogar invisible de su historia.

Sólo la memoria del templo inaccesible sostiene ahora al pescador.

*
No fue dichoso en tierra firme. Su barca detenida conserva un parecido húmedo con la nave de coral en la que desapareció el rostro sin nombre que intenta recordar.

¿Cómo invocar ese rostro que sólo fue destello entre las olas del último mar a mediodía?

*
La voz aislada se sube al faro de la imagen para nombrar con paciencia las embarcaciones de la noche.

Una estrella de dolor termina en la garganta deshecha por el nombre recién hallado.

Darling

TU ALIENTO ES LA BÓVEDA TRANSPARENTE que flota sobre edificios pálidos. Los reflejos de la ciudad a mediodía sirven para reconstruir tu boca.

(Tu casa en las orillas es la sonrisa de la paja bajo un correo de nubes –pero el cielo no podría ser más azul.)

Tu cabello lacio es la avenida. Asia sobrevive en las ranuras de tus ojos.

(Encajo las esferas de la armonía en los casilleros de tu traje a cuadros.)

Tus pestañas son calles por las que brillan escarabajos verdes.

(En la superficie de los insectos pulo mi lengua y luego canto para recordar tu barbilla.)

Bugambilias: tus dientes derraman la arteria congestionada.

(El río de lumbre y experiencia tendrá el mismo caudal el último año, las arrugas serán tus más brillantes días.)

Me recuerdo a los veinte, el mundo era mi piel y yo tenía la blancura del arroz.

(Terraza húmeda, soy el retoño verde del grano, un brote que se despereza en tu mirada.)

Sembradíos y campamentos. Tu ejército de semillas combate el hambre en los pueblos.

(Amo tu sonrisa descascarada, huelo tus flores blancas.)

Flotas con la brisa sobre casas largas e inciertas. Brillo escarpado y deslumbramiento.

(Desde este balcón escucho tu carruaje que se aleja hacia el centro de luz, sus ruedas de paja, hilos de paja que se consumen.)

Enero

ENERO SE POSÓ INESPERADO araña de luz desde un cielo de polvo.

Llegó enero como un río feliz: Janeiro, el mes para la fiesta de culto radical.

El ángel tira la piedra hacia el futuro, esconde la mano y reza a cielo abierto en espera de la lluvia de un recuerdo.

Enero se quiere armar de memorias límpidas, repetirse sin miedo en el espejo de nubes transparentes.

Comienza su imagen. Se vislumbra la materia de las alas. Se diría seda por la mañana, claridades en el tul, o no se diría: algodón desintegrado, la imagen no se forma.

Enero es así, un mes de virtudes que desaparecen o se esconden luego de una lúcida gestación.

La luz de enero pasa. Hazaña de silbo ferroviario que no alcanzó a ser monótono y se perdió en las inmediaciones de abril –polen y florilegio en el después.

ALEJANDRO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

N

o nací el 17 de julio de 1971, y de niño quería tener una pistola que aventara telas de araña para así trepar a las azoteas. Pero el mundo era injusto el hombre todavía mediocre y su cerebro demasiado chico, así que mientras esperaba que inventaran mi pistola, jugaba con lazos que nunca resistían. Después giró el mundo (desgraciadamente nadie pudo meterle telarañas a una pistola), conocí las letras y me llamó la atención la forma en que se agrupan (¿en silencio pero gritando?). Aprendí que a escribir se empieza con la primer letra, después con la primer palabra y así se va juntando una familia (cuestión de soltura). Esto sería del todo bueno si lo que escribiésemos fuera con el afán de darle algo al mundo; pero cuando esto es más terapéutico que otra cosa, su valor, créanlo (Oh, hermoso público) decrece enormemente. Los traumas, los dolores, los sinsabores y toda clase de bichos existenciales no se hacen esperar…
Una botella al mar…
La pluma que uso es marca “pentel” (creo que así dice)
Dos botellas al mar…
Mientras existan hombres tercos, no hay que detenerse en pendejadas.
Tres botellas al mar…
Dejo la pluma y me rasco una axila (así es esto de la comezón)
Cuatro botellas al mar…
Hace mucho que no escribía de mí (esto es una prueba, ¡probando, probando!)
Seguimos odiando el tamaño promedio impuesto al cajón de la razón, al sí tajante, al no rotundo, odiar las extremidades sociales hasta el extremo. Cualidades que no tengo o que he ido perdiendo, y me río de eso porque cada que lo pienso me defraudo un poco más. Por ejemplo: no nací el 17 de julio de 1971 sino hasta el siguiente día, ahí empecé a tener muchos problemas.

Biografía

DE LOS ÚLTIMOS
De los que nadie escogía
De los que por mala suerte (decían los amigos)
Estás en nuestro equipo.
Mal tino en las canicas
Suerte de ¨chiras pelas¨
Y dueño de un trompo con amnesia
Que se volvió piedra truena cristales de doña Alpidia
Goleada en el futbol
Descalabro en la riña
Llorón de la chingada, risa fácil,
¡Ponte en paz!
¡Pincheloco!
Entre los locos de su familia
Hijo cuarto de entre seis
Papá y mamá (le viven)
Impresor
Tonto sueña…
a veces canta.

LA VIDA ES UN CIRCO
Que nos va quitando lo payaso.

JUGANDO AL DOMADOR
Caí en la jaula
De una mujer feroz

Tan contraria me era
Que el día que más la amaba
Le grité ¡¡¡déjame en paz!!!
Para que me quisiera

Y que en paz me deja
Y agarra sus cosas
Y se marcha la pendeja

TODO POEMA ES UN BOCETO
De algo que se le olvidó hacer
A Dios.

HAY COSAS QUE NO TIENEN EXPLICACIÓN...
Por esas vivimos.

NO LE TENGAS MIEDO A LA PÁGINA EN BLANCO
Sino a la que ya escribiste.

¡AH, LA VIDA Y SU MÉTODO DE TIEMPO!
No hay mejor forma
De ir muriendo lenta
mente.

NUNCA CREAS EN MIS POEMAS

Siempre están sujetos a cambios
De última hora.

Currículum vitae

—SÍ SEÑOR, SOY UN PENDEJO…
¡Un perfecto pendejo!
27 años de experiencia me respaldan

Recuerdos

LLUEVE
Doblo el pensamiento
Y hago un barco de papel

Levo anclas
Izo velas

Zarparé con viento en proa.

Otoño

MALDIGO EL OTOÑO MIENTRAS BARRO
¿En qué se distraen los árboles?
¿Por qué no logran su poema?

El poeta

DIJO QUE ELLOS NUNCA MORIRÍAN DE HAMBRE
Y sin asomo de arrepentimiento
Se fue tragando
Todas sus palabras.

El mar

YA NO VOLVÍ A ENTRAR
Y quedó triste
Porque en el fondo
Me quería.

Plastilina

¡NO,
ya no!

Porque tú nomás me calientas
y me haces como quieres.

Azotea

A ESTA EDAD ES TRISTE LOS DOMINGOS
no poderse hacer uno pendejo.

Y tener la certeza de que
Esos fantasmas que bailan
son pura ropa colgada
Que ese pájaro dinosaurio
es un avión
Que este tinaco
no es un cenote sagrado
Y que aquel incendio
detrás de tantas casas
es el sol
que ya se va.

III
(la fuga)

YO TENÍA DOS POEMAS
De verso libre
y se querían
Y un día
¡¿no sé quién chingados
dejó abierta la libreta?!


LUIS VICENTE DE AGUINAGA

(Improvisación autobiográfica)
N
o sé muy bien dónde nací. Mis papeles dicen que nací en Tepic, Nayarit, pero mis padres y familiares tienen claro que nací en Guadalajara, Jalisco. Corrijo: parece a veces que no lo tienen lo bastante claro. No hay dudas con la fecha, el 6 de octubre de 1971, pero (insisto) sí con el sitio. La confusión es comprensible: mis padres y mi hermano —quien había nacido en Tepic un año y diez meses antes que yo— vivían por aquellos rumbos nayaritas cuando yo vine al mundo, como suele ridículamente decirse, y sólo regresaron aquí a Guadalajara con motivo del inminente parto de mi madre, resuelta con juvenil testarudez (apenas tenía diecinueve años) a criar un hijo tepiqueño y otro tapatío. Regresaron, digo: la familia de mi padre tiene mucho de jalisciense, lo mismo que mi familia materna. De vuelta en mi querido Tepic —esta vez quiero ser yo el ridículo— la venganza cobró forma: fui registrado como natural de aquella ciudad (más bella, por cierto, que la imagen resultante de su mal prestigio) y le tomé gusto a los nanches en bolsita, las playas muy cercanas y las caminatas por el espléndido parque de La Loma.
Ya se ve que me gusta incurrir en digresiones y abrir paréntesis. La digresión mayor, el más alegre y extendido paréntesis me fue dado abrirlo en 1971, tras el parto dificultoso de mi madre. Me refiero a lo que llevo de vida, que me tiene feliz. No soy ni quiero ser un tipo nebuloso, turbio, melancólico ni oscuro. Lo raro es que no trago a Carlos Pellicer (con determinadas excepciones, claro) ni a su corte de poetas diurnos, armónicos y detestablemente seguros de sí mismos. Tal vez por esto mi primera plaquette (de 1989) se llamó Noctambulario. Mi segunda plaquette, siento yo que de mejor título, es Nombre (de 1990) y mi primer libro es Piedras hundidas en la piedra (de 1992). Escribí los poemas de ambos cuadernitos y los del primer libro en los años que frecuentaba —con Martín Mora, Baudelio Lara, Cuauhtémoc Vite, José Ramos y otros poetas o aspirantes a tales— el taller de Raúl Bañuelos. Después he publicado El agua circular, el fuego (1995), La cercanía (2000) y Cien tus ojos (2003). Con regularidad escribo artículos y ensayos, y hago traducciones de vez en cuando, y soy profesor de literatura. He viajado, aprendido idiomas, hecho largos y complicados estudios, obtenido becas, publicado en revistas y periódicos de muchas partes, conocido a gente más o menos famosa... Lo de siempre. Y lo que más importa: vivo casado y contento, ando con buenos amigos y trabajo en lo que me gusta.

Libros de poemas: Noctambulario, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1989. Nombre, Zacatecas, Praxis–Dosfilos, 1990. Piedras hundidas en la piedra, México, DF, Fondo Editorial Tierra Adentro, 1992. El agua circular, el fuego, México, DF, UNAM, 1995. La cercanía, Guadalajara, Filodecaballos, 2000. Cien tus ojos, México, DF, Ediciones Sin Nombre / Universidad de Guadalajara, 2003.

 

Fosa común

1
HÉNOS VENIDOS. UNO
y su desierta oscuridad y el
cuello herrado.
(Hénos aquí,
el opalescente:
van
cayendo nosotros. Vana piedras. ¿Quieres
ver esta cara que te mira?

El salitre. Los palpos
hirientes del carbón / campos labrados
por el fuego / trozos
de pan trozos de un pan
cocido bajo tierra.

Pero todo fue oscuro, y no
tuvimos ojos.)
Uno.
Y el cuerpo. Y ante nadie
vibra
la línea mortal de lo visible.

Puente

1
EL AIRE BRUNO, PARDO, EM-
pardecido: ¿cuál
es el aire que rodea a este puente, que envuelve
con vueltas de carnero
su camino de arco? El puente sobre el agua
y bajo el trueno; el agua, espuma y gotas.
leche de qué teta subsuelaria. sordos
aljibes de neblina. ¿de metálica
sombra? El aire

se repite en el aire
repetido del agua. nubes
y el reflejo de nubes espumosas. y el reflujo del
trueno, y el
traspiés eléctrico del fango
bajo el agua,
bajo el puente —dame ir
a la profunda arena de lo bajo, luz
y buscar las lámparas de una ciudad envejecida.
lodosa.

3
TUYA ES EL AGUA, CUERPO,
en que naufragas. El puro
puente sin abismo
y sus lados cornamentales de tal sobremanera,
como huesos de médulas raíces.
Tuya es el agua
y sus caravanas de polvo y de cadáver, ah,
enormemente,

ah rúnica
escritura de oleaje, de ilegible
fe
—si es que la tiene. Puro

cuerpo de líquido arrugado, arrugado,
blanco:
seguirá el mar
anclado a las cárceles del pez,
Sísifo
siendo jalado por la roca.

El visitante

1
¿ESPERAS, Y ESPERAS, ESPERAS AL
patriarca? Toma

esta piedra: tállala. Construye
para su barba un rostro
gris, o
una rodilla, o unos pechos
cupularmente blandos y exteriores.
Tócalo en tu sueño y sueña
sus palabras. Sácale
filo a sus palabras: raya
su mirada parabólica, raya
el ojo suyo que medita—
mancha
su sudario. ¿Esperas

al patriarca? Una
piedra to-
ma.

Mátalo; vendrá
si no lo haces.

2
(SI FUERA UN HOMBRE, ÉL,
y si viniera. Si caminara el mundo
sin tocarlo, si destocara el agua
caminándola: si fuera un
hombre, cuerpo, si viniera, ¿cómo traer el cuerpo
a donde ya no hay cuerpos, deje a la roca
derretirse, al
pez ser ave, tenga su cuerpo y lléve
se su cuerpo, cómo, cómo acercar
al suelo o su palabra, si
fuera un hombre, a qué
venir si ya no hay nadie, sí,
no hay nadie? Mejor, mejor,
si fuera un hombre, ¿qué
decirle? —que
se aleje, tome el camino
del regreso, mejor, y
de regreso
tome una piedra y tállela, sudario
el suyo, desértico y de arenas
afiladas, una
piedra y en ella
busque, in
vente nuestra imagen,
nuestro, el
nuestro balbuceo. Si fuera
un hombre, si fue
ramos nosotros, cuerpo, algo, si fuera
usted un hombre
no vendría, no iría, no vendría a
donde nadie, ni nada,
lo ha llamado. Mejor

váyase, y tome una piedra, y tape

con piedra sus oídos, mejor, no sea que venga
yo y dé la tierra toda al anatema.

3
IDO Y
venido,
está en
la puerta: espera. ¿Para

irse de nuevo, y
de viejo y barbado
para irse
espera? Con su

barba de claridad
¿quién puede
verlo? Ni
de noche, brillando,

sería visto. Vá-
yase ya; es un aire
de fuego el que respira.
Pero entra. Vuelve. Allana

el pórtico, allana la ciudad
cancelada
y es un buitre. Vencidos
los cerrojos.
Ven-

drá el patriarca.

Viene.
Ya

ha llegado: Él rómpete
los dientes, quiébrate
sonoro el hueso
que te pone de pie y acuesta
en ti los yunques
de la muerte. El púdrete. Es-

cúpete a la cara.

II
LA PUERTA EL ECO, EL HUÉSPED. SOMBRA INTERIOR DE UN ÚTERO
preñado, cargado el tiempo entero de vaticinios,
cargado el tiempo entero de postergaciones.
Murallas, pueblo de murallas. Sombra interior de un cuerpo
hermético, de una piedra anudada entre sus propias orillas.
La noche desoye su propia llamarada.
Dejo atrás una puerta y me arropo con el temor antiguo
de los pordioseros: ¿quién sabrá si esa puerta
era el ingreso a una cámara más breve o la primera caricia
de la atmósfera?
Salir y entrar. Nadie habla de salir en este pueblo.
Las paredes son algo más que el fin del mundo: son la sombra
del mundo,
son la imagen de un mundo hecho de un rostro duplicado.
Yo vine sin edad a esta tierra de bestias y desesperanza
y fundé una ciudad que habito y que no me abandona.
Fui habitando esta isla, nacida en la mutilación del espacio,
germinada en la mutilación del espacio igual que la memoria
en los muertos.
Tengo la edad de los guerreros, y no soy un guerrero.
Soy un centinela y un prófugo, un ahogado y un ángel,
un viento que se dispersa y choca contra el viento,
unas larvas de aire que se juntan sobre su espinazo,
una serpiente dicha en letras de viento y alzada bajo el aire
y tocada por un viento propicio a las heridas.
La puerta, el eco. Lo dicho: el eco de la puerta golpeada huele
mi rastro y balbucea su rosario de salivas: llueve.
Una lluvia mansa cubre mi rastro. Una lluvia continua, lluvia
que acelera sus palpitaciones de guijarro. Una lluvia
implacable, severa, lunar, inconmovible.
Charcos; el suelo es una repetición de labios minerales. Soy!
un viento y mis rodillas se rozan
como si llevara cada una un rumbo distinto,
sí, como si una pierna me atara a las mazmorras y la otra
me llevara a las puertas, a doblegar los cerrojos,
a sacrificar guardianes que se han cubierto de láminas
por no verme a la cara.
Llueve. Dos vientos se rozan, yo los oigo. El mar. La red.
La puerta.

5
UNA MUCHACHA, SIGUIENDO TAL VEZ EL TRÁNSITO DE UN JUGUETE
envejecido y musgoso, o yendo a enjuagar la sangre
de su dios sin espalda,
nos mira de lejos y se cubre el rostro con un grito.
Lejana, por casi nada invisible: siente sobre sus muslos,
un apretado avance de miradas,
un doble encono de insectos sobre la repetida península
de sus muslos.
Los varones de la tribu la exploran desde la orilla,
desde el tiempo giratorio de la orilla;
desembarcan en sus vestiduras, que parecen alfombras
de un templo angosto en el que ronda el sacrificio.
La muchacha escapa y la perdemos voluntariamente,
por no memorizar el camino, la puerta que adivinamos custodiada.
La ciudad protegida por generaciones que penosamente sueñan
rebeliones, que en duermevela diseñan el nervioso
itinerario de los desertores.
Mapas, fantasmas de la huida. ¿Sueñan o fingen el sueño?
¿Por qué cierran los ojos cuando el mar los enfrenta
igual que una mano cerrada, un puño de cinco peces
que la enana reciedumbre de sus torres agrandaría
entre sus cejas, contra sus narices, contra el reseco
designio de sus labios?
Murallas, pueblos de murallas. Lo dicho: no distinguimos
la gestación del ruido.
No distinguimos sus motores ni sus rampas.
Alguien perforó con asco la enredadera que nos oculta y oculta
la ciudad ante nosotros. Caracol que no abandona su tumba.
Espeso rumor de olas, blanda invasión de olas, cielo agrietado
por pelícanos, cruces blanqueadas, plumas, gritos
que cimientan los delgados ramajes del silencio.
Pasó ya el grito de la joven que huyó sin comprender que la sola
firmeza de sus pasos le daba el triunfo, se lo daba
en las manos.
Era su eco. Fue su eco. Es un eco y un aire que ablanda
nuestros pies y los corta y los hiere y los hierve
y los eriza; es una sal perpetua.
Es la sal renovada, el pálpito de filos que nos persigue
en el desierto y huele en el océano nuestros ojos;
es el ejército que desarruga su pólvora cuando estamos a tiro,
cuando tras las dunas somos la greña de los presidiarios
que lograron hundir sus cadenas en la noche;
es el agua sucia y el pan lleno de hongos,
la tronera que únicamente cruzan los murciélagos;
es la trepidación del vértigo, que ciñe sus correas
en la sudorosa longitud de las frentes,
nuestros oídos salitrosos: náufragos;
es la espada que nos lee como los magos a la hez del vino;
es la fusta cuando muerde las nucas, el tigre cuando vence
la jaula, la mina cuando su espera concluye y revienta
y desborda sus amarras;
es el tosco amuleto que, a cambio de guiarnos, pica
nuestras costillas, nos empuja y amenaza con dispararnos
a mansalva;
es el árbol o el viaje, el eje frecuente que nos ata.
El grito se ha perdido; la muchacha viste ahora el humo ahogado
del recuerdo. Fractura un segundo y lo restaña.
Los ojos ven la mañana: el instante: el humo: el recuerdo:
alguien abrió en el muro un túnel que pronto invadirá
otra vez la selva. Lo miran: célula de viento, luz.
Esbelto camino al abandono, córnea hueca: nada.
Creen escuchar de nuevo el grito. No: es un viento que sopla
y el canal la flauta que lo afina. Viento.
La mirada surca esa barda
y la tierra floja puebla de torbellinos el espacio.
El desierto, ¿el desierto entre rejas?
¿Es que no hay ruidos? ¿Es que no vive nadie al otro lado?

ALEJANDRO ZAPA

M
éxico DF, 22 de abril de 1972. Hijo adoptivo de San Pedro Tlaquepaque, lugar en donde radico desde 1980. Dirigí la revista Metamorfosis (1989-1990) de la Preparatoria 4 de la Universidad de Guadalajara, escuela en la que fui alumno de Luis Patiño. En el año de 1991 asistí al taller de poesía de Raúl Bañuelos, en el Centro de Estudios Literarios; en ese mismo año ingresé a la escuela de Música de la Universidad de Guadalajara Fui miembro del consejo editorial de la revista El Hoyo (1992-1993). En marzo de 1994, junto con Felipe Ponce y Gustavo Hernández fundamos Ediciones Arlequín, con la finalidad de publicar nuestros poemitas y de otros poetas bisbirindos. En el mes de mayo de ese año se editó mi libro No comas ángeles.
Poemas míos han sido publicados en diversas revistas, entre ellas: Juglares y Alarifes, Trashumancia, Luvina, El Hoyo, Tierra Baldía (Aguascalientes), Generación (México D.F.), El Tribuno (Salta, Argentina), La Pausa (L.A., California), y en los periódicos Siglo 21, El occidental y Minotauro.
Compartí trabajo con Jorge Orendáin y Felipe Ponce en la Antología Tiro al Blanco. Poesía Última de Guadalajara. Fui compositor y saxofonista del combo Fulanos de Tal. En el año 2000 ingresé al grupo de reggae La Yaga. En el año 2002 grabamos el disco Regando Semillas.
Formo parte de la dirección de Ediciones Arlequín desde 1994. Soy aspirante al premio de poesía Avelino Pilongano.

Libros de poemas: No comas ángeles, Guadalajara, Ediciones Arlequín, 1994.

 

La canción de la araña
A Raúl Bañuelos

EN LOS PRIMEROS DÍAS DE ESCUELA
pidieron entre otras cosas un lápiz
en la lista de útiles.

Mal hice algunas planas
de elefantes subiendo por escalones
que para ellos fueron bolitas y palos.

Más tarde, ante una orden
tomaba la pluma por asalto.
Dibujé el nombrecito de una mujer en mi pellejo.

Me embriagaba ese sabor amargo
de la tinta entre los dientes.

Pasaron lentos años y padecí el infortunio
del compás, cinta métrica y rastrillo.

Luego, ya no quise arruinar
la hoja en blanco.
Ayer comí mis uñas
y con mi dedo índice,
desborré el poema manuscrito en la telaraña.

PIDO EL MECENAZGO DEL ODIO
el empleo de enterrador de cadáveres
mal vecino que poncha balones,
francotirador de los pájaros en la plaza.

Ruego ser testaferro de todos los dolores
un hombre moviendo los cuchillos,
quien pica tus pupilas tranquilamente
la orden de soltar a los leones.

Busco convertirme en el albacea de las enfermedades
en tu cuello ante la horca ,
la luz en la silla eléctrica
la bomba en Jerusalén.

Brindo por mi buena suerte
como becario del miedo:
kamikaze, bonzo, sicario, paramilitar, antimotín, carcelero
de la prosa nostra.
Agigantado y pudoroso
tiemblo al poner mi primer
pie sobre la tierra.

Gatié y sudé sobre ella.
Vi y saludé escarabajos
que pasaban junto a mí.

Lloré ante el desamparo de los brazos.

No está claro;
pongo mi segundo pie sobre la tierra:

ahora soy el último soldadito de plomo
que marcha en el tiro al blanco de la feria.

El caracol hacia la oreja

EL TELÉFONO INTERVENIDO
la flecha atravesando al corazón invisible
ningún toc-toc de puerta en el vecindario.

La lengua hinchada de peces
apagón de luz,
sigiloso llanto del cantante bajo la mesa.

La radio fuera del aire
el televisor sin recuperar señal,
así el deshilante dolor de la campana
una piedra hiriendo los cristales.

Los ebrios martillos en los pasos del equilibrista.
Añoro entonar la canción que tararea el caracol.

Uso correcto de la pluma Bic para escribir poemitas

1.— QUITE LA TAPA DEL BOLÍGRAFO.
2.— Agítelo.
3.— Póngalo en posición correcta, dirigido a la hoja.
4.— Desahogue sus penas.
5.— Firme el texto.
6.— Tape el bolígrafo.
7.— Colóquelo junto a la nota suicida.

Decálogo para un bebedor sin gracia

UNA: ANTES QUE LA LUNA.
Dos: para afinar la voz.
Tres: contra el súbito estrés.
Cuatro: ya no fui al teatro.
Cinco: ni tampoco al circo.
Seis: y mucho menos al beis.
Siete: por la mala suerte.
Ocho: soy un teporocho.
Nueve: la tierra se mueve.
Diez: inténtolo otra vez.

QUIERO HALLAR ALGO EXTRAÑO
en el circuito
no sé, un tranvía un terremoto
tres perros oliéndose el fundillo, una ambulancia
una barda sin graffiti, luz de hogar
un moño negro a poca distancia del zaguán
un puesto de fritangas.

Debería haber en el borde celeste
neblina tal que asesine
por la espalda nuestro boulevard,
luego oculte el arma blanca
cuando suban los nubarrones
y nos llueva sangre a ratos,
vengo ahogando pedacitos de llovizna
en mi cerveza
a ver si se me concede el milagro del tequila.

este calypso espanta

CON EL BRAZO DE OBREGÓN
la pata de santa anna
el ojo de un pirata
y corazón artificial.

con la oreja de van goh
la muela de una iguana
los huevos de zapata
y la sangre de algún ron.

con el canto de altazor
la piel de dos fantasmas
los cuernos de una vaca
y los faros de un camión.

con un ojo de venado
la pata de conejo
nariz de buen cyrano
y diente de león.

con tres cuellos de botella
la cola de mil pianos
los pies de una sirena
y la fuerza de chanoc.

con la mano de clemente
de hidalgo la cabeza
los pelos de una rana
y el fuego de un dragón.

En verdad te digo
que este calypso espanta
como los demonios
que duermen bajo cama.


JORGE RAÚL DÍAZ B.

G
uadalajara, 19 de septiembre 1972. Psicólogo por la Universidad de Guadalajara y maestrante en Metodologías de la Enseñanza por el IMEP. He publicado obra en revistas como Diez, El Hoyo, Trashumancia, Imati, Presencias y Desarrollo Cultural. Escribí y dirigí la obra teatral universitaria Apuntes para un olvido seguro (título de M. A. Larios). Coordiné la revista literaria El Hoyo, “profundidad literaria desde la superficie”. Coordiné el tríptico literario La Ventana. Coordiné la editorial Pato Anacoreta que publicó la colección de Poesía de Jalisco.
Entre 1999 y 2002 publiqué artículos aderezados con literatura relacionados con la tecnología y los sistemas de trabajo en revistas y portales como El Aseso,r de México, La Gente.com, Soter.com.mx, Laborum.com y AOL México. En 1996 publiqué la plaquette Levantarás esta tumba, en edición de autor. Actualmente preparo la edición definitiva del poemario Ficción del sueño, en colaboración con el flasher español Leo Geo.

Libros de poemas: Levantarás esta tumba, Guadalajara, edición de autor, 1996.

 

Signos

ESTOY SECO DE PERSONA.

En mí no sé qué habla,
No sé qué primitivo eco
se refleja.

Desconozco la semántica de mi esqueleto,
La ortografía de mi vida.

Desconozco por qué habito
Esta cáscara de grafito y humo;

Crecí enfermo.
Nací y crecí en la oscuridad de Dios,
Sin orden,
Sin arterias que pudieran decirme:
Somos de este hombre
Y en él concebimos nuestro propio rojo,
En él amamos la injuria
Que domina su sangre...

Crecí viendo lo irrepetible,
Viendo sombras y relámpagos,
Viendo el vacío de lo fijo,
El lleno de lo diverso.

Vi los puntos cardinales
Que definen la unidad del hombre,
Vi una columna de signos
Que marchaban y se desvanecían callados.
Vi el corazón repetido de Jesús,
Vi la vida palpitando entre ajenos nombres,
Vi el dolor que transitaba en calma entre cristales,
Vi el dolor, sus gritos que dejaban ecos infinitos.

Oí una cicatriz cerrando en la cabeza de un sordo,
Escuché los hilos que usa la vida
Para soldar llagas que hace la propia vida.
Oí el dolor que no dolía,
Y oí mi propia memoria
Mientras tocaba el abismo de mi muerte.

Olí la humedad que yace en un ojo vacío,
Olí cavidades cuyos perfumes en la memoria
Son inseparables de sus quicios.
Olí mi muerte
Y no era dulce como decían.
Olí las hierbas y los campos
Y corté en dos la vida
Para contaminar los signos
Que hace el hombre
Y así distinguir al olor
De su reflejo en la conciencia,
Y no confundirme en su mar nauseabundo.

Toqué un desierto,
Toqué el amor inscrito
En el reposo de un cadáver
Y toqué las llagas que forman
Las sustancias del recuerdo.
Toqué el sueño de un moribundo
Y lo solté aterrado,
Toqué la vigía de un niño
Pero sentí haber roto un frágil sueño.
Toqué la música que hacen los jardines,
Y toqué la ausencia que es blanca
Como la cal sobre los ojos.
Toqué con la ansiedad del taxidermista
Porque sentí que la vida era algo más
Que esta repetición de escenas.

Estoy seco de mí:

Navego en el mar de otros
Sobre agudas olas generadas por máquinas,
O en suaves espumas de almas híbridas.
En confusión, en tránsito, en polución,
En arenas, en camaleones, en fronteras,
En fusioncon, ne trántosi, en copulión,
En sanera, ne leonescama, en trónferas...

¿De qué intentan formarme,
de qué materia han de marcarme cicatrices,
de qué color dotarán a mi universo cóncavo?

¿Con qué palabras ondearán
mi frágil lengua mecánica?

¿A dónde voy o me llevan,
a dónde empuja tanto ruido?

Apenas pienso soy otro.
Hablo y habito otro que fui.

¿Quién habla en boca de quién, hombre?
¿Quién jala, desde su sueño,
este hilo que sostiene la vida...?

No hay predicador.
No hay un cuadro fijo
del pensamiento.

HUGO ANTONIO ROMERO

N
ací en la ciudad de Guadalajara el 23 de septiembre de 1972, mis primeros contactos con la literatura de una manera menos formal que en la escuela pero más plena fueron cuando tenía 11 o 12 año, que por recomendación de mi papá empecé a leer novelas: Juan Rulfo, García Márquez, Irving Wallas y otros, sin embargo la revelación más prodigiosa me sucedió a los 13 o 14 años cuando me di cuenta que estaba vivo poéticamente, no fue tan clara esta revelación, primero me di cuenta que la poesía tenía algo misterioso, esencial; estaba hecha con latidos, estaba viva, entonces leía a Bécquer, González Martínez, López Velarde entre otros, entonces me dio por imitar esta forma de estar vivos y empecé a escribir teniendo 15 años, en el año 1992 concursé y obtuve el segundo lugar en el concurso de poesía de la Preparatoria 7 convocado por la FIL, en el año 1999 participé en el taller de poesía de Raúl Bañuelos, al que actualmente asisto otra vez. Ahora sé que mientras paladee una palabra que aunque conocida me suene extraña, que arroja de pronto otro matiz, otro significado, que vuela con otros alcances, mientras la vida me pida una respuesta, mientras haya un paisaje, una emoción, un vértigo, sé que estaré vivo poéticamente.

 

Dudas sobre lo que son los ángeles

I
BLANCA REGIÓN DONDE PREDOMINAN LOS ÁNGELES
vasta planicie donde dormitan aquellos que no duermen
aquellos para quienes no se inventó la muerte
riberas al alba donde miles de pájaros
sueñan que son aire.

II
AQUELLOS PARA QUIENES NO SE INVENTÓ EL SUEÑO
habitan las madrugadas, amanecen de pie sobre las playas
simulando ser pájaros o luz que se despierta
inventan la espuma de las olas, jugando a ser aves cantan.

III
LOS HIERE EL MÁS MÍNIMO SILENCIO
su voz ilumina las distancias
se hunden en el agua clara del mar
aquellos que no saben lo que es estar heridos por la vida
sonríen bobalicones al canto del mar
y nos contemplan azorados
desde el fondo de su puro estado de aire.

A CIERTA EDAD YA NADA SE SABE
o sólo se sabe el miedo
se sabe el abismo
nada se quiebra ahí
solo se cae
se sueña la caída
en sus etéreos fondos
de repente se sabe
que el abismo es no tener alas
y tener que viajar obsesionado por cosas lejanas.

MAS YO SOY EL MISMO
Que pasó hace mil años por aquí
Por esta misma calle oscura,
Yo soy el mismo
Que sintió este humo espeso
Recorrer su sangre por dentro
En otro tiempo,
Un hombre que pensó que era yo
Y ahora en el centro de todo
Yo pienso que fui él.

NO HAY RETORNO PARA LA SOMBRA
Que vas dejando como un rastro
Por las banquetas y los cuarto que habitas,
Sombra aquí y sombra allá,
Es un ir sembrando sombra
A diestra y siniestra,
Cada vez más sombra,
Cada vez más sólo rumor
De sombra lejana;
Sombra que se aleja,
Rumor de sombra estallando a pausas.

SÓLO NOS COMUNICAMOS CON ECOS DE PALABRAS
Con murmullos rotos.
Desde tu altura me ves
Casi no entiendes mis señales,
Casi no me tocas el sueño.
Cada cual en su cima
y mirando su abismo
En la punta del pie.
Cada cual con su triste
Monólogo de hechizados,
Te hablo con mi sangre,
Sin mis labios
Y conseguimos nada
Sino este monótono mirarnos las manos;
El tacto es nuestro lenguaje mudo,
Por el tacto nos acercamos,
Sin embargo, cada caricia es encontrar
Que somos sólo sombras sin orillas.

LA DESAPARICIÓN ES UN HECHO;
Siento que me estoy yendo
Cada vez escucho menos
Cada vez me hundo más en el aire
y me voy haciendo invisible seguramente
Pero es plácido este irse hacia adentro
Este viaje lento para resplandecer.

DANTE ALEJANDRO VELÁZQUEZ LIMÓN

L
agos de Moreno, 1973. Arquitecto titulado por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Perteneció a los grupos teatrales ODI y Quetzalli, en su ciudad natal, para los que escribió: Hay muertos que no hacen ruido, Ha muerto chicho, Primera llamada, y otras obras de teatro. Perteneció al taller literario de la Casa de la Cultura de Lagos, coordinado por Sergio López Mena y al taller literario Casa Terán, coordinado por Ricardo Esquer.
Actualmente es Presidente de la Corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana, miembro del Consejo de la Crónica Municipal y miembro del taller literario El Tlacuache. Fue coeditor de La Araña Patona, Tinta Nueva y Cuadernos del Tlacuache, además de publicar poemas y cuentos en Quimera, Paralelo 21, Talleres, Cronos, A la Intemperie, Ochocientos y El Sol de León, entre otras revistas y periódicos de la región; así como en La Jornada Semanal. En la Corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana edita Baluarte.

 

Elemental

LA MAÑANA DEL VEINTE SE CAE
toma por rehén el patio
sacude sus crines y llama con voz de hojarasca

El sol abreva en las macetas acabadas de regar

La patria encima
es el errante sueño de la abuela

Gorgojean las sombras de la camelina
cuando pasamos corriendo

Qué ancha la mañana
pienso
mientras la abuela
recoge azafrán y lunetas de color
y nosotros, en la habitación mullida
miramos tele sin parpadear

La escalera

MI ABUELA Y SU ASMA RECORREN A GOLPE DE TAQUICARDIA LAS HABITACIONES
la recuerdo desde siempre, subir y bajar una peraltada escalera de cemento
bajar y subir
andar de jadeos interminables
para guardarse un rato tras la ventana del otro piso

y bajar
y subir
la misma escalera toda la vida,
esa que se ha ido prolongando en silbidos de año en año
cada vez más insaciable
pared de himalayas
abismo de cántaro y macetas y porcelanas
carraspeos sin fin que nos dolían a todos muy en medio de la garganta
muy en medio de la abuela, de la mujer aquella
cuya sombra titubeaba bajo un reloj
cuya asma nos abandona otra vez en la estepa de lo ignoto
y su pecho —enorme hueco a donde van girando nuestros nombres— tiende preguntas deshebradas:
¿por qué serán húmedas las cosas de la abuela?

Morir de asma debe ser un rito prolongado al que estamos destinados los morosos
los que no tenemos para cuándo recorrer la casa y nos vestimos de gris
amamos en gris y andamos húmedos todas las tardes

La casa siempre

LA CASA SIEMPRE ATRÁS
envuelta en su llama de padre, en su agua de hermano

la calle siempre arqueada bajo una noche de hospital

es carajo el murmullo del radio
vértigo el grito del insomne
cuerda de luz el recuerdo que azota estos cristales

Es siempre la casa un verano de arena
claroscuro de un domingo
reducto de televisión y abandonos

Qué hallazgo el nuestro. Qué enorme
apenas andada una vida y llenas las manos de polvo extraño.

Los siempre nosotros de vuelta a casa
quién nos viera:
pertrechos del tiempo en que la abuela llevaba
un murciélago por chal
los dolorosos de vanguardia
hemos de andar a ella con ojos hartos
a media luz
y entrar de puntitas
para que no escuche que va a morir.

No te besaré en Paris

NO ROZARÉ EL DIAMANTE
que enciende tu falda
Ni te haré el amor
en un hostal de barrio

Cuídate, amor
porque no tendré el pecho dispuesto
ni los labios húmedos
bajo ese escote

Esta noche Paris no es luz
Quiere ser mi arcano golpe
de sal amarilla
que hurga heridas en la Rue Moreau

A lo lejos, donde tu palma de diosa
no llega,
los hombres se arrastran por un café amarillo
tres niñas se prostituyen
y la boca del metro se llena de harapos

El cielo, boca abajo, destila agujas
sobre el perfil doliente de tu sombra

No quiero amarte, amor, en Paris,
hace frío y nuestro frío
se ampara en el plomo
que la lluvia deja.

La noche, en su angustia

LA NOCHE, EN SU ANGUSTIA, CALCINA NUESTRO RUMBO;
es harta la ciudad, sobrado el miedo,
la luna un mazapán que se desprende a tajos.

Cuerpo adentro la fragua de dos.
Mi sangre en tu sangre: trepadora mar,
rabia de hierro que nos ancla
que nos deja heridos.

He aquí tu muerte,
tu llama caída de mujer,
tu siempre sustancia de vértigos sin espacio,
tu ancestral ardor por consumirme.

Yo he dicho que la muerte se asemeja al sitio donde amamos,
por eso me quedo a temblar,
contemplo tu dorso
tu cuello de cantera

un día cualquiera llagará en tu boca el recuerdo:
vástago de carnes blandas y ojos a media luz.
De frente su agudo silencio, soberano de sí,
de espada nuestros nombres

nos encontrará en otra noche como ésta
preparando un café para los dos.

FELIPE PONCE

G
uadalajara, Jalisco, 10 de marzo de 1973.
Mis padres nacieron en Sayula y fueron obreros en Guadalajara, y de ellos nací aquí en marzo de 1973. Murió mi padre cuando yo tenía dos años, y ya no tuve más hermanos. Fui un niño solitario, que a veces cantaba en el patio. A los once comencé a trabajar y con mis primeros dineros compraba fascículos de enciclopedias en los supermercados. Una vez fui en bicicleta a Tonalá, y al bajar veloz del cerro de la Reina la llanta se atascó en un hoyanco: fui a caer tres o cuatro metros después. Llegué a la casa, escribí lo que me sucedió y me quedé dormido; desperté en medio de tremenda regañada por mis vagancias. De ese modo conocí el poder de la palabra escrita.
Cuando estudiaba la preparatoria comencé a escribir mis primeros poemas, amorosos, por supuesto. En esa época entré al taller de Raúl Bañuelos y descubrí la poesía. En 1992 entré a la Facultad de Filosofía y Letras. En 1994, un grupo de amigos fundamos Ediciones Arlequín con el fin de publicarnos y publicar el trabajo de otros jóvenes escritores. La editorial no ha dejado de ser pequeña, pero ha mejorado su productos con el paso de los años y de ella ahora vivimos algunos. Nomás he publicado un libro de poemas. He hecho compilaciones y otro tipo de trabajos, pero siempre al servicio de la poesía.
Aún viajo en bicicleta. Y me gusta recorrer tanto los caminos viejos del oriente de mi ciudad, en San Gaspar o en Zalatitán, como las callejuelas de barrio gótico de Barcelona, o la calle Huerto de San Juan de Dios, solo casi siempre, quizá con una pacha en la bolsa, en las cercanías de un bar o un expendio. Me gusta pasar desapercibido, por eso me gusta la noche, para disimularme ella.

Libros de poemas: Bitácora del noctante, Guadalajara, Ediciones Arlequín, 1995.

 

Bitácora
[Fragmentos]

Alcohol, albur ganado, canto del cisne del azar.
Sólo su paz redime del Anciano del Mar
y de su erudita tortura.
Alcohol, ancla segura y abolición de la aventura.
Gilberto Owen

unido a la soledad del mar aquel hombre soñaba
y no era un sueño
y perdía su nombre, perdía su voz arrojada como una corona fúnebre
que el oleaje deshojaba al pie de otro silencio,
aquel hombre ya sólo tenía que ver con el agua.
José Carlos Becerra

NAVEGABA SIN MAPAS
Este timón
dirigía
el rumbo de la brújula
Viré por la calma
y la humedad anémica
Allá dejé
los colores salados Las aguas turbulentas
los ruidos en callejones anegados
y los jardines que he sorteado
de la travesía

Hoy concluyo la ruta
ya repliego mis velas
en el puerto:
Lanzo el ancla
Desembarco
Abordo el muelle
con el cuidado en el paso
—la madera guarda la fragilidad veloz del descuido—
en el umbral
empujo
las persianas
quebradizas
de la taberna
me siento
leo la bitácora:


Navegante de estas calles
deja tu balsa
Entra a mi camarote
deshazte de tus ropas enlamadas
y deja
que la brisa interior
te conforte

Descansa
calma tu sed
con los vahos del aire
haz de ti el olvido
y bebe

Ahora
yo guiaré el barco
No temas
soy el tabernero

Real de Catorce

...comme
dans la plus grand hauteur
on
plonge.
André du Bouchet

I
DESDE EL TÚNEL LA CALLE VA
a las montañas
las piedras señalan el rumbo
al camino
al arrastre y a los polvos
en estos días
altísimos
del desierto

—las casas agarradas al suelo
insensatez de eternidad
de las piedras
cascarones—
la sequedad y el olvido a gajos
ignoran
que los despeñaderos y los fierros se quiebran
que las vías tuercen las rutas
—necedad del ferrocarril
vigía que en sus fierros resiste
el dolor embriagado—
únicamente los bordes
permanecen intactos:
los cerros
las biznagas
como dioses dormitantes
las espinas que atarantan
y hacen caer
las vías
y el precipicio plano:
aun en la más grande altura
uno
se hunde.

II
Palabra
grito que se mece
envuelto del aire
en la cima
voltea
entrando
a la cueva
que lo toma
y lo encierra

III
El frío
dolor
la garganta agrietada
resonancia
enferma
sonido corto
gutural

como la palabra sola

metáfora llana
del desierto.

La hoja en blanco
Hoy laceamos este animal imaginario
que correteaba por el color blanco
Raúl Zurita

SE ME ENTREGA LA HOJA EN BLANCO EN TODA SU BLANCURA:

(en la hoja en blanco no veo ningún vacío,
su transparencia es tanta que lo llena todo)

pero no tengo nada que escribir

(tomo un lápiz y sólo hundo la punta en la superficie blanquísima,
la hoja en blanco está llena de palabras invisibles)

ya todo está escrito en la hoja en blanco:

Tecali bar
soy lujurioso, la lujuria me concierne
François Villon

QUERIDA GORDA MARGOT PURÍSIMA ZORRA
hechizaste irremediablemente el pequeño mundo
la zona franca del tecali esta noche

te has permitido desdeñar a una veintena
de cazadores furtivos
ningún sardo ni borracho ha tocado tu soberbia
no saben el precio de tus cejas orondas

nos has dejado un puntiagudo dolor en los cojones

no te conmueves viendo entre la caterva
a los hombres desesperados
con la impaciencia del buscador de orgasmo
allá tú pero también estás sola

cincuenta y con los tres dice la voz de una puta ebria

en cierto Villon
debemos tenerte por tonto
nunca creíste que hubiera tanta bondad en el amor

la porquería nos gusta bien dijiste

GUADALAJARA LA PERRA
guadalajara la santa
la frívola la lerda
la timorata la puta
la injusta la boba

guadalajara decente
glotona impúdica
persignada glamorosa
francesa gringa provinciana

guadalajara con artritis
con almorranas con tumores
con fiebre acatarrada mocosa

guadalajara tan robusta
tan miope tan nalgona
tan pedorra

guadalajara fea traicionera
hipócrita majadera
amamántome de ti
y muerdo con deleite
tus enormes tetas bofas

FRANCISCO PARTIDA HOY

G
uadalajara, Jalisco10/08/1973. Egresado de la Escuela de Arquitectura del ITESO, (Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente) me he dedicado desde entonces a coeditar la revista de literatura, espacio y artes visuales Juglares y Alarifes. Asimismo he colaborado en otros proyectos culturales colectivos, como en el desaparecido programa matutino de radio La cuenta de los guías, en el que hacía una entrega semanal.
Actualmente me desempeño como editor externo en libros para el ITESO.
He publicado algunos poemas en revistas y suplementos locales y de la ciudad de México.
Soy papá de una niña de meses: ella crece al lado de Vanesa y mío sin saber de los conflictos bélicos crecientes ni de los especuladores de la vida humana; ella respira el aire crudo que le dejamos después de la fiesta del progreso. Pero como creo en ella, creo también en las palabras que pronuncian las personas y que dan sentido a sus actos.
La poesía según lo veo, al igual que otros procesos creativos, es conocimiento del modo y modo de conocimiento.

 

1

EN LA ASEPSIA BARROCA DEL HOSPITAL,
un bulbo nervioso encandila la sala de la ciencia.
Hay frenesí por la sangre, cuando cuatro manos de caucho
cortan y separan tu piel insensible como una tela sin vida,
de las capas de grasa y dos se hunden en la cavidad a hurgar.
El mineral adormecedor, soluble en gotas sincrónicas,
al padre con mono azul, le sirve de quitapenas.

Fuera de la sala de la ciencia nadie espera renacer.
Ahora es feliz la madre. Su garganta se aclara
conforme la tarde ennegrece y se hace de piedra.

La niña cesárea y atea llega sana y morada.
La noche anterior aún flotaba anfibia,
pero nació a la oquedad zapopana de ese invierno.
Abrazó el mono azul a la niña amoral que ya respiraba,
alzándola cuanto pudo
con la cabeza a tope de conjeturas,
aunque el pecho salvaje de contento.

2

NADIE FUMA. FUMAREMOS CUANDO ESTÉN FUERA DE SÍ LAS PALMERAS.
La naturaleza en el aire se introduce apaciguada.
Son los cuerpos los que huelen ahumados en el frío.
La calma es una imagen diminuta que duerme entre nosotros.
Sala de espera, día o noche: luz igual.
Todo en minutos se amilana.

Escucho trepar por mis ojos a la vida indómita,
al misterio que asciende de un foso de luz lechosa.
Alrededor de mí se endulzan los frutos.
Las personas son como silbidos lejanos
que vuelven nítidos desde la retaguardia.

3
LOS PARIENTES VAN Y VIENEN, AMIGOS NOS ABRAZAN.
La procesión de primates representa
la tinta de estas palabras, el silbido social,
imagina tú el goce de la niña entre nosotros.

Subterráneo Hidalgo

ANCIANOS DE 12 AÑOS LLENOS DE OLVIDO COMEN COMO PÁJAROS
habitan las alcantarillas del túnel Hidalgo.
Muchachos huraños de uñas carcomidas
que sin ayuda de nadie
aprenden pronto que su lugar es un pozo sin puertas.
Duermen en gargantas de concreto asfixiantes,
estrepitosas e incómodas como las cataratas del fin del mar.

Juegan limpio donde se unen el humo del petróleo
y el tibio orín casero. Hay un líder y otros cuatro confían en él.
Esparcen ahí un olor a ámbar prehistórico.
Luces siempre vivas culebrean,
mientras un par de perros delgados como modelos bostezan
zumbando los autos en el techo de las cavernas de aire

donde se refugian del adulto enrojecer y respiran a sus estrechas

Uno de esos parias aviesos y desconfiados
tuvo claro un pensamiento: se veía aislado
de su pozo. Amanecía y en vez del zarzal urbano,
de los motores omniscientes y por eso inaudibles;
en vez de las paredes de hormigón de su refugio nuclear,
se encontraba en un accidente geológico
tranquilo como una turbulencia verde cuesta abajo.

Against the border patrol

HE CONTEMPLADO LA NADA ESPANTOSA DEL DESIERTO QUE NO ALIMENTA
y la oriflama del la sed inmensa me aterró
como quien mira su propia cara en un sueño libre de sonido.
Ni tengo himno ni espero patria; soy afectado de los sismos sociales;
soy migrante: despatriado, no llego a refugiado político
sino a simple preso del hambre,
más bien no tengo símbolos caducos,
pero me quedo con los nopales y la guitarra negra de una mujer que va conmigo.

Nos hemos hundido junto al que suda dulce de cola.
Las remesas de los hijos ausentes huelen a soldado,
a culo sudado y a cobaya intemporal,
a pelos chicanos ensortijados en las camisas de algodón
de los universitarios de yale y de harvard.

Hope: la promesa de una urraca desplumada
anidó en nuestra conciencia falsa de arrimados,
Sin embargo, ahí están nuestros intentos,
los pocos y temblorosos intentos de lilberación,
los deslizamientos brutales necesarios para cambiar
como los caracoles robaconchas, desde adentro y golpear afuera por un lugar.

Los días fúnebres

EN LA OSCURIDAD MITAD CONSCIENTE, SALIVAS.
En la negatividad de la materia que reposa, sueñas.
Cuando cierras los ojos y tú mismo caes inconsciente;
laxo, en una red de ideas mucosa, el espíritu se despliega y repliega
bogando en una totalidad fragmentada como un vitral
o parmenídea en su traza circular, plena, sin fisuras.

Despertar rabioso y musical, con hambre y sed
de perpetuar la supervivencia, a través de un olor rojo
que se enrede entre las piernas —se entiende.
Pero luego todo es decepción
o el instinto es cada vez menos humano,
y la idea mucosa vuelve a envolverte otra jornada.

FERNANDO TORIZ

G
uadalajara, Jalisco, 22 de septiembre de 1973. Huérfano a los dos años de edad, es el menor de una familia de cinco hermanos. Cursó los primeros tres grados de primaria en el internado Nueva España a cargo de religiosas. A los 14 años egresó de la Ciudad de los Niños del Padre Cuéllar, con la secundaria terminada y el oficio de zapatero. Reencuentro con los hermanos mayores, estudia preparatoria y licenciatura en contaduría pública en la Universidad de Guadalajara. Fue miembro del Antitaller de poesía César Vallejo que coordina Raúl Bañuelos y del taller de creatividad de Ricardo Yáñez. Poemas suyos aparecieron en las revistas Trashumancia, Pasto Verde, Juglares y Alarifes.
Es autor de El dócil vértigo, Ediciones Arlequín (1998) y ha sido antologado en Tiro al blanco, Ediciones Arlequín (1988). Actualmente es miembro del consejo editorial de Ediciones Arlequín y colabora como director administrativo en esa editorial. Se casó en 2002, su hija tiene cuatro meses.

Libros de poemas: El dócil vértigo, Guadalajara, Ediciones Arlequín, 1998.

 

ES CUESTIÓN DE IMAGINAR
dígale a la gente que heredó de sus abuelos el aliento alcohólico
que gusta de mirar la calle sólo para esconderse del asombro
y que se recarga en los semáforos para que juzguen su riqueza
muy en el fondo
usted sabe que jamás contestará mentiras

fume un puro debajo de un árbol
aclare sus diferencias con la locura
o dígale a su novia que le gustaría hacerle el amor
a las tres de la mañana en la avenida principal
aunque no tenga el automóvil

camine aprisa y regale una limosna
o tome un autobús y reflexione en el trayecto
puede que usted sea verdaderamente bueno

baje la mirada y no repruebe su actitud
no busque otro semblante
su expresión le viene bien
nadie sabría vivir mejor el destino que usted tiene

Futuro inolvidable

IME PUEDO CONVERTIR EN GATO
si quiero
pero primero tengo que aprender a esconderme del sol
tengo que cerrar los ojos hasta que se haga de noche
y no decirle a nadie
que ya soy gato

II
LE PROMETÍ A MI PELOTA NO PATEARLA OTRA VEZ

nadie le va a quitar lo redondo

voy a dejarla flotando en el agua
para que me la cuide mucho
hasta que se vuelva planeta

voy a ser astronauta

III
MI ABUELO DICE QUE TENGO RAZÓN
yo me parezco más a mis zapatos que a mi papá

Domicilio conocido

A VECES NO SABE UNO CÓMO EXPLICAR
que la dignidad es un misterio
imperioso a la mirada como el presagio
que se acierta sólo por asombro

hoy caminé hasta llegar al silencio
para pedirle a mis conocimientos un cordial saludo
pero
la suerte atraviesa la calle en sentido contrario
toma ventaja del cansancio de otros
tira del dolor donde más duele

el tiempo me ha sorprendido
mis pies ya están como zapatos viejos

quiero terminar mi casa mucho antes de que llueva
es como una puerta que se abre sin adentro a donde llegar
junto al dinero que había ahorrado con esfuerzo
y que fue entregado para construir donde se aprecia
la mirada incrédula que no encontró de momento hacia donde dirigirse
y nadie parece tener el poder terrenal suficiente
para contestar con la misma moneda
los maravillosos puntos de vista para el despojo

aquí el peligro está en puerta
doy mis puños como información

¿quién permite las injusticias?
yo le pregunté a Don Benito Chávez
y escuché cómo ayudan las campanas a los caminantes

quizá éste sea el problema
las fuerzas de la naturaleza me persiguen
tengo un miedo terrible a volver a dormir en los baldíos
y sé que la señal de la locura es una respuesta sin salida
imposible razonar la circunferencia de su significado

un poco de aire fresco me puso a pensar
se tiene que vivir como una sombra sin medida

yo camino desconfiado
temeroso
no sé si aquí es
donde padres e hijos nunca se vuelven a encontrar

los meses de otoño me transportan
soplando explicaciones que se oscurecen
en cada una de las puertas donde se puede acudir a la esperanza

soy lo poco que queda de mí
no tengo otra opción en estos momentos
me cobijo con alcohol y mala suerte
procuro estar de acuerdo con los árboles
hago reverencias al silencio
entiendo la oscuridad a mi manera

todo esto es un sueño
tengo por camino un papel donde anoté todos mis recuerdos
salí de mi infancia
por la puerta de una casa de cartón
sin preguntar nada
como si escapara de una señal que no entiendo

hay policías que cuando voy a esperar un taxi
me hacen preguntas
que de dónde vengo y para dónde voy
no respetan la suerte que significa mi semblante
son como un insulto a mi pobreza

estuve
a punto de quitarme la vida
para cualquier aclaración
aunque
no dejan de faltar los que rayan sobre las paredes

en la esquina de la fábrica está escrito
me pagan como si me hubieran vendido el empleo

todo lo que quiero
es coronarme con el entendimiento que me precede
y que me dejen solo

¿cuántos locos andan sueltos por la calle?
Norma Leticia García desea que le den su casa a la Sra. Bernarda
Yo sólo soy el escalón donde el sueño puso sus pies

las horas pasan como la voz de una campana por el viento
tal vez pensar sea un acto social
Dios que me está viendo lo sabe
una salsa se prepara con jitomate chile cebolla y cilantro
no se trata de comer polvo todos los días

esta mañana tomé una de mis palabras para cubrirme de la lluvia
pero toda mi voz no me ofrece tanto refugio
como el árbol que podaron ayer

no entiendo
cómo hay personas que
arropan con la misma cobija sus mentiras
y sueñan que estamos dormidos en otra inteligencia

no saben que al cerrar los ojos llega una oscuridad
que sólo la noche puede ensimismar
no adivinan que después del frío sigue un desamparo largo y triste
donde la naturaleza comienza su andar hacia la nada
como un viento que limpia la transparencia de cualquier pensamiento inconcluso

hay árboles que custodian el significado del tiempo
cuando las piedras y el polvo definen los caminos

todo vuelve a empezar
destinar un momento para que suceda el transcurso del futuro
emprender el viaje que invoca el viento
respirar sin el cuidado en donde ocupar la vida
y dejar el cuerpo desbordando su iniciación personal

esta noche tengo una constancia de preocupación
mejor que la incertidumbre
hoy quiero empuñar mi vida
como quien defiende su propia naturaleza
para no perderla

es lo único que mis manos saben hacer

llegar a estos lugares tan apartados
para perder la confianza en uno mismo
y vivir como un tronco a medio río corriente abajo
donde la lluvia no puede fecundar
la inteligencia

ayer la buena suerte desapareció ante mis ojos
y cuando volví la mirada hacia atrás
de pura honestidad me atropelló un carro

la prueba está en mi propio cuerpo
tengo que amanecer mañana

presiento mi fantasma en el aire
comienzo a respirar la certeza que desvanece mi semblante
me aparto de la oscuridad sin lograr distancia posible

escucho voces que a su paso cierran las grietas de mi pensamiento
unas dicen que se dejó pasar el tiempo
otras rumoran que no es cierto

esta noche las montañas son todas mis fuerzas
y aun después de la muerte
quiero entender todo

pensé que la vida estaba hecha para dos manos
que mis labios eran dignos de custodiar estas palabras
pero han estado pasando muchas cosas raramente extrañas

JUAN ANTONIO CERVANTES

J
uan Antonio Cervantes nace en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, el último día del año de 1973 —dice su madre que casi a la última hora, restando 20 minutos para las 12:00 de la noche—. Un mal presagio para su suerte... Sus primeros estudios los realiza en el colegio José Sarto, donde le enseñaron a sumar las letras y a rezar en voz alta. Ahí fue donde le dijeron que existe una buena vida de pecado, pero que es necesario mantenerse a raya si se quiere merecer el cielo; todo esto, bajo las arcaicas teorías católicas. Seis años más tarde ingresa a la escuela secundaria número 63, donde termina el primer año, para después concluir el segundo y el tercer grado, en una escuela que no existe, donde la mayoría de los maestros estaban muertos reposando su voz sobre coloridas lápidas. A los 15 años, la vida comienza a hablarle en voz alta y se da a la tarea de andar los caminos de su propia sombra, desoyendo el eje de sus pasos, para después la vida misma cobrarle el tiempo perdido con altos intereses y solicitud de embargo. Medita sobre los consejos de la abuela Juana y se casa y hace casa y comienza a ver más claro a través de su tercer ojo recién nacido. Busca chamba y lo emplean en un laboratorio de mecánica de suelos, donde hay chance de leer y de escribir en los ratos libres; ahora se encuentra con las manos llenas de tierra y hace por comer terrones de limo para que le florezcan los sueños, así que se aferra, y la suerte le ayuda para comenzar a trabajar en una biblioteca donde por algunos años labora, para después cursar el antitaller de poesía de Raúl Bañuelos impartido en la SOGEM. Participa en los jueves literarios del grupo El Viaje y colabora en la revista literaria Espejo Humeante.

 

ANDO POR LAS CALLES

Entre los amputados
y los emputados

Entre los ejecutivos
y los ejecutores

Entre los capitalistas
y los decapitados

Entre los ignorantes
y los ignorados

Entre los que escapan
por los escaparates

y entre los socialistas solos

Ando entre los marchantes
y las marchantas

Entre los tocapuertas
Los vendetacos
Los pidedinero
Los manejacamiones

Ando entre los botes, los votos, las voces
Entre la miseria y la matedumbre
Entre las iglesias y las cantinas

Ando entre la oscuridad del día
y entre los soles de la noche,
entre los gritos silenciosos
y los nudos que prolongan la nada

Ando por los semáforos
Aquietándome
Arriándome
Siendo todo y nada
Fumando una cigarra a cantos
y cantando vientos

Ando parado en una piedra
del río de la tierra
en una hoja que sostiene a un árbol
en la sombra que me respira

DICEN QUE CUANDO TACHO MORÍA
poco hablaba,
pero que el alma le chiflaba en la respiración
como queriendo desprendérsele.
Dicen que ese día no quiso comer nada,
ni escuchar el radio.
Que se quedó todo el día acostado
tejiendo el silencio,
así como madurando su ausencia.

Dice mi abuela, que tacho,
no era la primera vez que se moría,
que ya otra vez se había muerto hace muchos años,
o a bien decir,
creyeron que se había muerto en el borde de algún vaso
o en los brazos de algún olvido,
pero no fue así…

—Ahora veo por qué mi abuela tan sólo llora
la mitad de su muerte—

Yo sí creo que tacho se murió dos veces,
pero una más que otra.
Y no hablo de cuando le creyeron muerto
sino,
de cuando se murió de la voz y de sus pasos
y de toda la mitad de su vida
y de toda la mitad de su cuerpo
y de toda la mitad del mudo
por la condenada embolia.

Tres años anduvo sólo cuidado del silencio.
Tres años anduvo medio vivo llevándose a todos lados
quejumbrosamente
Tres años que esperó morirse cada noche,
hasta que lo consiguió el domingo
pero por la tarde.

YO SOY EL VERDADERO.
El que se mira de este lado del reflejo incendiarse.

Soy
El que se hace piedra para soportarme
y poder jugar un ajedrez a ciegas infinito.

Yo soy el que me espero.
El que me grito. El que me olvido.

Soy el desmemoriado de mí.

El intransigente,
El metamorfo,
El homonizado.

El que busca al dios de dios atrás del cielo,
y que ha hecho todo en silencio.
Al que no vive y no muere y no perdona y no ama,
al que simplemente es
sin serlo.

Soy el hombre del alma de mercurio
El desgeométrico
El que se funde y se fragmenta,
herido por las flechas en fuga circular.

Soy el presentido,
El prejuzgado,
El ahorcado,
El arquetipo.

Soy la visión del objeto,
la polvareda del antílope urbano.

LUCÍA ROSTRO RIVERA

N
ací en Guadalajara, Jalisco, el 16 de enero de 1974. Tengo gusto desde niña por las palabras y por procurarme esos momentos de mundodiferente que da, por ejemplo, picarse los ojos.
Cerca de mis veinte años supe de la poesía y desde entonces la leo, la agradezco y la escribo. Se me hace fácil comunicarme así, mucho más que cuando tengo que hacer una carta importante, una nota con indicaciones claras o una autobiografía. Y yo voy así, viviendo una vida que no es de poeta pero que tiene una crónica y una historia contada en versos, sé que en esos retazos voy dejando migajas de pan para cuando quiera o necesite volver a encontrarme.
Soy una mujer de pocas casas, de una ciudad y de muchas libretas guardadas.
Tengo publicados poemas en las revistas de todos: Trashumancia, Juglares y Alarifes. He participado en los talleres de Carmen Villoro, Raúl Bañuelos, Jorge Orendáin y alguna clase con Raúl Aceves.
En estos años —como diez— he conocido muchas personas con las marquitas que dejan estas comezones, y estos encuentros son, probablemente, lo que más agradezco a la poesía.
Me gusta escribir, me gusta que me lean: se cierra el círculo.

 

La costilla de Dios.

TENGO DORMIDO EL TIEMPO,
busco algo que lo despierte,
inventar con suspiros,
construir mi deseo.
Éste es el momento de nada.
Aparece,
Rescátame.

Él descansa,
agotado de crear mundos.
Sopla una brisa que le hace humano,
contempla su juguete
se arrulla.
Olores recién nacidos le asaltan
y entre ellos, uno,
dulce, temible,
el de Eva.

II
ME TIEMBLAN LAS MANOS QUE NO TENGO
si te recuerdo,
asustado de esta angustia de carne.
Frío de tu ausencia,
de él tendrán huella los vientos.

Creó un escenario que se mueve ya sin él.
Rueda biológica que ya no alcanza.

III
SECO,
plano,
absolutamente inútil.
Nada tan parecido a mi amor
como esta reseca tierra amarilla.
Voy a dejar aquí la arena de mi desdicha.

Sesenta suspiros exactos,
cada uno idéntico al otro,
cortos, áridos
y dolorosos.
Ésta será la medida del tiempo.

Asustado de tu presencia
rompí el agua en pedacitos:
Nació la lluvia.

Perdida en su aliento
hallé la cifra de lo fecundo.
Ahora soy
la que se teje por dentro.

IV
¿QUÉ SERÁ DE UNA HUMANIDAD
consagrada a un Dios que se enamora?

Renunciar es
nube de plumas
quebradas,
pájaro
con el destino roto.

V
HALLAR LA MANERA DE VOLVER
el mundo un trocadero.
Un templo por tu cama,
y que el tiempo se nos acabe
durmiendo.

Fatiga y desánimo por tu omnipotencia,
tazas de café por oraciones,
compañía en tu desamparo,
cobija de un cuerpo que se deja tener frío.

VI
SER DIOS PARA NO TENERSE,
para volverse copa de las quejas,
preso de todos los lamentos,
rival imaginario
de los demonios personales,
domador de las furias que se
aferran al mundo.

Padre de huérfanos,
refugio de pecadores,
hermano mayor de los hombres solos.
Sentado a la derecha de nadie.

Tipográfico delirio

MONITOR, PANTALLA
azul eléctrico
estridente mar nuevo
sin olas
ni peces
letras nomás…
mundo virtual
nave, nave, navegando
por lirios newromansanserif
10 puntos, 12 puntos,14 puntos,
todos los puntos:
punto y aparte
punto seguido y sigo, sigo
punto y coma; contigo y sin mí
punto y coma contigo
a punto, sin ti
sin ti, coma
encallada en el punto
enredada en la coma,
suspendida en la red del mar.

Grafías sin ley ni
orden,
ni orto-grafía
Grafías que no dicen,
no dicen nada
tú, new times roman
yo arial 12 puntos,
inmenso espacio interlineal

entre líneas tú,
entre líneas, yo
entre líneas el yo que hay en tú
“más dentro que yo mismo”, dices
o dijiste
o dijirás
o di, di
tú primero

el amor y sus opciones
el mundo y sus opciones
muerte sin opciones…

pon eso, pon eso
arial 14 puntos
a doble espacio y dale
sangría
destila esa sangría
tabúlate dolor

sangría francesa
sangría somalí
sangría chicana
sangría árabe
en este mundo de guerra

Título 1- Mundo de Guerra
y uno sin corrector ortográfico
ni sinónimos
para ofrecer alternativas.

www.no hay a donde correr
www.cuando el hogar
www.no se lleva dentro

www.no hay link que valga
cuando el corazón no hace
vínculo.com

RODRIGO DE LA MORA

G
uadalajara, 1974. Participó en el taller literario coordinado por Raúl Bañuelos. Realizó estudios de Letras en la Universidad de Guadalajara y en la Universidad de Guanajuato. Textos suyos han aparecido en revistas y suplementos de Guadalajara como Armario, Trashumancia, y Juglares y Alarifes, así como en las antologías Poetas de Tierra Adentro II (Fondo Editorial Tierra Adentro, 1994), Tiro al blanco; poesía última de Guadalajara (Ediciones Arlequín, 1998) y Poesía de Jalisco (Secretaría de Cultura del estado de Jalisco, 2002).
Oculta Suma, editado en 1998 por Ediciones Arlequín de Guadalajara es su primer libro publicado. Actualmente se dedica a la enseñanza de la literatura y realiza estudios de etnomusicología en la Universidad de Guadalajara.

Libros de poemas: Oculta Suma, Guadalajara, Ediciones Arlequín, 1998.

 

Filos rasantes

HORA DE NUESTRA HORA: BENDITA COMO UNA DIRECCIÓN cifrada en nuestras frentes, y en la nervadura, ese asido fin, esa trémula visión que tirita y ya se ha ido. claro signo para nuestra persistente memoria. como una respuesta que germina en preguntas. hora de nuestra hora: como palma que se crispa sobre el prado inmenso de la noche: como suspiro de no ver cegado, de no oír hecho ya su canto.

EN EL ARRECIFE DE LA TRESURA MI SED ES ESA ATERIDA PARTE: mi sed es la dividida divergencia, mi sed soy y en ella nazco: como madres, las aguas en sus olas nos devuelven la mira: y en el punzante diente la caverna dicta: voz de arrumbe carraspera la signatura: y ese bautizo de humo en la sien.

CORAZÓN DE LA FUGA: ENARCADAS PUNTAS ENFILANDO EL RUMBO: filos rasantes en la luz estallando: el aire en corrientes azules. dictada, la mañana creciendo en la altura: la crecida altura: tientos de flecha que al descender traen ya cazada en su cuerpo a la aurora.

CUANDO LO ÚNICO QUE DETIENE LA LUZ EN ESTA NOCHE es la estrella del norte y una constelación de ella está suspensa: ofrendar al sueño historias vividas, cantar a la piedra, a su quemar en el viento, al clamor de su llegada, al rocío que la empapa. Piedra como hierba, hierba como senda y como rumbo, el abrazo que me enseñaron a hacer: como rumbo: mis palmas saludando al fuego.

HAY UN LUGAR MÁS PARECIDO AL SITIO Y TAMBIÉN HAY UNA CRUZ y también en un signo cabe: y en esa dirección que en aquella espera yace, dormita así el fuego: y es el centro y la canción crepita, meciendo de la lluvia espirales de luz cayendo, arribando: habla pues la agua matriz con raíces: lugar que mis pies llaman planta, que la planta enrama: canción de un minar que bebe. Y ya nombrada, responde: se mueve para el aire, la caída en sus llamas. lugar entonces, lugar hilado de cruzar relámpagos lo digo trueno y lo ato al canto.

 

DIJE AL MUNDO:
carne sentida
y lo toqué
y lo herí
para saber de su grito un nombre
para teñir con esa sangre un poco mi pie

mundo madre
mundo piedra encendida
mundo agua del cielo desprendida

dije al mundo:
cediendo al sueño otra alborada

dije tu cuerpo: hierba, tu aroma
y apenas un aliento presentí

del azul de los mares y la brisa suspendida
de la estrella quebrada en mil destellos
de la luz la sombra: lo mirado y lo tocado

huir: asolamiento de la noche

OTRA INTUICIÓN. UN TIEMPO AMPLIO. LA DISTANCIA, un golpe dado, alto, a lo hondo del horizonte. el firmamento: una correa en la cintura de mi ropaje, un hilo más. mi caminar, correas de humo bajo mis brazos, correas de aire. mis ojos viendo entre los astros. la niebla y la distancia. atrás: un país en su neblina. y mi pecho: un surcado ritmo profundo. no hay adentro. el después vino cuando abrí los ojos y la tiniebla del viento frío me rasguñó espirales en el rostro.

VER EN EL CARDO LA FLOR. guardar las espinas en el dolor adentro. como una medicina, la única saliva.
veo tus pies descalzos. en el polvo. y las venas de tus manos sosteniendo el aire de la danza.
te veo entre el polvo: estás danzando con tu falda amplia. hay un corazón en lo alto y cielos amplios, como praderas de fuego. hay parvadas que faltan. te vistes con tu pelo, te viste el aire y la espiga en tus labios.
con puños de ceniza marcarás tus brazos y los dorsos de tu rostro. entre las ramas habrás partido al sonar los silbos de la noche.
la tierra beberá el rastro que dejó tu sangre; podrás huir, cada gota será una flor del color violeta que tienen las flores. el agua confundirá tus pasos contra el rumor silencioso que hace hablar a las hierbas.
un corazón de humo, hierbas en el cazador que te mirará: latidos de sudor tras sus orejas. cigarras en su nuca encajadas. te mirará a un paso, te sentirá en tu piel, al filo de la punta. un corazón de humo te dejará partir.
podrás huir, cada gota será una flor del color violeta que tienen las flores.
al cazador lo asolará la noche

ARTURO GARCÍA

V
einte líneas son muchas para hablar de mí mismo... Nací en 1974, en Chapala, donde viví una niñez matizada de sentimientos encontrados: por un lado, el entonces mágico lago de Chapala y su incondicional entrega hacia mi fantasiosa niñez; por otro, la angustia de vivir con un padre alcohólico (ávido lector y viajero) de donde me nació el gusto a la lectura y a andar de trotamundos... A la muerte de mi padre, en 1987, nos mudamos a los USA donde cursé lo que es el equivalente a la preparatoria. En mi estancia de cinco años viví desde las costas de Florida a Colorado, donde dejé tres años y medio de mi vida entre la nieve de las montañas rocosas y la gélida mirada de sus residentes, por lo que en 1993 me vi de regreso en Ajijic, donde he vivido los últimos diez años; siete de ellos con Verónica, mi esposa, y tres con Abigaíl, mi hija.
Algún ser supremo tiene conocimientos de mi pasión hacia los viajes y los libros y han conspirado para que realice lo que más me gusta hacer. Cuba, Costa Rica, Chicago, mi propio país, son algunos de los destinos que han acogido ese espíritu... Comencé a escribir con cierto grado de seriedad, si así se le puede llamar a la entrega, hace siete años. Mis cuentos y poemas han sido publicados en los periódicos locales del área del lago de Chapala, así como en revistas literarias de Jalisco (Última, Los Cuadernos del Tlacuache) en 2001 se me fue otorgado el Premio Nacional de Cuento de los Juegos Florales de Lagos de Moreno; dos de mis cuentos han salido seleccionados en los libros de las diez mejores obras de ¿El crimen como una de las Bellas Artes? de Coahuila (2000 & 2002-Conaculta). Hasta ahora he publicado (auto) una plaquette de poesía titulada “13 poemas al vuelo” así como la antología de los cuentos ganadores de Lagos de Moreno titulada El sabor de la venganza. En la actualidad soy miembro activo del Colectivo Cultural El Quijote de Chapala en el área de literatura, director de la revista Tertulia de Chapala, desde septiembre de 2002. Mi sueño es ser escritor, pero por ahora tengo que conformarme con vender casas.

Libros de poemas: 13 Poemas al vuelo, Chapala, Clavileño, 2001. Bajo la sombra de mis sueños, Ajijic, Génesis Digital, 2003.

 

Un amigo que se fue
“Nunca, nunca... Yo no me he sentido como
un niño más que cuando era niño...”
Guillermo Cabrera Infante

TUVE UN AMIGO QUE SE FUE
o se quedó —más bien— en algún lugar estancado.
En algún lugar hueco y distante
a mi amigo se le varó la infancia.

Lo puedo imaginar como era:
con sus pantalones cortos y su sombrero de cowboy
o del llanero solitario (que era lo mismo entonces).

La última vez que vi a mi amigo
fue una tarde sombreada por un enorme arrayán
en el cerro de San Miguel.
Traía varias cosas en el pecho,
entre ellas una resortera y un canto ahogado
de pájaros cabezahueca que fisgoneaban
aquel cuerpecillo flaco marcado por la viruela.
En su camisa a rayas llevaba impresa
la huella que dejaron las güilotas
al encontrar el filo de sus dientes flojos.

Mi amigo del sombrero de vaquero
era mi mejor amigo.

Una mañana maldita y húmeda
decidió no salir a jugar.
Había en la pieza (recuerdo)
un balero y dos botellas de canicas
que habrán de haber sentido lo mismo.

En su momento no le di la importancia
que merecía aquel abandono
aunque por las noches extrañaba
los sueños que me compartía mientras mudo,
dejaba que mi mirada se metiera como tachuela
en las tablas de la litera que me aplastaba el sueño.

A mi amigo lo mató una terrible tristeza
que lo fue invadiendo como invade la sombra al sol
en los atardeceres balompédicos del empedrado.

Anoche lo soñé y desperté sonriendo,
en su mano traía un trompo de madera con punta seda.

Aquí no hay nada,
sólo el recuerdo de un amigo que se fue,
o se quedó —más bien— en algún lugar estancado.

FRANCISCO DE MOLINA

N
ació en Lagos de Moreno el 3 de marzo de 1975.
Ha participado en el taller literario El Tlacuache y el el taller de Ricardo Esquer, en Aguascalientes. Actualmente trabaja para MEXLUB.
Ha publicado en "La Jornada Semanal", "Tinta nueva", "Cuadernos del Tlacuache", "Talleres" y "Quimera", además del libro colectivo de cuento actual en Aguascalientes Abreviantes (1998)

 

Quadrant de pols blava

COMO DIBUJADA POR UN LÁPIZ BARATO
la marea lunar
arrastra sus naves
hasta el fondo de alguna botella vacía

Y en esta habitación
no más grande que una caja de zapatos
los objetos cambian de nombre
la cal de los muros es cada vez más azul
iluminada por esa bombilla
que hace unos instantes
era apenas una botella vacía
Faro para una ciudad
encallada en un puño de casas

Ciudad apenas
por unos cuantos postes
para un centenar de pájaros
que se enredan en los cables del alumbrado público

Ya no anochece
como en esos cuadros de Van Gogh
donde con un par de líneas
trazaba la huída de un campesino

 

Días de mar
Cruz de veneno que me cuelga déjame ir
No me arrepiento de sentirme desierto
Fratta

Elegí caminar el purgatorio en sentido contrario
Rodolfo Meza de la Cruz

NO IMPORTA QUE LA HUMEDAD SE APODERE DE LA CAL DE
estos muros, y que caiga en racimos terribles por mi nariz.
Porque mi sangre se diluirá en otros rostros.
Porque de nada sirve entender que la soledad es algo más
que un cuarto vacío en el tercer piso de algún conjunto habitacional,
soledad por unas cuantas lágrimas que me desdibujan
hasta ser el recuerdo del polvo en un reloj de arena.
Porque la lluvia que escurre por las vitrinas impide copiar
lo que la imagen dicta y hay que caminar tanteando el vacío,
con los brazos en cruz, las palmas al viento,
y esperar que sombra a sombra se disemine desde la soledad
hasta los labios que dejaron de nombrarme.
Digo lluvia para que el mar se nombre en el silencio
entre gota y gota. Para que florezca como una rosa
oscura entre las piernas el recuerdo de tu cuerpo
arrojado en las charcas, y crezca tanto como la huída
de esta malayerba de mi frente.
Porque me es más difícil avanzar con un tobillo
amordazado. Alguien me lo aguijoneó cuando el polvo
me hacía mirar al este.
¡Que la tercer bocanada del primer cigarrillo consuma
todo mi aliento y pueda darme cuenta que cada vez me
parezco menos a mi sombra!
Andar en círculos y tener la sensación de ir en línea recta.


ANGÉLICA MARTÍNEZ LÓPEZ

N
ací en San Marcos, Jalisco (1974), el día de los santos inocentes. Crecí entre juegos, sandías y mariposas al lado de mis hermanos varones: Humberto y Javier. He vivido desde 1989 en Guadalajara, Jalisco, lugar de adopción y centro de operaciones. También viví por cerca de tres años en Autlán de Navarro, Jalisco, en donde compartí experiencias de vida y trabajo muy importantes. Hasta este momento he realizado estudios de Maestría (en Ciencias Sociales, Universidad de Guadalajara), lo que me ha permitido comprender que estudiar no tiene nada que ver con aprender, con “h” y sin ella, del mundo. Trabajo en la Universidad de Guadalajara. Mi interés en la vida es no perder la capacidad de asombro y seguir aprendiendo. Me gusta el mar y el chocolate caliente.
No sé si la poesía fue la que me encontró o yo a ella, en el antitaller de poesía de Raúl Bañuelos (1994—1996), a quien agradezco enormemente el haber compartido —y con quien comparto— su amor, pasión y compromiso por la palabra escrita. Esto marcó de una forma especial mi manera de acercarme a la literatura y a la interpretación de las cosas. La palabra me significa mucho. He tenido publicaciones esporádicas en revistas de arte y suplementos culturales de la ciudad. Además he participado y participo (no de manera exhaustiva, ni formal) en actividades de promoción y difusión de la cultura en Jalisco, hecho que me atrae sobremanera.

 

Cuidar las palabras

AYER CELEBRAMOS POR USTED
la lluvia estuvo más delgada que de costumbre
el círculo cerró antes que el cuadrado
¡cuánto lo lamento!

nos permitimos descifrarle el misterio
y ponernos las mismas
las mismísimas alas del ángel Pedro
una gloria para usted!
dos glorias para usted!
tres, bien¡¡
va por usted
por la guerra de usted
no se aflija si no encuentra una estrella
últimamente Dios tiene muchos problemas

LA CASA
de las cosas insuficientes
apenas
específicas camas, lunas y armarios
de donde la madre, el hijo, el padre
de donde un árbol crece
vacía de espacio para las cosas
vacía de aire, agua o sol
para una metamorfosis
el vacío
llenaba de a deveras. Lo digo.
Faltaba lo que no cabía
pero se suponía que estaba

Subían y
bajaban
las horas
mañana tarde noche
Se suponía que había camas
de sustancia agua
A veces con nombres en sábanas y bacinicas
nombres propios para la noche y
sus afueras
Faltaban hojas para los diarios
y los mañanas
y los ahoras
Faltaban gorriones de picos pianos
Faltaba un vacío
todo lleno de espacio
Lo imagino de sobra:
el vacío llenaba de a deveras

Era
la casa
de las cosas
insuficientes
apenas.

(En las noches la casa duerme
al lado de la almohada)

SE ME ANTOJA VACIAR
la casa
echarla por la ventana
hasta que quede sola
sin juegos
sin niños (qué más)

Quiero arrojar la casa
a la ventana: los ojos

Arrojé esta casa que es mi cuerpo
a la tierra:
al año germinaron y
crecieron palabras

no entienda mal

TODOS ESTAMOS TRISTES
la lluvia llegó demasiado tarde
la temperatura de mi cuerpo es de cuarenta grados
el radio de acción de la luna es apenas menor
no quiero decir mido dos y un cuarto
no entiendo mejor que usted el misterio
padezco desolación de imágenes
las ganas son kilométricas
el espacio de mi cuerpo y el suyo es de 48 centímetros
no entienda mal
todos estamos tristes
la vida se multiplica dos veces al cuadrado y se comparte
la proporción de aire es directa al peso de la respiración

Tarde común

TUMBÁNDOSE EN EL VERDE DE LA TARDE
un niño vuela un papalote
en las sienes del aire
Anuncia la retirada de una parvada de ojos
que se han ido a descansar
(sin presenciar el acto común de volar)
Antes de subirse
cuenta con los dedos
los anchos de espacio
acumulados en el hilo del papalote

Se confunde como ave y emprende
un viaje
con una mano
con otra
con todo el cuerpo

Baja un trozo de noche
y lo esconde entre sus pantalones
de seguro palpa el olor y el peso
de la gravedad
de lo alto de una distancia
y de unos ojos sostenidos en cinco dedos

Con un hilo siempre (en la tarde)
tocando lo lejos
se siente cerca —un niño

CARLOS VICENTE CASTRO

C
arlos Vicente Castro nació en Guadalajara, un verano de 1975, tal vez mientras llovía. No tiene biografía, es muy joven para eso. Le gusta verse reflejado en los charcos, oír las fuentes y oler el sándalo o el ámbar. Prefiere el ron al tequila, sobre todo si es cubano. Escribió un libro de poesía titulado Raíces temporales. De ahí en más, de vez en cuando visita Cocula, la tierra de sus abuelos, para olvidarse de todo y no saber nada de nada ni de nadie.

Libros de poemas: Raíces temporales, Guadalajara, Paraíso Perdido, 2002.

 

ALGO DE MÍ EXPRESA MEJOR LO QUE YO EXPRESO. Algo de mí sabe mejor lo que yo sé de mí.

Jardín de la bugambilia

CORONADO POR UNA CAMPANA DE BRONCE, cubierto por una bugambilia, tu jardín. De él me llevo una flor y una semilla. En un mes hablaré con voz que surja de la semilla geminada (tus ojos vieron de cerca en mis ojos un colibrí).

ARMO TUS OJOS
con la noche,
porque sin ellos
no estoy completo.

NUESTROS CUERPOS DE ARENA
edifican castillos
en silencio.

EL VENADO ALUMBRA LA DISTANCIA, LAS VISIONES Y LOS SUEÑOS DEL ÁMBAR

 

 

 

 

y se va

LA ESTRELLA AZUL FLORECE
en los párpados de Dios.

Una estrella mira las luciérnagas bajo el farol:
descubre en ellas la danza que deseó para sí.

ME CUBRO DEL FRÍO con el manto del verano, Adolezco la fiebre de los elefantes en agonía. Mas voy hacia la vida. No sé cuánto dure en la senda, cuántos dioses me mostrarán sus espinas. He sido bajo como un pozo, oscuro y húmedo. Viví mi temporada de desconciertos y ahora soy una nota más. El vientre del mundo me espera, le llevo mi corazón como una vasija donde bebió el arca entera de mis días. Me dirijo al árbol fundamental; no veo pasar la serpiente frente a mis zapatos. Me he purificado en el veneno, Ya vendrán mejores épocas. Bajo un tibio arco de oro, de espaldas al dragón de viento, camino.

NINGUNA PALABRA PODRÍA sumergir mis pies en la arena, podría ser mis pisadas, mi lengua, mis ojos frente al mar. Estoy en la orilla y me mantengo despierto. No es de noche, aunque la presiento, respiro los astros o los olvido. Cojo una guayaba en mis manos y mc distiendo, el olor moja mis nervios. Como de mi sangre en esa fruta, cohabito en cada semilla el universo, una hoja, una flor. Mi paladar sabe ya lo que es el tiempo, Y miro hacia el oeste. ¿Qué asumo? La luz que me quema y se perfilará en mi lengua, que será río de afluente y melodía en mis venas, para el momento que ingrese en la vigilia.

UNA SÍLABA VIBRA; quizá detento una voz. ¿O es una luz, una pobre luz entre estos ríos que sólo transcurren (todos los ríos corren por mi voz; menos el del olvido, ese río escapa a mi recuerdo)? He muerto en el Arbia, y no he resucitado en el Calore. Hay ríos en mi vida, los importantes nadie los conoce... Y esas aguas, esa voz que permea mis huesos, me ahoga, me convierte en nada, son las aguas que salvan, la corriente: permanezco.

HUGO FERNANDO MEDINA

E
n realidad no me considero un poeta en toda la extensión de la palabra. En todo caso podría definirme como un francotirador de metáforas. Ni más ni menos. Digo, eso suena mejor. En fin, yo nací en Guadalajara, Jalisco, un 15 de julio de 1975, en medio de la resaca sicodélica de los hippies. Me tocó atravesar, sano y salvo, la acartonada y discotequera época de los ochenta, para finalmente forjarme en plenitud con la década de los noventa y crecer con este nuevo y caótico siglo XXI. En ese sentido, las manifestaciones contraculturales de este tiempo, incluido el rock y la música electrónica (y no me refiero precisamente al llamado “punchis-punchis”), han sido de mis más grandes influencias a la hora de escribir y, por qué no, de sentir la existencia. La desgracia humana es otra de mis inspiraciones, lo mismo que el desamor y la tristeza. Simplemente me parecen fascinantes. Nada mejor que eso para describirme.

 

Un revólver cargado de días

LOS LABIOS NO
Los besos jamás se entristecen cuando se levantan por las mañanas.
Pero los labios sí. Pero la vida sí.
Las muertes, partidas por la mitad, se accidentan entre el nuevo cielo y el viejo corazón del tiempo.
Pero la canción no. Pero la sangre no.
El reloj nunca llega a tiempo después de amar.
Pero el dolor sí. Pero la muerte sí.
Los barcos siempre parten sin tiburones.
Pero la poesía no. Pero la noche no.
Y se suicidan en la isla desierta que habita en los faros de los seres humanos.
Pero los marineros no. Pero la vida sí.
Los besos te matan. Pero los labios no. Los labios no.


Trapecistas en coma

TUS PESTAÑAS SE RÍEN COMO TRAPECISTAS EN COMA, ES EL NACIMIENTO DEL ABORTO.
No son aves ni pájaros ni estúpidos versos de amor.
Son tus pequeñas existencias de mis grandes muertes.
Son de bebés que nacen y hacen canciones sobre las limpias tazas de baño.
Y son, amor, los bebés que prefieren ahorcarse en una cuerda de dos, tres o cuatro meses de largo, antes de convertirse en el hígado del corazón.
Son los respiros asustadizos que desecha el cordón umbilical.
Son tus poemas que bailan como trapecistas en coma.

Trompetas con sonido de motor

RUM, RUM. EL ESCENARIO ES UNA CARRETERA QUE APLASTA A LOS ESPECTADORES. Suena el tambor y cae la trompeta. El escenario es una botella malquerida. Es un hombre que hace ruido y sale una gota de canción.
Rum, rum. El concierto de terciopelo raspa los corazones azules de los músicos. Malditos espectadores. Malditos rechinidos de amor. Malditas trompetas del escenario. Rum, rum. Me he conseguido un nuevo amor, sin ruido de motor. Y sin escenarios ni espectadores, sólo tú y yo. Rum, rum.

Suerte ominosa

EL AMOR SE MASTURBA CON LA POESÍA. Se masturba con la punta de la noche, mientras las canciones se enamoran de una ruidosa voz que no les pertenece. Es el querer ominoso de las madres, de los hombres, de las mujeres. Los hombres confían en la siguiente borrachera, en la siguiente mujer. Las palabras se han vuelto un excusado de baño, en donde cada mujer y cada hombre tiran los pedazos de sus mejores amores. Nadie aprende de la primera muerte. Ni siquiera las madres, ni siquiera los hombres, ni siquiera las mujeres. El amor se masturba con la suerte ominosa mientras espía a las estrellas más viejas del universo.

MAURICIO NEHBLI

N
acido el 24 de julio de 1975, en una tierra que no ha sido tocada por mis pasos, viví mi primera infancia en la ciudad amurallada de Campeche en la cual fui registrado y seguí mis andanzas —involuntarias en ese entonces— en Guadalajara, ciudad donde resido desde el mes más frío del invierno de 1980. Mi vida la define el término “experimento”, unas veces fallido, otras inesperadamente exitoso, las más de las veces impredecible. Mi encuentro con la poesía es una extensión de esa misma palabra; un experimento que parece haberse estacionado por más tiempo que el pensado y que me brinda una ventana abierta a un sinnúmero de revelaciones. Es un instrumento de restauración de mi propia realidad, no el único, pero sí el más constante y, creo yo, trascendente; me ha dado la alegría de mis primeros textos publicados en Amoxcalli y La Voz de la Esfinge, así como un primer libro de título Las estancias del hombre, editado este 2003 por la Universidad Autónoma de Tabasco en su colección José Carlos Becerra. El resto de mis vocaciones está en camino y, a estas alturas, sólo me resta pensar que no tengo meta alguna, sólo senderos en los que circulo con los sentidos abiertos y el paso puntual de la memoria.

 

NACIDO EN EL SAGRADO DÍA DE BOLÍVAR
en el año 75 del siglo que nos dejó solos
y nos puso de frente nuestros rostros
parido en una isla que nunca pisó
porque lo cargó en su brazos
hijo de dos madres inmensas —una la tierra—
de un padre ausente y de otro omnipresente —el mar—
que atraviesan su cuerpo y lo conforman
practicante de un don que no le pertenece
mal habituado a lo sórdido
visitante amoroso de los sitios íntimos
de cualquier ciudad que conserve humanidad en sus piedras
árbol solitario
que extiende su oración a la naturaleza
narciso de la juventud de su piel y de su cuerpo
ojos empañados por una tibia lluvia
dedos chuecos de monje que cree en cualquier Dios
siempre y cuando sea Uno
y cree en los hombres que han enfrentado su destino.
amante saciado por la bondad de tantas pieles
dueño de nada y poseedor de todo lo ligero
creyente fiel de dos virtudes —no siempre ministrante—
que sólo reconoce quien un día las practica
un don nadie que pasea sus defectos en un mundo
que no es mejor ni peor que él
en este tiempo suyo de todos y ninguno.

LA SELVA NOS DESPLOMA SU LUZ
en los oídos
el tintineo del senso
entre las sienes
el grito espectral del saraguato.
El aire se llena con sus voces y respiramos hondo
para que su pureza no resulte inútil.
Es tiempo de limpiar nuestros pulmones
de centurias de polvos de esqueletos.

SEGUIMOS EN EL ESTERO A LAS SIRENAS
aquí bañan sus cuerpos mudos
inofensivos entre mangles
sus pesadas colas son el canto
nos confirma que aún existe vida
y la celebración es en las aguas
serena
caricia de cayucos
certidumbre de peces deslizándose
bajo el tibio parasol de la madera .

EL TIEMPO NOS ENCUENTRA
en los portales de la lluvia
en las crujías que vigilan el nombre de la piedra.

Nos levantamos al ver
aquello que reflejan las pupilas del venado
sombras de gigantes cobijan estos árboles:
Gigantes de cabellera pétrea
sacuden con su aliento
el letargo que amenaza
con robarse de nuevo nuestros ojos.

HÚMEDAS Y TEMPLADAS
son las manos que lían el alma de las aves
las que tejen la eternidad en el ala del sombrero
la cabellera del sisal y el algodón
en las hamacas
y cálidas al bendecir el barro
el trigo el maíz
el coral el carey
el caracol y la madera
y francas y extendidas nuestras palmas
para elogiar su austeridad
la vida revelada en esos frutos.

NUESTRA MIRADA
delinea el cielo sobre la crestería
los oídos
agradecen la música puntual
nacida en boca de los muros
retornamos al murmullo del paisaje y sus criaturas
atrás quedan las iglesias
los cadáveres de ídolos y santos
nos llevamos a Dios entre las ropas
podemos cerrar los ojos sin temor
podemos ir a descansar a nuestras casas.

CARLOS ALBERTO CORTÉS

E
l autor simple y rulfianamente se declara un tierno animal aferrado a la luz de los días. Un “dulce desdichado”, según Rimbaud. Un atlista incurable y converso. Un consumidor distinguido de la cervecería Corona. Un boxeador erguido, zarandeado por los más duros pero también por los más tiernos jabs, sobre los cuatro puntos cardinales del ring de la vida.
Carlos Alberto Cortés nació en Hostotipaquillo, Jalisco, en 1976. Desde los 8 años de edad reside en Guadalajara. Por tres años fue alumno del Antitaller de Poesía César Vallejo. También cursó por dos años solamente la carrera de canto en el Departamento de Música de la Universidad de Guadalajara. Ha publicado sus poemas de manera aislada hasta el momento en revistas literarias como Espejo Humeante, Luvina, Diturna, Tierra Baldía, Memoria de la Voz, y en el suplemento literario La Furia del Pez del periódico El Financiero, en México, DF.

 

Los poetas cantan
(Divertimento sobre la estructura del poema “Los amorosos”, de Jaime Sabines)

LOS POETAS CANTAN
sólo después de haber aprendido a callar.
Solamente después de haber aprendido
a usar el borrador del silencio afirman
que soñar y callar son dos vocablos homónimos casi,
e intuyen así una muy sencilla y majestuosa corte,
un imperio apuntalado por la más clara palabra,
allende el túnel de su soledad indiscutible,
donde para ellos todo lo que canta y habla
es la inefabilidad más cercana a lo inefable.

Su silencio es el misterio de las cosas:
el azul misterio de la luz,
el misterio de la carne y del espíritu.

Los poetas viajan a la velocidad de la luz de la palabra;
se ven llegar al verso igual que un beso
prodigado por el mar, al alba,
se ve llegar a noble playa.
Su momento de tomar aliento
es como el sobresalto luego del transporte
en las alas del ensueño,
y al caer, su parpadeo.

Negocian con moneda que todavía no existe,
y por muchos días desesperan, enloquecen casi,
porque andan entre todos, siempre.
Porque no pueden encarnar y aislarse
en esa su burbuja de aire,
por ellos mismos maldecidos por profundos.
Porque no pueden, generosos, encarnar aquélla,
su revelación igual que una dócil fibra de todo el universo,
y reconstruir así el día futuro.

Son esos eternos disidentes.
La gran mayoría aún conserva intactas
sus ya marchitas flores de iniciado,
son esos que al verse en los espejos
nunca creen en la totalidad de la devuelta imagen.

Desmedidos en el placer
y exhibicionistas en el llanto,
muy probablemente sean los cuerdos únicos;
muy probablemente se limiten a repetir
la sentencia de aquel loquito portugués,
que en el vasto océano que se mecía en él mismo,
llevaba a cuatro náufragos, cantando:
“qué es sin locura el hombre,
más que un animal sano,
cadáver aplazado que procrea...”

Los que a la mujer le cantan
saben que por la mujer amada
se pasa como por la muerte:
entre todos, desnudos, estrechos, y aunque dulces, solos
a lo largo de toda la estrechez del mundo. Aunque dulce.
Y como en el orgasmo, al pasar esperan;
en ese túnel los poetas fundan toda su esperanza.

Y vaya que la muerte les tiende malas trampas.

La muerte les va tendiendo trampas
a lo largo del cristal gozoso del verano y de la tarde;
y ellos, más que necrófilos,
se dedican a llorar un infortunio ambiguo
—que si por ellos fuera volverían para contarlo—,
o a reír cegándose,
con radiantes luces de autoencanto.

Se saben hijos de lo que han de dar.
Algunos viven construyendo a Dios.
Les obsesiona Dios. Como también les obsesiona
cualquier pequeña forma de belleza furtiva y valedera.

Son los rebeldes ángeles de la literatura
que son capaces de decir:
“Diablo, chúpame la verga.
Diablo, tan sólo eres una idea;
andas igual de perdido por el sueño,
y todas tus tormentas, pesadillas y avatares,
todas tus influencias en el corazón del hombre
valen madre; frente a la constructora idea
de la esperanza en un Dios único”.

Los poetas cuando duermen
imploran al dios de la poesía
otro Hölderlin que no enloquezca,
otro Rimbaud que no se quede mudo a los 21;
que sea capaz de miarse arriba de las mesas de la Casablanca,
que pueda retener más tiempo
a la bella y furtiva sílfide.
Imploran un Pessoa plausible
con seis mil millones de heterónimos,
la espiral multidimensional de Paz
y el retorno de la lavandera de Vallejo;
imploran ver desde el baudeleriano y reservado palco
la Ítaca celeste de los albatros,
o ver parir de puras lágrimas
agradables estructuras cósmicas
al original autor de esta estructura.

Los poetas dicen esto y aquello,
creen en esto y en aquello,
aman esto pero también aman aquello;
no se comprometen, no se venden,
no son fieles; pero el día que entreguen su fidelidad
será para beberse entero el éxtasis del mundo.

Los poetas nunca se despiden
porque apuestan por la realidad del movimiento elíptico:
“todo lo que ya pasó estará esperando ya adelante”;
porque anhelan retornar mostrando el verdadero rostro
y montando el unicornio de la exaltación.
“Anhela bien y sé poeta,
siempre sé poeta”;
pareciera ser la frase que en sueños
pone el dios entre sus labios;
y a ellos, rehenes de la ambigüedad y de la víspera,
no les queda otra que partir al día,
como también se ven partir del verso:
insatisfechos, inconclusos,
arañando las caderas de la realidad,
arañando las caderas de la tan maravillante vida,
tan fotógrafos:
los poetas son humanamente la presencia más cercana a los milagros.

FANNY ENRIGUE LANCASTER-JONES

N
ací en Guadalajara en junio de 1976. Mi infancia: oyendo a mi abuelo hablar del Quijote y a mi padre leyéndonos, especialmente Los Versos y oraciones del caminante, el Romancero gitano y el Llanto por la muerte de Sánchez Mejías. Después todo en un aparente olvido, a pesar de estar siempre rodeada de libros (en casa hay una gran biblioteca). Breves excitativas en la temprana adolescencia en clases de la maestra Susana Becerini, quien con gran paciencia transmitía su amor por las letras. Fui a España, donde tomé clases de filosofía con mis amigas y descubrí la literatura, sobre todo la poesía con Neruda y Pedro Salinas. Apertura de mundos. De regreso, aquí: César Vallejo; transformación, sobre mi hombro: ¡escribe! Con la lectura, barruntos de escritura tras el ingreso a estudiar filosofía; amistades con las mismas inquietudes, que nos llevan a publicar un libro colectivo: Seis (Ed. Ágata, 2000). Posteriormente, queriendo corregir fallas evidentes, ingreso a la Sogem, donde el trato con maestros como Jorge Souza, Martha Cerda, Larissa Guerrero y tantos otros que no olvido, hace que mi interés por las letras deje de ser una afición vaga; otra publicación colectiva: Travesía poética (Sogem, 1999). La literatura me lleva al conocimiento de autores como la querida Amalia Guerra. Me traslado a la ciudad de México donde con Ramón Xirau —amigo de la familia— tomo un curso en el posgrado de la UNAM, asisto al taller de poesía de Dolores Castro, y a conferencias y lecturas de poesía de José Kozer; de quienes recibí amistad, entrañables consejos, a más de un trato humano perceptible en sus obras —por distintas que éstas sean—, que son ahora una influencia decisiva.

 

ANTES DE QUE LOS INSECTOS EMIGRARAN
y los recuerdos fueran agazapándose en rincones
ya me pensaba un poco polvo

no llegó la lluvia ni su sonido calmo
no recorrieron los muertos el andamiaje de mis huesos

hacia dónde partieron las huellas que me plantaron en el aire
en qué murmullo situarme ahora

LA RESPIRACIÓN ES UN DESIERTO
y el recuerdo enmudecido

por pegarnos máscaras y dejar al rostro deshacerse
por creer que podíamos volar navegando en la tierra

qué senda siguió lo posible
cuál fue el destino de las miradas hechas con los ojos cerrados

se reúnen los instantes
ríos de alas inmóviles

(sueño el azul reposo de las aves)

sigo las raíces de lo indecible —¿o es el interior de las montañas?

¿o es el interior de mi voz
olvidando el recorrido aéreo de los árboles?

I
DUERMEN LOS JUNCOS QUE HAN CRECIDO EN MI DESEO
es la quietud del tedio
los caminos que se miran a lo lejos

II
curvo el silbido arenoso
un sueño que se hundió antes de ser ceniza
(brama desde su tumba
y se come a cualquier fantasma que ruede
hasta convertirse en sal
y quedarse en vela
con la cena puesta)

NUESTROS FANTASMAS SE TOMARON LA MANO
jugaron a romperse a rehacerse
se tendieron heridos esperando la nueva acometida

nos descubrimos chocando contra lámparas
encandilados en la incertidumbre que sigue al sueño

quisimos quitarnos la arena

casi al final del camino
abrimos los ojos

POR LA MAÑANA
volvemos a escuchar las mismas sirenas
y nos asombramos
frente a las manos
de nuestra soledad
cedemos a nuestros ríos
el rumbo definitivo

algo que no hemos sabido dejar
corre de aquella savia


Regreso del desierto donde he caído mucho.
César Vallejo

I
EL CANTO DE LA MADERA
apenas se escucha
nacen árboles sobre los muertos

II
naufragio sin voz
que busca y calla
que calla
¿he de abrir cada grano de arena?
¿he de volver sobre mi paso ciego?
nada
los presagios se escurren
andan fugaces
y no quiero más desiertos
más oscuridades sin cantos
más relojes de arena
no quiero que el dolor sea lo que hable

Pero mi amor, repito, pero la naturaleza de mi disfraz, pero mi ser de lluvia
[...]
Pero mi amor, pueden estar seguros, no era un lujo de fuerza,
no contaba con ninguna clase de ejércitos en formación...
J. C. Becerra

NO ME DEJÉ CAER EN LAS RUINAS DE LA TARDE
ni cifré en tus labios el aliento pálido
que hubiera podido ser el refugio
Tampoco cerré los ojos
pensando en la herida de quedar ciego
después de ver el mar
(cierto desamparo en la escarcha
orfandad de cortinas cerradas)

Mis ritos eran parecidos a una ola
que transcurre y se extiende
mis ritos tenían algo de sordo
alguna rabia y alguna venganza
que tomaba contra mí
y te daba en forma de besos
(ésas eran mis noches
aunque yo también dormía cuando llegaban)

Pero ¿entonces... nuestras cenizas
la tierra marcada con cruces?
¿entonces... el dolor y la lluvia y el tiempo?
¿Quién vino y me puso por encima de los campos
las grandes avenidas del deseo?
Dónde están los árboles con su libertad silenciosa
Caminan muertos por las arterias
atestadas nerviosas chillantes
(multitudes en cólera)
multitudes de muertos
que se enfilaron obedientes
ante los gritos de un mudo
que ignoraba el nuevo paisaje
—sin campo sin árboles—
y pedía sin darse cuenta
se le prestara atención

Tardes fueron entonces ruinas
sin asideros en el aliento
sin el mar
Un silbido cruzó
figuras de humo que no supe descifrar
Cayeron hojas en forma de cuchillos
cuando llegó el otoño

ANTONIO MARTS

A
utorretrato con dudas: Nací en Guadalajara en septiembre de 1976. En los libros y la música me he refugiado la mayor parte del tiempo. Ser silencioso, la poesía y el cine vinieron a convertirse en puertas que al ser atravesadas conducen a parajes nuevos e inexplorados. En la literatura encuentro de manera natural el cauce de la imaginación que brota del manantial descubierto tiempo atrás por mi abuela. En recientes fechas los viajes y la fotografía se han convertido en parte fundamental de mis quehaceres. Espíritu de contrastes, bullicioso en ocasiones, meditabundo en otras, pieza de toda fiesta, el claustro de una habitación espera al día siguiente, en los cambios que antes temía ahora encuentro la alegría. Placer tardío para mi es el conducir un auto, sentir el viento por la ventanilla, el vértigo de la velocidad en una buena carretera, la libertad del ir y venir. Por cierto, también soy editor y amante de los libros: gran riesgo es acudir a alguna librería, puedo gastarme todos mis ingresos y después no tener otro remedio que vivir de prestado hasta la próxima venida de la buenaventura. Estoy condenado a no soportar por largo tiempo la soledad. No soy buen compañero de mi mismo. A la muerte, ese final y aplazado destino, le tengo un pavor incuestionable, quizá por eso esté locamente enamorado de la vida.

 

Rito de fertilidad

TENDIDO A RAS DE TIERRA, BAJO UN ÁRBOL MORIBUNDO,
cavar mi tumba
Perder entre ramas y espinas mi destino
Bajo de mí romperse hojas secas
de un perenne otoño
Echar raíces —los huesos son raíces—
esperar

HOY ESTÁS SOLO SOLO SOLO
pasabas junto a ese cine escondido,
una película pospuesta, en espera del avance decidido a la penumbra.
Era una sala vieja: olía a motel y soledad.
Uno va al cine a esconderse
a dejarse llevar por la película y llorar llorar o reír de cuando en cuando.
Ahí en la sala, con la ausencia a derecha e izquierda,
no queda nadie más
y estamos sentados con el nudo en la garganta
y los recuerdos a flor de ojo
con el temblor que va de la mano al cuello
inútil resistencia, lágrimas desbordadas
mientras el suspiro se ahoga en un falso murmullo.
Así se va el tiempo, así se abraza uno mismo
y después: volver a esas calles tan lejanas
y llueve, llueve, llueve
y pienso que no hay nadie más solo
solo solo

 

Antes de estar

1
SILENCIO,
transparente mariposa
—vuelo—
hacia el crepúsculo.

2
EL CIELO
es transparente
canto
de la lluvia

3
EN EL JARDÍN
—en donde el viento—,
el limonero
acumula azahares
para el alma.

4
POEMA:
construcción intuitiva;
retorno
hacia la primera mirada.

5
LAS CONSTELACIONES:
antiguas líneas
de antiguas manos
estelares.

10
EL ILUMINADO
camina a oscuras,
intuye, desea.
Al regresar: es otro.

12
PENSAR EN LA PALABRA,
en el gran rito de la palabra,
en la no-palabra:
en el silencio.

13
EN EL JARDÍN,
en el ardiente árbol,
un colibrí
deshojándose.

14
CANTO,
el poema es canto:
trance,
retorno.

15
BUSCO EN LA PALABRA
la simiente de mi ser,
el origen,
la libertad de un Principio.

21
EL TIEMPO
es infinita madeja
que se enreda en la mirada.

27
ANTES DE ESTAR
escribía,
Ahora escribo
Y no estoy.

28
LENGUAJE,
qué soledad tan vasta
y rica.

32
LA PENUMBRA
es abrasada:
luz iridiscente,
fuego.

32
SANGRE
al centro del laberinto.
Sístole y diástole,
partitura de la villa.

34
AGUARDO
el paso del tiempo
santifico al tiempo,
la espera.

35
LA ESCRITURA
Se posa en una rama:
canta

36
AMOR,
maravilloso abismo,
nuevo piso donde termina el piso.
—Caeremos juntos.

42
UNA GOTA DE AGUA,
una seca gota de agua
ahogada en el desierto
de tu espalda.

ELIZABETH FLORES

E
lizabeth tiene 26 años de edad. Es periodista desde 1994, año en que ingresó al diario tapatío Siglo 21, como realizadora de entrevistas, de semblanza, reportera de la vida nocturna, de teatro y música en la ciudad. Ese mismo año formó parte del grupo que realizaba la revista de literatura y arte Trashumancia, que recibió la beca del Fonca Edmundo Valadés, durante tres años consecutivos. Con el mismo grupo editorial trabajó en la creación del suplemento cultural independiente Minotauro en su ciudad: Guadalajara.
Durante ese periodo colaboró en otras revistas dedicadas a las letras y al arte del ámbito local y nacional, como: Tierra Adentro (en su número dedicado a occidente), Índice Arte, Generación, Presencias, Luvina, Revista de la Universidad de Guadalajara y Ventana, entre otras.
Fue colaboradora en el programa de radio cultural La cuenta de los guías, en Radio Universidad de Guadalajara. En 1997, ingresó al diario Público, de su ciudad. Formó parte del consejo editorial de Zónika, la primera revista especializada en música en Guadalajara. Durante 1998, formó parte de la locución de la barra musical Evolución, de la estación de radio 103 W Radical.
Desde 1999 vive en la ciudad de México y desempeña sus labores periodísticas en el diario El Universal, como coeditora de espectáculos y cultura en el diario en línea.
Demonios de algunos dioses es su primer poemario y actualmente se encuentra en la preparación de otro, bajo el nombre Cantos de mariposa, además de su primera novela corta.

 

Canto de poema sobre cama

NO ES FÁCIL LEER POEMAS EN LA CAMA CON ALGUIEN
Visitar al poeta entre sábanas
azules lilas rojas moradas
con los pies descalzos tocando
con calor recibiendo el poema

Mientras
el perro de junto ladra

Festeja
decimos
la osadía
y los pájaros se acomodan juntos
en el alféizar

El sol en espléndida rebeldía
cobija nuestros sueños desnudos
como los cuerpos
hundidos en esta cama
leyendo

Y tomamos con dulce
espera
el poema enamorado
colmado
de erres y eses y zetas
y vocales que incitan de nuestras bocas otro poema

El poeta ahora come o bebe o ama o besa

No sabe que tras una ventana
un par de endebles amantes abraza sus letras

Tiene el poema sabor a piel
a papel quemado y arrugado
a hojas dispersas
tras el milagro

El poeta liberó el poema
y ahora éste
cual vagabundo en ciudad de cristal
va de cama en cama
dejando quemar sus letras
al calor de los amantes

 

YA NO SABEMOS

tú ni yo
quién es
uno y otro
o dónde
tan mío
tu cuerpo inicia
ni cuándo
tan tuyo
mi cuerpo eres

Y monté. Ya no recuerdo
Voy cabalgando
cabalgando
En un grito.
J. A. Shelley

SE MIRAN AJENOS Y HAN CABALGADO EN EL GRITO Sus bocas no tienen otro sabor que el suyo Buscan aromas Creen saber los nombres de la Luna

Reinventan el roce

Con la furia de Lilith y Samael
cabalgan sobre besos

Les llega la vida en los labios
con sabor de caracola en la lengua

Extrañan sus montes
y el cabello al aire
con la música del trueno

Uno en otro
olvidan tiempo

Bajo el cielo al que dan forma
secretos muerden

Rezan ardor en noches de blasfemia

Hablan voces de extraños
e ignoran de qué están hechos

Se miran ajenos
y no saben qué han inventado

OMAR ROJAS

N
ací el 14 de diciembre de 1976, en Guadalajara, año del dragón de fuego en el horóscopo chino. Mi nombre: Omar (nombre árabe sin santoral) Guillermo (como mi padre y mi abuelo) Rojas Altamirano. Como parte de la generación X, nací sin Dios, aunque no me di cuenta de ello hasta que cumplí la mayoría de edad y me marché del país, a Canadá, después de haber estudiado doce años con los maristas. Fue en ese exilio voluntario cuando descubrí la poesía, no sólo en las letras, sino en la vida sencilla y los conflictos de ser un hombre nuevo en un mundo desconocido. Publiqué mis primeros poemas en una revista independiente llamada Think Magazine, de Vancouver. De allí participé en un concurso de la Sociedad Internacional de Poetas, obteniendo el reconocimiento de los editores por Destacado Logro en Poesía. Publiqué poemas en las antologías Dreams and Curiosities, The Best Poems and Poets of 2001 y en la próxima publicación en Inglaterra de Theatre of Mind. Después de cuatro años de exilio, regresé a Guadalajara, donde trabajé escribiendo para la revista musical No Cover, de San Diego, California. Luego conocí a Raúl Bañuelos y participé en su anti-taller de poesía, donde pude apreciar más la poesía como conocimiento. He publicado artículos en revistas de ciencia nacionales, impresas y virtuales, además del ensayo Alicia sueña en verano: literatura y matemáticas, presentado en el VI Congreso de la Investigación Científica del Pacífico. Actualmente estudio la licenciatura en matemáticas y tengo una columna radiofónica sobre divulgación científica llamada Fractalis.

 

Líneas Infinitas
18:00 hh.

LA POESÍA SE VIVE MÁS INTENSAMENTE A LAS SEIS DE LA TARDE
hora a la que todos deberían:
sonreír hasta que el espejo domine su mirada
viajar a un lugar desconocido y permanecer allí por más de siete días
tragar un sorbo de agua y otro de fuego para conciliar los opuestos en el interior
escuchar el silencio de la lluvia mientras la tormenta desvanece una gota fugaz
correr deprisa y desenfrenadamente, tanto como si la vida fuera hoy
volar despierto, aterrizar y seguir durmiendo el mismo sueño de alguien más.
La poesía es el instante suspendido entre tus brazos;
el atardecer, nube amorfa trastocada por el cambio.

Sólo hay un sol bajo mis párpados;
la ciudad se eleva, la noche habla.
Tu recuerdo, mis sueños
mi futuro, tu pasado;
el instante y lo eterno
confluyen a las seis de la tarde

Despertar

EL SABIO NO CAMBIA SU PUEBLO POR PARÍS
La lluvia no corre sin sueños de amanecer
Plenitud
Solsticio
Recelo de terciopelos teñidos al viento
Cuentas que caen
Palabras que se agotan
Camino por los mismos cielos
Lentitud del movimiento
Vehemencia
Un acertijo recubierto por deseos
El poeta retoma la vida
Reinventa quimeras
La luna calla
El universo despierta de nuevo.

Soledad distante

SOLO
me veo
desde la distancia
y
me recreo
dentro
de mí mismo
al nacer
y
desaparecer
de lo que guarda
silencio
y
es parte
trozo
fragmento
de luna interior
estrellas desiertas
flor abrigada
por
dos espinas
en medio
de
la
azotea
que crece
con miras al cielo
invocando el infierno
poesía
quietud del movimiento
fluir
entre
una esfera
y
un puente
atónito
maravillado
estupefacto
como
mi risa
entre corales
y
cienos
que forman
Uno
disuelven
Todo
y me muestran
lleno
vacío
Solo.

MARCO ANTONIO GABRIEL GARCÍA

N
ací en Guadalajara, Jalisco, el 8 de febrero de 1977. La mayor parte de mi vida he habitado Mezquitán, uno de los primeros barrios de Guadalajara (cuando menos eso dijo don Cuco). Viví en el BUSH (Barrios Unidos del Sector Hidalgo) en el cual viví algunas peleas sin importancia, una que otra chava cuando tenía 16 años, pero mi integración nunca fue buena. Mi inicio a la lectura es bastante fácil, mi padre (don Toño) tenía un librero con algunos clásicos y de allí tome mis primeros libros. Mi padre alguna vez al verme que me robaba sus libros me compró un tomo enorme con cuentos de la selva, y lo peor de todo era que no traía dibujitos. Esto me decepcionó, pues yo tenía como nueve años, y los libros que sustraía del librero eran los que tenían menos hojas. Al ver ese enorme tomo, creí que nunca lo acabaría. Y así fue, ya que se me perdió. Mi madre (Magdalena) me solapó y nunca le dijo a mi papá mi descuido. A lo mejor se le olvidó.
Ya más viejo, formé parte del Antitaller de Poesía César Vallejo que dirige Raúl Bañuelos. Gané un primer lugar en el concurso de narrativa convocado por la Preparatoria 3 a nivel estatal (cuando menos eso dice la hojita que me dieron) y fui colaborador en el tríptico literario el Che Araña, 1997. Editor del tríptico literario Hongos a la hermana luna, 1998; Coeditor en la revista literaria La Urbe, 2000, y entré a la licenciatura de letras hispánicas por la Universidad de Guadalajara. Editor de la revista literaria Espejo Humeante, 2002, y director del grupo de promoción y difusión cultural El Viaje.
Después, lo que pase será literatura (en el peor de los sentidos).

TE SOSTIENES DE LIBRO Y TINTO
como insecto
que gota a gota
encuentra la miel,
que mientras sonríe
busca a tientas
la noche que le pertenece.

Te sostienes del tintillo de la tarde
fácil fragancia que no encuentras
buscas entre tus dedos de zeta
y nunca/ jamás encuentras.

Te sostienes
a pan y vino
a libro y sol
a vino y soledad
a embriaguez sacada
de otras partes
que no a tientas a decir.

Te sostienes
mientras el péndulo flota
con su silbido de navaja.
Mientras las olas
destrozan el mar
y todo lo que alguna vez
nombraste,
la búsqueda.

Y el brazo cansa
mientras el cuadro
busca otro marco
otra luz que no puedes derrumbar.

Al estarse leyendo
tarde o temprano
da su golpe mortal
asesta/
y mientras
la noche
llegue cada noche
encuentras el justifico
por los días, de los días,
de los días.

 

Soneda

¡OH! AMANTES COMPLETAS
salid como nardos
en campo agreste.
Recias en primavera
virginales en diciembre.

Regoldar satisfechas como princesitas
Pavonearse en sus vestidos púrpura
Estallar en sondeables carnes

¡OH! Diosas pubertas
compañeras del arado
jamás olviden a éste,
quien sus noches vela.
Guardián de sus fiebres.

Salid, salid de su cuevita
Que ustedes son el reflejo de la lujuria.
Altivas como colinas amables.

VÍCTOR CÉSAR VILLALOBOS “CHIVA”

N
ace en Guadalajara, en 1978, una calurosa noche de mayo (el día 11; ese preciso día, nunca llueve) ; realiza los estudios básicos en Guanatos; secundaria y prepa (eterna: cinco años; dice que es un poco como prolongar la primavera de cada uno) en Zapopan; en ese lapso de proporciones eternas conoce su verdadera vocación: Pendejo Profesional gracias a la lectura y repetición eructita de Borges y Cortázar; se inicia en los misterios del Discovery Channel (de donde proviene toda su cultura). Estudia, actualmente (es un misterio el porqué), en el Departamento de Letras Hispánicas de la Universidad de Guadalajara.
Además de considerarse Pendejo Profesional, el autor se considera a sí mismo “argonauta de las causas perdidas” aunque lo mismo no sepa muy bien qué es un argonauta (lo que sí sabe muy bien es lo de las causas perdidas, él es una), pero dice que se le olvidó el vellocino en alguna borrachera, junto con la dignidad y la vergüenza —¡oh, virtud y visión de los borrachos!— además es un comentador incansable y exhaustivo de las cosas sin importancia; poeta irresponsable de tiempo completo; aviador en trámite de la Facultad. Padece: weba congénita, personalidad múltiple (en sus manifestaciones de: psicólogo, papá, confidente (amante, evidentemente, no). Fiel del rock & roll y sus derivados, que sirven de fondo —es al revés, en verdad— para sus poemas (que no son poemas, pero ¿cómo llamarles de otra manera?).
Ha colaborado con la revista Espejo Humeante y en los Jueves Literarios del café Epicúreos con mediana (nula) asistencia, cuestión de la que se aprovecha para empezar la borrachera desde el jueves y no dejarla hasta bien entrada la semana. Participó en los filmes El verano de la señora Forbes (1987) y Clandestino destino (que dicen que es chafona, chafona) de Jaime Humberto Hermosillo, algunos cortometrajes, así como en diversos talleres de actuación y video.

Now I’m the imposter
&
the real one’s gone forever.
Radiohead

Pasos pasos
Pies de ceniza
Y dibujando la ciudad
Con el escombro cotidiano
Ése que me fui ayer
Y hoy rastro de palabras
Y gotitas de música evaporada y dos o tres
Alcoholes
Y mañana pasos pasos
Ahogados en edificios que
Formo todavía al compás del cigarrillo
Y la silueta del humo

Cae en fugas
Y chimeneas
Y no me entero
Sigo de paso y me paso
Sin cruzar la puerta
Que está ardiendo
Y no me nombra
(no es zarza divina)
Que es fogata y viaja
A mi costado
A mi costilla
Esa que me duele tanto
Esa que no se escucha
Y que es como un poema
Por no tener
Visa ni pasaporte
Para este lado

Robafaros

GUARDAFANGOS Y CAFÉ DE OLLA
seducido así con la conciencia vacía
un montón de botones para eyectar
en un momento
sóngoro compongo
y me sale
la aplicación de la flora intestinal
celestial alivio
supongo

pero habrá quien
bajo el influjo crédulo
del conejo del péndulo o pleniluna
se acostumbre acostarse
en los bordes abovedados sin barandales

de esos sólidos seres acuáticos
de emblemas emplumados
viene mi gaita

Every fuckin’ single day

ASUMO LA PALABRA QUE ME NOMBRA
líquida
asumo lo que me dicen las que conmigo viven
y cambio según

A su vez
creo que ya soy avispa obrero sal puta calle cielo
poeta
pálido borde como de aurora
que en este momento
elabora con hilillos del suelo
un poema

Translate

RESULTA GRACIOSO
la musa roída
se cansó de quebrar ventanas
y ayer vino contenta
con su mano sangre
a qué vine
preguntó
y una lágrima quemaba su voz
que era pura
que era carne soñando perros
que no era una pregunta
era una cruz en sus poros

yo
lanzando una sonrisa
que no fue nunca más que un traje de ocasión
evadí con lenta rabia la calle que se abría al frente

la miré
la miro
como se mira una larga cueva misteriosa
comprendí de sus ojos
la blanda simpatía que me tendía con su mano roja
a veces también la evado
como siempre

saltando

Turtle candybox

LA ACERA CONTRARIA AL MUNDO
y la poesía no levanta el dedo
no escupe fuego contra
se ensaña en morderse las vísceras
estrellarse contra el cerebro
a un lado de los libros
el signo mágico la montaña enana la semilla
la espada fecunda
y ahí la pared manchada de estrellas y hojas en blanco
en una mezcla viscosa
casi ridícula donde las palabras
casuchas caídas desde las lluvias
no han soñado más que a sus pies sin raíz

Fábula de la luna y el conejo

I
DE APARENTE REPTANTE RAPAZ
la luna comió conejo luminoso

Sí, reptaba roída en sombras líquidas
acechando tras los helechos detrás de los hechos
detrás de las aguas detrás de las olas

Conejo sin reloj ni tiempo ni prisa
de brillo y fugacidad y luz y cometas hecho
mordía el verde trono del titán
sin imaginar la luna detrás del espejo

II
— CÓMO, LUNA, COMES CONEJO?
— Sólo para brillar sempiterna,
arriba, con mis hermanas que comieron
árboles de fuegos y miradas rojizas...
conejo vive en luz, en mí, en cielo, en reflejo
— No saldrá?
— Algún día, cuando brote de mi vientre la fauna
abismal que me condenó a comer conejo...
por qué tantas preguntas?
— Yo soy el conejo que inmola su luz
a tu inmensidad a tu belleza a tu hora a tu boca
Ya es hora saca el conejo de ti Yo estoy listo...

III
LUNA LAME CONEJO
conejo luz sale
con sombras y abismos y péndulo...

JOSÉ ANTONIO NERI TELLO

M
i nombre es José Antonio Neri Tello. Nací el 19 de diciembre de 1978 en Zapopan, Jalisco. Soy el sexto de una familia de diez miembros. Mi padre es carpintero y mi madre ama de casa. El gusto por las letras lo tengo desde que mis hermanos leían libros literarios que después me los hacían leer cuando me portaba mal. La poesía me salvó de cerrar los ojos y ser como cualquier persona que come, va a la escuela, alimenta una familia... sin conciencia, como si fuera pieza de una maquinaria pesada, y me puso ante mí mismo para verme parte de un todo. Provengo de una familia numerosa donde un padre y una madre no saben qué hacer para sacar a su familia adelante, con sus conflictos internos, la asfixia que producen tantos en una casa y que nos lleva a la individualización de cada miembro para defender su espacio. Yo tomé la poesía para rellenar los huecos que produce la carga diaria, la mirada de un todo, como si hubiera algo para sanar la situación que hacía que me internara en mi persona. En la secundaria me tropecé con un periódico que informa sobre la muerte de Elías Nandino, no tenía la más remota idea de quién era, publicaron un poema suyo y en la semblanza decía que había tenido un taller literario. Era triste la noticia, pero a mí me ilusionó la idea de que en Guadalajara hubiera un taller literario. De esta manera, asistí a los talleres de la preparatoria 7 impartidos por Miguel Reinoso y Efraín Amador Sánchez, quienes me apoyaron a escribir. Después ingresé con Raúl Bañuelos, quien ha sido uno de mis mejores maestros.

 

Reconciliaciones
A la memoria de Ramiro

SE REPARTE EL PAN EN LA MESA
la necesidad de ir creciendo
con los acontecimientos que se multiplican
la soledad se vuelve bastante
el calendario cuenta el tiempo
en proporciones de papel teñido con circunstancias ovíparas
donde la madre que ha sido madre desde siglos llora
la complicidad del espejo que nos reprocha nuestra imagen

Se reparte el pan

No voy a pasar lista de los asistentes a este velorio. No diré que los recuerdo porque no quiero recordarlos. Hay que crecer con una lágrima o una astilla que se va adentrando y nos carcome

Se reparte el pan y los siguientes minutos se ora
El niño crece y se vuelve verdugo
Pide por el trabajo
la situación familiar
que deja damnificados en la escena

No quiero pensar en la mariposa que vuela de la entrepierna, ni del árbol que nace del vientre. Cuando el pan se reparte y el niño ora la lista de los desaparecidos se acrecienta:

Todo es un hotel

El cuarto poco a poco se reduce. Una cama es el centro del mundo. Los amantes fincan su historia en sus vientres. Hay dolor de saberse niños-adultos. Hay lenguas que surcan el cuerpo donde escapan mariposas a los árboles. Hay soledades que se revuelcan en el centro del mundo

Están los siglos
que el padre y la madre
llevaron a cuestas
la delgada cruz de sal
el torbellino que nos revuelve en la cama
y nos sitia ante nosotros
como un espejo que teme de su sombra

Yo recuerdo a mi padre como una figura borrosa y solitaria que no sabía si respiraba, a mi madre llorando a partos, la tortilla seca desvanecerse en mi boca, los juegos de cartón. Yo recuerdo a mi padre soñando en cada ensamble que formaba sillas. Yo lo recuerdo junto a la madera queriendo despertar en el agua

No quiero cantar las canciones de culpa: no quiero ver el espejo que me pide reparta el pan. No quiero saber cómo lloran los siglos y siglos que nacen de mi pene. No quiero que se vaya la mariposa o el árbol se seque. Los amantes
están dormidos

el ángel que sueña el ángel
me mira

en sus ojos
una gota se quiebra

El ángel que duerme atado a una bola de papel
también solloza
no tengo cigarros para soportar sus miradas
el canto de los grillos se fragmenta
nadie comprende que un niño intenta subir
estoy avergonzado

Ramiro

NO DEJASTE CENIZA. ME HE TARDADO EN SABER que hay tiempo que se queda inconcluso y jamás puede ser retomado. ¿Te das cuenta? Tengo que no pensar en lo que sucedió
Dicen
que alguien
queda en carretera para volverse eterno.
El mundo teje paredes y nos suelda a las cosas. Quizá por eso saltaste
A viajar como humo
o viento
o cualquier chingadera que te volviera al agua
a la tierra
a las tantas cosas que no hablamos. Te quedaste en silencio porque sabías que todos eran mundo
Yo era mundo
tú eras mundo
No querías soldarte como botella sin sentido

¿Cómo fueron tus últimos días? No sé. No estuve presente. No pude decirte que las palabras engendraron en mí palabras. Que los senos, los cosenos y las derivadas se hicieron poemas. Que la transformada de Laplace cambia todo cuando una lágrima pasa por su fórmula. Que la corriente continua y la corriente alterna (pequeños parpadeos de tu luz) se vuelven ceniza tan pequeña que nadie puede mirarla. No pude decirte que ya cogí, que ya sé lo que se siente cuando la carne se vuelve carne

Pinche Culero ¿por qué no puedes leer este escrito y otros tantos y tantos poemas escritos después de verte? ¿no te he dicho que las frases hechas son las que más duelen? ¿que las frases hechas resumen historias en una gota de no sé qué líquido?

Nadie sabe cuándo moriste
no fue cuando caías del carro
o en el hospital
o el golpe en tu cabeza
o el derrame
DE ESO
ESTOY SEGURO

NO ES CIERTO QUE MIDA UNO OCHENTA
que mi pito sea el más grande
que me nazcan flores o pasto
que pueda resolverlo todo o ayudar a alguien
que fornique con la tinta o con la pluma

No me cuestionen quién soy
lo que no he hecho
lo que pueda decirles de antemano sabrán que es falso

Si digo Antonio

No es para que me vean habitando en migajas como un pequeño que recoge cápsulas de luz para darles un nuevo uso. No es para prometer racimos de lunas o de palabras que puedan consumir como ostias

Si digo Antonio

Es porque hay luz que se agita y nos derrumba. Es porque no hay otra palabra para invocar la piedra que nace de viento

LLEGA LA MUERTE PEGADA A LA EPIDERMIS DEL ADOBE. El tiempo no se ha ido. Hoy es 1988 y 89. La cama acuesta a los muertos que hoy vienen a visitarme

Tengo miedo de no saber qué tiempo es hoy
La abuela dobla su silencio con la escoba
Mi abuelo sentado espera la muerte

La cama duerme a ambos. Ambos son el mismo cuerpo que tiembla. El mismo cuerpo que se toma de la mano. La tía que ha sido tía desde siempre mira desesperada

Hay noticias
Los parientes que viven lejos preguntan
Su pésame se ha hecho cartas
El adulto que lo puede todo está desamparado

NO HAY NADA QUE EVITE SEPULTAR EL TIEMPO EN ESTE CUARTO. Hay fotografías que conversan con el relicario, con la antífona de la comunión, con el ángel de la guarda, con la vieja consola y los recibos de las contribuciones pagados antes que el tiempo se volviera papel amarillo. El orden de las cosas no ha sido cambiado. El pomo de medicina y los pañales para adulto miran al mismo cuerpo que se muere desde siempre.

BEATRIZ ORTIZ WARIO

N
ací el 21 de octubre de 1979 en Lagos de Moreno. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Lagos de Moreno, y actualmente estudia Artes Plásticas en la Universidad de Guadalajara. Como pintora ha montado varias exposiciones colectivas e individuales en Lagos y Guadalajara. Pertenece al taller literario El Tlacuache, en el que edita Cuadernos del Tlacuache. Sus cuentos y poemas han sido publicados en La Jornada Semanal y Cronos.

 

Mientras muere el verano

I
OTRO ATARDECER.
El dolor se adhiere a la blancura
de mi cama al descorrer la cortina.

El eco
de un ruido distante
se desmorona en el balcón.

II
LA VENTANA ES UN JIRÓN DE LA TARDE OJEROSA
que reinventa mi destierro
con una parvada de viento y tierra mojada.

Entra
huye escaleras arriba
se lleva el silencio de algunas hojas en blanco.

III
HABLO DEL TEDIO: REINVENTAR
el vértigo oscuro entre un eco y su ruido.
Desde el eco horizontal de alguna cama.

Hablar del dolor
dulce, pegajoso,
llorar desde este lado del balcón empolvado.

Sepia

LA PENUMBRA ANIDA AL MARGEN DEL CORREDOR
bañado por nuestros silencios
(oscuridad
que invade cuartos en desorden a cualquier hora
y es inmune a la luz eléctrica.)

Es octubre. La tarde exhala
y sus manos se nublan de miedo. Todo torna en sepia:
nuestras flores de ceniza y las paredes —estas mujeres desesperadas:
descalzas ajadas musitando
apenas su aroma.

Nada queda al azar.
Una versión vespertina de octubre
bosteza siempre allá afuera.

Por eso la oscuridad del corredor es estúpida sonrisa, blanda y absurda.
Y no encendemos una vela. Todos jugamos
a estar contentos.
A liar el cigarro de la tarde para compartirlo
y confesarnos entre dos bocanadas
mutuas mortajas de silencio.

El frío nace en nuestro jardín escondido
de jazmines y sándalos
y rosas de ceniza.
Es como un incienso oloroso a paredes desesperadas.

Perra parida
Ella es una perra parida echada en un jergón,
los cachorros hambrientos pegados chupándole las tetas…
José Donoso, Este domingo

TU MANO ES UN PAÑUELO OSCURO DERRIBADO EN MI CAMA.
Me excede el sol. Soy una quimera de perfil
con la mañana:
la sierpe de este domingo.

No has despertado a mi lado
pero esta almohada es la solitaria reflexión
de la angustia de tu aliento
y tu cuerpo respira en mi cama como una larva.

Soy la sombra
contigua a tu espalda.
Soy el silencio
que se vierte sobre mis cabellos
después del pálido almuerzo del domingo.

La que toma tu mano
sin repugnancia,
la negra mano de tu cuerpo blanco
para pretender que no es el tiempo quien manosea los cristales.

Una mentira
que te acecha en la galería
con la noche enredada al cuello.

Tengo todo el perdón
y mis pechos sedientos que colman.
El azar
rodeándonos
con sus brazos de precipicio.

Te busco desde cada piedra
de las calles aturdidas del pueblo
al abrir los ojos y
asfixiar mi almohada.

Busco el eclipse de tu boca.

Pero otro domingo negro
se resbala de mis manos como un pañuelo.

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