JORGE SOUZA

Nací el 30 de septiembre de 1950, casi a la medianoche. Desde entonces, tal vez, me gusta la oscuridad. Mi padre murió cuando tenía ocho años y mi madre, mi abuela y cuatro tías estuvieron muy cerca de mí; por eso, quizá, creo en las mujeres. Cuando fui niño me decían el niño eléctrico por inquieto y peleonero; yo, en ocasiones, estuve seguro que yo era la oveja negra de la familia. Una vez, en ese tiempo, miré al cielo y sentí el vacío, y desde entonces ando en busca sin encontrar del todo. Crecí, fui medio hippie, bailé, toqué en un grupo de rock, viajé de aventón, hice yoga, estudié filosofía y a principios de los setenta fui el primer tallerista con Elías Nandino. Un día, Ernesto Flores me consiguió trabajo como jefe de comunicación en el Fideicomiso Puerto Vallarta y me quedé por allá trece años; dirigí los diarios Vallarta Opina y el Diario de la Bahía y, bueno, hasta político fui. Luego dirigí en Tepic el Nayarit Opina durante casi tres años, y ahora, desde hace seis, ya de regreso en Guadalajara, trabajo en el periódico Público, desde donde me toca editar la sección internacional de una decena de periódicos del grupo Milenio. Tengo seis hijos y una mujer bella e inquieta; algunos amigos, libros y una gata que nos regaló el hijo de Gil Simoes. Me gusta el ron, el silencio, las cenas en casa de mi hermano con la madre al lado, y las reuniones de cada sábado en la casa del tío Víctor, con el chiquillerío y la bola de primos; cuando repartimos el postre cantamos “acitrón”... Sólo falta decir que Dios es Grande. Ah, tenemos una casita en Tapalpa; si quieren, se la presto.

Libros de poesía: Tela de araña, Guadalajara, Cuaderno Breve, 1983. Sabedores tristísimos de ningún remedio, Zacatecas, Praxis Dosfilos, 1985. Luz que no vuelve, Tepic, Fonca, 1995. Saliva de qué dioses, Guadalajara, Secretaría de Cultura, 1999. En las manos, la niebla, Guadalajara, Mantis, 2000. Cifras de fuego, Québec-Guadalajara, Écrits des Forges-Mantis Editores, 2001. Ceniza a la que no renuncio, Comancalco, Ediciones Monte Carmelo, 2003.

 

Vine de fuera quizá

VINE DE FUERA, QUIZÁ DE LA MAÑANA.
Yo recuerdo la luz incendiando los estorninos
el sol de piedra, sus verdes filamentos
el transcurrir del agua sin especie.

Mis huellas
en la sal de caminos antiguos.

Vine de fuera. Alguna vez la noche
extirpó mis párpados con su dedo afilado
grabó en mi cuerpo sus labios venenosos
y trazó en mi esqueleto su geometría de lluvia.

Vine de fuera, aún recuerdo
mis manos extendidas hacia el sol del poniente;
el llanto de los dioses disolviéndose
sobre la tierra abierta.

Vine de fuera, quizá de un espejismo
en el que alguien soñaba que era éste
y encontraba en sus sueños al otro que yo soy,
construyendo estos ojos, inventando esta luz,
estas palabras.

Alguna vez, lo sé, tuve una cara
A Luis Armenta

ALGUNA VEZ, LO SÉ, TUVE UNA CARA
un nombre gris, una memoria abierta
y una ciudad con pájaros.

Tuve una casa vieja y una luna repleta
como farol en alto sobre el techo del mundo.

Pero vino la niebla con sus manos deshechas
con sus vendas sonámbulas y escondió mis sílabas;
untó su vaho en mi piel, adormeciéndola
y entorpeció el arroyo de mis voces antiguas.

Vino la niebla con cristales de plomo
y cultivó en mis ojos negras malvas;
tendió cansadas telarañas
en mi rostro y mi piel, envejeciéndolos.

Me convirtió, al fin, en este hombre
que en sus manos perdió todos los ritos
y que convoca en azoteas nocturnas
el resplandor, las llaves, el milagro.

Doy un trago al café, miro mi mano

DOY UN TRAGO AL CAFÉ, MIRO MI MANO.
La cicatriz del dedo, su aspereza.

Alguna vez estuve en el principio
y mi ojo de ágata, quieto como una roca
retrató el amplio grito del relámpago;
la tierra del silicio y la ceniza.

Bajo mi piel ahora alguien recuerda.
Alguien habla del viento y sus paredes
alguien teje otra vez viejas palabras
sobre el veneno de la ruina.

Doy un trago al café. Todo regresa.
Todo vuelve de nuevo hasta nosotros.
La boca busca otra vez los nombres
que tuvieron las cosas algún día.

Todo se va de nuevo. Doy un trago,
Ninguna cosa es. Nada regresa.

Ninguna cosa fue: sólo este viento
levantando espejismos: esta arena
que se llama la vida, entre las manos

Abro en la niebla la botella

ABRO EN LA NIEBLA LA BOTELLA. BEBO.
Doy el trago profundo tras la espera.

Luego vuelvo a mirar, tranquilizado
el espesor de las ventanas
los cuadros que cuelgan como enormes escudos
en paredes que entretejió la sombra.

Siento el jalón el tiempo,
su golpe en las espaldas
lanzándome adelante.

Estoy cansado.

Abro de nuevo la botella.
Bebo.
Un segundo de paz luego la niebla
la cicatriz que nuevamente sangra

Desde acá

DESDE AQUÍ
cantina, yo, silencio
te voy buscando como loco sin cuerdas
por pasajes y tiempos que se fueron quedando.

Y sin pedirle peras a la vida
me subo en el tranvía más deshuesado
le recorro las trabes a la sombra
moqueo mi soledad y me apaciguo.

Pero tu voz
que germina y se expande
como un puñado de semillas dolorosas
aquí en mi lado izquierdo
me demuestra otra vez, querida Circe
que hay que buscar en otros laberintos.

Tú que desciendes a la última raíz

TÚ QUE DESCIENDES A LA ÚLTIMA RAÍZ, LA QUE DESCRIBE los nuevos hemisferios, no la mujer ahora, la espuma eres de la turbia marea que se alza en el destierro.

Tú que ofreces a mi frente el otro paraíso, el instante sellado, la llave de esplendores, el sueño del poder y del olvido; y a mis espinas, la luz y la esperanza, acércate de nuevo.

Amo ahora mi boca que es capaz de nombrarte. Mi lengua que repite tus sílabas como un bosque tendido sobre el agua

Amo mi piel que te retiene y mis manos que te construyen a ciegas cada noche.

¡Oh, tú!, que en la caída encontraste mi cuerpo sin aliento, mi tacto sin un eco que le alumbre, mis miembros encharcados, unta en mi ser tus bálsamos y marchemos; junto a mi oído nombra la otra ciencia, con tus palabras abre mi memoria y llénala de pájaros.

Dale a mi cuerpo el fruto codiciable, entrégale el veneno del hambre que no acaba, la sombra que al final logre vencerlo

Y ama en mi voz el alba y en mis ojos el mapa de los nuevos agostos; y déjame amarte a ti, en la amargura de esta hora final, cuando la tarde duele, mientras llega el olvido y nos levanta.

para Irma Gloria Pérez

La canción del amor y los amantes

I
CUMPLE
sus ritos el otoño: no amanece.
(Las cigarras tejen sus argumentos sobre la luz dormida).
El violeta destiñe la ventana y es una mancha que pierde sus contornos. La noche se abre, como un río, bajo una sábana de lluvia. Lo demás casi calla.

Afuera
el resplandor del alumbrado se encharca en las banquetas, traza sus vetas de oro sobre el piso.

Adentro
el mar tranquilo, la sensación de olores desterrados; y éste, tu cuerpo tuyo (y mío), desnudo y ahora en calma —isla en mi soledad— sigue durmiendo.

Ahora
habitas el instante, el minuto sin rostro: el perfecto ademán de los relojes. La hora que reposa en el corazón saciado. La paciencia perfecta de estar aquí, sin nombres y sin máscaras.

El alba
se aproxima. Abre los territorios de la sombra, y yo, en medio del camino, como un desterrado, miro tu cuerpo mío, bellísimo animal de carne y labios, cerrar las espirales de su sueño

: Perduras
como un hilo sostenido sobre la fina sucesión del tiempo.

Perduras
aún cuando el calidoscopio gira y el líquido precioso de la vida disuelve las estrellas en tus
manos. Perduras más allá del fragor de los amantes; cuando se eleva la escritura que reposa
en la piel y extiende sobre el cuerpo sus oleajes de letras.

2
No amanece
pero en la habitación el tiempo, hecho polvo, brilla sobre nosotros y nos ata,

y tú
aún dormida enciendes la retina de mis ojos,

y yo,
que permanezco. Que velo. Que retengo de ti la mordedura. Que te he sentido arder, sé que los precipicios de la niebla sólo se cruzan cuando dos se aman, y que la potestad de los demonios nada es ante la sabiduría de los amantes.

La mesa
ahí, con esas flores tuyas y las copas tras el último trago, ¿no demuestran acaso que existimos? Las paredes, lisas como una cántara abierta, como un lazo, tensas como tu aparición, ¿no son los argumentos de que el tiempo nos toca y nos conduce?

La ventana
está abierta. Las luces de la calle siguen lloviendo tiempo. Un chasquido de autos brilla en la madrugada. Todo puede escucharse. Tú respiras. Tú persistes. Tú lates. Tú navegas sobre la soledad y el sueño.

Permaneces
y hay una voz que toma la palabra y habla en nosotros aunque nadie la entienda. Una voz que describe este momento, que nos describe ahora, aquí, desnudos, como dos velas que se consumen iluminando el espacio en el que habitan. Una voz que nos traza en su lienzo y nos deja amarrados para siempre.

4
La cálida
saliva del amor unta tus bordes. Tus lindes, tu húmeda entrepierna, donde germina el musgo de la noche. Su tacto nos marcó y permanece en tu cuerpo y mi cuerpo como una sombra nueva.

Todo
ha pasado ya. No hay cigarros ni copas. El tocadiscos está apagado. Nada se mueve, sino la
piel brillante, el latido del cuerpo, y la respiración, más allá de la angustia, la culpa y la caída; más allá de la ruina que siempre nos persiste, y se aquieta mi cuerpo, que sabe estar contigo, y que busca vivir y respirar y abrir los ojos.

El ventanal
se abre a las jacarandas. A las hojas que brillan en esta noche húmeda. Pasa un poco de luz entre rendijas y cae sobre tu muslo, tu cintura y tu costado izquierdo.

Tú,
mientras tanto, sueñas. Navegas hacia ti entre la bruma. Bebes de nuevo la primera leche.

Descubres
con tus manos dormidas las velas milagrosas, los vestigios del alba. Yo te miro latir como una llama apacible entre sábanas, y te amo como a una tierra turbada por el rescoldo y la ceniza.

5
Yo
retengo como herida la marca de tu cuerpo: su claridad, sus tonos, sus armónicos timbres, sus bemoles. Retengo la marea con que me arrastras y la quietud que alumbra adentro de la sangre.

Floto
sobre las cuerdas de los siglos, destruido por la paz y la esperanza. Como si atrás del párpado, ángeles disputaran algún despojo mío.

Respiro
como si mis pulmones fueran los de un animal incandescente. Como si mi nariz, despojada del fuego, recuperara el aire, sus filtros; como si mi cuerpo lo habitara algún ser prodigioso.

Mi cuerpo
sigue pleno de ti, de tu gemido, del golpe de las sendas que engarzaron a mis manos tu piel y a mis esperas tus múltiples terrenos navegables.

Amas
el espesor oculto en la caricia; la lengua que aniquila con su tacto profundo. La penumbra, el placer en las manos, derramándose.

Acuchilla
la sombra tu rastro entre las sábanas. Tu luz, que da su forma a la raíz del mundo. Tu voz, que no surge en realidad de ti, y que sabe decirme quiénes somos.

Crece,
una presencia entre la noche y la nostalgia, y nos concede esta certeza: a lo demás hemos renunciado, pero maduramos como frutos, hinchados por el viento en las ramas del mundo.

Despiertas.
El borde colorado de tu lengua humedece tus labios. Bostezas. Cubres tu cuerpo a medias. El vello acariciable, que ha sembrado la vida en tus rincones húmedos.

Yo
Lo sé. Amaneces en ti, junto al goteo del tiempo. En mi sueño descubro otra vez tu rostro, el manchón de tus labios, las rayaduras de tus ojos cerrados, tu nariz en calma.

Amo
tus montes, tus caminos, el grito de tu espalda, el trazo de la línea central que desciende y se agota, y luego, al frente, la locura del vientre, la ondulación musical de las costillas, el pezón que despierta y la cintura que aún duerme.

Amo
la superficie triangular, ahora relajada, que anida entre tus muslos y es un hermoso pez que a mí solo responde.

Volteas.
Me miras. Sonríes desde el lugar que ahora llenas. Luego sacas el brazo de la almohada, tomas mi mano y la llevas a ti, tan navegable. Ahora tú me abrazas. Subes tu pierna en mí, tu muslo tibio.

El amor
con sus fuegos abiertos se despierta. Se derrama, como un pomo de luz, sobre la carne.

La noche
desmenuza los telares del alba. Las jacarandas tienen sus bordes cada vez más verdes.

Un automóvil
cruza con el estéreo abierto, a lo lejos comienza la madrugada a edificar la vida con sus manos de asombro.
para Irma Gloria Pérez

 

Alguien dentro de mí por mí pregunta

LLEVO UNA LISTA DE PENDIENTES EN LA BOLSA DEL CHALECO
y unas cuantas monedas adquiridas en la madrugada con artes de los hombres.
Me muevo como sabio apaciguado que aprendió con los años
A vestir su corbata y trazar memorandos.
Sé al fin vivir mi mundo, mi recorrido diario
Mi destino de cada hora, mi trago de cada día.

Habito un edificio tenaz, me muevo entre paredes utilizando el tacto
Avanzo por musgosos pasillos donde viven seres de cal, personas de salitre
Y cumplo con mi parte sin parar un momento, sin esconder el rostro.

Pero bajo mi piel, un puñado de hormigas excava sus cavernas
Y un entumecimiento me apacienta.

En el espejo miro a mi propia figura alzar los brazos, balancear
La cabeza, elevar una pierna, inclinarse.

Oigo girar el mundo. Adivino
A distancia sus naves portentosas, sus habitantes rotos.
Observo la maraña, la multitud de gestos, que envuelve y arrebata
Este río silencioso que corre entre la carne.

Otras veces padezco la locura del viento.
Me sorprendo
Soplando sobre letras apenas comprensibles
O cayendo al abismo de los signos, tras de bardas oscuras
De casas olvidadas. Me sorprendo
Trayendo no sé de qué distancia algunos nombres
Las figuras de seres ya perdidos, yelmos y escudos viejos, trastos desgastados
Armas de caballeros cuyos restos reposan en los campos de la guerra.

Y alguien dentro de mí, habitante del humus, me pregunta
Por alguien que ya no sigue aquí, bajo las ramas
Del durazno sembrado por la noche.

Alguien que ya no está me está mirando
Con ojos apagados por el humo
Desde una hoguera fragmentada.

Tampoco encuentro aquel baúl en donde duerme la pequeña Emilia,
Desde que aquel avión estalló en pleno vuelo.
Ni rayo
O levadura que pueda esclarecer dónde quedó mi tío
Con su cáncer mordiéndole el esófago.

Yo, en tanto, considero que en esta bolsa del chaleco
Hay una lista de pendientes. No son nombres terribles
Sino de cosas simples, unidas por un hilo, que deben ser cumplidas.
Es un puño de letras que me dicen
Hacia donde la noche, esta infinita noche
Ha de llevarme a cuestas
Con su siguiente paso.

Epílogo
A Hugo Gutiérrez Vega

ÉSTE ERES TÚ —DIJO— Y ANTE TI LA DERROTA, la mariposa del terror, ardiendo, revelándose; el guarismo de la incisión que te levanta como espuma del alba hacia las horas vegetales.

Éste eres tú y éste tu rostro. Y ante ti la visión, la doble luna derramándose sobre tus hombros, sin descanso, haciéndote girar sobre la última raíz, carbonizada, de un designio tenaz que no termina.

Ésta es tu mano cruel, tu voz enemiga, manejando los botones del mundo, el mecanismo inagotable de la materia poderosa, las fibras y la retícula del tejido terrestre.

Y éste, el centro del fuego, oscuro y líquido como la sangre de las bestias primeras, en donde has de calcinar tus ojos para que, puros, al fin, logren mirarte.

Éste es tu triunfo único, hijo del hombre —dijo: que tus pasos, más allá de ti mismo, encenderán las piras de la noche absoluta, como si fueran ascuas en busca de otro sol, para perderse.


ENRIQUE MACÍAS

G
uadalajara, 16 de julio de 1951. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven de México “Francisco González León”, en 1978, antes de que le robaran el nombre el poeta de Lagos de Moreno para ponerle “Elías Nandino”, y quitarle también lo “nacional”.

Libros de poemas: Poemas perrunos, Guadalajara, Quasar, 1982.

ESTA TARDE DOCTOR
me duele el dedo izquierdo
(el delgado más grande)
vidriadamente rajado en dos
huérfano hermosamente cosido
con punzante hilo negro
por fría aguja
en la enfermería.

Esta tarde doctor
me duele el dedo izquierdo
de mi muerte
la cadena de mi locura convicta
y por ausencias
un poquito el corazón.

Blues
(ácidoyangustiante)
Hay una angustia ácida
y turbia...
Antonin Artaud

HAY UNA ANGUSTIA ÁCIDA
y turbia
que corre con violentos venenos
por la muda garganta
Hay sombras
que no se saben
hasta para cuándo
como cadáveres
y polvo
piedras
cal
y un camino amotinado
por continuar
para caer muerto
al fin
acorralado como fiera bestia
(reo jamás)
con el corazón violento
comido
por perros hienas y chacales.

Arte antipoética IV

LO MÁS TRISTE
es no escribirla
quedarse mudo
callado
con la triste tristura
a flor de labios
y la hoja blanca inútil
arrugada.

Arte antipoética

ESCRIBO COMO RESPIRO
a oscuras
los huesos descoyuntados
en el tintero del cadalso
un pedazo de sesos por aquí
el corazón
y los testículos
más allá.
Mis enemigos me dan por muerto
porque ya no salgo a tocar
los senos fríos de la ciudad
porque ya no tomo mi café
y mi pildorita de suicidio
literario cotidiano
en el mismo lugar de siempre
alguien dirá
—pobrecito, tan serio que se veía
(alguna dama está por hacerlo).
Alguien me da por muerto porque
escribo como respiro
con el sueño encrespado en el rojor de la vida
incesante por la libertad.

DIJE
que después
de escuchar a Juan Sebastián
bien pudiera irme
por la puerta
trasera del penal
con mi muerte bien solo
pero resulta
que después de escuchar
a Bach
me gusta la vida
mucho más
que el diablo
lo guarde en su genio
por toda la eternidad.

Poema
A medias de la primavera me recordarás
como a un esqueleto de timideces
rozando apenas la limpia corriente de adoquines
juro que me abriré los ojos toda la noche
Efraín Huerta

ROZANDO APENAS TU FORMIDABLE IZQUIERDA
como un esqueleto de timideces
a medias de la primavera me recordarás
y si es de noche olerás el aroma de
abril
y las flores
de la calle río Éufrates
y no los nubarrones enervantes
oscuros
de mis garabatos desangrados del alba
una leve bruma humosa por las calles
voluptuosamente caminando
un día nos envolvió
rozando apenas la impía corriente de adoquines
juro que me abriré los ojos toda la noche
aullando
como coyote herido en un baldío
y después como si nada
ternurosamente
enmielado
te recordaré
brindando por tu buenísima salud
en un bar
en el exilio.

DESARTICULAS LA MUERTE BABEANTE
de lobo cretino
y te pones como siempre
a aullar
afligido
intolerante
sacas a patadas
(qué chinguita)
a la angustia y a la soledad
como a perros sarnosos
del pecho en penumbras
y te vas con los camaradas
a tomar cerveza o lo que sea
bajo un cielo relampagueante
de alcohol y rumbas
y muchachas ebrias
tatuadas en el alma y en la teta
con el hierro ardiente
de las monedas sucias y el desprecio
y acuchillas con alevosía y ventaja
a la amargura
saludando al mundo de los hombres
y a los primeros urbanos de la mañana
por las calles perdido
con el cigarrillo púrpura
epicúreo
frente al cuello rojo humeante
degollado del sol

CON UNOS HIRVIENTES TRAGOS EN LAS TRIPAS
sin tan sólo una pinche vela
ni una reputísima luciérnaga trasnochada
a ciegas
garabateo
a la buena del diablo,
(a ver qué sucede)
Lúcido vangoghiano
completamente hasta las manitas
hasta las cenizas
como torpe suicida
en la más solísima de las soledades
reparo los cascos del caballo encorajinado
con mis todavías y ni para cuándo
avanzo aúllo tropiezo
con mis fantasmas fraternales
me tiendo en el suelo
muerto
sobre un mar negro urbano de incertidumbres
dentro de mi celda

Cantos del abandono

MOJÁRONSE LAS CALLES
de mis cofres
y todo fue soledad (cómo chingo)
y calles mojadas
y soledad
(dale otra vez)
y calles mojadas
y rabia y miserias planetarias
y los papeles húmedos despedazados
por la tormenta
revueltos sin pie ni cabeza
la magia de la poesía
a lamparazos limpios
de labio a pulmón a pecho desesperado
con una sinfonía noctámbula revueltiana
(de Silvestre)
el cerebro revuelto encharcado de
mortales recuerdos
la sed en 1a garganta acuchillada
de la que te conté (y tú siempre te repites)
los despojos esbirros de día con día
la chaqueta con olor a muerte enmezclillada
el parpadeo segundo a segundo
cuando los asesinos en todas las 24 horas
el sigilo a punta de oreja
de cañón
de ráfagas
contra la muerte
pólvoras hoy mojadas

LAS VISITAS VINIERON A EMBORRACHARSE
sonrientes saludaron
y fueron sigilosos penetrando
por todos los rincones de la casa
se tomaron todas las botellas
se atropellaron tuertos torpemente
con los cachondeos de la música caribeña
convirtieron al ángel de la ternura
en una infamia
en una mentira
en una soberana mentada de madre
las frustraciones como trapos sucios
brotaron por los cuerpos alcoholizados
convirtieron mi cuarto
en un nauseabundo sucio chiquero
y me dejaron triste
consumiéndome de soledad como ella
en un charco etílico
como una colilla de cigarro
tirada en el suelo.

Última carta
A Dolores López

MI VIDA ERA UN BARCO EBRIO CLANDESTINO
de popa a proa
que se estrellaba contra todos los imposibles
de las banquetas
de tus castos senos
¿intocables?
Perro de amor
sin quinto en la bolsa
amarguísima hambre
la camisa sudada rota
y las botas raídas tristes por ti
en las negras calles del día
y en las tardes asfixiantes
en los pasillos estrechos
y en los claustros de la escuela
con una rabia impotente
los puños cerrados en los bolsillos
y un sentimiento rencoroso de abandono

ME SABÍA SONREÍR
y hacerse agua dulce
de cañas del sur
con fragancia de rosas tapatías
Me sabía sonreír
es cierto
en las tardes crepusculares
de la escuela
entonces podía escribir
los versos más pendejos
suicidas y descabellados
de eso estoy seguro
Hacíase agua dulce dulcísima
de cañas del sur
de niña buena con trenzas
en un retrato
de quince años sin pechos
despertando en mí
estados diversos y confusos
tan negros tan frustrantes
de padre cariñoso
protector incestuoso protector etc. etc.

¡Oh Venus de mis lívidos delirios y alucinaciones
aunque el agua sea dulce dulcísima
sin la pulpa ardiente de un fruto del trópico
(Rosy Elvira)
esta noche no podré dormir!

NO ES PARA MORIR
que murieron
sino para acribillar
al triste perro negro de la miseria
no es que vivieron
para morir
sino para que otros
continuaran viviendo
así desde siempre
así desde siempre
en nuestras calles
donde tú ya sabes
Ir en las marchas rabiosas
tenublosas de rojores
en una medianoche definitiva irreversible
en la fosa común
de los desaparecidos
vivos para siempre.

El frío y el viento hieren...

1
EL FRÍO Y EL VIENTO HIEREN EL ROSTRO DE CÉSAR, cuando rememora aquel verso suyo: y qué hacer... Angustiadísimo, entonces, con su ánima andina serrana.
Y qué no hacer, que es lo peor, queridos hermanos... y al pie del Kremlin, a la altura de la
tumba de Lenin (Vladimiro) resuena; hacer que el qué hacer, se haga. Y las frías campanas
doradas arden en las noches blancas de Moscú.

2
EL FRÍO, EL VIENTO, HIRIÓ EL ROSTRO AL CHOLO, que rememoraba aquel famoso verso suyo. Y qué hacer... Y qué no hacer, que es lo peor, queridos hermanos. Se repetía desde su Cuzco Imperial,
mísero, desde su Barrio Latino, desde su Montmartre, desde calesitacloaca Hidalgo. Parque de la
Revolución 803 Guadalajara, en donde como Aroles, Silva, Cortázar, y otros muchos, fueron a caer.
Y qué no hacer, y qué no hacer, y qué no hacer, desde su Cuzco Imperial, mísera calesita,
etcétera, y el frío viento le hería el rostro cholo.

3
EL FRÍO Y EL VIENTO LE HIEREN EL ROSTRO AL CHOLO VALLEJO, rememora aquel famoso verso suyo. Y qué
hacer... angustiado el andino exiliado, el desplumado cóndor imperial. Y qué no hacer, que es lo peor,
hermanos, hombres... Se repite incansable, desde cualquier esquina, de cualquier ciudad del
mundo, carajo se dice Madrid, es como Guadalajara, Jalisco. Una aldea grande, gris, oscura y
aburrida, y desde ésa, cualquier esquina, o banca de cualquier parque del mundo, con su periscopio roto, averiado, observa que se le viene el mundo sobre sus espaldas, el Mundo, cosa grande,
el Mundo, imaginaos, hombre sosiegue, el mundo cosa grande, enorme, el mundo, el mundo, el
mundo.

La muerte en la noche

EN LA NOCHE EN EL CORRAL
muere
algún reo acuchillado

en la noche
la muerte pasea sus harapos espectrales
a la intemperie tenublosa

“En la noche
no están los ángeles guardianes”
Pero sí los guardianes celadores
arriba de las murallas armados

En la noche
un reo comenta con otro
—”otro día más abonado al estado”
de perrunas furias y soledades
(y el rostro se petrifica de silencio)

En la noche los más
llegan muertos
y allí yacen para siempre
como un envoltorio gris de harapos arrinconados
maloliente y abandonado
al despojo de sus propios cadáveres

En la noche otros mueren
y aún hoy continúan viviendo
los ojos rabiosos
y las carnes enrojecidas en la tormenta
bajo el tumulto estruendoso de la muchedumbre
la pólvora
y la libertad.

EUSEBIO RUVALCABA

N
ací en Guadalajara, Jalisco, por cuestiones musicales. Mi padre, el célebre violinista jalisciense Higinio Ruvalcaba, viajó de la ciudad de México a la Perla para dar una serie de recitales acompañado de mi madre, la pianista Carmela Castillo de Ruvalcaba. Pues bien, supuestamente yo habría nacido en la ciudad de México en noviembre de 1951; pero me adelanté un par de meses —que no son nada en la historia de las galaxias, pero que para un recién nacido son todo— y vine al mundo un 3 de septiembre. Nací en el número 531 de la calle de Pino Suárez. Ahí arrojé el ombligo — “que es lo que importa”, solía sentenciar mi abuelo Eusebio, oriundo de Yahualica, como mi padre—. Estoy registrado en la ciudad de México y fui bautizado dos veces, también en el DF. Pocas cosas hay que decir acerca de mi persona. Ya están las dos fechas principales, la de nacimiento y la de muerte (1951 —usted ponga aquí el número que guste). Me he atrevido a publicar unas cuantas líneas, que reciben el nombre de novelas, libros de cuentos, de poesía, de ensayo. Vivo de lo que escribo, todos los días escucho Brahms, y mi bebida favorita es la cerveza de marca Derrota. Que yo inventé. Es todo.

Libros de poemas: Homenaje a la mentira, México, DF, editorial Signos, 1982. El argumento de la espada, México, DF, Instituto Politécnico Nacional, 1998. Con olor a Mozart, México, DF, Universidad Autónoma Metropolitana, 1999.

 

Extraña tipografía

EN ESTA MESA, LA BOTELLA, EL VASO, LOS REFRESCOS,
la cubeta de los hielos
parecen entrever una nueva realidad.
Si ahora mismo un fotógrafo retratara esta
composición
preguntaría qué mano celestial acomodó de ese
modo
la botella, los refrescos, el vaso, la cubeta de los
hielos.
Porque deveras parece que Dios se apiadó de
este lugar
y decidió dar una muestra de su infinita
bondad.
Si todos los que están aquí esta noche no han
muerto,
si todos conservan el hálito que diferencia un
vivo de un muerto,
entonces Dios decidió crear la belleza ante los
ojos de todos nosotros.
Aunque nadie se dé cuenta no importa.
Aunque nadie se percate a Dios le da igual
—la indiferencia humana nunca ha sido
obstáculo para él.
El vaso, la botella, los refrescos, la cubeta de los
hielos están ahí,
a la vista de todos.
Forman una figura que bien podría hacer
palidecer la belleza de una mujer.
O de un mapa. O de una montaña trazada por
el viento en la arena.
Que nadie la vea es otra cosa.
Que los hombres miren sin mirar es algo viejo,
que no asombra a nadie.
Yo mismo deshago la composición maestra
cuando me sirvo la siguiente.
El siguiente trago, cuya importancia es superior
a la estética.
No ha transcurrido más que un instante.

Formas del corazón

UNO SE COME LO QUE TIENE FORMA
de corazón.
Muerdes lo que sea que semeje un corazón.
Un pedazo de pan,
un trozo de carne,
un montón de lechuga.
Con unos tragos
este efecto puede llevar a un insensato
al suicidio.
No es difícil imaginárselo.
Un hombre desesperado,
bebiendo a solas.
Un cincuentón, por ejemplo.
Ha perdido el trabajo
y no tiene más dinero para llevar a casa.
Ni en el último agujero
va a encontrar un lugar.
Ni donde cabe un ratón.
Ahí mismo le dirán:
adiós, tú no sirves para nada.
Pensemos en otro hombre.
También bebiendo a solas.
También desesperado.
Su mujer lo ha engañado,
lo ha hecho trizas.
Donde se pare
siente que el piso se hunde.
Que no hay más tierra firme
para él.
Se le vienen encima los recuerdos.
Aquellos paseos con ella y con los hijos.
Tal vez la ocasión que pidió su mano.
O cuando se amaron en el elevador.
Piensa eso.
Lo recuerda.
Cualquiera de estos dos hombres
encuentra la forma de un corazón
en lo que se come.

Un poco de elegancia

¡QUÉ FELICIDAD!
Me queda un octavo de Absolut.
Si ustedes me vieran en este momento
comprenderían por qué no me atrevo
a salir a la calle y comprar siquiera una anforita
de aguardiente.
No voy a entrar en detalles.
Todavía conservo un poco de elegancia.
Este octavo a las nueve de la mañana
es como una moneda de oro en el fondo
de un wáter atascado.
Porque el problema es semejante:
¿qué comprar con la moneda de oro?
O ¿por quién brindar con un octavo?
Por los calzones de Lucy, que vivía
en la calle de Mexicaltzingo y traje
en la bolsa de mi chamarra como un mes,
y que terminé sonándome
con ellos
y arrojándolos a la alcantarilla.
Por el brasier de Amida,
en el que apunté el teléfono de Ariadna.
Por los ojos de Patricia
que nunca hizo nada más que eso: sólo mirarme.
Por mi madre,
que en este momento está agonizando.
Quién sabe.
Todas las mujeres se merecen un brindis.
Un octavo de Absolut es suficiente.

Hágase tu voluntad

RECARGO EL PIE EN EL TUBO.
No hay nadie.
Son las once de la mañana.
El sitio está vacío
pero prefiero beber en la barra.
El cantinero
me sirve y continúa limpiando
platos y vasos.
Preparando servilleteros.
El lugar apesta a testosterona.
No hay nadie.
Pero ayer viernes estuvo atiborrado.
Pienso en la alegría que había aquí ayer.
Los hombres platicando,
palmeándose la espalda,
rozando sus rodillas
por debajo de la mesa.
Pienso en los músicos.
Tres guitarristas tocando
de mesa en mesa.
Y ahora esto está vacío.
Como la vía crucis al día siguiente de un viernes.
De otro viernes.
Qué vacía se habrá visto.
Tal vez alguien se sentó en una piedra
y recordó a Jesucristo caminando con aquella cruz.
Tal vez alguien recordó los gritos de la gentuza,
la exultación.
El asombro de los niños.
Vuelvo la cabeza
y veo miradas, rostros,
gestos,
manos que se agitan
en este lugar vacío.
Pido perdón a Dios.

Vigilia en las rocas

NO SÉ CUÁNTO TIEMPO ME QUEDÉ DORMIDO.
Supongo que cinco minutos,
quizá siete.
Todo desapareció alrededor.
De ser un murmullo,
las voces fueron apagándose
hasta entretejer una canción de cuna.
Como la que me cantaba mi madre
cuando me dormía.
Abro los ojos y mi copa está ahí
delante de mí,
como un ángel de la guarda
que me diera la bienvenida.
Como mi madre cuando me despertaba
para llevarme a la escuela.
No creo que un hombre pueda pedir más.

ANTONIO LÓPEZ MIJARES

N
ace en Guadalajara, el 10 de octubre de 1951. Realiza estudios en diversas instituciones privadas y públicas de su ciudad. Es pasante de maestría; ha prometido terminar su tesis, sobre Octavio Paz y Plural, para fines de este año 2003.
Desde hace más de dos décadas se gana la vida en actividades relacionadas con la enseñanza y la reflexión cultural. En la actualidad asume responsabilidades académicas en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente; pero es en la docencia donde encuentra su “definición mejor” (“Ah, que tú escapes en el instante/ en el que ya habías alcanzado tu definición mejor”. José Lezama Lima).
Como poeta, él también es parte de la memorable por curiosa Asamblea de poetas jóvenes de México; además sus poemas han aparecido con relativa periodicidad en algunas de las mejores revistas y suplementos, como se dice.
Publicó en 1990 Felicidad en los suburbios claros (Secretaría de Educación y Cultura de Jalisco); en 2000 La casa transparente.1988-1998 (colección Los Cincuenta, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes). ¿Qué pasará en 2010?
Su arte poética, si tal cosa puede decirse impunemente, está representada por la siguiente estrofa: “será su belleza / la ironía en la belleza / su escarnio (y también su justicia) / esta precaria ambición:/ rimar carencia con presencia” (“Arte poética”, en La casa...)
¿Qué más? Tiene la convicción (modesta) de que escribe eso que llaman poesía por afán de desemejanza, digamos que para darle cuerpo al vacío.
¿Sus poetas? Por ejemplo un tal Arturo Carrera, un tal Estéfano Mallarmé (también un tal Luis Cernuda).
¿Qué más?

Libros de poemas: Felicidad en los suburbios claros, Guadalajara, Secretaría de Educación y Cultura de Jalisco, 1990. La casa transparente (1988-1998), México, DF, Conaculta, 2000.

 

Mendrugos
Tristes astros atroces...
César Vallejo

PUESTOS EN PLATITO
escueto —frugal
de poesía, libérrimo de canto—
así se quedan,
ardientes,
armoniosos cadáveres nadando la pobre sopa.

Espejeos de lo “vivido”,
mendrugos: definiciones que refractan
un laborioso vocabulario de tópicos
y devuelven “la vida misma”,
formulada como hábito o certeza.
Mendrugos: metáfora de la metáfora de la metáfora...

Pero eso a qué suena —diría César— o sabe.
Escucha: para tu boquita
el óbolo,
el osculado sésamo
o esdrújulo tósigo: para tu boquita
la brasa,
cristo-señor-de-los-mendrugos.
Y todo puesto en el papel crudo.

Pues qué son los mendrugos
—grávidos asteroides
en el platito escueto, liso.

Y dan calor, dioses, dicha.
Y qué más: el pan, el hijo, la pobre poesía.

Pedazos
Recordar es obsceno;
peor: es triste.
Vicente Aleixandre

LA POBRE SOPA HIRVIENDO
todavía en el ayer
inaudible.
Madre que estás fuera del tiempo,
madre escrita en la duración
de mi carne andrajosa,
dale vueltas y más vueltas
al cacharro ese que reverbera
como un sol impío
adentro de la noche.

Sobre el mantel en llamas
—mortaja de la mujer en llamas—
la sal derramada, los domésticos enseres,
demonios palpitando.
A la mesa el padre mago,
el hijo ciego cantan
— “sálvenos
la ultrajada leche, el usurero amor”.

Silencio, crepita la lumbre
honesta, bulle la sopa
en su cacharro
melodiosa. Madre que estás
en el sonido intacta...

¿Quién dice
esto que digo?
¿el hijo empavorecido?
¿la madre de su hijo en la cal
viva del poema
preservada para eternidad de tinta?

Poema con nombre propio

PERPLEJIDAD FRENTE A EVIDENCIAS
irrefutables como el suelo
que pisas, te preserva
del horror vacui
y contactos con nada,
imágenes de nada,

tan verosímil, compacta
realidad suplicante de nombres, ironía.

Perplejidad por obvias
formulaciones del hacer o decir,
“tengo hambre”, “desnúdate”,
“me voy”,
arte cortés que hilvanándose
y cobrando estilo, densidad, calor,
será un es, un soy,
¿cómo escribirlos?

Perplejidad de saber:
estar es respirar,
estar y escribir:
“soy antonio lópez mijares,
testigo infiel”.

Perplejidad, pobre asombro,
instrumento de un oficio,
incrustar signos perdurables
en nada, precisamente.

Perplejidad de la tinta
con la escritura, del escribiente
con las fábulas
de la escritura, de las fábulas...

¿quién pone la ironía?
¿el cantor?
¿ironía donde se escribe “nada”?

Efigies
(novela o escena)
A mi padre

(MI) PAPÁ: SE AHOGÓ EN EL ESTUARIO DE UN RÍO EN UNA ÉPOCA.

Hilos, tramoyas, acción en tempo lento ¿la escena?
—proverbial: río de aguas turbias, juncos, cualidad del calor propagándose como un don egipcio

o dicha, diseminé los efectos, recojo apariencias —estuco— apariciones: narciso enredado en su imagen (un ovillo desenredándose es una aspiración de claridad pero, ¿memorizar locamente ese paisaje no es Amor Funerario?

letanía que su hijo musita (¿traduce?):
en ti me ahogué (había un estuario, una época) en una imagen papá te ahogaste una mirada (azul) traspasa el calor una época se perdió en una imagen “río de aguas...” su mirada perdí (narciso transparente) eres la imagen que se ahogó en ti, en mí, conmigo, ven, padre profundo, ven, padre ilegible, entra al poema:
aguas corren trágicas tornasoles

***
... sabor del padre impávido
crepitando entre tanta quincalla de memoria alerta
fijo en su hermosura de efigie
(sobreviviéndose) mármol vibrante sobre una muerte

¿o inmorible
transmite acato, mesura?

soy de tal semilla

—y por siempre calló,
guarecióse en la Costumbre —Guardián de las Fábulas
Esposo y Padre tel qu'en lui-même l'éternité
lejos de su guerra el pequeño taciturno

soy de tal semilla.

***

el niño,
fábula al atardecer:
encontró el deseo
venía por aguas trágicas tornasoles
penetraba su imagen vivía en su mirada
desnudado no tenía nombre
(ya no está el niño en la imagen ahogado)
triste es un deseo

¿qué resta en ti del ausente, del
deseoso,
qué sabemos
de un niño,
piedad incierta
bajo árboles floridos?


addenda

ADJETIVOS, SUSTANTIVOS, EL ORDEN
precario en que se hilvanan
con hilos sensatos
“núcleos de conocimiento”
y aparecen, bellezas,

una fábula egipcia, un río de agua turbia,
calor propagándose entre juncos
como una Dicha
o Poderío

vibrando
en la ironía
de la lengua,
en el sin término
de una expresión,
“intacta y luminosa”

y un padre, el hijo,
su madre,
efigies,
monedas

diseminados
—¿“al vuelo”?

como Fábulas
ese “viviendo”
y entonces
recobra sus sesgados goces

RAÚL ACEVES LOZANO

N
ací en Guadalajara el 9 de diciembre de 1951. Soy soltero; tengo cuatro hermanos, dos hermanas, doce sobrinos y nueve ahijados; ocho tíos paternos, seis tíos maternos y un montón de primos. Mi papá es oriundo de Tepatitlán, especialista en dermatología (miembro de la Academia Nacional de Medicina) y muy conocedor de la historia de México, y mi mamá es del barrio del Santuario, especialista en el oficio de madre y en repostería. Estudié con los jesuitas la primaria, secundaria y preparatoria. Terminé la carrera de Psicología en el ITESO en 1975 y la ejercí durante diez años, hasta que descubrí otra vocación alternativa. En l982 publiqué mi primer poemario, Cielo de las cosas devueltas, y en 1988 entré a laborar al Centro de Estudios Literarios de la UdeG, donde sigo hasta la fecha, dando clases en la maestría en literaturas del siglo XX, haciendo investigación y redactando ensayos sobre temas de poética y poesía hispanoamericana e indígena, aforismos y otras cuestiones, dando asesorías y lecturas públicas, actuando como jurado en certámenes literarios, traduciendo poemas, y desarrollando al mismo tiempo mi labor creativa como poeta y escritor de aforismos, minificciones, periquetes y otro tipo de minimalia literaria. Entre mis aficiones se cuentan la filatelia y la cartofilia, el cine, la música, la lectura, las caminatas, el esoterismo, el excursionismo, el periquetismo, el tallado en madera, los collages, las reuniones de café con los amigos, los temazcales, etc. Una vez estuve en riesgo de morir, en el Iztaccíhuatl, en 1968, y eso me dejó un nuevo sentido de la vida y la marca de las congeladuras sufridas. Soy un creyente buscador de la Verdad, dondequiera que se encuentre. El resto de mi vida se los platico después. Gracias.

Libros de poemas: Cielo de las cosas devueltas, Guadalajara, Cuaderno Breve, l982. Expedición al Ser, Guadalajara, Conexión Gráfica, l989. Las arpas del relámpago, Guadalajara, Departamento de Bellas Artes de Jalisco, l990. La torre del jardín de los símbolos, Zacatecas, Praxis-Dosfilos, l990. Lotería del milagro, Guadalajara, Pato Anacoreta, l996. Dislocaciones y travesías, Guadalajara, ITESO, l997. Caja de islas, México, DF, Conaculta-Instituto Veracruzano de Cultura, l999. Oficios mexicanos, Guadalajara, Conexión Gráfica, 2000. La mirada del camaleón, Guadalajara, Ediciones Arlequín, 2002.

 

Mujer usa

MUJER USA
el cuerpo de un bambú doblado por el viento
se para de puntitas en sus zapatos
para ver mejor lo que sólo ella ve

Mujer es de azúcar y no de tierra
cabellera que llueve desde la noche
mujer usa ojos en lugar de estrellas
usa dedos en lugar de peces

Mujer es una planta en el patio de la luna
y cada día al amanecer recoge su piel
la plancha y se la pone

Mujer usa colores rojos
muy afuera de la sangre
prendas de seda caricias íntimas
sostenes de lo que casi flota
eunucos de organdí,
mujer lleva los amantes de corsetería
pegados sobre sí

Mujer usa envolverse de regalo
para no dejar a la intemperie
su piel más suave y verdadera

Mujer usa llamarse rosa o azucena
pero no alcatraz
usa collar de perlas y aretes de coral
pero no ciudades del fondo del mar

Mujer es incomprensible madre
de todo lo que mira
en su profundidad no nacida,
casi de agua son sus manos
si acaricia un caracol rosado y tibio

Mujer llega de noche
a encender con anticipación el cada día
camaleón y alquimia
Ella, la Maga, su arte es fascinación
luna de variaciones incesantes
totalidad del follaje

Mujer usa ser original
sorprender sorprendiéndose
mujer es testigo de sus variantes
caleidoscopio de los cristales en su piel,
tal es su fórmula de producir belleza
su artillería de novedades frescas

Mujer usa profundidades
huecos insondables
misterios que el no ser habita
casi futuros
mujer esconde dentro de sí
cosas que sólo el tiempo conoce

Mujer en lo más íntimo de sí
eternamente espera
tan sola espera, es su mayor arte
Penélope atisbando el horizonte
mujer está hecha de soledades

Mujer usa caminar
hasta que nunca llega
y entonces, danza

Mujer se pone a llorar
para regarse
carga tanta agua dentro de sí,
mujer usa bolsa universal
alforja de canguro donde carga
cháchara tiliche cosita

Mujer usa la cosa de las cosas
la cosa cosa
mujer no cree en metafísica alguna
pero cree en todas las cosas

Mujer usa labios
su boca, flor de dos pétalos
su flor, dos gajos de fruta incomible
que pronuncian deseos
gajos de lo indecible,
labios que al fin se resignan
al silencio de su rajada

Mujer usa ser hombre
para conocerse desde él,
desde su otro allá

Mujer usa ser Dios
cuando el alma se le sale
y ya no quiere volver
a su cuerpo al fin vacío
como estrella en la carne de la noche

Mujer es el Universo
donde Dios vino a nacer.

Homenaje al gitano de la tierra

AL OBSERVAR EL HILO DE SEDA
que va dejando embarrado sobre el cristal
comprendo que las rutas del caracol son misteriosas:
sólo el caracol sabe a dónde va.

El caracol en su tienda de campaña
acampa donde sea, es un nómada perpetuo,
es un solitario empedernido
que ni siquiera procede del país de los caracoles;
es un hermafrodita promiscuo
tal vez el modelo del Andrógino
que ya no suspira por su mitad perdida.

Las constelaciones espirales
son los caracoles que dejan un hilo de luz
al deslizarse lentamente en la tierra negra de la noche.
Si escuchamos al caracol
oímos el sonido más antiguo del mundo,
el corno de la primera orquesta
que se escuchó en la profundidad del aire.

Si tuviéramos paciencia suficiente
un día llegaría el caracol hasta nosotros
y nos revelaría su secreto,
pero siempre estamos huyéndole
pues sabemos que su secreto nos desbarataría
igual que la sal a su cuerpo de gelatina fría.

Homenaje a una niña en su columpio

LA NIÑA BLANCA BALANCEA SU CUERPO FELIZ
borrándolo y pintándolo en la ráfaga del tiempo
Su ave se acuesta en la espalda del paisaje
a esperar que se abra la puerta violeta
por donde ha de cruzar en su caballo alado
Alguien desde lo alto conocerá su nombre
y la llamará con las voces del relámpago.
Aquí la Tierra la verá irse en silencio
como las flechas de los venados azules.

Torre de Jamay
En Madrás hace un tiempo largo
vi una pirámide azucarada
una torre de dulcería.
Pablo Neruda

EN MÉXICO TODA POBLACIÓN BIEN FUNDADA
tiene un kiosco en el centro de la plaza.
Por excepción, aquí construyeron una torre.

En México toda plaza es laica y conmemora
A Juárez, Hidalgo, Madero o Cuauhtémoc.
Por excepción, aquí conmemoran al Papa Pío IX
y al dogma de la Inmaculada Concepción.

En México los monumentos son de bronce o piedra,
señoriales o austeros, casi europeos o casi bolcheviques.
Por excepción, aquí construyeron un pastel de merengue,
blanco y azul como el partido de oposición.

En México nadie mira los monumentos,
son naturales como los perros o las bancas.
Por excepción, éste no puede ser ignorado ni olvidado,
como ocurre con las obras maestras del arte kitsch.

Torre del imperio

DESDE EL ÚLTIMO PISO DEL EMPIRE STATE
no me siento en la cumbre del mundo.

Me siento hormiga mirando hormigas
y más bien me dan ganas de volar
de ser gaviota, albatros, cormorán.

Desde la torre del Imperio de Manhattan
no escucho la voz de Thoreau ni John Muir
constructores de torres horizontales: caminantes.

Aquí no siento el temblor sagrado
que me produce la copa de cualquier árbol.

Esta torre llegó muy alto,
pero no llegó a donde yo iba.

Sobre todo aquél

CUALQUIER ÁRBOL ES UNA TORRE,
Sobre todo aquél del patio de mi casa

cualquier infancia es una torre,
sobre todo aquélla de la azotea de mi casa

cualquier novela es una torre,
sobre todo la de Daniel Defoe
en la isla de mi casa

cualquier árbol es un instrumento para soñar
las vidas que no se vivirán

cualquier árbol es una torre de vida
sobre todo aquel hule de leche blanca
árbol-vaca de hojas anchas
que un día cortaron porque tumbaba la pared
y hundieron, porque estaba conociendo el mar

cualquier árbol sube hasta su muerte
sobre todo aquél que me subió
hasta lo más alto de su semilla.

Homenaje al que murió antes de nacer
A Charlinne y Andy

TUVISTE A TU HIJO, PERO TU HIJO
no tuvo tiempo de tenerte a ti
o quizá le bastó un instante;
el aire del mundo no lo pudo soportar
tan puro venía y de otra atmósfera
su espíritu era un cometa
que sólo nos tocó con su cauda
y dejó un rastro de polvo sideral.

Y tú, pequeño viajero en el amor
argonauta en el océano maternal,
cuando al fin llegues a tu playa blanca
recordarás todos tus nacimientos
y las veces que renunciaste
a tener un nombre, una edad,
a cambio de seguir girando
en el carrusel de la eternidad.

La bicicleta voló al cielo

LA BICICLETA VOLÓ AL CIELO
del otro barrio prometido
le salieron alas para rodar en las nubes
le nació una ligereza del alma

la azotea vio pasar la bicicleta
con más vuelo que una golondrina
llevaba agarradas del manubrio
las manos de un hombre sorprendido.

RUBÉN HERNÁNDEZ

N
acido en los albores de la década de los cincuenta (1952), en una Guadalajara barrial, me sé un viejo que escribe en escasas dosis, atento a una inveterada fórmula (reinterpretada por mí): si malo, pero breve, menos malo. Casi abandonado mi ejercicio jurídico en aras de las letras — sin ironía—, me integré a talleres literarios en la Casa de la Cultura y el Ex-convento del Carmen. Mis primeros logros literarios los perpetré en el ya fallecido INJUVE (1975) donde gracias a la generosa intervención de Luis Patiño obtuve desvergonzadamente en dos ocasiones premios en poesía y cuento. En el mismo año, estuve a punto de publicar mi primer poemario después de haber obtenido el segundo lugar en un concurso de poesía convocado por el Departamento de Bellas Artes, pero no obstante publicitada promesa de edición, al licenciado Juan Francisco González le parecieron poco dignos de imprimirse mis te esfuerces poéticos. Con Raúl Aceves y Jesús Paz editamos la hoja literaria Vértice, en la que sin ningún escrúpulo nos autopublicamos. Después, sin ápice de precocidad, alguien se atrevió a publicar mis textículos poéticos en De motivos familiares (1983). Por merísima precariedad económica y oficios de Guillermo Victoria, llegué a la FPU de la Universidad de Guadalajara; ahí se encontraba Raúl Ramírez y organizamos la Colección Creación Literaria, en cuyo primer número publicamos nuestros relatos (1991). Ya en edad más avanzada, y con el apoyo de Arcelia Urzúa y Elvia Rosa Velasco, publiqué una colección de poemas en Entrelíneas. Escritores del SEMS. Antología (2000). Más por cuestiones crematísticas que por lauros literarios, obtuve algunos premios locales en la FIL, Papirolas, Dirección General de Extensión Universitaria de la Facultad de Estudios Políticos.

Libros de poemas: El sueño del pescado, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1991. Poemario, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 2000.

 

Paréntesis entomológico

LA MOSCA
“Para hacer el amor
pocos brazos tienes”
pienso que piensa
cuando desciende
al dorso de mi mano.

“Pocos ojos,
la gravedad te determina”
Después se posa burlona
en la nalga de mi amada.

Continúa el son

1
ES UNA FRÍA MAÑANA AUSPICIADA
con acordes de autos y violines.
J. Strauss valsa entre los despojos
de la última insoluble pesadilla.
El teléfono suena: claro y enérgico,
se incorpora por méritos propios
al inaugural presentimiento
del siemprevivo desastre
confirmado al paso de las horas.

2
EL DESPERTADOR MARCA LAS SEIS DE LA MAÑANA:
visto a la distancia que media
entre carátula y manecillas,
lo anterior no es un naufragio.
La perspectiva se pierde
a la simple mención de irrisorias
magnitudes espaciales,
pero basta acercar un mínimo el corazón
para ahogarse en la tormenta.

3
MI HIJA DUERME,
se pasea invulnerable
por un camino de azules estrellas.
Yo constituyo la presa fácil
de su agudo escarnio,
de su amor evanescente.
Mi hija duerme.
El reloj tirita.
Strauss valsa indiferente.
Nadie contesta el teléfono.

4
LA MAÑANA PUEDE SER EL MISMÍSIMO DIOS
en átomos de luz (cristales minúsculos
en la hoja escrita),Strauss, el sueño de la niña,
el aroma, el clima, el teléfono.
Todo bien puede ser Dios
si yo quisiera
o el naufragio
si mi tristeza
así lo decidiera

5
SI ESTA MAÑANA ACUDIERA A MI MAL PAGADO EMPLEO
incurriría en un crimen de lesa humanidad.

6
UNA INCONTENIBLE ALEGRÍA ENFURECE MI RAZÓN
Pierdo todo asomo de animal inteligente.
¿Quién puede abandonar por propia voluntad
la maravilla del instante?

7
PROMETO RECOBRAR LO PERDIDO,
pagar lo debido,
deponer el sentimiento de la afrenta,
hacer ejercicio,
fumar menos,
emborracharme aún menos. Así lo determino
mientras este río de sucesos irrumpe
al derecho y revés de mi cabeza.

8
NUBES BLANQUÍSIMAS FLOTAN EXTRAVIADAS.
El olor a vida se me impregna.
Taza humeante de café en el desayuno.
7 A.M. de un lunes temerario.
Seguiremos atizando el incendio
en este violento
y próximamente inhabitable espacio.

 

Motivos verdaderos

LA FAMILIA SE ENCUENTRA CONMOCIONADA.
Había amor: todo se ha perdido.
Las valiosas pertenencias
quedaron anegadas en el cieno.
Las gratas memorias convertidas en fantasmas
rumorean por las habitaciones de la casa.
Un tenebroso eco
revela antiguos pasatiempos familiares.
El polvo se ha tornado intrínseco al ambiente.
Fue un hogar: ya no lo habitamos.
Lo grave es que la familia, como dije,
se encuentra conmocionada.
Se culpó de ello a la hipoteca
gravitante sobre la finca.
La verdad nunca nadie quiso
encontrar los motivos verdaderos
que causaron la tragedia.

Bajo la saeta solar

BAJO LA SAETA SOLAR DEL MEDIODÍA
la sombra de cualquier árbol
late indecisa igual que nunca
Heráclito sólo tenía parte de razón:
todo fluye y esta sombra y este árbol y yo
no seremos los mismos
cuando la luna muestre sus obscenos dientes,
pero de algún modo inexplicable
alguien me reconoce y me saluda y pronuncia
mi nombre como si todo esto fuera en efecto natural.

Antiapocalíptico

UNA BANCA DE CUALQUIER PARQUE
Manos enlazadas
Dos rostros
Humedad en la piel
Olor líquido de vegetales
Una boca besando
Otra boca
Ella: te amo
Él: yo también te amo
Aparecen cuatro estúpidos jinetes
que dicen ser los enviados y anuncian
el fin del mundo
Ella y él, sabiamente, no interrumpen nada
(él ha introducido la mano por debajo
de la falda azul de adolescente).

RAÚL CABALLERO

E
l lector encontrará enseguida algunos poemas que han permanecido sin extraviarse en los vaivenes de este autor, un escritor que ha vivido la palabra viaje de muy distintas maneras, sin acabar de cruzarla (para mi fortuna).
Los antologadores tienen mi gratitud porque han sabido entender, pese a mis correrías, mi pertenencia a Jalisco, mi tierra adoptiva (también de muy distintas maneras).
Nací en Monterrey, Nuevo León, en 1952, de padres coahuilenses (ambos de Saltillo); con mi abuelo materno, Antonio García Narro, dando cátedra en el Ateneo de esa capital y el paterno un villista de Zacatecas con nombre revolucionario, Felipe Caballero de León.
En Monterrey me formé y allí mismo realicé mis primeros viajes. Cursé la primaria entre el Colegio Franco-Mexicano y la escuela Club de Leones 5, la orfandad materna (mi madre murió a mis seis años) y la ausencia paterna (mi padre vivió su viudez en Estados Unidos) me inculcaron una actitud de rebelde. La adolescencia transcurrió bajo la ley de la calle, era de los cabrones en la colonia Mitras. Me decían El Cuervo. Durante la prepa (en la 2) me adentré en el jipismo y tras unos años de luz negra y sicodelia me trasladé a Mexicali, Baja California. Luego me fui al otro extremo del país, viví en Comitán, Chiapas, y finalmente, a mediados de los setenta, llegué a Guadalajara, donde me anclé: eché raíces. En esta ciudad estudié letras españolas e hispanoamericanas en la Universidad de Guadalajara (sin graduarme).
Compartí con Elías Nandino mi primer libro de poesía completo (inédito y perdido). Compartí actividades editoriales con entrañables amigos realizando la revista Péñola en dos épocas. Viví como burócrata mientras iba a la facultad. Compartí mi vida con una mujer tabasqueña, tenemos cinco hijos y todos ellos nacieron y viven en Guadalajara, hoy todos ellos son universitarios. Trabajaba como corrector cuando comencé a viajar a distintas latitudes estadounidenses, viajando siempre de regreso a mis hijos y a mi mal pagada ocupación periodística.
En determinado momento me detuve en San Antonio, Texas, donde tras innumerables vicisitudes, con nuevos entrañables compañeros fundamos un periódico editado en español que se llamó El Papel de San Anto. Por entonces (1992) en la editorial del gobierno estatal de Nuevo León, otro poeta, editor de nacimiento, Alfonso Reyes Martínez, saca a la luz mi único libro publicado hasta hoy bajo el título El agua inmóvil.
A San Antonio lo pusimos de cabeza y mi nueva compañera (una mujer tapatía) y yo nos venimos al norte de Texas, vivimos en Carrollton, una ciudad al norte de Dallas (donde nació nuestra pequeña hija) y al este de Fort Worth, ciudad donde trabajo como subdirector de La Estrella, un periódico editado en español. Publico apuntes cada semana también en La Opinión de Los Ángeles, el Hoy de Nueva York y en La Grilla (revista mexicana “en línea”).
Viajo con cierta frecuencia de regreso a Guadalajara para encontrarme con mis hijos.

Libros de poemas: El agua inmóvil, Monterrey, Gobierno del estado de Nuevo León, 1992.

 

Tita sin fin, blues

BIENVENIDA MÚLTIPLE CONCÉNTRICA
llegarás con tu carga de aventuras y desventuras en el corazón
pero sabrás que tu sitio lo tienes siempre en éste que se me agolpa;
a todas partes llevas a este loco que te ama

La casa ha sido obscura e inmensa.
Sin ti su multiplicidad es un infinito
tú eres el centro de sus dimensiones,
el eje de mis evocaciones
donde te encuentras está mi hogar perfumado entre tus piernas
vagabundo en Nueva Orleáns

Has llegado maletas en mano
bolso al hombro
postales con Monet: itinerarios coincidentes,
como tus besos y tus lágrimas
infaltable equipaje de tus viajes

Reminiscencias del trompetista de Austin a orillas del Mississippi
el viento te golpeaba tanto como la canción del solitario
como el viejo y sucio sombrero en el piso
vacío a las siete de la mañana tu corazón lejos de mí
tus pasos hacia el Café du Monde donde mi sombra se sentó a tu lado
tu destino que se quedó en las cartas del tarot en Jackson Square

Saltimbanquis aturdiendo el aire/
payasos con metáforas en versos y manos/
trovadores jazzistas dándole un concierto callejero a ti y a tus amigas después de la cena/
el nieto del blues y su abuelo negros que te hicieron llorar en la plaza/
el canto de los niños que te iluminó en la catedral/
la soledad del hotel/
Todo, cada escena, es equipaje para este blues

Tus pasos que me devolvieron
tu proximidad que llevó mi mano a encender luces y abrir persianas
para que tus ojos miraran la Casa Alta iluminada
desde un taciturno taxi doblando la colina del cementerio
tú a punto de concentrar tu multiplicidad
en mi abrazo de nuevo por ti apaciguado.

Nuestra tristeza siempre ondeará por el mundo

NO ES QUE ME HAGA DAÑO AMOR MÍO, SINO QUE TE AMO,
zorra esteparia.
Siento tus mordiscos dentro de mis libros, en el sonido de mis canciones,
en los actos de mis amigos.
Tu aliento me golpea el rostro cuando llueve.
Me dueles lejana. La bondad de unos tragos secos
nada tiene que ver con la dulzura de mi apego
las palabras ebrias no tienen indicios del olvido
la destrucción soez es lo contrario de nuestra soledad,
algo profundo y en ruinas y lentamente amoroso.
Sangre que escurre de un corazón carcomido
la tortuga de la desolación mordisquea y bebe
en ese charco, hueco mío, pretil de la desazón.
Lo anormal es el origen de la belleza.
No es que sea cruel, sino que lo perverso de tu fidelidad
es la raíz del desistimiento
el tronco de la locura. Un día sin lluvia.
Lo normal es el límite de la belleza, de la dicha, de nuestra libertad, entrañable amiga.
La palabra adiós omite todo remordimiento
recapitula sombras, recorrerá la negritud de la esperanza
pero no la salvación, bienhechora mía, pero nunca la salvación,
sangre de mi sangre
nunca nadie naufragará como nosotros
nuestra tristeza siempre ondeará por el mundo
somos de los que se pierden entre los siglos
nunca nadie nos encontrará en nuestros libros
somos el recuerdo de los que conocen el olvido
somos los que se encuentran en los desiertos
somos lo más arduo y delicado
somos los que conformamos el ápice del laberinto
eres irremediablemente el miedo que imploras
soy los pasos que no darán los otros
somos el grito del polvo, la materia del gavilán,
los que reposan en el interior de la felicidad boca arriba.
Somos los ignorados y nos abrazamos y aquí estamos, tratando en vano de reconocernos, y es bueno porque lo sabemos hasta el final.
Lo asiduo de la tristeza miope y burda es el reloj del dolor
la ternura es el razonamiento cotidiano del amor, el sentido de los ofrecimientos: el descubrimiento de tus sueños, la línea que los traza… la quietud de la tristeza.
Por eso cuando estés trilce asómate a mi bandera
encontrarás que te amo de este lado del tiempo.

RAFAEL GONZÁLEZ VELASCO

N
ací en Guadalajara, el 13 de marzo de 1953. Pertenecí al segundo taller literario del Doc Nandino. Trabajé en los talleres del desaparecido Ferrocarril del Pacífico. Fui corredor del Club Venados, que tuvo el orgullo de contar con un atleta en los Juegos Olímpicos del 68. Emigré en 1986 a los Estados Unidos. Actualmente resido en Milwaukee, Wisconsin.

Libros de poemas: Alientos de libertad, Guadalajara, Departamento de Bellas Artes de Jalisco, 1981. Horizonte perseguido, Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 1993.

 

Saludos

DESCORRO LAS CORTINAS DE MI VENTANA.
Al abrirla
el árbol me agita todas sus ramas.

Niño temeroso

AL CHARCO DE AGUA NO SE ACERCA.
Si allí cayera nunca saldría.
Inmóvil en el fondo acecha
el cielo.

Guanatos
[fragmentos]

1
EN LAS PRIMERAS TARDES DE PRIMAVERA RECORDÉ MIS LLANOS
perdidos.
Míos y de todos los niños que alzaban su corazón
en el lomo de papalotes,
soltándoles cuerda para que llegaran al cielo.
Esas tardes se llenaron de vacas lecheras,
las milpas de los sembradíos de maíz manotearon
el viento
y el azul se mancho de parvadas.
Algunas y algunos todavía recuerdan aquellos
buenos tiempos.
Recuerdan el fluir de los arroyos y el canto de las
ranas,
el aire de las arboledas que aspiraban
profundamente
y levantaba la hojarasca de sus pechos.
Recuerdan que cortaban flores silvestres al caminar
descalzos sobre pastos húmedos
viendo a cada tarde bajar el sol por el horizonte.
Regresan a esos años y se miran las bolsas del
pantalón gordas de canicas,
muñecas de trapo duermen a todas horas con los ojos
abiertos.
Pero el trenecito de juguete donde viajaban se salió
de casa y encarrilo su ruta en rieles de acero,
las muñecas cerraron los ojos y lloraron al abrirlos
y ellos y ellas fueron a la deriva por un mundo nuevo
pero sin aventuras;
allí cambiaron por baratijas los buenos tiempos.
Muchos olvidan ese ayer y siguen adelante con unas
cuantas memorias,
parecen decir con su actitud "tenemos que seguir los
pasos del tiempo”.
Es verdad y creo que andamos en las mismas,
pero en el fondo intentamos recuperar
lo que dejamos en aquellos años perdidos.

 

He andado mucho entre los cerros

HE ANDADO MUCHO ENTRE LOS CERROS.
No sé qué me hace recorrer distancias;
tal vez adelante me lo digan.
Sigo un sendero cuesta abajo,
al final encuentro una corriente de agua,
es momento de hacer alto.
Descalzo mis pies y se los entrego al arroyo
y el se lleva con tenue fluir mi gran cansancio.
Aspiro profundamente alegre.
Miro mis pies hundidos en el agua.

Horizonte perseguido

SENTADO EN LA PLAYA,
después de haber caminado largamente sin la sombra de
nadie confundida en la mía
sobre la arena,
miro al sol del horizonte tendiendo un sendero de oro
viejo hasta mis pies desnudos.
¿Con qué propósitos?
Tal vez me dice enigmáticamente: "Recórrelo, puedes
alcanzar en él la lejanía de tus deseos.
Ven a cumplirlos al borde del horizonte."
Vuelan gaviotas mientras empiezo por el sendero.
Una golpea el sol con la punta de su ala y lo hunde
precipitadamente.
El sendero también desaparece.
El barco pesquero que vuelve de Altamar
ha cruzado mi ojo derecho
y esta entrando a navegar en mi ojo izquierdo;
la noche se levanta de su estela.
Diez pelícanos dormitan en una roca negra que arroja
espuma.
Las olas expulsan del agua botellas sin mensaje
aparente.
El barco anuncia que ha llegado al puerto.
Una muchedumbre camina a mis espaldas.
No estoy solo bajo el cielo.
Flotan vestigios del día entre mis pensamientos.

EL VIENTO MUDA EL AIRE.
Deja espacio
para la luz del sol.

Agua brota del suelo.
Lenguaje transparente de la tierra
que sale a correr la voz.

Esta lluvia forma círculos
en todos los charcos
de mis ojos.

Polvo en el piso de nuestra recámara,
frente a la cama y junto a las paredes;
es el que nuestros cuerpos sueltan.

Una hoja manda desde su copa
justo a la palma de mi mano
este árbol sacudido
por el vendaval.

Recuerdo la nube
que durante muchos minutos corrió paralela
a nuestro auto,
y el alto que hicimos a la orilla de la carretera
para salir a estirar las piernas
en la noche que nos regaló
la Vía Láctea.

RAFAEL TORRES SÁNCHEZ

C
uliacán, Sinaloa, 1953. Poeta, Economista, Historiador. Durante los últimos 25 años ha ejercido la docencia y la investigación en varias universidades de México.
El discurso inaugural pertenece al silencio de la madrugada: 8 de julio. Más tarde se puso a soplar un ciclón en las costas sinaloenses. Sobre Culiacán estuvo cayendo agua durante varios días, de forma tal que lo primero que vio fue la lluvia, conservada por los periódicos de 1953, su año de nacimiento al que volvió medio siglo después con motivo de cierta antología.
A Rafael debe contársele entre las personas traídas al mundo por el doctor Camelo, padre de Inés Arredondo, en una casa habilitada como clínica que luego dividió un muro, producto de la separación entre el doctor y su esposa, quienes, a pesar de dicha circunstancia, singular, significativa y abarcadora, continuaron saliendo a tomar la brisa del atardecer en sendas poltronas, mientras aquel recién nacido crecía y empezaba a responder presente en las aulas cuando los profesores llegaban a su apellido en la lista: Torres Sánchez.
La luz del sol, la luna y las estrellas de infancia y adolescencia se repartieron entre Culiacán, las rancherías de sus abuelos maternos enclavadas en la sierra de Mocorito, y las altas olas de Mazatlán, tierra de sus mayores paternos.
Cuando se llevó su ropa a Guadalajara, la casa del doctor Camelo aún existía. Al terminar su servicio militar en la capital jalisciense aquella casa cedió su lugar a un estacionamiento. Quién sabe qué habrá ahora en tan lejanos y cercanos metros cuadrados, y a quién le importa. Ha pasado tanto tiempo, sucedido tantas cosas y nadie sabe en qué sitio devolverá el día menos pensado los bártulos que pusieron en sus manos a fin de que dedicara la vida a leer y escribir, más lo primero que lo segundo.
Tiene gracia —concluye Mí Mismo— que me hayan enviado, precisamente a mí, en busca de estos datos.

Libros de poemas: Entre la ? y el !/Botella al mar, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1978. Cuatro fechas y un son para niños, Guadalajara, Cuarto Menguante, 1982. Fragmentario, México, DF, FCE, 1985. Teclear, México, DF, Premiá-UNAM, 1986. Juego de espejos (seis poetas hipotéticos), Guadalajara, Cuarto Menguante, 1990. El arquero y la liebre, México, DF, UAM, 1994. Arribita del río, México, DF, Ediciones Sin Nombre-Juan Pablos Editor, 1998.

 

Para empezar a cantar

AH, CÓMO ME GUSTARÍA COMENZAR SIN EXCLAMACIONES,
poner sin mucho ruido, en la conversación,
ese desfile de trompetas y tambores
que entra a la pieza suavizando un poco el dolor:
ahora sabemos que la palabra jueves sabe a sesos
salpicados en la pared,
a huesos rotos, a ríos de sangre.

Antes de que terminen de construir esa torre
de ocho pisos con que seguramente la ciudad
se tragará otro vuelo de palomas,
—uno, dos, tres, perdidas sus hermosas evoluciones,
sus rizos de aire—
antes de que otra tumba calle y se lleve al callar
el trino incomparable de roja ave,
antes de antes, ahora, hay que cantar.
Únicamente el canto puede encender la luz,
el canto solamente.

¿EN VERDAD PODRÍA METERSE UN SIGLO EN UN INSTANTE?
Ilusión de ilusiones, sol que se pone, crepuscular idea,
insomne paso por la habitación…

Ah, cómo me gustaría que el contrabajo
no fuera tan solemne. Basta tanto cadáver,
—ahora sí cabría poner semáforos en los panteones—
que corrieran días alegres, amenas charlas,
no este gemido único, fin y principio de la carne
—su destino, desierto y mar de afanes—
No es posible.
Un cometa se acerca.
Corren días muy graves.

La playa de los ermitaños

COMO ERA TEMPRANO Y AÚN NO DESPERTABA EL CAMPAMENTO
me vine a andar en la playa para verlo de lejos.
A él me debo.
Una de las brasas que lentamente se consumen en el fuego
puesto hace tres noches
me correspondería sonando sus cristales secretos
si dejara este horizonte de cactos y cangrejos
y volviera a crecerlo.
En él me baño.
Si no lo hago, me quemo.

Me vine a la playa entonces pensando en el ángel
que sobrevuela los campos antes del tormento,
su sonrisa de piedra, su balanza de miedo.
Me acuclillé en el margen del silencio antes del acero.
Dejé adelante todo ese estrépito,
todos esos lamentos que ya se oirán
cuando se apague el fuego
y supe solamente que faltaba una tienda,
que en su lugar se alzaba una historia de ruinas
visitadas tan sólo por el viento,
que donde había estado
ahora corría el cauce embasurado y seco
de un arroyo que permitiera el mar,
sabedor de todo parlamento.

A dónde aquella tienda,
quién la había levantado.

Los cangrejos remaban por la arena con sus casas a cuestas.
Entre los cocos secos hongos blancos sacaban la cabeza
y en una página del Gran Cuaderno,
quise creer,
yacía la respuesta.

Licántropos

LE CAGAN LA COMIDA.
Le orinan los emblemas.
Lo escupen en la cara.

Derriban a escobazos
la luna que veía,
a escobazos le cierran la ventana.

Le arrebatan la sombra,
la despintan,
paralizan el río que escuchaba.

Le revuelven la casa.
Bocabajo lo amarran
y en la espalda le brincan.

Si amanece nos vamos,
lo consuelan.
A la noche volvemos, amenazan.

MEJOR LOS OJOS QUE UN LENTE FOTOGRÁFICO
para ver
, , ,
tres comas como palomas al atardecer

Un p(r)o(bl)ema de amor

AMOR AMOR AMANECÍ MUY MAL
No puedo levantarme
Soñé que un camaleón me seguía a todas partes
que no tenía parientes ni amistades
que me quedaban sólo una hoja de afeitar las venas el paisaje
Amor creí que al despertar besaría tus pechos como siempre
pero no reconozco las cosas de este cuarto
no huelo la canela de tu pubis
Amor amor tengo que destrozarle al animal su baúl de disfraces
Una noche es bastante para esos carnavales
Déjame un rato más en esta cama tan alta como un puente
aguardando que pase para lanzarlo al río en una limpia llave
No quiero averiguar cómo vine a parar en un hotel como éste
Sólo quiero cazar al camaleón
El resto se endereza con su muerte

TE DIJE QUE NO QUIERO MÁS ROPA QUE TU PIEL.
Por qué me das esas camisas blancas,
las planchadas palomas de la despedida.

Observando cómo al sudar el vaso de agua fresca
que acalorado apuro
reduce sed y arena a transcurso sin tino,
en tan vacío segundo te convoco:
escucha aunque te vayas,
asiste a la polémica que parado sostengo
con la bóveda azul desde el desierto
en que esto concluyo:
duro lecho tendrás si me abandonas: olvido,
y agua, para beber, hirviendo.

Antes del trago

POR POCO ME ARREPIENTO DE MIRAR,
de tener tantos huesos,
tanta mujer e hijos,
tanto país carajo,
tanto trapo,
tantos menudos objetos.

Por poco, por muy poco,
me entrego a los estragos del sofoco.
Por un pelo de calvo, caigo.

Al rato, por un futuro nieto,
por uno de sus besos me sostengo:
al levantar el vaso comienzo a sonreír.

Al viento de negro hollín que respiramos,
al desastre sobrado de eficacia,
al hombre azul que nos tumba por dentro
los meto en un cajón y los clavo con cuatro clavos
—a lo mejor con ocho—

Al tabaco que vivo al ir muriendo
también le doy sus clavos:
al levantar el vaso comienzo a sonreír

(es cierto por muy poco).

Perder el habla

I

DEBE QUEMAR BOSQUES EL SOL PARA ALCANZAR EL ROJO DE ESE MODO.
Con qué facilidad arde sobre las copas de los árboles
y baja al malecón inflamado el carey de la guitarra
que terciada a la espalda carga un ciego.
Al quitarle el color al aserrín de las cantinas tira castillos de aire.
Inunda las aceras, se mete por debajo de las puertas
y va a dar en rincones y en patas de sillón.
Llena de mañaneros argumentos a las escobas que siegan
yerbas crecidas durante la noche.
Hace de equilibrista en los balcones,
salta gozosamente en el cañón de la pistola que el asesino enfunda
conteniendo el estómago,
corre por el mercado madrugador ,
pone sombra debajo de los puentes,
gira sobre las puntas de los pies en las campanas, lo mejor del día
levanta al mar y llega con su espuma a las cocinas
madurando limones y salando la carne,
seca la ropa, se refresca en el agua de la pila
donde los tendederos se estiran y se arrugan de cabeza
antes de penetrar por la ventana y estrellarse en la luna del ropero,
reunirse otra vez, bajar las escaleras
y andar calles arriba ¡atlético cartero! tocando puertas
y sonando timbres.
Qué sería del mar sin el sol sino pura extensión de comerciales;
de los amantes que no hallan qué decir y se quedan mirando
el horizonte por no verse a los ojos sin encontrarse
y de los restoranes qué sería sino otro de los nombres del desierto
porque el sol fríe espaldas y hace saltar delfines
y vuelve oro la arena a mediodía
y se sube a las mesas y tira un par de sillas,
porque el sol toca música hay que parar la oreja
al correr las cortinas de las tiendas
y verse en las botellas y pintar de colores a las dependientas,
porque sopla en la boca de los panales endulzando la miel
y amarilla el papel al apagarse,
porque alarga el crepúsculo y sacude las piernas de un herido
que en un portón cayó y pronuncia un sentido discurso:
“no llega al mar el río,
a veces lo detienen con un dique”.
Porque se queda quieto y se hace el distraído cuando la muerte
nubla los ojos del agonizante
y luego enciende un foco que chorrea su anemia de cuarenta vatios
en la sangre bebida por las moscas,
porque antes de irse cubre de sombra el grito que al abrirse el
portón es sofocado por el vendaval,
porque si no lo digo se enojan los del marro y dan más fuerte.

Que avance la marea devolviendo pañales y latas de cerveza
y moje los violines de las jaibas que se van silenciosas,
pegándose a las piedras, laterales...
Calla el sol, se recarga en las puertas y en muda despedida
deja hoteles y playa en que se borra
la cuneiforme letra de las aves
y llega al espantoso límite según creían en la antigüedad
para avivar su lumbre aunque vaya a apagarse.
Un saxofón se tuerce junto aun escaparate,
le vierte miedo al trago que se lleva a la boca el matador
después de disparar
y no se va por irse,
deja cuerdas vibrando en el aire,
prende estéreos y luces y televisores
y sube perros a las azoteas y echa a chillar sirenas por las calles.

II
ES DE NOCHE,
ruedan los automóviles y camina la gente a pasos desiguales,
los semáforos guiñan en su desacuerdo.
Está de más tratar de ver por encima del balcón;
es de noche,
donde no deja de azotar el mar hay una oscuridad
sin claridad posible,
es de noche y si falta la luna es por las nubes,
de noche en las escuelas que vacías recuperan un aire sepulcral,
de noche en el rodeo de las iglesias,
de noche en las hectáreas que los bueyes araron
antes que el río se pusiera zancos y volvieran a arar
después de los estragos,
de noche en la pared de las apuestas
y en esta mesa a la que el viento quiere crucificar la servilleta
y en el vaso de ron que refresca sin emborrachar
y, por supuesto, en el que emborracha.
Es más, tanto es de noche que solamente un cañonazo
o un temblor podría despertar a las gallinas.
Poco a poco regresan al redil las bestias extraviadas
para depositar monedas en brillantes ranuras.
Qué noche en el zaguán de la carpintería
antes de que se llene de visitas,
en los puños del boxeador que desciende del ring
con la cabeza hinchada
porque además es sábado, golpes y despedidas
y esta vez no se trata de decir buenas noches
sino de las carrozas funerarias que doblan las esquinas
y de graves abrazos para enfrentar un porvenir de ausencia.
Es de noche hasta en las estaciones musicales que llenan el aire
de lagunas para que pueda arder el cigarrillo
sin la compañía de un cantante hace tiempo de moda.
Noche en los ríos divididos por la tierra.

III
PARA LA MADRUGADA, LA COSTA SIN HOTELES.
Que se asome la luna y que las nubes silben ligeramente
y las estrellas se hagan las que escuchan.
Hay que sacarse el cuerpo y dejarlo en la arena
y quitarse los ojos y arrojarlos al agua.
Hay que lavarse bien la lengua.
Que la piel sea un tambor recorriendo la vía láctea
en rápidos y rítmicos redobles
y luego a una baqueta con sordina se hinche en la lava
de un volcán que nace
y reúna pavores para un día soltarlos en el porvenir.
Que les salgan cangrejos a las uñas y escarben agujeros y se metan,
que para abajo crezcan las plantas de los pies rompiendo la dureza de la roca
y vuelen los cabellos sin temor de que los parta en cuatro
el cazador Orión con su saeta.
Hay que subir las cuestas abrazando la tierra
como el río que al llegar pierde el habla
y sólo es un susurro mojado por la brisa.
Para la madrugada las playas sin turistas
y asomándose el sol como al principio,
aunque de otra manera.

DEJAR UN CUARTO ES TAMBIÉN OTRO VIAJE
es ya no habrá más risas ni sollozos
no más olor a pies algunas veces
no más apuestas contra sus paredes
no más interruptor en esa oscuridad

Cuando se deja un cuarto
el próximo inquilino ya lo está ocupando
las grietas en la esquina que nunca se le vieron
no habrá oportunidad de verlas ya
aquel mosaico flojo del rincón que nunca fue pisado
ya no podrá pisarse.

Poema

YO TUVE UN ÁGUILA,
un día yo tuve un águila,
qué bárbaro,
qué águila tuve yo.

Yo tuve un águila
que a su vez me tuvo,
qué bruto,
cómo me tuvo mi águila,
con cuánto orgullo,
qué pajarón aquél.

Nosotros nos tuvimos mutuamente
hasta que ellos nos detuvieron.
Nos mandaron a un insistente ra,
A la chiquitibum,
a 31 estados de humor negro,
a 31 insomnios.

Ahora yo tengo un periquito australiano,
chiquito,
una nada de pájaro,
caso no me hace,
no se le nota orgullo de su dueño.
A ratos le tengo cierta inquina.
Con todo, lo tapo por las noches:

no puedo dormir de la preocupación
al pensar que lo pierdo,
al pensar que hasta ese miserable animal
pierdo yo.

NUNCA SUPIMOS CÓMO
se nos fueron rompiendo las ventanas,
perdiéndose debajo de los muebles
cada vez más cosas.
Un día amanecieron los sillones
sentados en tres patas,
cubiertos por un polvo inofensivo
que se mostraba dócil al dibujo del dedo.
Una tarde el lavabo se tapó
y todo se nos fue al resumidero.
Una noche nos fuimos.
Se nos quedó el amor para otro viernes,
empezó a complicarse el apellido
en cartas espaciadas cada vez más en serio.

Si algún recuerdo queda
son esos vidrios rotos,
esa peste de caño
que a veces nos atrapa la sonrisa
llegando desde lejos
—y sobre todo de hondo—

GUADALUPE MORFÍN

N
ací el 10 de noviembre de 1953 en Guadalajara, y soy la mayor de trece hermanos. En el corredor del patio de mis abuelos paternos comencé a refugiarme del bullicio de primos y demás parientes. Ése sería mi primer contacto con la poesía. Combiné este ejercicio con el gusto por las piñatas, las posadas, la cajeta de membrillo de la tía Tití, y la ceniza del cigarro de mi abuela materna, que devoraba igual que sus novelas rosa y sus caramelos con sabor a anís. A los catorce años saqué mi licencia de manejar. Fui experta en camionetas como las de las monjas, para llevar y traer hermanos. Supe cambiar llantas e instalar pararrayos, esto último, negocio de mi padre. Mi mamá me enseñó ciertos artilugios del cuidado del cutis; le costó más trabajo que aprendiera a cocinar.
Viví un año en Roma. Todavía sueño de repente en italiano. Nunca he vuelto. Guardo esa ciudad como un afluente inextinguible. Estudié algo de teología y de filosofía y me hice adicta al helado de avellana, los cafés, el cine. Al regresar estudié en la Universidad de Guadalajara. Los de mi licenciatura en Derecho fueron tiempos violentos para la ciudad. Asesoré colonos populares contra cobros municipales indebidos. Me hice experta en cosas de suelo urbano por un tiempo, y luego en trabajo editorial. Acabé haciendo una maestría en literaturas del siglo XX, en el Departamento de Estudios Literarios de la Universidad de Guadalajara, y luego un diplomado en derechos humanos. Me casé, di a luz tres hijos que ahora me dan a luz cuando me ven en penumbras.
He publicado dos poemarios y aparecido en varias antologías, suplementos, revistas. Las y los poetas de Jalisco me han aceptado como una de ellos. Y yo los veo como parte de mi comunidad espiritual. Una espiritualidad entendida como presencia en el gozo y en la solidaridad, como un arte de tejer urdimbres para la vida.
He defendido derechos humanos desde una posición pública y, desde mi vida como ciudadana, he pertenecido a varios movimientos cívicos. Fui maestra del taller de literatura del Centro Femenil de Readaptación Social de Puente Grande, Jalisco. Por allí tengo varios ensayos publicados y muchas conferencias pronunciadas. En mi despacho, además de mis libros, está una fotografía de mujeres de Acteal, un retrato de monseñor Romero, un barquito de papel pintado por Paulo mi hermano, un retrato de G. K. Chesterton, dos esculturas de Alfredo López Casanova, con quien comparto una Vía de la Cruz, y dos cuadros de Gandía. En uno está el mar. Vivo con el mar una larga conversación. A veces lo entreveo, desde mi balcón en Zapopan. Sé que está allí, como la paz. Y que el camino es largo, para llegar a sus orillas.

Libros de poemas: De jacarandas y lunas, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado, 1985. En espera del ángel, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno del Estado, 1987.

 

Bebo de ti

AYER BEBÍ DEL NÉCTAR Y OTRO TIEMPO
por mi tiempo pasó.

Ya no es Vivaldi
ni la primavera
de glicinias moradas sobre las bardas de Roma
en el tramonto
ya no más los patios con geranios
donde me vi llover
ni los campos de alfalfa y de cebada

ahora el canto de los pájaros enciende
el volantín de la memoria

los olores regresan y se mezclan
y esa hoguera no sé si fue quemada
huelen las noches del Edelweiss altísimo
las Dolomitas duermen en su nieve rosa
de pronto un lago, el mar, la Tarahumara
el valle resinoso de Tapalpa
no era Vivaldi, no, son las canciones
de mi madre al hacer sus faenas en casa

la mandarina sabe a sol entretenido
en las manos de invierno.

Bebo de ti, mi amor, este minuto
donde todo está aquí, y yo girando

el Trastevere oculta maravillas
plazoletas de dioses y de niños
y las rondas de entonces, y el olvido.

Espléndida luz

¿HAS VISTO AVANZAR LA LUZ
caminar a tientas por la niebla
cercar la madrugada
atenerse a las hojas de las ceibas?

¿Has visto a la luz bajar en río
asolear las calles
volver a bautizar la yerba?

¿Has visto a la luz dormir en la bahía
despertar en la desbandada de gaviotas
romper el mar de nubes del estero?

¿Has visto que la luz no miente
que a todo llama por su verdadero nombre
que al deslumbrar no daña
que se viste de niebla
y se atiene a las ceibas
para bajar en río, bautizar la yerba
y sostener la ciudad en las cuencas
de la madrugada?

¿Has visto que la luz
no se mira siempre con los ojos?

En vísperas

YA NO LOS LIRIOS NI EL ALCATRAZ ALTÍSIMO
ni siquiera el geranio y mucho menos la rosa
tan sólo el diente de león
tan sólo el viento
con el diente de león entre los labios
tan sólo esa flor
efímera y vencida
que nadie arranca del todo de las huertas
tan sólo el diente de león
avanza hasta mis manos y me besa

persistente vigilia me sostiene
en el vilo del alba
ya no los lirios ni el alcatraz
el geranio y la rosa

como el diente de león
efímera y eterna
la palabra sacude sus excesos
y echa a volar tras las puntas

del silencio

en un cono de luz
sus filamentos
hacia el hogar aspiran
con su danza.

De luz y sólo luz se vive y muere

DE LUZ Y SÓLO LUZ SE VIVE Y MUERE
porque la noche es honda
retrasada el alba
y en las tinieblas surge un cazador
devoto y obstinado
de esa abreviatura de la luz que es la luciérnaga.

El golpeteo de la ola abre mundos líquidos
en la planicie de la ciénaga.
Lloverá más tarde: huele a yerba
desentumecida en las marañas
de los altos cerros.
También las gotas horadarán la piedra
a golpe de paciencia
y bajarán los ríos a su cuenca
como venados húmedos, sedientos.

Rumia la noche su ración de tormenta.
Se sosiega la piel con el trajinar del agua
el olfato trae la miel de tierra fresca.

Podrá caerse a gajos ese cerro
socavado por un manto termal
pero que fluya el agua y la caricia
de las fosas hirvientes donde abreva el alivio.

El cazador lleva en los ojos la visión
de un tintineo de luces junto al lago.
Un telón de neblina amamanta los cerros
para que sea verde al fin el mediodía.

La luz nunca se agota, sólo cambia
el lugar donde anida. Amaina
la noche a cuestas con su pedregal oscuro
la noche donde reina la lechuza
y acaso alguno mira el río de luces
que desde el lago enciende la montaña.

[...]

El alba llega. Su vara mágica
abre los picos de los pájaros.
Un concierto recorre las orillas.

Bajo una docena de palmeras
como una joya verde
está la fosa con su borbotón termal.
Entro en su luz y todo es cálido.
Mi madre, el agua, deslinda las tinieblas
cierro los ojos, iluminados ya.

No necesito ver, lo miro todo.
La laguna esconde un manantial de fuego
una luz vertebrada en las entrañas
de lo que vive y muere y resucita.

Llueve

CON OLFATO DE FIERA EN EL EXILIO
con lastimada estampa
en la ebriedad del tropiezo
comienzo, mi ciudad, mi canto:
es tiempo de aguas.

Tus pájaros acampan a mi sombra
y a ninguno hago daño.
Soy la que ha mirado y no ha mentido
soy la otra de ayer cuando oteaba
en alegres manadas la liviandad del viento
y celebraba las estaciones pródigas
de la lluvia de oro y la jacaranda.

Conozco los eucaliptos de mis pasos
y las veredas de los arrayanes
con el instinto de la memoria.
La danza sigue intacta en mi cintura
pero camino ya en las puntas de sueño.

Me despido
del barro perfumado y la cantera
que gotea por las noches del verano
su libación de piedra enamorada.

Por estas calles mi abuelo iluminaba
los ojos de los ángeles, tan alto era.

No eran flores sino prismas de oro
lo que él y mi padre coronaron
en las atalayas y las torres.
Las cúspides libraban con la nube
una batalla de altura.
Sosegaba el día los naranjos
del patio de mi abuela.
Mamá era apenas inventada
en el corazón de Dios.

[...]

Amanecía sobre las cúpulas del alma
y aquí se conocieron y se amaron.

Con olfato de fiera en el exilio
con la sangre encendida por un saxo
que no termina nunca de llorar
lluevo ante mí los ritos del despojo.
Los rayos han cesado y dulcifica
esta víspera de día feriado
el tintineo del agua.
No hace falta llorar, todo está húmedo
y llueve y tiembla la piel con el instinto
y reconozco y canto

la daga en la garganta

la verdad de lo justo, la memoria
de la miel que transita en estas plazas
y la despertenencia inevitable del desnudo
desleído y devuelto a la tierra.

JAVIER RAMÍREZ

G
uadalajara, 13 de diciembre de 1953. Estuvo en el taller de Elías Nandino y en el de Rafael Torres Sánchez. Está incluido en el libro colectivo De tres tres, editado por la editorial Premiá, en 1986. Fue coeditor de la editorial Cuaderno Breve, y editor de Toque de Poesía, en Guadalajara. Tiene estudios de pintura. Ha realizado un trabajo como editor de revistas, y crítico de arte en periódicos locales.

Libros de poemas: Es decir..., Guadalajara, Departamento de Bellas Artes de Jalisco, 1980. A última hora, Guadalajara, 1982. Agua en plan de luz, Guadalajara, 1992. Itinerarios de la luz, México, DF, Conaculta-Instituto Michoacano de Cultura, 2000.

 

La ronda de los solos

SI EN MÍ SE RESUME
la extensión del hombre,
su historia,
su miel y su amargura,
los encontrados mundos que lo forman,
yo hablo entonces de mí
que soy ustedes.

Y si digo a veces,
muchas veces,
que la soledad nos toma de la mano,
es que estamos jugando
a la ronda de los solos,
dándonos la espalda,
buscando en el vacío nuestro reflejo.

Pero a veces,
pocas veces,
alguien rompe la rueda
y se va,
lleno de todos nosotros,
y entonces cerramos más la rueda,
apretamos los ojos
y jugamos con el miedo
otros mil años.

No es que la soledad

NO ES QUE LA SOLEDAD ME PERSIGA,
es que ya nació uno así,
soledoso,
como alguien me dijo.
Es como tener la piel oscura,
o el pelo lacio,
o calzar del siete y medio.
Es lo que la vida me dio para gastar
ese domingo que nací.
Es que sin la soledad
nunca hubiera podido estar conmigo.

Vigilia

TODO PARECE QUE DESCANSA:
los zapatos,
la mesa,
el techo de dos aguas,
el cerro que se esconde
en su propia oscuridad;
y sin embargo
todas las cosas respiran,
se agitan,
hacen un silencio redondo,
tan grande e intenso,
que es un estruendo inacabable.

Yo ocupo un sitio
en un lugar del aire
y estoy quieto y quedo,
y respiro apenas
la parte de silencio que me toca.

Poema al vapor

LOS POEMAS SE CUECEN
al vapor
estilo México,
y a ritmo de jazz,
con el cráneo retumbando
como percusión intermitente,
la palabra brota
en el clamor
de una trompeta.

Haikú

EN SU AFÁN DE MARIPOSA
baja del árbol
la hoja.

Sábado

HOY ES DÍA DE BODAS POR EXCELENCIA
y de futbol y cuates en la esquina.
Alguien se casa, bautiza a su primer hijo,
o es su santo y lo festeja.

¡Cuántas cosas pasan allá afuera
y aquí adentro cuántas dejan de pasar!

He comenzado a beber las primeras sombras de la noche,
miro alrededor y apenas si distingo los muebles que se borran.
Un gratísimo recuerdo se hace miel en mi memoria.
La oscuridad se posa ante mis ojos
y pese a ello
vuelvo a mirar el rostro aquel de hace unas horas.
La oigo reír y tiemblo desde adentro,
aún no la toco y ya me pertenece.

Hoy es sábado de fiestas
y yo festejo a la mujer
por la que soy
el centro más oscuro de la noche.

Nadie sino los débiles

LAS GRANDES TRAGEDIAS SE ABATEN SOBRE LOS CORAZONES DÉBILES.
Son ellos los que soportan las más terribles desgracias.

¿Alguien puede soportar la soledad
sin ser seriamente lastimado?

Nadie sino los débiles
tienen la fuerza oculta en su miseria,
en su silencio solo.
Nadie sino los débiles
guardan el secreto de su quemante amor
hecho de hielo.
Nadie sino los débiles son los que se salvan,
los invencibles.

La dama

SE PUSO HOY SU TRAJE AZUL
zapatos rojos
guantes
y un perfume discreto detrás de las orejas

La dama juega a cubrirse el sol con un gorrito
y pasea su sonrisa y un ramo de rosas
a la luz de los ojos que la miran

Camina segura por las calles
mientras en el lejano mar
al ritmo de sus pasos
alguna barca le aguarda anclada al puerto

Ella sabe que la espero
por eso cambia de rumbo
se entretiene
tarda

Yo me juego todo por sus ojos
su sonrisa
sus caderas de cadencioso oleaje
aunque sé que finalmente
el corazón habrá de ganarme la partida.

Decisión

CAMINO BAJO EL SOL IMPECABLE
limpio
Paso por entre la malla suave del follaje
y la ropa se impregna
del aroma de azahares

Hoy las maledicencias
clausuraron sus bocinas
La inquina se refugió en su escondrijo

Nadie adivina la sonrisa que me cargo
ni mi implacable renuncia
a ser pasto de iniquidades
entre cuatro paredes

Hoy está a punto
—una flor—
de reventarme en el pecho.

Eternidades

TRANSCURRE EL AGUA SIN FIN NI PRINCIPIO

Dónde termina el aire
me pregunto

Sin embargo
todo envejece y todo se renueva

Qué nos trajo aquí
Qué nos lleva allá

Lo desconocido
se vuelve conocido en un instante
luego nada:
silencio y duda

Vuelve el reflujo del agua
No la misma
No otra:
la eterna liquidez que se nos va de las manos.

Apunte para un paisaje

AQUÍ BAJAN A BEBER AGUA LAS NUBES
Se tragan por instantes los pinos que enverdecen el aire

Las orquídeas y quetzales se saben dueños del bosque
y ponen ante el paisaje
lo insólito de sus colores

Riñen entre sí los lagos con el cielo
cada uno es un azul que maravilla al mundo

¡Cuánta paz en esa lucha invisible de la naturaleza!

El sol hace lo suyo cuando puede
Aquí el aire es agua
y agua los ojos y el aliento
Agua que cruza la mirada
y se pierde
en la corriente de su propio nombre.

El viaje del ojo

EN EL CÍRCULO DE SOMBRAS
la pupila agudiza la búsqueda de un cuerpo de luz
apenas luz que toma forma cuerpo concreción

Se detiene en el polvo que revuela en el aire
sobre el halo de blancura que entra por la ventana

Cruza el ojo intrépido el aro y sus cristales
viento y vuelo fugaz
de quién sabe qué insecto
hoja que cae
ráfagas de luces y sombras
y en el muro que detiene su viaje
el tiempo de otro tiempo que ha dejado su huella
marca en el ojo aquel que sólo mira
otra manera de estar atado al mundo.

Iluminación

EL HORIZONTE INCANDESCENTE
y el remanso del río
se funden en la pupila
que a lo lejos hunde su contemplación
en esa luz acuosa
que se escurre dentro de la memoria

No hay lejanía posible
que fije su distancia
ante el observador

Mira ve
trata de apresar en un vistazo
el tiempo de la luz
deshilachándose en el cielo

La noche también es un despertar violento

El que mira ya no ve
Camina a ciegas
con la luz por dentro.

Después de leer a oliverio girondo
A Raúl Bañuelos

NO HALLO QUÉ
ni cómo dar
forma al sonido,
ni sé
si voy
a qué
con cuál
de todas las b
o uve
viene bien beber
vibrar
saber
vivir
con toda la estruendosa
apaciguada
viva
bien amada
calma
abrumadora
como el paso
ya pasado
fugitivo
que fue y vino
y se durmió
en su rutina
ruta
muina
quebradiza
holografiada
hecha ceniza
sin haber tenido
algún reparo
de haber sido
poco o mucho
pecadores
que bailaron
encendidos
la pasión
ya pasajera
y salieron
sigilosos
susurrantes
sabios sí
pero quién sabe
de qué pie
trastabillaron
en la esquina
donde está
el bien surtido
tendejón
donde el que persevera obtiene
mucho o poco
de la miel
o hiel
que igual
puede encontrar
incluso el que no sabe
bien a bien
ni qué
carajos
qué.

FERNANDO FRANCO CORTEZ

N
ací en la ciudad de Tijuana, Baja California, un 1 de enero de 1954. Segundo de cuatro hermanos, radico en la ciudad de Guadalajara desde la edad de cinco años. Hice mis estudios primarios en el Centro Escolar Borromeo, mis secundarios en la Escuela Secundaria número 7 para Varones General Manuel Ávila Camacho en Zapopan, Jalisco. Además cuento con mi diploma de contador privado, expedido por la Academia de Comercio Justo Sierra, y certificado por la Secretaría de Educación Pública. Además cuento con un diploma de técnico en artes gráficas, expedido por la Escuela de Artes Gráficas Ramón García Ruiz, dependiente de la Secretaría de Educación Pública. En la actualidad soy empleado de una firma dedicada a levantar inventarios a grandes corporativos comerciales.

 

QUÉ DECIR ANTE LA NOCHE TORPE Y CIEGA
que cae y se levanta
petrifica la mirada
cierra el oído a esa angustia
que hace estallar los cristales
y cancelar los sueños
y duerme sobre la página
manchada ya de aurora.

SI LA NOCHE ES ESE LUTO TANTAS VECES
guardado en la pupila
si yo me desconozco e interrogo
¿dónde quedó el anterior que antes fui?

Es imposible recorrer tantos caminos separados
con una vida que le escapa
como un viento alzando el vuelo.

EN LOS RINCONES OSCUROS
los amantes se entregan al amor
cierran puertas y ventanas
cancelan el tiempo
se olvidan de todo.
Afuera, el mundo es un demente corriendo por las calles.

ESTE ÁRBOL NUNCA DIO FLORES
pájaros ni frutos
sólo ha sido el calendario
donde hoy anoté la última
marca de tu partida.

3

ESPACIO APENAS DIBUJADO
en mis ojos velados por el sueño

Ligero velamen
veloz navío
ligera ternura escondida bajo la almohada

Tu amor
ampliamente descrito
en esta página donde el sol ya se oculta.

4

DUELE MIRAR TUS OJOS
dirigiendo con su adiós
el largo camino de retorno
al velero total de las ausencias.

7

COMO ROPA SUCIA, ASÍ ARROJAMOS AL CESTO
el peso de tantos años

Los recuerdos calan
siempre la verdad nos duele
y es el paño que enjuga nuestras lágrimas.

12

QUE AMARGO SABE EL DÍA,
cuando te arrancas el corazón
de un solo tajo.

Cuando la ira no tiene límite
cerca de los ojos

Cuando no hay nada que decir
y la mano simplemente se desliza
como mañana sin sol y sin pájaros

RAÚL BAÑUELOS SALCEDO

L
a diversidad de recuerdos sobre mi infancia me viene de distintas voces: la de mi memoria flaca, la de mis hermanas que más se acuerdan de aquellos días.
Me gustaba subir a los árboles de niño para cortar guayabas y bolitarias —para las resorteras.
A mi madre Teresa le debo la vida y el deseo por la poesía.
A dos amigos de la infancia les debo la vida: me sacaron de un enorme charco que en tiempos de lluvia nacía a espaldas de lo que fue el cine Chaplin: Evaristo y Rafael.
Mi relación con la poesía comenzó con las canciones de los boleros, sobre todo. Mucha música del radio se oía en la casa. Y en el volantín donde “trabajé” pagando por empujar aparecían las letras de Agustín Lara o los yucatecos modernistas. El gusto por la música popular me dio las primeras rimas que escribí en los años sesenta, cuando estaba en la secundaria.
Después de haber nacido nací más veces. Pero la primera fue en Santa Tere, Jalisco, un 30 de enero de 1954.
Cuando nací, la ciudad era un pueblo bicicletero. Santa Tere era uno de los pueblos bicicleteros que se orillaban en la ciudad. Ahora es un pueblo bicicletero sin —casi— bicicletas.
Me desquician las discoteques pero me deleitan las discotecas.
De niño sabía subirme a los árboles. Hoy quiero aprender a verlos.
Del toreo las verónicas plenas (como las que cargan la suerte) me saben al sabor (gracias: Villaurrutia) que mejor me sabe en la boca, los ojos y la palma de los dedos.
La lluvia, siempre me dijo algo que quizás, algún día después, con los años, un día de todo el día, sabré descifrar —o contemplar.
La música no supo decirme sino todo lo que quería oír.
De repente cumplí 40, después ya no supe qué han sido los años.

Libros de poemas: Tan por la vida, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1978. Menesteres de la sangre, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1980. Por el chingo de cosas que vivimos juntos, Guadalajara, Cuaderno Breve, 1980. Poema para un niño de edad innumerable, Guadalajara, Ediciones Tinta, 1980. Puertas de la mañana, Guadalajara, Cuarto Menguante, 1983. Cantar de forastero, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1988. Cuaderno de miniaturas, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1992. Casa de sí, México, DF, UNAM, 1994. Junturas, México, DF, Conaculta, 1996. Los solos, Zacatecas, Universidad de Zacatecas, 1996.

 

La poesía

DEL CUERPO ENTERO DEL TIEMPO A LA CÉLULA DEL INSTANTE, del todo a la parte, de lo mínimo a lo magnificiente, de lo cotidiano a lo trascendental, la poesía cruza —de allá para acá y de acá para allá— el río de los significados. Los poemas son una casa entre el cielo unívoco y la tierra dividida; una mesa entre el pan y el hambre o la silla uniparada; una boca entre el beso o la tarascada; la música entre la luz y el silencio; ojos de conocimiento y los deseos; la mano de la caricia y
del bofetón.
Aparece: tiene una carta entre los labios y la distancia; el rayo de sol y la hormiga con su luz a cuestas; el agua del propio río y su sed de absoluto; el vuelo del pájaro y la tierra diaria; el momento en que se escribe y la tinta del ojo al hueco de las palabras. La poesía inventa un hilo entre la indigencia del mundo y la punta del arcoiris; entre el gallo del canto puro y la voz que inventa los deseos del canto; entre la fotografía que va desde la luz del ojo y la oscuridad de la otra luz, hasta el deseo o el asco de lo real: es una rosa lamida por el tigre de la tarde.

Guadalajara

EL TAJO ES EL RÍO MÁS HERMOSO QUE EXISTE
porque no lo conozco
—y lo más hermoso es lo que está por conocerse siempre.
Y lo que conozco del Tajo me lo ha dicho
quien dice desde un nombre no inventado sino
surgido del propio río de su tinta

Y aunque no existiera el Tajo es el río más
hermoso que corre por este poema
como si corriera por el pueblo de
Alberto Caeiro que corría por las venas
de Pessoa (aquel poeta que tenía cuatro
poetas cuando menos en sí solo, dice Gelman)
y que ahora se detiene un instante en la lluvia
de esta tarde

Y es como si el río San Juan de Dios que corría
por otra ciudad fuera el Tajo que ha muerto
por mano del hombre necio hace cien años o más

«Por el Tajo se va hacia el mundo»
Y por el río de mi calle que sigo viendo
se ha ido fuera del mundo pasando por España
y Portugal y todas las otras piedras del Río

LA MASCARA DE DIOS
es el rompecabezas del mundo:
una gota de agua, una montaña,
un árbol, un rayo de luz.
Las estrellas de la noche estrellada,
el filo del atardecer en el horizonte,
el río de hormigas sobre la vereda.
La máscara de Dios no existe
sin un rostro ajeno: suya
es la muerte. Y hasta los hijos
de sus hijos viven un instante
su eternidad.

Dios se rasca la espalda
cuando una parvada gira
contra el viento de la tarde.
El viento acaricia la cara de Dios
en las ramas de los árboles.
La mano de Dios limpia los cristales
de los autos en una esquina de la tarde.
El dedo de Dios maquilla de natural
la naturalidad del mundo visible.

Una lágrima suya nace del ojo de agua
si muere un niño antes del día de su muerte.
El rompecabezas de Dios
es la máscara del mundo.

Uno es solo

UNO ES SOLO.
Toma café con agua de tierra.
Tiene la boca de papel cartón.
Tiene a veces compañía.

Uno es solo.
Toma una guitarra entre los dientes
y no canta. No tiene sal
para ciertas amarguras. Es a veces
compañía.
Allá cada y cuando muerde dulcemente
una naranja buena. Y no tiene su soledad.

Uno es solo: de por sí solo.
Duerme de sus propios sueños o trabaja.
Y despierta al mundo a vivir una gota del temporal.
Es así. Pasa un trago, dos-tres tragos amargos. Da
lo que es, o se queda solo.

Uno amanece. Y al abrir los ojos
asoma a la ventana: el mundo es dos gatos, un poste
unas voces en la lejanía. Recuerda su sueño.

Se baña del agua que le toca.
Se viste de su piel, sus gestos, sus palabras.
Dice: ¿Qué tiene que ver la guerra con todo esto:
mis calcetines, el sabor agrio de la boca,
el jugo de las naranjas.

Amanece uno. Tiene cierta paz, ganas de andar
la tierra, cosas que deshacer. Y abre la puerta. Sale.

Todos los pobres
Para Anabel

TODOS LOS POBRES SON COMUNISTAS NATURALES.
Pero no los pueden exterminar a todos.
Los poderosos tendrían que trabajar
la tierra, velar sus fábricas, dar
clases de filosofía y ética a sus hijos,
ponerse a forjar su cuerpo de danzarines,
hacerse músicos y poetas para beber
el tinto de la tarde sin conciencia de culpa,
aprender a mirar la lluvia
sin impaciencia. Y cumplirle a su mujer
—si varón es— cada que cumpla ella
su deber de amasar el maíz
o las tormentas,
mientras él cosecha las parvadas
o baja del árbol
los maduros frutos del día.

Barrio Santa Tere
A Pedro Farfán y
a Marco Aurelio Larios

IBA EL BARRIO Y VENÍA
por sus personas,
sus casas y sus calles.

En el mercado y en el templo
hacía vida y ficción
sus experiencias.
En la escuela los niños jugaban
a ser adultos un tiempo,
a ser niños jugaban
para toda la vida.

La vida vendía soledad en las esquinas
y a veces compañía.

Tú eras un niño en dos piernas
para andar toda la distancia

de la casa de tu vida
a la tienda de la esquina,
por un chicle, dos refrescos, tres estampas
para el álbum de las cosas que viven
y mueren.

Ver un colibrí
A Alfredo Zitarrosa
y a Carlos Pellicer

VER UN COLIBRÍ ES TENER UNA VISIÓN.
Pájaro en dos alas temporales,
llega del futuro a volar sobre el es y el qué será.

Tiene largo el pico para caber siempre en una flor.
Hace su actuar en un dos por tres
que nada tiene que ver con la prisa.

Su cuerpo es del tamaño de un pajarito.
Su interioridad es visible en el aire.
Su canto se escucha con los ojos abiertos.

Lo mismo que el salmón y la ballena,
el colibrí es un milagro vivo.

El día se puede dividir en antes y después del colibrí.

Ver un colibrí es ver una aparición.
No se puede tocar con las manos.
Algo se trae con el misterio.

Da todo lo que tiene y es en un momento,
llevándose al partir su propio sabor en el pico.
Y al volar a otro espacio que uno desconoce,
el asombro parece aguardar otra sorpresa:
la lluvia, el arcoiris sobre el patio, o algo semejante.
Pero él se va y no vuelve cuando lo esperan.
Siendo una presencia absoluta,
el colibrí está por verse siempre.

Cuando se va deja algo de sí permaneciendo.
Y deja el recuerdo de haber visto el mediodía
encarnado en dos alas, un pico y unos colores rápidos
parados en la punta del aire.

Un día vi muerto un colibrí.
Y vi la muerte arrodillada en sus dos ojos sorprendidos
y no lo pude creer muerto.

Sigo sin creerlo:
Este amanecer me pareció verlo entrar por la ventana.

Una vida

UN PEZ ME DIJO DEL RÍO COSAS LARGAS Y TREMENDAS.
Me dijo que a sus piedras la dureza
les viene del agua que las golpea.
Y que la lluvia le duele y le entusiasma
más que cualquier cosa cualquiera.

Un pez me dijo del mar cosas anchas y tremendas.
Me dijo que a sus aguas el río le duele y le entusiasma
más que cualquier cosa cualquiera.
Y que la amargura le viene del agua
de lluvia que le golpea.

Un pez me dijo del hombre cosas largas, anchas
y tremendas.
Me dijo que la dureza le viene de la amargura
que le golpea.
Y que la vida le duele y le entusiasma
más que cualquier cosa cualquiera.

Una vida me dijo del hombre cosas largas, anchas
y tremendas.
Me dijo que la amargura le viene
de no ser mar, ni río ni lluvia
y de ser hombre como cualquier cosa cualquiera.

In-currículum

SILENCIOS QUE HACEN FALTA.
Palabras que no dije;
palabras que dije de más.
No perdí el tiempo que perdí:
en él me perdí.
Hubo palomas que no vi volar
en ningún cielo; y árboles
que no defendí de la muerte;
poemas que no supe escribir
ni escribiré jamás (la palabra
.nunca duele como nunca).
De todos los viajes no me sobró
ninguno. Malgasté ciertas monedas
por no quedarme en la miseria.
Multívoco el curso de la vida:
no un río, sino diversos y alternos,
que comienzan al final
o a la mitad del día.
Construyo un camino hacia mi casa nueva,
que todavía no existe. Pero sin camino
¿cómo llegar a ella?

Los solos
A Jaime Sabines

LOS SOLOS NO TIENEN COMPAÑÍA PORQUE NO
quieren asolar a nadie.
Envidian al que fueron antes
y al que serán mañana.
Se saben mejores sin ellos mismos
y peores si no existieran.
Tienen sembrado un terreno lejos de todas partes
que cosecharán un día lloviendo.
Sufren porque quieren. Si a nadie quisieran
sufrirían por cualquier otra cosa.
Les gustan las multitudes para sentirse más.
y hay tardes enteras en las azoteas donde
acompañan el atardecer.
Se quedan viendo una nube, una calandria, una belleza
de este mundo.
Se meten a bares donde nadie sino todos estarán con ellos.
Beben cerveza sin sed. Lloran sin lágrimas.
Son una casa sin abandonar.
Tienen un agujero extra debajo de la puerta
y un vidrio delicadamente quebrado en la ventana.
Se sacan a balcón para verse en compañía del aire.
Les duele lo que no gozan sin medida.
Los solos piden lo que han de dar.
Lo tienen todo para dar.
Y lo mucho que aman es el mayor secreto del mundo.

Al niño que fui

AL NIÑO QUE FUI
tengo que decirle
muchas cosas nuevas.

Tengo que decirle, por ejemplo,
que sigue vivo todavía y
carga sus cuadernos ilustrados
sus preguntas, sus dulces
y sus nueces.

Ganas tengo de decirle
que me siga preguntando
lo que quiera; que buscaremos
juntos las respuestas
aunque no las encontremos nunca.

Que a veces amanece caprichudo
y me disgusta, pero que no
se sienta culpable, pues
a todos nos sucede.

Al niño que fui
tengo que decirle tanto.
Que no se suelte de mi mano,
por ejemplo, porque me pierdo
o lo atropellan.

Que lo quiero todavía.

Día de gracia
A María Teresa Salcedo, mi madre
(1933-2002)

EL DÍA NO SE DETIENE EN LA ORILLA DE LA. VENTANA.
Las voces del gentío enmarcan los silencios
De quienes reposan en la cárcel sus huesos
Contra el catre duro de las rejas
y los enfermos agonizan en el hospital
De los dolores más mundiales.

Escriba lo que escriba, no voy a escribir
Ni el centésimo comienzo de cada dolor
Donde mi madre no dejaba la existencia.

El resto de la vida viene por añadidura.
Al ciento por uno va repartiendo —la vida
Que viene— sus semillas multiplicadas
En su hermosura terrible.

El niño de mi abuelo se hizo padre
y abuelo con el tiempo. El tiempo:
Padre y abuelo de los días de todos.
Mi madre tuvo madre: por sus faldas
Crió fatigas o alegrías. Yo le veo la risa
En una foto donde sigue a su hijo con otro
En su entrañable vientre. Enamorada de su amor
Como diosa de su mundo dentro:
Tiene en sus manos las fibras del acontecimiento
Familiar: por el universo del barrio a una calle
Situada en la otra orilla del asfalto.
Al Espíritu Santo le tuvo un montículo de arena
Construido por sus hormigas. La hormiga era
El espíritu. Su espíritu movía sus hormigas
Sobre la superficie de la piel de las tierras.
La tierra no tenía límites en su cielo. Su cielo
Era terrestre para comenzar el otro cielo.
Desquiciada por esa idea, su pensamiento centró
Todas sus orillas en el afán absoluto
De darse locamente al beneficio de quien ella sabía
Que necesitaba todas sus monedas o sus apariciones.
Centrada en su ganancia de ser divina
Todo lo demás lo daba por perdido.
Nunca entendimos su renuncia a las etiquetas.
Fuera de este mundo andaba por su andar .
Ciudadana de otra historia.
Ya iba lejos.
Y llevó su principio hasta el fin:
Poseída la plena eternidad.

De la vía láctea

"LA LUZ TARDA 100,000 AÑOS
en viajar de un extremo
a otro de la vía láctea"
dicen los estudios científicos

Qué tardada luz en su ir
Por la leche del mundo.

Aunque más se tarda quien nunca
va por un vaso lácteo al refrigerador
activo del barrio
y casa común
y optativa leche mundial.

Y nada se tarda la luz
por salir de la tetilla láctea
particular del colectivo habitante
diario día.

De un extremo a otro del viaje
la vía láctea —agua central
en lengua imantada—

se activa en la vertiginosa
tardanza.

Bajo la tormenta: bar mi oficina en la esquina del Roxy

LA LLUVIA TRUENA CONTRA EL TECHO mientras Javier Solís canta como nunca (digo: como siempre: como nunca). Hay cuatro mesas ocupadas, en este sitio semioscuro, a pesar de la tarde y con la tarde nublosa y llovendera: dos muchachas (estudiantes de pintura, actrices o algo así) y un su acompañante. Cuatro meseras solas meserean el tiempo en su alternativo cigarro. Dos varones entrados en gastos acompañan la soledad de su alegría. Con una mujer delgada, morena, joven. Otro solo igual que todos escribe lo que dicen estas palabras. Llovía.


AÍDA MONTEÓN

F
echa de nacimiento: 13 de febrero de 1954.
Lugar: Guadalajara, Jalisco, México.
Estudios: contaduría. Actualmente cursa la licenciatura en medicina homeopática. Maestría en inglés. Hammer Smith & West London College. Londres, Inglaterra.
Estudios literarios: Antitaller de Poesía César Vallejo, dirigido por Raúl Bañuelos. Actualmente asiste al taller multidisciplinario que dirige Karla Sandomingo.
Publicaciones: “Tatuar la luz”, sección de libro Lo que el ruido se calla, es su primera publicación.

 

El ojo del camaleón

QUÉ SACIEDAD
qué palabra para contaminarme de vacío
que para estar a tono con los guiños se necesita del azul del vicio de crujir a pleno sol que es allí donde el calor se clava que ya no está la piel ni el camuflaje que le daban coherencia a los sentidos estoy desnuda soy camaleón doy mis primeros pasos hacia atrás en doble sentido me estoy acostumbrando a mirar con mi nueva vista periférica recorro declives angosturas subidas oigo cada vez más lejano el tum tum tum porque en corazones artificiales ya no hay sangre doy vueltas sobre la misma arena que deja mi baba ya no importa regresar porque el pasado sigue inmóvil y frío se me han desclavado los pies voy más d e s n u d a que nunca a desmontar cimas es allí donde voy a arrojar el cascarón del último rostro.

RESTO IMPORTANCIA
a esta sensación dolorosa
deslizo mi mano
toco el seno tumefacto
al pezón le han brotado plumas
en el pecho se agolpa
la urgencia de volar.

ALIMENTO A LOS MUERTOS
a diario les reparto una ración
de memoria y de mi pezón endurecido
por su ausencia
exigen
como ése que me ladra cuando llego
mi arteria viva
yo condesciendo
porque la noche es larga.

Doña Lina

YO ESPIABA EL VUELO DE LOS PÁJAROS, la caída de las hojas en un cielo de tres por tres en largas horas de encierro. Ella no podía darme más que el sol por ese cubo y los ladridos del perro de la vecina para romper el silencio. Cuánto vale esa costumbre de mirar paredes viejas, esperando a mi dueña de horas libres con la bendición de los piojos en la cabeza, ver cómo ardían sus ojos en mi risa, pero no preguntes, basta la morisqueta en la perita de aluminio, el caldo de frijoles, las ganas de no crecer y acomodarme entre sus piernas, seguir arrullada con sus dedos haciéndome piojito y el ru ru niña cerca de mi oreja no logras quitarte el insomnio porque erradicaron esa plaga de dónde entonces la comezón infernal que revienta tu cerebro, de dónde, o solamente el olvido, pero tus dedos, nadie me besa a las cinco ay abuela tus dedos rojo vivo en mi sangre. Cómo revolotear en el aire, si tus dedos...

POR QUÉ
mi tatuaje de lágrimas
las muñecas de cartón
siguen dormidas
nadie sirve té
en el jueguito de porcelana
regalo de la abuela
Por qué
el corretear de mis zapatos sin niña
lo intacto de mi sed
la ausencia de cuentos
en mi oído
¿Por qué estoy acurrucada
en almohadas sin brazos?

LA LOBA ME ACECHA, MI SANGRE EN ESTAMPIDA FLUYE SIEMPRE hacia abajo, hacia la orilla del abismo, me dejo ir a la espera. ¿Has oído los pasos en el corredor? Las gotas de mis venas fantasean en el silencio, incontables rondas reverdecen. Ahora es difícil percibir el corazón en dirección al polvo. Lejos de ti el dolor es pequeño, en cada pozo de la loba un tumulto de sombras, grito en el sueño, el llanto de una niña siempre me despierta.

ASPIRO LA BOCANADA
enciende pequeños fragmentos
de un camino
ah, qué sabor a ceniza
ascienden los sueños al vacío
nada se detiene
sólo este humo
no lastima.

GILBERTO MEZA

G
uadalajara, Jalisco, 21 de febrero de 1954. Premio Lagos de Moreno, 1982. Hizo estudios en Berlín y en Oxford. Fue miembro del primer taller de Elías Nandino. Se dedicó al periodismo desde 1977.

Libros de poemas: Testament for man, Toronto, Dreadnaught, 1982. Nadina y los patos, México, DF, SEP-CREA, 1984.

 

Nadina y los patos

AHÍ ESTABA LA TARDE,
contra tus ojos, en el sueño,
buscando un asidero que le diera
sustancia
a tanta duda.

Contra la tarde
hasta el mismo verano
se estrellaba.

Yo no existía tampoco.
Lo real eran los patos.

PERO LAS DUDAS, AMOR MÍO,
no nos permiten sino asomos
a nuestro propio ser: anuncian
el preludio de otras dudas.

Y sin embargo al verte
contra la tarde
yo pensaba
en lo hermoso de ser
de nuestra duda.

Y en los patos.

Y ES QUE ERA EL PARQUE,
tu figura, un remedo inocente
de la divina Leda, un germen
de frescura en mi mirada.

Había esa tarde nueva
aquel encuentro
con que nosotros mismos
restañábamos dudas
milenarias.

En mis ojos amor.
Pero en los tuyos, aguerrida,
sólo flameaban dudas.
Y los patos.

CÓMO HUBIERA QUERIDO
que la tarde. que los pasteles todos
de mi amor te saciaran.

Que te dejasen sola
las gaviotas
que preñan nuestros sueños.

Que el amor te absorbiera,
que nos tragara a todos
la certeza
de aquel amor.

Pero contra la tarde
sólo hay duda, pero contra mi amor
tu cuerpo fértil, ¡pero
contra los patos
no es posible!

Llanto por unos zapatos entrañables

LOS ZAPATOS QUE USABA ERAN TAN VIEJOS
que tuve que tirarlos ¡los muy pobres!
Yo los quería de antaño porque siempre
sufridamente callaron de sus penas,
¡y eran tantas!

se amoldaban al pie con tal virtud
que hube de creer en vocaciones,
en nacer para algo destinado;

yo los quería de antaño, como dije,
mas tuve que rendirme a las verdades
de suelas tan gastadas, de tacones marchitos,
de piel luida y triste que ni el lustre
pudo disimular por mucho tiempo,
y su tristeza intensa me hizo pensar
en cosas que no hubiera pensado de otro modo.

Ah, la vida de un zapato es tan postrera,
vive de recordarse, de anudar una
a una la agujeta en la posteridad de unas palabras,
de una página escrita si es el caso,
o de alguna pavada sin futuro.

VIII

LAS SIRENAS, SIN EMBARGO, SIGUEN
llenando todos los caminos.
Son aguerridas y no se rinden fácilmente
al ímpetu de los elementos.
En invierno soportan estoicamente
temperaturas bajo cero y en verano
el sopor estival.

Ataviadas generalmente con llamativos trajes
y medias de colores o de seda
concurren siempre, como por casualidad, a la bella taberna
en que acostumbra el viajero apacentar su sed.
Y llegan por parejas, y al sentarse cruzan la pierna con primor
y entonan suaves cantos, insinuaciones
que ningún mortal puede resistir.

De qué sirve entonces, me pregunto,
amarrarse a los mástiles de la desesperanza,
llenarse de cera las orejas,
ponerse los lentes de playa o recurrir a cualquier otro ardid
que nos aleje de ellas.
Saben muy bien que nada desto
es posible, y con paciencia
se dejan invitar por el viajero incauto y beben dolosamente
el vino que se les acerca.
Pero igual que Circe o que alguna otra diosa
del Peloponeso
dejan que los mortales se pierdan solos,
que los de divina estirpe,
acostumbrados al peligro del viaje,
curtidos hace tiempo en el sol azaroso de los caminantes
no tememos sino a nosotros mismos.

El poeta, enamorado, escribe a su amada una carta en la que le confiesa que no le importa perder su libertad
[Fragmentos]

SI NO HUBIERA TENIDO JUNTO A MÍ TU BOCA
ni me hubiera perdido ante tus ojos,
o si tan sólo mi cursilería, tan simple,
no saltase ante ti los breves diques de mi pasión (¿lo ves?),
tal vez no hubiera tenido nunca necesidad
de escribirte estas líneas.
Pero el amor toca a la puerta y tú, ¡oh, tú! ,
eres la culpable.

Desgraciadamente el tiempo de la inocencia
ha pasado ya para los dos; no puedo prometerte,
como antes lo hubiera hecho, la felicidad,
no ya la Felicidad con mayúsculas
sino tan sólo la simple felicidad de los amantes;
y es que la vida, ya lo ves, nos va decepcionando cada día que pasa.

Ya no somos tú y yo los simples seres
que creyeron fundar en cada beso el mundo;
nuestra tristeza y decepción es tanta
que ni siquiera nos podemos mentir
(nos vence el pesimismo),
aunque sabemos que habría que continuar ,
pero ahora sin propósitos finales.

Estamos en el mundo igual que todos,
con tan poca originalidad
que un poco de tristeza nos volvería ridículos. :
Lo único que nos queda ahora es la libertad,
la triste incierta libertad que defendemos
como un tesoro, sin siquiera pensar que es también quizás
tan ilusoria
como nuestro pesimismo.

Por eso ahora suelto el lastre. De una vez por todas
suelto el lastre de amores indecisos,
de otros frustrados por circunstancias
que no son las nuestras, y de cabeza quiero dejarme ir
hasta el fondo amoroso de tus brazos,
perder mi libertad para encontrarla
en la vana pasión de cosas simples.

Billy the Kid

BILLY THE KID NO QUISO HUIR DE PAT GARRET
cuando aún pudo hacerlo
porque seguramente pudo comprender
que cuando el destino se empeña en jugarnos
la pasada
no hay nada qué hacer .

Tarde o temprano tendrían aquel encuentro
con la muerte, y así ¿para qué posponerlo?

Sabia actitud del Kid que supo entonces
esperar la muerte.
Igual sucede cuando el amor ronda la puerta,
porque en el hombre se conjugan felizmente
la muerte y el amor (ninguno fácil de encontrar),
y enfrentarlos, abrir la puerta significa
a veces
el destino.

Frankestein

LA MALDAD, COMO EL AMOR,
no es sino la desgracia
que sufrimos; es además
su complemento necesario,
diría Hegel.

Así al igual la muerte,
el sufrimiento,
no viene sino a ser (también)
la parte que nos toca
de ese gozar a veces
con cierta ternura
a seres semejantes que no son
sino la contraparte
que nos une a la vida.

Los monstruos, ergo, somos nosotros,
engañando a nuestros propios monstruos,
sueños inconfesables
de este delirio sumamente humano.

JOSÉ RUIZ MERCADO

1
954, 14 de marzo. Según se cuenta, en el número 87 de la calle de Constancia. La casa aún existe en el sector Reforma de la ciudad de Guadalajara, Jalisco; ahí viví hasta la edad de siete años. La primaria y mis años de kínder los pasé en la Escuela Urbana No. 1, la que lleva por nombre Manuel Martínez Valadez, mejor conocida en ese tiempo como la escuela de Las Trojes, muy cercana al cine Obregón donde me reconocí como un cinéfilo empedernido con las películas de John Ford, Pasolini, Antonioni, Buñuel, antes de que fueran autores de culto.
En 1973 publiqué por primera vez en la revista Papeles al Sol, editada por el Departamento de Bellas Artes del Estado de Jalisco (DBA). Mi año de iniciación, y uno de los más prolíficos. Tres premios obtuve como dramaturgo iniciante, con la misma obra: phsklmania. El Miguel Marón (DBA), el INJUVE estatal, y el INJUVE nacional. Además de visitar por primera vez Aguascalientes.
Fui el niño que todos los padres desean tener. El adolescente con quien nadie desea platicar. Cuestioné al mundo, aprendí a observar la música con todas sus entrañas, a presagiar la pintura, a vivir el teatro. Me inicié en éste en la dramaturgia, leyéndolo, después actuándolo, escribiéndolo para leer una y otra vez leer, observar, escuchar la estructura de Ramón María del Valle Inclán. Gustoso del mundo fui un adolescente (¿soy?) nada más. Y aún continúo en la interrogante ¿Cómo nacen los niños? Porque sólo sé como no nacen en cada foro, en cada galería, en cada sala cinematográfica.
En 1998, mis amigos Alejandro Ostoa, Carmen Raya, Dora Montero, integrantes del Foro Luces de Bohemia, de la colonia Roma, en el Distrito Federal, festejaron mis veinticinco años de actividad con el montaje de El Mojado James, una de mis obras. Hoy continúo en la fiesta.

Libros de poemas: Y nunca he estado en Nueva York, Tinta, Guadalajara, 1981. Tome nota, Efrén Roura Editores, Guadalajara, 1984. Hablar de mañana, Teatranza, Guadalajara, 1996.

 

Las cartas
Deja amarte
Sin declaración de guerra
Sin explicación de motivos
Déjame amarte así
Sin previo aviso
Gaspar Aguilera Díaz

Declaración (carta) de amor

HE TOMADO EN CUENTA EL OBSERVATORIO METEOROLÓGICO,
las declaraciones de prensa internacionales,
los valores del sol,
la carta de Edith Piaf escrita un sábado después de función

Observo lo rítmico de tus pasos
Una fotografía de Marilyn Monroe
frente a la de un chango en pose Rodin
para iniciar por terminar en el E. Mail cuando te veo

No quiero hablar de lucha de clases
Ésa de tanto rezarse terminó en el confesionario
a cada hora, a cada avenida, a cada rosario condonal
en el doble discurso de tus piernas

Ya para qué hablar de Sally Ann
Santa puta llena de nieve, ida en el espejo de los hongos
Correligionaria de todos
La obra te maldice como el Deux est machina bendito

Confieso: Tiemblo con Violeta Parra, alucino con Torroja,
deseo con Nana Mouskori
y me elevo con Mahalia Jakson
y me río. Me río. ¿Me río?

No terminaré por hablar de mis principios poéticos
Jaime Augusto Shelley me abrió las puertas
No voy a decir todo esto, ni todo aquello
Un simple comentario club nocturno

Por lo tanto no leeré una declaración de principios
ni mencionaré nada sobre mi amor por Joan Báez
ni las oraciones a mi diosa preferida, Janis Joplin,
llena de tequila plena

Caminante perpetuo de avenidas y museos
Olor a café entre Donovan, Dylan, y un Enciso por botana
mientras Ravel, comenta una princesa,
en un monte de Venus pelirrojo

¿Y qué decir de las relaciones internacionales?
Los países son noviazgos estudiantiles
entre la mano sudada y la saliva desesperada
Correligionaria de todos

Y el regreso o el reencuentro entre Poncho a quien le decían el décimo
O Joaquín Rodrigo de Aranjuez recuerdo
a mi padre en relación de mundo disfrutaba en fútbol armonía
con orquesta madrileña. Todo con Gardel

Ahora es más cuando siento haber prometido no hablar de mis debilidades
futura promesa en estos momentos:
Ni Beatles con su oportunidad pacífica
Ni Rolling Stones con satánicas majestades

Llegas tarde. Como siempre
al observatorio meteorológico de mis entrañas
y te elevas en estructura venusina Botticelli
cuando de Alberti me acuerdo

Los países son noviazgos estudiantiles
con un violín, violinísimo pizzicato
entre la mano sudada y la saliva desesperada
La vista es lista de espera en agenda de amores consultada

Permíteme decirte así tan rápido si posible me es hacerlo
Sin explicarte razones
Sin mencionar nombres:
el techo puede ser blanco e infinito

Segunda (carta) declaración de principios

ME CUESTA TRABAJO SER SENCILLO
Me cuesta trabajo pararme de repente
Hablar sobre eso que tienes en la mesa
sin meter en la conversación la teoría de los derechos humanos

Me cuesta trabajo ser sencillo
entre montes y lagunas de tu cuerpo,
entre la relación de tu jefe y la explotación de tus riquezas naturales;
en el chatear no se puede ejercer el delito de crimen ecológico

Hasta es posible una tercera

Después de observarte toda la semana, día a día, hora a hora,
he tenido la noción de las formas,
líneas clásicas en tus ojos,
tonalidad armónica

La conclusión tomada:
Escala de Do en garganta cual anuncio dentífrico perfecto blanco.
Me cuesta trabajo
Tu doble moral es ensayo de orquesta.

¿Y qué decir de las relaciones internacionales?
De la neutralidad de los países
De los accesos comerciales, si en ascensión puedo oler hasta donde
se realiza la unión plena de tus piernas

Insistencia sobre un tema difícil de explicar

Te lo digo. Te lo canto. Te me lo explico
Observa cómo se desnuda el grifo con sus gotas
Si te dijera del piano conforme con los pulgares estaría con vueltas al asunto
No encuentro cómo decirte
Olvídate de pagar los abonos de tu ropa
Si sólo pido la piel de tu cuerpo

# 4

AYER, ACOMODADA EN LA SILLA SONREÍSTE A LAS ESFERAS DE TU CUERPO
Por la ventana entró la avenida con su música
Encendiste la grabadora con Mahler en la cinta.
Terminé por escribirte estas cartas

 

Noche y luna en videojuego
Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano.
Enrique González Martínez

EL TRINO DE UN AVE.
El agua derramada
Una noche en la playa te dije a solas
La luna alumbraba la arena

Me tomaste la mano, te tocaste el pecho
En silencio dijiste ¿Es cierto?
Antes de subir al autobús, fuimos al cine

Jamás, era una palabra cierta.
Una palabra deseosa de destruirse
Un rayo de luna se metió en el techo de palmeras
Cuando en la playa te dije a solas

Dos hermanos repitieron las frases de Martínez,
ese Enrique González, nombre de calle, de escuela, de monumento.
Éramos tú, éramos yo
Era la flor innecesaria de perfume

Otros tiempos, sí, otra música.
La mujer que yo quiero en el techo de palmeras,
en esa mítica playa de olanes y terciopelo
una noche con el agua en la mano

jamás he visto a una mujer hacer de las aguas
Te lo dije, te lo dije y tú reíste.
Una noche en la playa te dije a solas
Y tú reíste.

La playa estaba iluminada.
La playa tejía hilitos de arena y plata.
La playa dibujaba una línea entre su pecho
La playa brincaba entre su pelo.

En la vida se tienen momentos,
los acompañantes de toda la historia,
insignificativos, vulgares,
pero son nuestros

En silencio dijiste ¿Es cierto?
Me tomaste de la mano, la bajaste lento
¿Ver o sentir? Me preguntaste
Me ganó el voyerismo y me besaste.

Antes de vagar hacia la playa,
esa mítica de azul convertida en día de nuestros cuerpos,
esa fosforescente de caminantes rítmicos
Fuimos al cine como personajes de González

Todos decíamos que éramos hermanos
Que amantes no podíamos ser tan peculiares
Hermano y hermana. Dos gotas de agua
gemelas. Posible, todo posible.

Vimos espadas. Túnicas. Airosas ballestas.
Vainas. Entrar y salir de ellas.
Dos hermanos en la pantalla como caballos en la pradera
Y entre flores blancas, cientos, miles, dos cuerpos desnudos

¿Recuerdas aquella escena?
Ella se bañaba. Él limpiaba la espada.

Las imágenes vienen, se van. Vienen y van
pero ninguna se asemeja
Las imágenes vienen y van
Pero alguna se queda

La playa iluminada con hilos de plata
La luna tejía gustosa
La playa jugaba con las olas que reventaban
y entre la arena fabricaba música

La luna iluminaba la arena,
iluminaba un caminito, como un hilito,
todo delgado, desde tu ombligo hasta tu pubis angelical.
Luna coqueta toda traviesa

Me miraste. Nos miramos. Cerramos los ojos.
En un instante tomados de la mano
nos sentimos personajes de película.
Nos vimos en la llanura

Los dos tomados de la mano
Desnudos. Conteniéndonos. Las olas del mar, la música de arena.
¿Cómo serán los cervatillos de Córcega?

Si Salomón escribió amado sobre amada
Si describió tan perfectamente los senos bailarines,
les dio figura y movimiento a labios embriagadores
de humana necesidad de conjuntarse

¿Cómo serán los cervatillos de Córcega?
Los senos redondos como dulces limas de mi hermana.

Jamás he visto a una mujer hacer de las aguas.
Jamás he visto mear a una mujer
Jamás he visto a la humanidad completa
Jamás he visto el ideal romper.

Te lo dije. Primero reíste.
Una noche en la playa te lo dije a solas.
Me enseñaron a idealizar, jamás a creer en lo humano.
Es importante entender para humanizarse.

AMADO AURELIO PÉREZ

G
uadalajara, Jalisco, 27 de abril de 1954.

Libros de poemas: Espejo y abismo, Guadalajara, Saeta, 1988. En el viudo oscilar del trapecio, México, DF, Comermex, 1999.

 

SOY UN HOMBRE DESORDENADAMENTE
impuesto a las mudanzas.

Nací forcejeando
como el último animal
parido en una estufa.

(Perdona madre,
pero soy una infernal
larga e incurable bestia:
como tus mil besos ingenuos.)

Hoy a mis cuarentas
trago lágrimas
como una puta impresionista.
Emigro de las salas cinematográficas
encendiendo cigarros anónimos
y en un café de chinos
voy desinfectándome el alma
mientras tú vienes a predicar
aferrándote a mi sangre de varón.

La noche es la orfandad
furia de vencedores
que exterminan hasta la última exhalación.

EL SOL ES UNA LAGRIMA NEGRA
domesticada por el fastidio de la luna.

En el burdel, las niñas caminan
y a cada paso, la complicidad
de su cuerpo desnudo
despoja al mar de su furia.

Voluptuosas hijas del escándalo
fáusticas niñas esperando por Manet.
La luna no tiene infancia:
errante como una jauría
ladra para espantarse el cansancio
de ser ella
larga y aburrida
como la eternidad de un murciélago
que amenazante y angélico
devora las moscas;
mientras ustedes
en plena catástrofe
anestesian los sueños de los ebrios
y las tumbas de los cuerdos.

Circe

MORDIENDO A SOLAS EL HAMBRE
con la sed de las sombras
voy inventando tu nombre.
Tú eres la de siempre.
El mismo mar azul desnuda tu cabellera
grita seco, da vueltas y vuelve al camino
golpeando la carne en vela.
Puedo quedarme a dormir en tus ojos
pero voy huyendo, a gritos leo las piedras;
quiero llenar tu casa de voces indecibles
de salmos muertos y lluvia
compartamos el pan y el hambre
en silencio
afuera nada termina.


DANTE MEDINA

S
oy de Jilotlán de los Dolores, Jalisco. De allá vengo. Un pueblo que dicen que yo me lo inventé. Que no existe. Pero sí está en el mapa. Ahí nací. En día viernes, dice mi mamá, y mi papá no la contradice. Mis hermanas no se ponen de acuerdo sobre el año, por más que a mí me dijeron, me hayan dicho, me digan, que en 1954. Un 24 de septiembre. Nací en una quesería.
Nunca supe lo que era tener abuelos. De ninguna clase. Crecí rodeado de hermanas de todos los tamaños y colores. En cuanto me gradué de párvulos, me llevaron a los calorones de Nueva Italia a estudiar la primaria; en cuanto terminé la primaria, me llevaron al frío de Uruapan a terminar la secundaria y la preparatoria. Y lo mismo, me trajeron a Guadalajara a la licenciatura. Para mí, estudiar era mudarme, viajar. Aguanté sin moverme hasta la maestría —con muerte de padre, hermanas casándose— y luego emprendí, ya desfamiliado, el viaje a Francia, donde me gradué de Doctor en Letras en 1983, fui director de teatro, repartidor de periódico, ayudante de conserje, conductor de programas radiofónicos, y profesor universitario.
Hasta que me vine, en 1985, de regreso a Guadalajara, aunque pude irme más de regreso: a Uruapan, a Nueva Italia, a Jilotlán; pero no: mi regreso fue ya nomás a Guadalajara, donde me planto, y desde donde he publicado una treintena de libros en diferentes países y en todos (creo) los géneros literarios. Y aquí estoy, año de 2003, todavía.

Libros de poemas: Maneras de describir a ana. El agua, la luna, la montaña, y los puentes, México, DF, Conaculta, 1995. Libreta de poemas para enamorar a la amada, Guadalajara, edición clandestina, 2000.

 

Dibujo de Amy con una casa de fondo

SI EL PLANETA
fuera más chico que mi casa

—cosa en la que creo—

tú también serías tan feliz como yo en tu casa

Pero queda la calle
cuando la gente no se siente en ella como en su casa

Y es cuando yo quisiera ya no tener casa sino calle

Que la calle fuera de todos como si fuera casa

Que salir fuera entrar:
que estar afuera fuera estar adentro

Morirnos una forma de nacer de nuevo

Nacer la muerte que esperamos

Nadie sino nosotros que dijera:
aquí estoy
y que todos los demás nos creyeran

como si hubiéramos dejado de vernos al espejo

Y sólo quedara un afuera y un adentro
de agua

Para que todos nosotros saliéramos para entrar a tu casa

Y que yo —perpetuamente— o tú

(sin que supiéramos cuál de los dos está ahí en ese atardecer que se amanece)

Estuviéramos parados con la puerta abierta, esperando.

De lo rico que huelen las mamás

LAS MAMÁS HUELEN A SOPA Y
Uno quiere a su mamá porque huele a sopa

Primero de muy niño uno quiere a su mamá
porque huele a leche

A leche, y a miel

Luego las mamás huelen a jabón porque nos bañan

Y despuecito las mamás huelen a verdura fresca
y a frutas de la estación

Las mamás huelen en el recuerdo durante toda la vida de los hijos

Porque las mamás huelen en la piel y en la memoria

huelen a sopa, dije, a leche, a miel y
a hierbabuena huelen

Las mamás
Muchas mamás
Casi todas
Huelen a fresas recién cortadas

y las hay que huelen a guayaba
y a ciruela y a melocotón
y a frutos que
aún
no se nos ha ocurrido inventar

Y las hay, hermosísimas
que huelen exclusivamente a mango

Pero eso sí
que nadie diga que las mamás no huelen
porque
nomás cerrar los ojos
y saber que este mundo huele bien todavía
porque las mamás son las dueñas del aroma:
por donde pasan su olor hace
crecer las flores
resurgir el oxígeno
salir recién bañado el aire fresco

Todo el tiempo que viven
y luego cuando ya no
las mamás se la pasan
metidas
con su olor en el olfato
de nuestro pensamiento

Nada, sino la propia muerte,
nos quita de la piel el olor de mamá

Y las mamás huelen a miel
y a leche
y a sopa
y al jabón que nos baña
y a la fruta fresca
de cuando éramos hijos

El olor a mamá originó la vida en el planeta.

Invención de la musa fea

M
TE CONOCÍ CUANDO YA NADIE ME INVITABA A NADA
Y en ese momento me acordé de que nunca más quería volver a hablar de mí

Ocupaste tanto espacio en aquel bar donde nos vimos!

Nadie —nunca— y mira que eso es mucho! había ocupado más lugar con su ego donde los dos estábamos!

Me puse humilde y no confesé nada —cosa de no acabar conmigo mismo
A la primera vez

Y me acordé con verte lo tan olvidado que tenía a la poesía!

Ay!
Me dije

De todos modos de esta mujer no se debe hablar en verso!

Oh: haberte visto fue una garantía de la vida para que volviera a confiar en ella!
(Y es que andábamos algo enojadillos, la vida y yo, por unas cosas que no vienen al caso)

Entonces, por culpa de mis ojos,
decidí enamorarme de ti
sin que tú te enteraras,
No fueras a pensar que yo tenía interés en tu belleza!

No faltaba más!

MU
ME LAS ARREGLÉ PARA SEGUIRTE VIENDO
—cosa de acostumbrar a mi ego a compartirse—

Aunque nunca confesaré la enorme cantidad de mentiras que te dije
para justificar nuestros encuentros
imaginarios

Sé que es probable que tú no te hayas tragado las mentiras y que la curiosidad
te haya llevado a aceptar las extrañas citas en las que un tipo
dilapidaba historias para entretener el tiempo y que te quedaras un poco más con él
con toda tu presencia estando ausente
que le pone unos colores al mundo que solamente yo veo
una música que solamente yo oigo

Al fin y al cabo la pura autobiografía me tomaría más de un año contártela
si nos viéramos a diario
así que puedo estirar la ilusión y darme el gusto de verte mientras tú me escuchas

Y luego, todavía, por excesivo que soy, cuando la cuerda del relato se me acaba
inventaré historias sobre mi pasado
diré lo que el futuro seguramente es, qué caray! ni modo que no pueda!

Como un payaso en la cuerda floja de tus ojos
No voy a permitir que pienses que te veo y te cito y te hablo por lo que tú eres
Y si te lo sospechas lo voy a negar como un caballero ofendido del siglo XIX
Que a lo mejor la hermosura que nadie te ve y la que ni yo mismo te he encontrado encubierta por dentro de tu cuerpo
Es lo que me va atando a mí, qué va!, diré que no!, cómo se va a creer!
Y es que le tengo tanto miedo al ridículo!

Y confesaré las más veces que pueda
lo más sinceramente que me salga después de arduos ensayos
que en realidad me intereso en ti porque no tengo nada mejor qué hacer
Y no enumeraré cada una de tus partes: ojos, sonrisas, manos,
pies y boca!,
para que nadie crea que te estoy coqueteando y me enamoro de ti por culpa de tu belleza
No faltaba más!

Después de todo
todos estos pudieran ser recuerdos míos que me vienen desde antes de que tú nacieras

MUS
MIENTRAS TE ESPERABA EN UNA DE LAS CITAS AMAÑADAS QUE ME SUPE INVENTAR en cuanto te conocí
Supe que era una locura lo que estaba pasando por mi mente:
inventarte

Que era insostenible que nos encontráramos otra y otra vez como yo quería!

Se me iban a acabar los pretextos!
No iba a saberme los cantantes de moda!
Notarías que soy de la generación de antes del Internet!

¿Cómo evitar entonces las conversaciones sobre el ICQ y aceptar que yo no chateo, que ni siquiera sé?

Por fortuna los dos nos confesamos que detestábamos el futbol
y eso dio para una conversación en la que pude ver uno a uno los dedos de tus manos jugando con los cigarros del humo que tú fumabas a través del teléfono

Y en un descuido de estarme deleitando te hablé de las televisiones en blanco y negro
Oh Dios!
Metí la pata!
Junto con los bulbos, el metate, y las películas mexicanas, desaparecieron antes de que tú nacieras
Cómo me pongo a hablar de lo que me desaventaja en el tiempo!
¿Quiero autoinmolarme y que de pronto te des cuenta que no tiene sentido estar en los cafés, en los bares, en los restaurantes, hablando de nada preciso sino de lo que se nos va ocurriendo, con un tipo que tiene cuando menos la edad de tu padre?

Yo sí que nací para meter la pata!

Pero quiero inventarte y para inventarte debo seguirte oyendo en el teléfono
porque en la ausencia me vas a salir muy dolorosa
o demasiado triste y melancólica como una foto movida

Y yo quiero inventarte siendo un artista fiel, fotógrafo exigente,
pintor bien educado,
que te parezcas lo menos posible a la que otros creen que eres!
Bien al contrario, que seas lo más que yo te invento a lo que tú eres
muy alejada de la mujer de los sueños de otro
completamente tú a como dé lugar!

MUSA
INVENTARTE COMO HE INVENTADO CITAS DE MANERA TAN ESTRAMBÓTICA
que ni siquiera tú te la crees!

Por eso sufro como un adolescente cuando te retrasas,
no del tiempo que pierdo que lo gano mientras llegas inventándote
sino de atreverme a pensar si será una coquetería tuya
retrasarte
para que yo haga lo que hacen todos los impacientes: enamorarse

Pero yo ya no me enamoro tan fácil
Ya no me cuezo al primer retraso
así que si de eso se tratara —me digo, valiente porque nadie me oye—
voy a tener que seguir haciéndole al mago que se saca citas de la manga

Y nada de trucos peligrosos de esos que se desaconseja hacer en casa!

La condición para inventarte es que tiene que ser sin arriesgarte a ti
Nada de lo que eres merece retoques y un error de artista acabaría con mi reputación!
Aunque eso no importaría si de un mismo golpe no acabara con tu belleza,
Eso sí que no!

Por eso te pido que me hables de tu pasado y de tu enamorado anterior
que so pretexto de diferencias culturales quería tratarte como poca cosa!

Yo no voy a cometer el mismo error que vendría a ser en mi caso al revés:
pensar que eres lo máximo como sé que pienso como sé que eres
pero sin echarte a perder con la grandilocuencia y la exageración retórica
No!

Lo que me hace falta es calma, para inventarte, tratar de entender a la juventud
Dejar de verme en el espejo!

Después de todo no te estoy inventando para mí
(¡Qué hipócrita me vi!)

No se lo digas a nadie, aunque nadie es tan tonto, ni siquiera yo que traigo el cerebro medio alucinado

¿Quién te iba a creer que yo iba a inventar una musa como tú para otro?!

MUSA F
ESO DE INVENTARTE EMPEZÓ A PARECERME UNA TONTERÍA POÉTICA
Porque ya existes!

Sí, existes, pero fuera de mí!

Inventarte es que te vengas para adentro
Que no puedas decir no porque no te perteneces
Que puedas seguir yendo a tu trabajo, a pasear con tus padres, a emborracharte con tus amigos, a largas vacaciones
Y que de todas formas yo no me quede solo
Porque inventada como te he inventado te quedarás conmigo!

Y ruego a Dios que no se me acaben las ideas para encontrar pretexto para que volvamos a vernos:
Un artista necesita a su modelo!

Y tú te me vas convirtiendo en una musa que respira con más simplicidad
como si se te hubiera ido quitando el susto de la primera vez
cuando tan impensadamente aceptaste que nos viéramos, recién de conocidos
pero muy reconocidos porque me recuerdas a tu hermana gemela que yo conozco desde niña
O a lo mejor las conocí a las dos, pero separadamente, y siempre pensé que eran la misma
Por eso tuviste que enseñarme las dos credenciales de elector para probarme que no estaba ante un caso de esquizofrenia
Y desde luego que te creí porque tú tienes una cosa que tu hermana no tiene:
el don de la musa

Ni en tu casa ni en tu trabajo ni en ninguno de los sitios a los que vas
saben cómo diferenciar a tu hermana de ti
nadie
sólo yo!

Hay que ver que no está la diferencia ni en la igualita cara
Ni en la forma igualita que caminan
Ni en la ropa que las dos hermanas usan
La diferencia está —y vaya que yo la sé notar!
En que tú tienes pasta de musa!
Fuiste hecha por los dioses para musa!

Eres una musa completa!

Sale de ti la poesía sin necesidad de poeta!

MUSA FE
PORQUE LA DIFICULTAD ESTÁ EN VERTE
Escribo sobre ti desde mi casa para saber que estás cerca

Me subo a la azotea
desde donde se ven todas las casas de Guadalajara

Y sé que hacia donde miro, hacia lo que abarcan mis ojos
en algún lugar de la mirada aunque no te vea, estás

Porque siento en el aire que sopla hacia mí
que estoy a punto de escribir
y eso sólo puede hacerlo una mujer como tú

Date cuenta de cómo evito la medida del verso
la forma en que te escribo, la forma en que te invento
tiene que parecer moderna!

Hago esfuerzos porque no se note que aprendí retórica en tiempos de tu abuela!
Y forzosamente me cuesta un esfuerzo enorme expresarme en moderno

Porque la poesía de entonces era la de hacer versos
Y que rimaran
Y que fueran bonitos
Y de amor las más de las veces
Y que en ellos se describiera con palabras hermosas, cantidades de s,
la insuperable belleza de la amada, a la que uno se dirigía con respeto
y le hablaba de usted!

Eras esos tiempos en que a las musas sólo se les tocaba con las palabras
y deberían de ser palabras suavecitas
por aquello de que a las mujeres —que se tomaban por menos hembras que ahora—
no se les toca ni con el pétalo de una rosa

Ahora que todo es de plástico y las muchachas han colonizado las cantinas
Ahora que no escandaliza tanto que los presidentes se divorcien, los homosexuales hagan marchas, el aborto sea una necesidad social
y Woody Allen se acueste con su hija adoptiva
—a la que le llevaba más años de los que yo te llevo a ti, por cierto!
y lo digo con interés no calculado aunque espero que sirva de algo esta prueba!
aunque no se trata de que cunda incontroladamente el mal ejemplo, no,
porque no se trata de que la gente se ponga a imitarme y deje de ser original
lo que se me ocurrió a mí primero:
interesarme en una jovencita que salió musa por parte de su abuela!

Y porque estamos en el presente te hago estos versos desordenados
que quieren insertarse en el estilo de la moda
y yo también me peino ya sin gomina, me he recortado la barba de candado
compré una camisa azul y me voy a poner pantalones de mezclilla!

Nada debe de escatimarse para mantener a la musa en la poesía!

Ni siquiera subirse a la azotea para mirar la ciudad donde ella está y escribir sobre ella cuando la dificultad está en verla!

Y no bajarse de la azotea hasta gritar que mienten o que son unos insensibles
todos aquellos que van por la ciudad, en coche o a pie,
y que ni siquiera se dan cuenta de que viven en la misma urbe que una musa
y que yo estoy pensando en ella con estas palabras
y por eso hay tanta electricidad en el aire!

Hay que ver cómo es de insensible la gente de hoy en día!

MUSA FEA
Y ES ASÍ QUE VA PASANDO EL TIEMPO EN QUE YO LE BUSCO A TRAVÉS
de todas las formas modernas
de comunicación la manera de verte, de que tomemos juntos el tequilita de la una
vayamos a ver una obra de teatro
una exposición de pintura
un espectáculo de danza
o que recibas una llamada mía en el teléfono, contestes un recado por e-mail
o le digas al menos a alguna amiga común que me conoces!

Que no soy antipático —y si lo piensas es que habré fracasado en mis esfuerzos de ocultar mi mal humor, en esconder mi intransigencia, en mandar al desván
de las cosas que no se ven mis defectos
y siempre antes de hablarte me baño!

Me cepillo los dientes para ofrecer mi mejor cara en el teléfono, dejo las preocupaciones en casa
y me digo a mí mismo ningún trabajo, ninguna ocupación en esta vida
vale más que mi musa fea,
la musa que heredó ser una musa de su abuela,
cuando en aquellos tiempos,
todos queríamos ser
poetas, porque es donde moran los faunos y las musas, y donde está
permitido divagar y soñar
soñar sin tener que dormirse, sino que en lo despierto, como si se soñara
se ve cómo aparece
—y alguna vez tiene que aparecer!—
la muchacha que uno estuvo esperando mientras estudiaba gramática
para saber hablarle
para que el corazón no se quede sin habla
y mira que sirvió!
Y el destino se está cumpliendo
aunque se haya tardado tanto que tuvimos que esperar a que tu abuela
tuviera a la nieta musa que eres tú —aquí sí permíteme ser antiguo
y decir aunque sea una vez en estos poemas que eres una de las mejores muchachas
que haya parido cualquier abuela, que empreciosas el aire,
musa fea,
y que cuando sonríes dan ganas de hacer una fiesta a la que convidemos a todos los seres vivos

Y si yo tuve que esperar a que llegaras, y tú tuviste que esperar a crecer
será porque las musas y los poetas son escasos en estos tiempos de tanto cibernauta!

Pero el problema, después de que te he cantado a la forma moderna
a pesar de haber estudiado para poeta clásico, latinista que fui, y lector
de muchísimos sonetos del Renacimiento

Sigue siendo el problema no que te recuerde tanto, ni que sea —como se vio—
más viejo que tú —y entonces el ridículo ronda por ahí—
no, porque entre musas y poetas no hay edades,
aunque los complejos continúen,
el problema es que he estado pensando en un pretexto para volverte a ver
y no encuentro sino palabras de poesía!
versos desaliñados que no sé si te van a convencer de que podemos seguir
hallándonos para que te cuente mi biografía
y entonces sea yo de lo más feliz de tenerte cerca
con la ilusión —vana o no, eso no importa—
de que me quieras si es que todavía se usa querer, porque en mis tiempos sí se usaba

y qué le vamos a hacer a la modernidad!

Espero que no haya pasado, mientras tanto, de moda el amor!

Eso sí que acabaría con lo último que aprendí!

Tengo esperanzas de que no, puesto que tú existes, mi musa fea!

Y ya me callo porque ya dije lo que tenía que decirte que creo que fue todo!

Tú no mereces mejor poeta

X
LA ÚNICA VENGANZA
que encontramos los poetas
contra las amadas esquivas
es escribirles versos malos.

XV
ME TACHAS DE BORRACHO,
me tachas de fluctuante,
me tachas de flojo.
Yo, simplemente, te tacho.

IV
DICEN QUE EL AMOR HINCHA LOS PECHOS,
me angustia comprobar
que tus senos pequeñitos
son una prueba de que no me amas.

XIV
HAY OTRAS COSAS QUE NOS IMPIDEN:
soy más de lo que mereces,
eres más de lo que merezco:
no nos merecemos.

XIII
CUANDO YA NADIE TE QUIERA A TI:
Ni yo que siempre.
Cuando ya nadie me quiera a mí:
Ni tú que nunca.
Nos volveremos a encontrar
y entonces nos entregaremos
sin romance.

XVI
TÚ TIENES LA CULPA
que te escriba poemas.
No los hubiera escrito
si me hubieras amado.
Te habrías ahorrado esa vergüenza.
Ahora que si quieres podemos pactar.

XXII
HE PENSADO
que quizás no te gusten mis poemas,
pero tú no mereces mejor poeta.

RAÚL RAMÍREZ GARCÍA

P
udo llamarse Macuilxóchitl, Hermes Trismegisto, Ibis sin vello, Ix Zotz, Teophile Gautier, Dalí, Debussy, Ingres, Morgenstern, Xenaquis, Eduardo González Lanuza, Mario Benedetti o Gutierre Tibón pero su mamá, doña Olivia y su papi don Antonio decidieron bautizarlo Raúl igual que su tío materno. Así pues, Raúl Ramírez García no nació en Europa ni en Sudamérica sino en el ombligo del mundo, en Guadalajara, Jalisco, México; emitiendo su saludo a la vida al rasguñar la cintura nocturna del 14 de septiembre de 1955.
Su maestra Sarita, canosita y chapeteada, lo enseñó a leer estimulándolo con dulces, chocolates y libros que le obsequiaba cada que leía bien frente a sus compañeros de primaria. Después la profesora Rosita lo escogió para recitar en la hora social de los viernes y en los festivales del día de la madre, de los profesores y los héroes que nos dieron patria y libertad que hoy son pretexto para políticos demagogos. Al enfadarse Raúl de tanta rima vernácula, se interesó en indagar en las bibliotecas para ir más allá de la poesía escolar y de efemérides; gracias a su sed de lector abrevó en León Felipe, Efraín Huerta. Rafael Alberti, Delmira Agustini, Jorge de Lima, Salvador Novo, Wallace Stevens y Eugenio Jabelanu; estos poetas motivaron a escribir a Raúl, aunque su mayor inspiración desde siempre han sido las mujeres misteriosas como la magia y la cultura. Su mayor triunfo es seguir casado con Carmen, mujer de sus sueños, excelente psicóloga y madre de sus hijos: César Raúl, pintor, diseñador y diyei; Dalia Mantra, coreógrafa y poeta; y Lluvia Celeste, bailarina y guitarrista. Raúl Ramírez García se enorgullece de sus padres, hermanos, hijos y esposa, pues son su aliento vital.

Libros de poemas: Para leer en el baño, Guadalajara, ADREDEdición, 1982. Animoemas, poemas de animalitos para remojar en buena leche, Guadalajara, Alimaña Drunk, 1993. Calibrárboles, Guadalajara, IMCyP-Sederural, 1994. Opercuts poetry, New Mexico-USA, Minor Heron, 1996.

 

Me alerta la poesía

¿QUÉ ESTÁ PASANDO CONTIGO?
Ya no sientes, lo duro, lo tupido.
Lo blandito, las caiditas, ¿nada?
Nada-nada-nada-nada.
¿Luego qué, estás anestesiado o en estado de coma?
No. Tal vez estoy aletargado en mi pelagartez anonadada y anodina.
¿Ah, sí? ¿Y entonces para qué te sirvo? (Y recalca esto subiéndose a mi boca con sus nitambahs etéreas y sedosas como brillo lunar).
Verás... Sí me duele el dolor ajeno, sí me retuerce las tripas el hambre de tanto inocente entre fanatismo y prepotencia.
Me dan náuseas infinitas los opulentos pichoneros que abusan de los débiles; sometidos por su dinero y su voluntad irracional autodestructiva; porque si nos eliminan, ellos chingan a su madre que es la TIERRA.

Nitambah

COMO EL SOL ILUMINAN TUS NALGAS MI DICHOSA MIRADA.
Mis manos se deslizan por tus líneas ondulantes y aprenden que la estética es curva y sólida.
Mujer mugidora y gemebunda, sacerdotisa del origen.
Madre sempiterna del placer engendrado con dolor.
Dama poseedora de los secretos laberintos telúricos, hormonales, neuronales y emocionales.
Con tus redondas prolongaciones, alegres y majestuosas; sometes a los hombres y los tornas mansos corderitos o lobos al bambolearte como Babalon y marea de Luna embriagada por tanto culto y pleitesía de los enamorados.

A Carmen, mi poema encendido

ME HACES FALTA TANTO QUE LA DULZURA se me amarga, la luz se me pone triste, la risa no sabe igual; si vieras cómo platico con el espejo y cuando se cansa de tanta bembada mía se pone negro y no refleja ni mis lágrimas hechas astillas rojas en mis cansados ojos.
Extraño tu voz deliciosa y multicolor como naguas volando en el jarabe tapatío; añoro tu calor en las noches; mi piel busca la tuya y al no hallarla se arrisca como chicharrón. Me da frío en toda el alma cuando mis manos acarician el vacío y tú no apareces más que en mi salvadora imaginación.
Dedícame más tiempo, no me tortures demasiado con tu ausencia.
No me niegues tu inteligente y grata compañía, madre de mis hijos y manantial de mi numen. No. No me mandes a la rancia soledad. Te necesito aquí con todo y tu clítoris risueño como botón de jazmín.

El paisaje que más admiro

EL PAISAJE QUE MÁS ADMIRO SON TUS NALGAS.
Pero no hables de revolución.
Porque me pierdo en tu cuerpo.
Justo en la Y del espinazo.
Donde la carne se alebresta y repiquetea lúbrico el clítoris, allí donde se posan con suavidad calculada los dedos y la boca.

Hostia es tu voz diluida en mi lengua.
Mientras rindo culto a tu curvatura, siento suavidad de dulces gelatinas rojas, cavidad enjoyada de saliva, hoyo ablandado por dedos eléctricos; retroactividad latente a cada erizar de la carne; piel de batracio fustigada por la lengua, boca flagelada por muslos ansiosos de música, sexo y poesía.

Axólotl

EN SUAVIDAD DE DULCE LINFA NACIÓ.
Para eternizarse verde ámbar.
Rebelde a Teotihuacán.
¡Ajo, carajo ajolote!
¡Ojos de tecolote!
Odia el amor de la muerte y se burla de los dioses.
PRECIOSAURIO
HERMESAURIOUROBOROS
CRIPTOSAURIO
SACROSAURIO
Investido de copal y penacho estelar en los cachetes.
Pareces ejote tiernito como larva de papalote.
¡ Eyta, ahí te llega!
Molcajete, el tejolote.
Para dar chilito al paladar contento del falo cuadrúpedo de sedosa y resbaladiza estética verdigris; penetrando dulce doncella del agua.
¡ Ajó, Ajó, Ajó, Ah, jodido!
El ajolote cantó y olvidándose del sol se acurrucó en la inmortalidad.


Mafuko Chimbombo

MAFUKO CHIMBOMBO SE PUSO BIEN BOMBO,
sin bombo y platillos, maraca y tambor.
Bailando un buen mambo extravió tornillos.
Se puso chirongo con dos-tres potrillos.
Zumbó como trompo y cayó redondo; como entre las nubes y las cordilleras de una suripanta empezó a cantar:
Ahora sí ando zumbo, jeringo y mondongo.
Estoy como quiero, Mafuko Chimbombo.
Muy Pedro Yerena, bien Javier Solís, sin pena y con gloria en este desliz.
Chaquichaqui-chariquichá, chaquichaqui-chariquichá
Chaquichaqui-chariquichá, chaquichaqui-chariquichá
Mafuko sin bombo y platillos, púsose bien bombo.
Para disvariar un tallón de 80 —sin meter las manos—
Sexy-sexy-sexy
Zas y zas y zas hasta por atrás en el Junior´s Bar o en El Kalimán.
Con una oxigenada y una morenota, filósofo etílico se puso a cantar:
La tele es la tela que arropa la idea con mucha tutela, de faldas más largas que tu pobre abuela.
Mafuko Chimbombo, bombo bien se puso y gastó unos pesillos
—lo de sus camiones, lo de su familia, todo su salario—
Hay sabrá después.
Chaquichaqui-chariquichá...

Neosecular

OJO-CÁMARA-MORBO-DETALLE-NETA REPORTA:
Res infraganti
Chorreando miradas
Su-pli-can-tes
En los separos del rastro municipal
Obrero-labriego-profesor-peón-tlameme
Hijo-mamá-papá-hermana-hermanito
Encaminados al matadero
Estudiante obscurecido por la tecnocracia
Maestro absorbido por la especulación mercantilista
De maldad os digo
Que antes pasarán los misiles por el culo usurero
Que los pobres conformistas esperanzados al mítico camello
Hay que romperle la solemnidad al mundo
Fracturar al frac su luto
¡ Qué truenen los trust y bailen foxtrot en truzas balaceadas ¡
Dignatarios impíos
Políticos del hastío
Militares tiranosaurios Clérigos ilegibles
Financieros hijos de Pluto
Líderes ganga de Mickey Mouse
¡ Váyanse por donde les hace remolino ¡

LUZ BALAM

N
ació en Guadalajara, Jalisco, el 25 de diciembre de 1955. Fue miembro del taller literario del Departamento de Estudios Literarios de la Universidad de Guadalajara que coordinaba Raúl Bañuelos, también del taller Mala Estrella de Víctor Pazarín y del taller Gabriela Mistral de Ricardo Yáñez. Ha publicado en la revista El Hoyo, Trashumancia, Diserta, Revista de la Universidad de Guadalajara, Luvina; en el periódico Siglo 21 y en los suplementos: Armario, de El Occidental, y en la Hora Cero de Tiempo de Jalisco.

Libros de poemas: Patio de la noche, Guadalajara, Ediciones Arlequín, 1994.

 

TITO
Pico, pico
De Tucán
Tico, tico
Rataplán
Pájaros
Quetzal

Quedan ¿Cuántos?

Tita mi calaca
Mi calaca baila can can
Rataplán
Tintán, Tuntún
Quetzal
Guaca, guaca, guacamaya
Primavera: tucán

Bumerán que no regresa

Cha cha cha

Tita, Cuquita
Tatata tararara, tatata tararara
Yo soy el rul, el ruletero

¡Que sí Señor!

tucán, los tucanes
crías para traficar

si no tocaran, Tata
si no tocaran

Tan tán

Relámpago

DESESPERADO EN EL AIRE

Atraviesa el cielo

Rasga, gime doloroso

Estremece la tierra

Llueve

Artífice

LA MÚSICA ESTÁ ENTRE NOSOTROS
bajo la falda
de la noche generosa
derrumbados.
Después de caer el alba
deshidrataré mi cuerpo
sumergida en el mar;
se irá la saliva,
el sudor
pero no tus manos dibujadas
que abren
camino
para volver entre temblores.

Firmamento

ARBOLEDA DE ESTRELLAS
aparece del fondo
de la chistera; la noche
abierta al llano
con los pies de lodo,
me pienso hoguera
en la feria del corazón;
dueño de la inocencia,
haz la inocencia
se rompa lento, eternamente.

Muñeca de cartón

EL VESTÍBULO DE LA NOCHE LO HACE APARECER.

Espera
mira con detenimiento los autos
algunos pasan lento, atisban:
zapatillas, mini, escote, maquillaje.
Se oculta por momentos
tras los coches estacionados
mientras pasa la sirena apagada.
Unos muchachos le gritan maldiciones.

Se llama Perla, Juan o Amapola.
Yo, un gato que espera la luna.

Carpa

EL ARLEQUÍN DE HUMO
escribe su disipada niñez
en el camellón incoloro.

Quizá envía al cielo
una lluvia de pelotas orando
la tabla de multiplicar el pan.

Busca pedazos de cart6n
para dormir afuera de un hotel.

Junto a su pie está un pájaro muerto.

Cantatriz

JUAN QUERENCIA
para el mundo.
Una de las fotografías de la cantina:
Juan Querencia para el ruedo.
Una cerveza oscura
cuando mucho tres
la cuarta no tiene sabor.
“Encomiéndate a la virgencita”,
dice Petra al santiguarse.
¡Falta música, señores!
Manolas a ser
cadera, taconeo, palmas
el calor, la fiesta,
cuadros, fotografías, farolitos.
Cancionero Picot:
El Primer amor,
Los Palomos,
Gitano Señorón, el albañil baila poseído.
Tercera llamada
bajaré de la barra
los fantasmas traban la rocola,
la noche termina Juan.
los fantasmas a dormir.

LEÓN GUILLERMO GUTIÉRREZ

S
an Julián, Jalisco, 1955. Realizó estudios de maestría y doctorado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Texas, en Austin. Poeta, narrador y ensayista, sus textos han sido publicados en revistas y suplementos culturales de Chile, Bolivia, España, Estados Unidos, Inglaterra y México.
Escribe de sí: La poesía de León Guillermo Gutiérrez posee ciertas singularidades que la distinguen y trazan sus señas particulares propias. Resalta la fusión de elementos eróticos con los provenientes de la religión católica. Las ceremonias y los misterios sagrados tienen una importancia fundamental, donde el poeta va más allá del orden cristiano para invocar otros ritos de sacrificio o de consagración. Poesía sincrética, reúne bajo su código simbólico mundos varios, donde conviven el maíz y la eucaristía, el copal y los santos, el cempasúchil y los ángeles. Poesía que evoca islas, puertos, ciudades colmadas de nieve, unas, calcinadas de sol intenso, otras. Al igual que sus viajes y estadías en lugares siempre extranjeros, su poesía está en constante movimiento, lleva consigo el ritmo armonioso de un tren que desprende un humo luminoso, no obstante es casi exclusivamente un lento recorrido delimitado por su propio espíritu. Poesía también amorosa, rica en imágenes, elaborada con un lenguaje depurado, que enseñorea sus vínculos con otros poetas a quienes rinde homenaje en sus textos y en los epígrafes que incluye.
Luis Mario Schneider escribió sobre León Guillermo Gutiérrez: “Poeta también de la memoria, aquella que se crea como retén de placeres, de cuerpos que se comparten a veces en desesperaciones, en alargadas pláticas de nocturnos, heridas de las sombras. La responsabilidad, el resplandor de su poesía es su misma poética.”

Libros de poemas: Donde la ausencia, México, DF, INBA, 1990. Salmos del peregrino, Malinalco, Patronato Cultural Iberoamericano, 1991. Los dardos de Dios, Toluca, Instituto Cultural Mexiquense, 1996. Evangelios de la Tierra, México, DF, Conaculta-Instituto Veracruzano de Cultura, 1999. No mueras esta noche (Amor en tres actos), México, DF, Ediciones del Ermitaño, 2000.

 

Desde la ventana

DESDE LA VENTANA ALGUIEN ME VIGILA
ojos jóvenes todavía
—el cristal se repliega en su transparencia—.
El piso de madera
cruje de culpa
—llama gastada en el vacío—.
Una copa a medias
ruidosa abre goznes enmohecidos
y un aire enrarecido
inunda la memoria.
El sillón de enfrente
dibuja rostros en tránsito
pasajeros que no hicieron sombra.
La luz refracta uno, dos, tres
no sé cuántos nombres
—flechas hirientes—.

Los espejos traslucen
la infinitud de muros
—lomos de caballos sin montura—.
Sobre la repisa
los ojos adolescentes de mis padres
me miran con esperanza, con desconcierto.
Mi madre ahora sólo ve el polvo de sus huesos,
las arrugas entretejen el sueño
de ochenta años de mi padre
que riega un rosal marchito.

Desde la ventana
mis ojos espantados, llenos de agua
me miran con misericordia
me perdonan, me exoneran.
Son los mismos ojos de la infancia
ojos negros, grandes, abiertos
sorprendidos por la cruz y la carne.

Detrás de la ventana alguien me ve
que escribiendo me veo.

Puerto de Ámsterdam
Para Carlos Monsiváis

DE NIÑO, EL HORIZONTE ESTABA DIBUJADO
por sembradíos, potreros y lomas de tierra colorada.
En la demarcación de los límites
la felicidad se cumplía
como la llegada de lluvias anunciadas
por la iracunda luminosidad
de truenos y relámpagos.
Puntuales llegaban a la fiesta
de agosto y septiembre
los elotes que ardían en la fogata.

El cerco de piedras, los muros de adobe
transparentaban el eco de mi sueño
calentado en la estufa de leña
y en la risa de mi madre
—epifanía de cristales y sonajas—.

Los límites se transformaron
en una línea fina, agudísima:
como el horizonte de las aguas
y torres de Ámsterdam,
y también supe que era el filo de navaja
que aniquila en el vano intento
de apresar el tiempo y la distancia.

Adiós Ámsterdam, adiós mar,
arde la leña y se oye
el eco de la risa de mi madre,
punto equidistante del puño
y filo de mi horizonte.

Alejandro Vargas

N
ació en Guadalajara, en 1956, en abril, el 24. Desde muy niño aprendió a balbucir su nombre dándole giros inesperados: alegando, aludiendo, alardeando, y uno que se reserva por resquemor, el cambio de una letra en su apellido. Sus estudios los realizó en la Unidad de Patología Clínica, de avenida México, y éstos revelaron padecimientos insufribles y extraños: diabetes mellitus II, hipokalemia, hiperlipidemia, insuficiencia renal, y otras que con el tiempo se irán develando. Ha viajado y, por ello, conoce los mejores hospitales de la ciudad, a saber: El Carmen, San Javier, San Francisco de Asís, etcétera. Famoso por su polidipsia, polifagia y poliuria —evidencias del padecer diabético—, nunca se acalambra, a menos que pierda excesivas cantidades de potasio. Ha viajado.
Nunca ha publicado un libro propio, aunque en su carácter de editor ha llevado de la mano a otros —en temas como ciencias sociales, derecho, literatura, etcétera— a hacerlo. Ejerció el fascinante mundo de la divulgación científica. Actualmente trabaja en la edición de un libro que tiene como temas las cartas rogatorias internacionales en materia civil y mercantil. Sufre y aprende. Nunca ha publicado un libro —por pudor excesivo—, pero ha viajado y conoce, metro a metro, los pasillos de los mejores hospitales, siempre acompañado de la lámpara de Diógenes que, en esas circunstancias, contiene suero y otras sustancias medicamentosas.

 

Barras

SILVESTRE NO ES PRECISAMENTE LA RAMA DE DONDE PENDE
El brazo que anulará
Tanta soberbia

Y cuantimás que ahora es sábado y disfruto
La mañana y sus maldades aberrantes

Nunca dije compasión a nadie pues Caridad
Es el nombre de una tía nublada y gélida
Allá en lontananza

Mientras retumben los palos sobre los tambores
Y eso sea el presagio ineluctable
De la muerte
Mi palabra dará la vuelta a la sustancia enorme
De bulevares y avenidas

Imposible, inútil, tirano es exigirle al hombre
Una conducta diferente en este mundo que habita

La civilización es siempre el plasma derramado
Sobre arena desértica
Y ¡aguas¡, dentro de la aorta, vena suprema,
Viene condensado el misil que habrá de retornarnos
A un planeta primitivo. Tal es la guerra.

Frutas, frutísimas

DEPENDE DE SU NOMBRE, O DE LA CINTURA QUE LA ALEJA DE MI CUERPO ENTERO,
los tirantes de la sangre, pero esta brizna clara, melena como danza vence los tropos y los nidos, casi aves.
Por así decirlo, la nuca fue el desván donde durmieron: el sueño de su boca en mi caricia labial y de tunante, todo el amor que reprimimos, la hipertermia de un recuerdo de Altagracia, yo no sé.
Sólo deduje que esos huesos traían el derrame donde Dios prendió la llama e hizo de esa fuerza mi deseo, una línea emparejada a toda curva en su coraza: las frutas, los hechizos, el apio, por decirlo, los berros, y sus pechos como espigas turgentes y obstinadas, fueron parte de mí, canto de la carne, lo fresco y gozón de ser amor callado, sin tropezar en la morada: cómo la quise en ese instante. De esos pechos de punta dulce seré el doliente amanecer de manos maniatadas.
Y nunca nevó por esos días. Sólo su fulgor abrió la nube de tormenta, luz y pan, casi una tabla que naufraga en el océano.
Alto el oleaje.

La importancia de ser honesto

ESE BOMBÍN DE FIELTRO QUE FLOTA SOBRE EL TURBIO TÁMESIS
Vino del cráneo de un hombre
otrora en la cima, crin, esbelta sombra
en la acera de una calle londinense. Llovía.

Dulce fue el choque cual barco al vapor del vaho
Y nunca el cristal obnubiló los cuerpos
Hasta fundirlos en sobrerrelieves lombrosianos.

Se ama hasta romper la mesa y azotar los vasos,
Esos de whisky y embeleso que si se beben
Arruinan las arterias

Lino o tweed son los tejidos que caen como un gamo
hasta decir que la derrota canto

En una banca de París caen las gotas de brisa sobre un varón
que asume silencioso su importancia

Dicen los que saben que esa tarde de noviembre de 1900
Calló el río como quien rema tras la suerte
De haber hendido su mirada en el retrato

Ah, la letra K

EL POTASIO ES EL DUEÑO DE LA VIDA
La vida es sueño mientras tanto

El sodio, electrolito puro, navaja en cuyo filo agudo viajan tres
Cosas, a saber:
Una vejiga huidiza
Y todo el temor al horizonte vertical de los entuertos
Nave llena de azúcar,
Sangre de betún, pastel sin hierro
¿Ven el brillo del filo?

El calcio va a partir en dos tus enseñanzas: el que creíste ser,
Acento tras concepto y perderás el habla

¿Advierten el final?
En un tulipán ha de venir la venoclisis
Color de aluviones preocupado, cuasiperfectos
Amaretos, urea, creatinina,
magentas en primerísima de forros

Cretino por el muslo fémur,
El potasio es máquina donde viajan huesos:
De ahí la importancia de llamarse cuántico
Ah, la letra K

Algas, pájaros

LAS PLAYAS DE LA COSTA BRAVA
Tienen oleajes, altos, azules,
Que del estruendo provocan estampidas:
Algas, pájaros.

Las arenas de estas playas guardan, esculpidas,
Las huellas de unos pasos,
E invade el mundo la basura, y flotan peces náufragos...

Las playas desde la costa se ven extrañas, pero detenidamente,
a partir del pregón sustantivo de esas rocas, las nubes son grises y ensombrecen el vuelo hambriento de miles de pelícanos.

Un oleaje es el corazón de las playas.
El sol devela el incendio que amanece.
Niño suspendido en lo alto de las alas de la sal surfeante.

Playas son la espuma donde agita su blancura
La hoja insuperada por lo escrito
En las playas de la costa brava.

Tardes somnolientas

QUÉ ESTALLIDO ATURDE LA NUEZ DONDE JÓDESE LA ALUMNA
De este profesor plomizo.
Qué cuerpo va hacia los sueños mudados;
Por fin, qué fuerte golpea la aorta
Y hace de la carne jirones siniestros

Ni sal, menos dobleces, este placer no tiene par con la derrota.
Tiembla la sentencia de estar vivos, contra la cascada voz: muerte.

Qué dicha es driblar al jugador que, en su gambeta, va sin fruto alguno
Qué estruendo de remate es el lento caracol donde habitual
Descansa el alma.

Ah, sueños, pesadas sombras
Ah, perversa serpiente, casi a punto de ser la roja piel de la manzana.
Ah, estallido total de donde cimbran cerros, cordilleras, miasmas,
Guarden silencio: los minusválidos somos de eso:
Madera, buena vista, músculo tenso, turgente

Con base en la potencia de los fuegos, qué estallido pertinaz, atroz.

Como salir del vientre.

CRISTINA GUTIÉRREZ RICHAUD

N
ació el 15 de junio de 1956, en Guadalajara. Diplomada en Filosofía por la Universidad Panamericana. Socia de la Academia Iberoamericana de Poesía, capítulo Madrid. Coordinadora en México del Coloquio Internacional José Lezama Lima, de La Habana, Cuba. Miembro del Comité Ejecutivo Internacional de la Conferencia anual, en Humboldt State University, en la ciudad de Arcata, California, U.S.A.
De igual modo, su obra forma parte de diversas antologías editadas tanto en México como en el extranjero. Ha sido galardonada con premios literarios, sobresaliendo el primer lugar en el Concurso Nacional de Poesía de las Fiestas de Mayo en Puerto Vallarta, Jalisco (1986); y, en el mismo año, obtiene mención honorífica en el Concurso Nacional de Expresión Escénica Jalisciense, con su obra dramática Linaje de barro, posteriormente editada por la Secretaría de Cultura de Jalisco, 1996.
Es autora de más de una decena de libros entre poesía, teatro, artes plásticas, cuento, ensayo y novela. Textos suyos han sido traducidos al inglés, coreano y francés, y ha publicado libros en Cuba, Estados Unidos y México, entre los que destacan: Sin mí me muero (cuentos), Sólo basta cerrar las piernas para ser sirena (poesía), Linaje de barro (teatro), Mujer de cabellos cortos y buenas piernas (novela), Las fronteras del erotismo y otros ensayos (ensayo), De ángeles y cegueras (poesía), Elías Nandino o la nostalgia del origen (ensayo), y su novela inédita de próxima publicación Doña Juana Tenorio.

Libros de poemas: Las sombras que reflejé mañana, Guadalajara, UNED, 1987. De ángeles y cegueras, Guadalajara, La Luciérnaga Editores, 1993. Canonicemos a las ciegas, Guadalajara, 1993. Sólo basta cerrar las piernas para ser sirena, Matanzas, Ediciones El Vigía, 1996.

 

Monólogo de piernas cruzadas

ARRÁNQUENME UNA A UNA
estas escamas,
después los senos y el brazo izquierdo;
que me amputen las piernas
de una vez por todas,
y que inútilmente me busque el corazón
una espada puntiaguda y quieta.

Las Sirenas se escapan del mar
y gritan y danzan y enloquecen;
con los brazos en cruz
se hunden como anclas
en cada puerto
y con cada amante.
Sólo una,
la del cuento que oí en la playa,
la de cabellos verdes,
hoy preserva esta especie
a punto de extinguirse.
Ella ejerce el amor a solas, dice el cuento,
mientras los marineros duermen
abandona su corona de espinas en la arena
y en una sinfonía de mujer a medio cuerpo,
fornica con ella misma
a solas.

Luego se escucha un lamento de tierra adentro:
¡Cuántos hombres viudos de Sirena!
Ya basta de atisbar senos erectos,
señores empachados de burdeles:
déjenla con su monólogo de piernas cruzadas,
con la humedad escurriéndole del sexo
y su lacra soledad ya de milenios.
Ignórenla como se ignora a un Cristo Roto.
¡Que así luce mejor, crucificada!

Muerte de una sirena

LLEVA DE NUEVO MI CUERPO AL CEMENTERIO
pero antes tira mis piernas a este río
y no volveré a fornicar con ningún muerto.
Incinera mi vulva de algas y jacintos
y no habrá más agujas penetrando
mi manzana.
Deja que el perro de la casa
siga siendo mi consuelo.
No es a ti a quien amo:
tú sólo sabes regresarme
al recinto de los muertos;
él lleva mi cuerpo a casa
y arroja mi muerte al río
y compra el montón de piernas
que rechazan las Sirenas,
para ponerme unas nuevas
y estrenarme en cada noche.
Fui contigo cien veces Sirena
con él soy amante
y unas cuantas veces niña,
y no se lo digo a nadie.

Contigo faltaba el aire
bajo esta lápida avara
resguardando mi tesoro
—intramuros de fuego tragándose solos —.
Me nombraste de todo
mientras él derribaba mi puerta atrancada:
arrojó mi Sirena al río
y restauró mi cuerpo y mi casa;
y no se lo he dicho a nadie.
Tú redactabas mi esquela,
él me montaba sin silla.
Tú organizas mil orgías,
él, sólo conmigo peca;
y no se lo ha dicho a nadie.
Tú, vete de nuevo al río
sin mujer y sin pañuelo
y hunde el rostro en sus aguas
y llora, llora hasta hartarte
y no le digas a nadie.

MIGUEL REINOSO

Y
o, señores, me hago llamar Miguel Reinoso, así algunos olviden mi nombre, otros lo confundan, y tenga que insistirles en que no soy ni me llamo Ángel. Nací en Guadalajara un 8 de abril, año en que —para bien o para mal— murió Pedro Infante, 1957. Maestro de oficio para medio comer, aunque me han dicho poeta profesorete, he logrado mantener el vicio de escribir poesía robándole tiempo al sueño y al trabajo. Egresado de la Facultad de Filosofía y Letras (cuando gloriosamente se llamaba así, no con esa nomenclatura tan american way life), soy un trashumante más de la licenciatura en Letras. Por el momento, tengo el interino título de maestrante en Literaturas del Siglo XX (aunque me suena a parroquiano de la Maestranza; en ese caso, me declaro un Mutualista). Podría escribir tengo el credo que la poesía marca sus propios signos en la boca del hombre quien, ya sea con los labios de la flor o el hocico de las bestias, experimenta la necesidad adánica de nombrar. Pero escribo poesía porque las cartas comerciales o los informes de auditoría Big Brother is watching you no van con mi carácter; o porque, a fin de cuentas, no quiero terminar escribiendo sobre fútbol como lo haría todo buen católico apostólico zapopano y guadalupano, fanático de las chivas. Así, truculento que soy, escribo poesía: Un amante de operatorios eróticos en la fabulación de la palabra. Nada de lo que he escrito se retira una letra de este dogma: Mi mano siempre ha estado aterida por la sombra del espejo: O la imagen aprehendida en la hoja, o el fugaz rostro en el espejo; eso sí, en el de la contrabarra de la Mutua.
Tengo publicado por Sextante de poesía el poemario Telubrio, premio Alí Chumacero 1998, de Tepic, Nayarit; y El hombre de los faros, primer lugar en el Premio Tijuana 2002.

Libros de poemas: Telubrio, Guadalajara, Sextante de Poesía, 2001. El hombre de los faros, Tijuana, IMAC (Instituto Municipal de Arte y Cultura), 2003.

 

Inocente, soy subsidiario
Yo no sé escribir y soy un inocente.
Nunca he sabido para qué sirve la escritura y soy un inocente.
Gastón Baquero

SOY UN SUBSIDIARIO.
Estoy embargado, y espero en la barra:

De alguna manera el alma no puede con las súbitas mallas de las horas, abiertas aguas
del suelo y mis ánimos.
Sin ninguna coraza que mi abrigo negro de impulsos, que mi negra barba de ruidos
que no duermen porque la ausencia anda de vacaciones,
soporto atravesar el tiempo blanco y limpio como el frío de las dentaduras,
y me declaro subsidiario tragándome la vergüenza con el único espejo que hocica mis cejas:
Mis arcos rabiosos de puro silencio.
Así, soy el único que escucha:
“Entrégame, Señor, entrégame
el vino furioso que me corresponde”.
Nada me lacera más que esta situación esdrújula del ridículo:
“me devora el silencio”, “me ahoga su ausencia”
Y ella, es aún más ridícula que yo por sus rosas de ausencia, por su despertar tan lejano
de mis manos de laurel, del poeta de palios y calles recorridas a puño cerrado.

Estoy en esta barra que me ignoro de inocente porque no sé
para qué escribo si nadie lee estas piedras de jardinero que abre faros y ventanas,
con estas manos de inocente que se gasta los dineros entre comas y guiones,
entre sombras y diéresis, entre tragos vacíos más vacíos
porque
me he visto de fariseo negro,
me he visto “Así (como) soy: maligno, borracho, pero lúcido”.
(Así me veo en palabras de Joseph Roth,
palabras más que verdaderas porque somos dos personas de honor
y nos debemos a santa Teresita de Sainte Marie des Batignolles
y a esta bebida fácil que se fuma y medita, tal cual diría mi abuelo Seferino).

Somos tan inocentes, yo y ese yo tan parecido a mí en el espejo,
que nuestros nombres están prohibidos en las comandas de esta barra tan poco mutua
(huraños, huraños han de ser con el vino de los elegidos).
De nada me sirve que escriba,
el nombre de mi cara dejó de ser el nombre propio de mi cuerpo en medio de los hombres;
sin mayor afrenta,
nomás porque he sembrado caracolas donde debí sembrar la carne viva de la mercadotecnia

Soy “el dinero que se me tiró de las manos porque no sé en que babadas me lo gasté”
Soy el niño más inocente
el all together now all together now porque me enmarca la ceja de los infelices.

Como no llevo sombrero,
dios no me nombra entre sus agraciados, entre las hagiografías que los hombres invocan
cuando plantan los árboles del buen nivel de vida.
Todo esto lo comprendo y sigo escribiendo en la arena del anonimato.
No me importan los laureles,
que nadie me lea, prefiero ser un borrado, un pez sin ojos;
cuando mucho quiero una cólera, un mal gesto en el punzón del menisco que tan duele
que ya me acostumbré.

Dicen que los niños inocentes se mueren sin saber su verdadero nombre en la boca
de los hombres
y sin ver su cara que se queda de espanto en el espejo de las contrabarras.
Todo esto lo comprendo, es el futuro: un simple escrito en la arena horizontal del tiempo.
De todo esto, inocente, no quiero tanta cantiga, a fin de cuentas nadie va a leer.

Seré mejor un subsidiario,
tengo la sangre devota que exigen el tequila y el nombre que nadie recuerda más allá
de mis barbas.
Mejor seré un subsidiario —casi sordo—,
un Bufón de dios en las bajas economías decembrinas: “Mañana sabrás todo. Mañana”.
Hoy, Manuel, invítame un tequila,
por la soledad que dejé empeñada en la barra del Calavera.
Invítame un tequila, Fausto,
hoy que somos más inocentes que la música de las caricaturas.
Invítame, Negro; invítame, Héctor:
Hoy que soy más ánima nocturna que la noche en que Papo Luca desapareció
en las últimas sílabas de aquella borrachera.
Aliviánenme, terrible y seguro,
les prometo que escribiré para que nadie me lea y no recuerde alguien más nombre
que el humor de sus tequilas.

Soy subsidiario,
sólo por hoy los dejo vivir para siempre. Mañana escribiré
para que nadie los recuerde por esta verdad de inocencia cuando pagaron mi cuenta.

Para Manuel Verduzco, Fausto Ramírez, David “Negro” Guerrero y Héctor Caro
que me invitaron los tragos en la Mutua esa noche del 21 de diciembre de 2002

Saverios Bar
(La canción de Tijuana)
Para Francisco Morales y Elizabeth Cazessús

LA CANCIÓN DE AYER FUE ASÍ, CINCO EN EL SALÓN SAVERIOS.
Todos de una edad balsámica:
En mesa Rosaritos y Casa de Jesús, Tlaquepaque y España,
Guadalajara en pleno.

Un poeta —circular y afanado— boicoteado en su propio estribillo:
Más platina su cabeza que el libro rumorado de la noche
dictaba Tibio el café/ ya me dejaron seco las palabras,
golpeaba las horas más frecuentes que las sombras y los ruidos,
alzaba las copas más guardadas para que tuviésemos una sombra más luciente,
un armario del alma abierto entre vinos tintos y tequilas.
Nos libraba ¡bah¡ a nosotros
que no entendíamos más música que el ruido de la noche;
Nos libraba
de la perra de las siete vigilias/ pariendo nuevos sarcasmos.

Vamos,
éramos el verbo encarnado en esa boca Casa de Jesús
la que llena de sueños/ busca pregunta se afana
porque la lleven al origen/ de la primera huella en el agua.
Ante el asombro de todos
ebrios con la palabra en la boca éramos más puros que el boicoteo.

En boca de Francisco
“Nos boicotearon nos boicotearon
por San Isidro zone y El hombre de los faros
no hay mayor pregón que el bálsamo del vino y los tequilas”.

Qué me importaban las trabas.
Yo bebía una estrella reposada que despeinaba sus mareos
entre mis manos,
entre la fonología de verbos y ser retórico
con los dientes con la boca con los dientes.

Ante el asombro de todos
ebrios con la confesión en la boca nos supimos solos en nuestras calles.
Yo que jamás había mirado hacia la frontera
hoy tengo aunque sea una puerta abierta para el regreso.

Así era Tijuana ayer:
un blues de capa negra
un sombrero laureado de Rosarito
un tequila en la espiga de la noche.
Así fue la noche ayer
Ésa que vi
con falsos silogismos de colores
una desnuda espalda, rosa y esdrújula en el cuadro ostentado en el lobby del hotel
una noche terrosa que se dormía casi doncella de tan ebria
una poeta que también busca peces aun de sombras abisales

Éramos cinco más prodigiosos que rumores de florida:
“Nos boicotearon nos boicotearon
por San Ysidro zone y El hombre de los faros
no hubo mayor pregón que el bálsamo del vino y los tequilas”.
Qué noche de hojas turbas qué media luna de cántiga balsámica.

A esta hora
sólo me queda la noche abierta hacia fuera,
allá afuera
ante el océano datílico,
ante la noche tijuanense que ya no me pertenece.

Así fue anoche la canción yo en torno pero afuera por ser tan extranjero.
Me quedo con la promesa de una tarde por las calles terrosas de un humor trasnochado.
Mientras apago la luz de este cuarto de hotel
para que sea más mi cuarto en el cuerpo de mi casa.

La noche en que papo luca desapareció

LA NOCHE EN QUE PAPO LUCA DESAPARECIÓ
Traíamos una fuerte línea de fervor en la cuarta costilla de la borrachera
Éramos una merma hilos de un solo padre y humo de alcoholes mayores
Nobles en la ropa y la voz forasteros en la bachata
impulsábamos desenfrenos en lugares ajenos
Así como el trueno en estruendos es reflejo de entusiasmos
Éramos voz en canto cuerpo en ritmo tren en bien de ventura
y sabor de pan en la boca del enigma

Era lícito esa noche que tú el de tremolante penacho
calentaras tu brazo de extranjero tu voz ronca de caña y ron
que nos mintieras siempre con tu verdad con esa boca bemba de títere caribeño
que nos hablaras de la libertad de Melisandra ofrecida por el famoso don Gaiferos
que nos hablaras de las cosas pasadas que dicen mucho más que las futuras
haciéndonos creer que tienes el diablo en el hueso
estilo en la risa eriza de tu cabellera
Era lícito pues
que nos pusieras al niño en los ojos el pan de azúcar en la piedra de salación

Esa noche que andábamos de cabreros con un mosto de hastío y luna
Éramos tres personas dos dos veces y juntas siempre se nos ha dado la aguja de los celos
Tres de la mañana y tú —Bufón de dios futuro fantasma—
Lo sabías
con tu cuerpo de guante afirmando
con tu corazón de trapo negando
“Mañana sabrás todo mañana...” [palabra de Gastón Baquero]
Y sí
tres de la mañana y disminuidos
éramos un ropa burlesca de hombres
rueda y campana que escuchan una voz extranjera de titerero
Todos teníamos
la edad de esa hora en que se inventan las verdades precisas
las uñas que desdeñan la almohada huraña de las formalidades
A esa hora
todos teníamos el nombre de lo que bebíamos
Mustio Cristalino Vodka Preclaro Ronco Ron
Blanco Telúrico Tequila
Nadie se negaría a morir
cualquiera se hubiera dejado sembrar una piedra como obelisco
o levantar herejías como una barbacana de velas y afirmaciones

Total
teníamos tanto desdén en la uña de los dientes
que se deseaba donde se sueña lo que se sueña

Y como Héctor
—ese Bufón de dios y voz de caro fratello mio—
hablábamos más que seis y bebíamos más que doce
todo a costa de la lengua y de ese mono bembón
de entinto flus caché de dandy escaso de harina
por no venderse tan caro
por este mono —títere de dios— que habla
como un pitillo de diablo fajando

Pero alguien —si de tela es alguien—
Ya iba experimentando la ausencia de una voz
Movimiento de una mano en el corazón de trapo

Como un dios que se descuida en otras tareas y nos posterga
Así nos dejó este títere del diablo con los hilos sueltos del entusiasmo
Y ahí nos vimos
rascándole costras al tarro estruendoso de noche y estaño
con voz de jaleo
con ropas de bacha y covacha de caudillos prestada
Ayer maese Héctor fuiste señor de San Pedro
y hoy no tienes una almena que puedas decir tuya
ya nada puedes salvar contra quien tiene lo ajeno contra lo ajeno
Con tu pérdida
todos hemos perdido una mentira en los ojos —pétalos de verdad en voz del inocente—
Mas no dudes pastor de huestes juguete rabioso
[que por tu gracia atraerás a los hombres nobles como anillos cerca de tu hirsuta
[cabellera

“Pero recuerda —aunque a mi puerta toques abriéndome la mona—
Mañana sabrás todo... Inocente vuélvete a dormir” [palabra de Gastón Baquero]
Después de esa noche de alcohol y estaño en que Papo Luca desapareció

Para Héctor Caro
—teatrero y titiritero—
que en menesteres de peda
le robaron a Papo

 

Extracciones de dura piedra de luna

MAESTRO, USTED QUE LO CURA,
estoy enfermo del antiguo mal de luna.
Opéreme en seguida;
mi nombre es Albert Das.

Alguna luz mala,
alojada en los ojos,
sembró el grano que hiere la palabra
y, por mi voz, me ha vuelto un extranjero.
En el cráneo escucho la cal de las estrellas
calcificándose duras como biliares del sueño.

Por esta luz de mal de luna,
me he alimentado con el albar de almendras
quebradas hasta extraerles el nevado mármol,
más fino que la farina nefasta de las estrellas
o más limpia que la creta carne de las langostas;
me he alimentado de esta carne láctea
y, como un San Juan incoherente en las arenas,
mi palabra se ha convertido en un almendro
sólo penetrable a golpes con la testa de la incomprensión.
¿Cree usted que la nieve, concentrada en el grano óseo,
escrutará, entre las graderías del sueño,
la perla visionaria de la vigilia
y nos resuelva esta nostalgia por las ceibas,
este mal de luna
que sólo se enfiebra en las almas de pálidas arenas?

He llegado hasta su sombra,
hasta la resolana de su luz.
Usted tiene el embudo en la cabeza,
el bisturí en la mano
y la nieve anestésica de la vigilia:
Maestro, opéreme en seguida
de este duro mal de luna;
mi nombre es Albert Das.

CUAUHTÉMOC VITE

N
ací en la ciudad de México el 16 de mayo de 1957. Llegué a Guadalajara en 1971. Mis espíritus tutelares son Alfonso Reyes, quien presidía la biblioteca paterna y Dimitri Shostakovich, compositor ruso que ha sido una amable compañía en la soledad.
Participé en el taller del poeta Raúl Bañuelos, de 1988 a 1992, aproximadamente. José Ramos Sucre, Jorge Luis Borges, Julio Torri, Jorge Fernández Granados, Jorge Esquinca son figuras tutelares en estilo y forma que han marcado mi escritura.

Libros de poemas: Material de silencio, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1992. La línea más árida, México, DF, Universidad Autónoma Metropolitana, 1995. Abismo de los pájaros, Guadalajara, Arlequín-UdeG, 2003.

 

Tierra de niebla
¡Cómo pensar un instante siquiera,
que el hombre mortal vive!
El hombre está muerto de miedo,
de miedo mortal a la muerte.
Xavier Villaurrutia

QUÉ OSCURO Y FRÍO ES ESTE LUGAR TERRIBLE DONDE LOS OJOS mueren cuando despiertan. Muerte, eres todopoderosa; desde una mueca sonriente vigilas el miedo que desfigura la máscara humana luz de las estrellas, ensucia el agua luna talada, vaga incierta y demente sobre la tierra: que nos persiga el terror a ser manchados por la peste de tu penumbra
Justo donde ramifican nuestras venas, crece una raíz oscura que irreversible inmoviliza. Esta raíz horada, ciega y deja en los ojos nada más un nido vacío de imágenes, desmorona la piedra del sueño y el vértigo asciende por el ojo ennegrecido y los ojos son costras de hielo que detienen las lágrimas, son esa casa de nadie que se derrumba y los ojos son ventanas giratorias que dan vueltas y vueltas en círculos sobre las cuencas vacías, ahí
donde ya no se contempla más la luz.

Elogio de la sombra

MIRAD EN LAS EXCAVACIONES DE LA NOCHE CÓMO SE LEVANTA iracunda la sombra mientras crece el rumor de la desdicha
—y se abren los ojos donde la sombra es más dura: en el corazón inmóvil de la llama fría
y un cuerpo que es horadado por la nada toma la forma del miedo mientras el sueño calla y la sombra crece con la pestilencia del olvido
—y el rostro se vuelve hacia la tierra cuando el sueño crea algún tipo de pasado. La noche es mar de sueño antiguo
—y mientras, en la raíz del laberinto, en sus corredores vacíos, crece la noche
—y la luz, que juró con la sangre de Dios y que fue despojada del fuego, se arrastra ciega, prendida de algún cuerpo. Ella y tú caben bajo la membrana de una misma ala
Todo cuerpo dolorido, toda tierra cansada, tarde o temprano regresará al polvo
y entrará en la muerte
con los ojos abiertos, dicen esos labios que son vientre que enmudece
—y la sombra, fruto invisible de la luz, pone en los ojos un par de párpados muertos

Elogio del polvo

—Y CONTEMPLAREMOS DESDE LA ALTURA DEL POLVO CÓMO LOS ojos nos alzaron desde la penumbra.
Nos vestiremos en placer y la lluvia roja como telar dará medida a este tejido vibrante. Algo del fuego nos devorará justo cuando el puente de la carne se encuentre entre el abismo y el grito
Cuerpo ausente que no puede imaginar si vamos o venimos, te abandonará la sangre, (parvada de pájaros enrojecidos emigran desde el altar mismo del cuerpo) y se convertirá en polvo: pedirán luego que regrese al cuerpo desierto
y esta palabra que sale al paso de nadie, florece en el vacío, en la piel desnuda de la nada

Problema del alma
A Efraín Huerta

ESTE MUNDO LO ESCRIBE EL ALMA
en la zozobra. Lo escribe
sobre un cauce que no es
piel ni carne, es tiniebla
y dolorosa ceguera. Pero la piel no es
la que te encadena ni tiene
el noble oficio de someterte.
No es ella, ni la carne, el margen de tu zozobra,
es el desierto del cuerpo quien te hace languidecer
de tedio. Entre los pliegues de la carne
no cabe un latido tuyo.

Muerto del alma camina y su sed no se detiene.
Distancia, sed, eso es el alma. Sed de yeso.
Alma, eres mejor luminosa y seca como la luna.

Cambias tu piel de hombres, los abandonas
sobre piedras de sombras. La muerte brilla
en la oscura claridad de la tiniebla.

El alma es herida: cinco fieras que inflaman
cada mano; es rama luminosa de resurrección.

Joven virtuosa, son tus párpados
hechizados por ese amado que no ves.
Es el cuerpo ciego sin tus ojos
de sueño y muerte, y esa luz oscura
es la que desata esta claridad de voz.
Voz humana que enmudece las cosas.
Ausente es tu llaga
de luz; rayo de tiniebla, labios
abiertos del laberinto, luz de sangre
que ciega, labio de almizcle es tu cristal
y tu contemplación bocado.

Alma, distancia que florece
en la carne, simple herida que olvidamos
en la piel. Geografía del instante que traza
el mapa del hombre. En tu corazón está dibujado
el doloroso enigma de las lágrimas, tu corazón
de madera húmeda no puede arder
en las innumerables formas de la rosa.
Habrá que secar tu cuerpo
para que el blanco inamovible
divida la luz y perfume al fuego.

Romper el oscuro árbol
de la sangre y ver dentro
los ojos de esa luz que mira hasta dejarte ciego;
después, ser cobijado
por tu semblante de oscuro vegetal,
de árbol en movimiento en perpetua caída:
con esos millares de hojas
tuyas darás reposo mas no quietud.

El alma es distancia, es instante que se mete debajo de la piel,
es poema perfecto al que le han desaparecido las palabras y regresa al silencio.

La montaña negra

SE PETRIFICA EL DIBUJO DE LA LETRA. QUEDA
la tinta rígida de las palabras
pero su aliento sigue prendido al aire
como una pluma. En la oscuridad,
los caracteres son antorchas
que se apagan.

La oscuridad abre su boca. Es su negro tan duro,
tan sólido que cubre o llena los espejos.

En la espera, los que velan en la noche,
los despiertos, encienden en las sombras venas
de un fuego sagrado. Miran a través
de la mirilla de la flama tenue.

Éste es un instante. No empieza ni termina.

La sombra pudre tu piel mientras te roza.
La luz cava en las heridas el abismo del blanco
y unas palabras blancas te hacen permanecer
un poco menos en el mundo.


La ola rubia
Para Luis Vicente de Aguinaga

Colmadas arenas mitológicas
sustentan la cumbre duplicada
de las mitades de la ola de oro.
Rubén Bonifaz Nuño

VIENE. ATRAVIESA ENTRE LOS INVISIBLES PÁJAROS EL DURO cielo y abre el aire como si se tratara de una carne lenta y moribunda.
Es una corriente de mariposas azules. Congeladas astillas de luz que tiemblan. Como fuego o nube pierde gravedad.
Viene a ignorar los nombres que pronuncian los muertos desde una boca que es espina enrojecida. También a dejar inscrito su nombre en dársenas blancas

LUIS FERNANDO ORTEGA

C
iudad de México, DF, 16 de diciembre de 1957. Editor de Filodecaballos, director del Centro de Especialización para Escritores. Fue miembro del segundo taller de Elías Nandino. Ha trabajado con la relación entre la poesía y los medios audiovisuales.

Libros de poemas: Mujer con lluvia, Guadalajara, Cuaderno Breve, 1980. Fragmentos de la sal, México, DF, Premiá, 1986. Arde la sombra, Guadalajara, Filodecaballos, 2001.

 

EL NIÑO BLAKE
traza la palabra: rama.
Un pájaro se posa

a

1
CUANDO LA NIÑA TRAZA LAS a DE SU PLANA ELEMENTAL
.a en tamaños de hojas
otra voz se tiende a lo ciego contra la página
ha de venir en ramas
desde ese punto donde el grafito se deshace
ven a comer, le dicen
pero ni la campana ni la saliva que tose la garganta
.a en el aire al respiro
acallan tal tararear la tarea si ese eje alcanza
ah.
donde la lengua se hace plegaria en cada día
no hay hambre en el hambre que tengo
a del albah.

2
HUIDA DE TI, a TI LLEGADA

las abejas saben a savia y resina bebida de la flora
calcula la araña al recordar tanto día sin alimento
ahora las moscas son temblor en el montón de azúcar

la campana sostiene un pulmón para el oído
reconoce al sacristán tensando la cuerda
el nervio de las palomas
cuando tañe

recobra la caída del polen
más torpe que la luz
reúne una centésima de miel para la hostia
cuando tañe
boca y estómago de lluvia
llama por nosotros
di que sí, que sí a tanta fatiga
garganta de la forja
seno suspendido
loma bajo hormigas minuciosas

verbo blanco
tañe por nosotros
que tu fulgor alcance
que las moscas sean maná
y un hilo las detenga

hormigas abrevando en el vino, moscas detenidas en la hostia
hay una araña en cada altar, dice el sacristán cuando
sacude el polvo de los santos

la mina recobra sus diamantes —recita el “almeja”
repartiendo la baraja,
palabras vueltas a la voz
al principio el precipicio es cárcamo, antuvio

la sed adivina naranjas desde su tallo

ligereza en la marca —ah—
imaginas los ases: a tus manos llegan pares
ni los ojos descansan al cerrarse
son lengua de hechos entre saliva, así el relato

así el musgo reconoce la roca donde el hurón orina
y crece
el color lo trae en la punta
cuando sueña

tócame, respira el oído
—soy sonido en tu aliento
haz casta de mis nervios, tajo
advierte —coz en tu forja

así, así, la boca a otra boca enmudece

resiste, recitan las moscas a grano de azúcar

no descanso, es el cuerpo quien guarda en la cama
su almendra en tal canibalismo

el precipicio alcanza principio mayor
o algo de molusco al centro del carbón
fácil rebasa la letra en limpio de su nombre

rendija pobre para mirar la espalda
ojo bueno en la ceguera

la mina navega bajo la ciudad en tu busca
en tu nombre
anuncia el salitre: dolor sanante: curare
en tu piel
cada arruga es tatuaje ilegible
dardo o carta con albricias de su arribo

Mujer con lluvia

LLEGANDO DE DONDE LLEGUES, NO TERMINAS NUNCA DE LLEGAR,
te ha traído la lluvia hasta mi cuarto de estudiante
y como para descansarme los ojos: sonríes.
Dejas caer el peso de la ropa humedecida
y disipando amargas sensaciones,
te desnudas la flor salvaje que madura intensa en el aire.
Igual que la lluvia,
me avanzas diversa de piel por el olfato
y porque llegas de tan lejos
transparente es esa línea de agua que me ofreces.
¿De dónde llegas diabla del cielo
que ya tengo los ojos azules de tanto mirarte?
Diabla del río,
tus pechos son la dirección del viento,
afuera que los llevas contra el frío,
quién te construye ese frío
que endurece tus pezones, sino las manos,
la lengua filosa donde cortas la respiración y el tiempo.
La calzada divide a la ciudad como un presentimiento
de que todo se aleja,
nosotros hemos caminado de un lado al otro lado de la calle
paja estar hoy bajo techo conocido
ya sin esperar a que pase y llegue y te vistas...
Tan tibia te siento entre sábanas dormida
que apago el incienso para que nada te toque.
y tu sonrisa entonces
es apenas memoria del temporal pasado.
La piel empieza en las manos.
Así reposo,
bajo la sombra de una mujer calma
que da significado a todo el frío de las lluvias.

Poema de María de los Ángeles

LEJOS DEL MAR, EN LA CIUDAD ATARDECIDA,
sopla un viento que refresca los cuerpos y las calles.
La falda guarda la mejor sombra para guarecerse de la tarde.
Por las calles,
el calor nos confunde, nos hace torpes
y hastiados nos alejamos cada uno con su horario.

A simple vista, el mar se vuelve la falda de la muchacha que saluda.
Y mi mano en alto, es un barco que llega de muy lejos,
un barco de tripulación sonriente por llegar a puerto conocido.
En la playa, que son sus piernas blancas cruzando la calle,
hay una bienvenida en forma de encajes que ondean amorosos.

En la ciudad, tu saludo es anuncio de correr esta
noche por la playa.
En la sombra de la muchacha, aparecen luces de ciudad,
oscurecimiento repentino,
reflejo de la marea que sube.
y las personas, como una multitud sudorosa,
parecen el mar, individual y cercano.

El mar y el barco subidos a nuestra memoria,
se meten entre asuntos y horarios
para salir, llegar al puerto,
a esta tierra firme que imita los brazos abiertos.

Hermosa que te ves con tus piernas de mujer
abiertas como niña,
el aire que te refresca, es aliento navegando en tus
pantaletas que bajan como la tarde, encendidas.
Y no estoy en la ciudad,
sino entre aromas de nueces
y mordidas que provocan cierta sonrisa en la parte alta de la noche.

La noche, tantas veces sombras,
nos hace ligeros sobre la cama y nos levanta
sobre el tedio de las calles trazadas por asfalto
caluroso,
sobre las gentes, autos, los edificios de oficinas,
grandes ventanales que encierran el ruido del trabajo;
y no acallan el sonar del mar lejano,
en cuyo puerto,
la piel vuelta sensación, besos,
es un barco que suelta amarras en la tranquilidad
de las risas leves.

Como un barco que mueve al mar en otras ondulaciones,
te alejas hecha de mí
y te topas
con la madera blanca de la puerta que se cierra.

LUIS ALBERTO NAVARRO

G
uadalajara, 11 de junio de 1958. Estudió la carrera de Comunicación. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Recuerdos memoriales (Departamento de Bellas Artes de Jalisco, 1980), Las livianas (Hora Absurda Ediciones, Guadalajara, 1983), Cautivas de la luna (Premiá Editora, México, DF, 1985), Piedras inscritas (Inba-Unam-Issste-cultura, México, DF.,1987), Teatro nocturno (El Ala del Tigre, UNAM, México, DF, 1999) y Monzón en llama (Col. Los cincuenta, Conaculta-Instituto Veracruzano de Cultura, México, 1999). Fue director de literatura y de la editorial del desaparecido Departamento de Bellas Artes del Gobierno de Jalisco, así como subdirector de investigaciones y publicaciones de la Secretaría de Cultura de Jalisco. También se desempeñó como coordinador de difusión y publicaciones de la Coordinación General de Bibliotecas de la Universidad de Guadalajara. Actualmente es Jefe de la Segunda Sección de Fondos Especiales e Investigador del Archivo Histórico de la misma universidad. Ha sido becario del Fonca en el área de investigación literaria de 1996 a 1998. Entre sus libros de investigación se encuentran: Cuentos de Rafael de Alba, Cuentos de Manuel Puga y Acal, Obra poética reunida de Miguel Otón Robledo, Poesía completa de Alfonso Gutiérrez Hermosillo y Agustín Yáñez, cuatro libros, prosa inicial y artículos periodísticos. Ha publicado notas bibliográficas, entrevistas, poesía y ensayos en Revista de la Universidad de México, Revista de la Universidad de Guadalajara, Varia, Memoria de Papel, Periódico de Poesía, Magia Menor, Péñola, Blanco Móvil, La Jornada Semanal, Los Universitarios, Punto, Vuelta, Nostromo, Siglo 21, Público, Mural y La Cultura en Occidente.

Libros de poemas: Recuerdos memoriales, Guadalajara, Departamento de Bellas Artes de Jalisco, 1980. Las livianas, Guadalajara, Hora Absurda, 1983. Cautivas de la luna, México, DF, Premiá, 1985. Piedras inscritas, México, DF, INBA-UNAM-ISSTECULTURA, 1987. Teatro nocturno, México, DF, UNAM, 1999. Monzón en llama, México, DF, Conaculta-Instituto Veracruzano de Cultura, 1999.

 

San Juan de Dios 5:45 A. M.

SAN JUAN DE DIOS SE HA QUEDADO CALLADO
cuando el otro Juan de Dios comienza hablar
y el ruido de los autos y camiones
se mezcla con el olor de las primeras fritangas
y el menudo de rigor para aligerar los alcoholes.

Rosy ha cerrado la habitación y también sus piernas
suaves y libres los senos descansan sobre el colchón
y retorna a ella la dignidad que siempre se queda en casa.

Desnuda ya de esa angustia disfrazada en risas
al presentirse sin paga
o saberse al garete en la carretera
cogida y golpeada gratis
Rosy descansa a la hora en que algunos
ya mastican otro día de fábrica y oficina.

Entonces la sonrisa ya no aparece al dar vuelta la piel
y reposa sus palabras resolviendo lentamente
cómo deben salir de su boca.

Toma del buró su espejo rajado
se mira los ojos vidriosos escupiendo su amargura
y frente al espejo cerrando los ojos se cubre el sexo.

Rosy cuerpo laxo y tibio
apaga la luz y duerme

Ligero será el sueño.

Tres de la mañana

EN ESTE MOMENTO EN ALGUNA PARTE
está naciendo alguien
matan
algunos fornican
otros tienen la daga

El mundo bien puede ser un girasol
o una rosa que en su belleza
como en la piedra
recae la muerte

Quizá tiembla
llueve
corre agua o se detiene

El sol instala sus alfiles
y la luna en su gran altura
cruza los diamantes
iluminando lo que pasa
o no transcurre

En este momento soy el otro
que no canta
que no bebe
que no duerme
y en todo esto piensa.

Foras

1
FUERA DEL MAR ANTIGUO LUMINOSO
del cálido abrazo a la desolación
este aire lleva inscrito una voz ciega

Derrota y olvido
su emblema es abierta herida
donde tú y la arena
conmigo sangran.

2
CUANDO LA TARDE PRODIGA LA ROJA LUZ DE SU MISTERIO
y la plaza con sus cuatro árboles
sueña la flor de naranjo;
cuando el verano es leve astilla
reflejándose tras los cristales
y los arroyos llevan su canción deslavada;
cuando la tarde y su luz es algarabía de alas
y la fuente no lanza como guijarro
su delgado chorro de agua;
cuando todo parece domingo y nada puede salvarnos
—aves oscuras y granos podridos—
viene tu voz a levantar la mano
de un dios cabizbajo.

3
PARA LA ESPINA DORSAL
vinagre, desazón, verduguillo
un viaje sin terminar
y la alforja descosida

Viperina la línea marca
de su propia distancia arterial
la ruta única del camino:
culebra de negros colmillos sonoros

Dispersa granos podridos
de un dios cabizbajo
la noche diáspora al formar la duna

Por tu paso y tu cuerpo
no de una —de dos— el corazón.

1
EN 1966 UN HOMBRE DE 39 AÑOS
corta el césped de su casa;
poda rosales y hace un ramo
que no podrá regalarle a Gabriela
—su mujer.

Cuatro dan flores rojas;
los otros dos no se deciden, pero su principal color
que va del tallo al cono que se abre
amerita que sean amarillas.

Mi padre fue soldado que a Japón llegó
con una bandera más grande que la suya.
En una refriega junto al estero
tuvo que pelear cuerpo a cuerpo.
Salió ganando. Su bayoneta atravesó la garganta
y partió en dos al adversario.
Fue bombero que apagó su propio incendio;
maquinista que se quedó a medio camino
entre Benjamín Hill y Álvaro Obregón;
él, que se puso el overol de carbonero del abuelo
cuando salvaron al Manco de Celaya.

Nos contaba cómo ocurrió la historia.
A la vuelta de los años La Mano Justiciera
de Javier Huevo de Cócona
me dijo que no fue del Escuadrón 201,
ni sacó la bayoneta en ese triángulo heroico
—incendios, pólvora y rieles—
que no me dejaba dormir
ganando siempre el sueño sin pegar los ojos.

Él llegaba a casa pronosticando tiempos
de cada estación; arribos y salidas, horarios
que nunca interrumpían su jornada
—ni se cumplían: de ahí la magia de los trenes—
pues su trabajo no eran vías, maquinistas
o atender al pasajero que se le va el último tren.

Llevaba en su maletín en vez de hojas de cálculo
el ferrocarril para sus hijos
y un hermoso Mapa señalando con tinta roja
el gran ramal Guadalajara-Pacífico.

“Aquí te puede dar miedo si nadie está a tu lado.
Tienes que aferrarte al andén como el náufrago a la tabla.
Si alguien te acompaña, tómale la mano;
si en pleno día la noche te agarra, estás en Salsipuedes.
Es el túnel más largo de Plan de Barrancas.
Eso te indica que ya mero llegas a Nayarit.”

Ese año casi termina bien para nosotros.
La química, farmacéutica y biología
que mi madre aprendió, nos libró de ciertas penurias.

Algo en los durmientes de la vía se estaba quebrando.
Quizás la velocidad que imprimía
hizo que remaches del 40,
clavos de hierro en los brazos de madera
comenzaran a zafarse.
Nadie esto lo sabía, si acaso él,
que apretaba la frente con las manos
o el pañuelo alcanzaba a enrollar su cabeza,
decía con desenfado:
“la migraña” y miraba el ramal con tinta roja.

El soldado pasó los dieciocho;
el tragahumo incendio fue
en la memoria de su hijo
y al tren pocos días le quedaban para detenerse
pues no sabíamos que la vía se terminaba.

En 1966 tomó el último tequila Herradura
en “La Morelia”;
fue a la boda de su sobrina
y al siguiente día me cayó en la espalda
cuando le hacía nudo a mis agujetas.

Ese domingo fue prisionero de guerra
y frente al japonés se muerde la lengua
antes que hablar.

Fue también —derrame cerebral dijeron los médicos—
el túnel más largo que ha tenido nuestra vida.

FEBRONIO ZATARÁIN

C
oncordia, Sinaloa, 2 de octubre de 1958. Se mudó a Guadalajara en el año de 1974. Egresó de la Facultad de Filosofía y Letras de la UdeG en 1984. En 1989 Emigró a los Estados Unidos y desde entonces reside en la ciudad de Chicago. En esta ciudad ha participado en la fundación de revistas literarias y culturales como Fe de erratas y Tropel. En la actualidad participa en la revista Contratiempo. Tiene dos libros publicados: Faltas a la moral (1992, editorial Moción) y Desesperada intención y otros escritos (1994, editorial de la Universidad de Guadalajara). También ha publicado en periódicos y revistas de Guadalajara, Chicago y el DF.

Libros de poemas: Faltas a la moral, Guadalajara, Moción, 1992. Desesperada intención y otros escritos, Universidad de Guadalajara, 1994.

 

Estado del tiempo

AUNQUE EN LA TELEVISIÓN DIGAN QUE EL DÍA SERÁ CALUROSO, cuando salgo siempre tomo mi chamarra. Me separé de mi mujer y ella ya encontró sustituto. No quiero sufrir más. En la calle puedo encontrármela, verla con su nuevo hombre, besándolo, abrazándolo..., y yo no tengo ninguna protección, sólo mi chamarra.

EL DOMINGO NO VOY A LLEVAR LA ROPA A LA LAVANDERÍA, el domingo me voy a meter a mí mismo en el costal; voy a comprar el mejor detergente para lavarme muy bien y quedar limpio de ti. Pienso hacer lo que nunca he hecho con mi ropa: tallarme muy bien las manchas antes de meterme a la lavadora. Me voy a exprimir dos veces para que no me quede ningún rastro de ti, quiero sacarme hasta la última gota. Voy a secarme al sol para quedar reluciente, y me voy a planchar con cuidado para que no me quede ninguna arruga. Quiero estar limpísimo, listo para ensuciarme de nuevo.

NO CREO EN DIOS PORQUE CREER EN ÉL ME PARECE EL ACTO más incompasivo. No es que sea ateo, no es que sea antirreligioso, no es que sea comunista, trato de ser humano, compasivo. Yo sé que si él existiera me comprendería, yo sé que él entendería lo que yo estoy escribiendo, yo sé que él lloraría de alegría porque por fin alguien se dio cuenta de su desgracia, porque por fin sucedió algo en su vida inesperado, porque por fin él ha dejado de ser perfecto, porque por fin alguien lo trató como su igual. Si Dios existiera me gustaría invitarle unas cervezas para que me platique todas sus penas.

Luciérnagas

SOL: AGUJERO EN EL CIELO POR DONDE SE METE LA LUZ.

EL OESTE ES GRIS
y por una rendija
la blancura se asoma

LANZO UN POEMA
se vuelve piedra
le salen alas
y luego vuela

CAE LA TARDE
y en uno de mis brazos
se posa un pájaro

EL PÁJARO CON SU VUELO
escribe
el viento lo dice

NUNCA SE PARTE PORQUE NUNCA SE VA A OTRO LADO. El lugar al que se va siempre es el mismo, todo transporte ha salido de mi pueblo con destino a mi pueblo. Nunca he conocido a ningún forastero, nunca he dormido en ningún cuarto que no sea el mío; camino y camino y nunca he visto mi celda desde fuera. ¿Quién dijo que se camina con los pies?, con ellos no se va a ningún lado, con mis pies he hecho de mi pueblo otros pueblos, con mis pies he soñado tierras, gramas, lodos, asfaltos; pero yo sigo en el mismo pueblo, en mi misma celda. Sólo hay un pueblo en el mundo, y cuando camino en el mundo camino en mi celda; el mundo sale de mis pies, y mis pies no salen del mundo. Quiero salir de mi celda, del mundo; quiero que me palpe el aire, pero el de afuera, no el que sale de mis pies, porque a ése lo conozco desde mucho antes. Quiero divisarme, caminar hacia mí y palparme.

¿QUÉ LE FALTA A LA REALIDAD PARA ALCANZAR LA SOLIDEZ DE LOS SUEÑOS?, ¿por qué apagamos la luna si queremos mantenerla encendida?, ¿qué me cuesta aplastar la tecla que sueño?, ¿por qué he de usar el jabón que sé que me provoca sarpullido? Se comprende que Adán haya mordido la fruta, pero yo ya sé. Soy el albatros que planea arriba del pescador y de todos modos muerde la carnada. Me pregunto y digo lo que ya me he preguntado y dicho. A la realidad no le hace falta nada, los sueños no son proyectos de realidad, están en la realidad; si sueñas con quedarte en tu casa y te vas con un amigo, la realidad es que sueñas con quedarte en tu casa y que te vas con un amigo; la realidad no concuerda con los sueños de la misma manera que tu cuerpo no puede concordar solamente con tu mano. No se trata de transformar la realidad sino de mirarla; en el mirar no hay juicio, sino apacibilidad. Contempla tu cáncer en el pecho, su belleza no es mayor o menor que la del clavel. Aprende de Hitler así como has aprendido de Buda.

AYER, CUANDO CORRÍA, UNA ANCIANA QUE ANDARÍA en los ochentas miraba desde su ventana el ir y venir de coches sobre la avenida. Al interponerme me saludó con un mirar de niña y una sonrisa de tres dientes.
A la edad de nueve años mi primo Bernardo se mudó a Mazatlán, la ciudad más cercana a mi pueblo. No eran más de cuarenta y dos kilómetros, pero cuando iba a visitarlo, el tamaño de mi viaje era como el del aldeano africano a una metrópoli europea. El pasatiempo del Bernardo era alcanzar la avenida más próxima a su casa, apostarse en un batiente y mirar las corrientes opuestas de dos ríos formadas por camiones, automóviles, trailers, camionetas; y él me decía, dirigiendo mi mirada con su índice derecho, un volswaguen, una chévrolet, un autobús con baño. Lo que más me sorprendía era su capacidad para distinguir el centenar de camiones, para mí idénticos, del transporte público. Ahí viene el 73, ayer era Centro-Colonias, hoy es Vía Zaragoza; ahí viene el más viejo, el 39, seguido se descompone, fíjate qué negro es el humo que le sale. Él no era vivo en la escuela; su grandeza florecía en las calzadas y avenidas porque nunca dejó el campo; éste estaba en sus sentidos. Bernardo naturalizaba la urbe; los vehículos adquirían el correr del caballo, el trotar del burro, y la pesadez del buey.

HA ESTADO LLOVIENDO, Y EL LUNES PASADO, en el camino a la escuela de Celeste, el carro se deslizó y fue a estamparse contra la banqueta. Quien amortiguó el golpe fue una de las llantas delanteras. No hubo daños a terceros, sólo al carro. Ahora tiene un chillido permanente que se agudiza en las vueltas y, además, tengo que sostener muy bien el volante para evitar el desboque inminente. No lo he llevado al mecánico; no creo que tenga remedio o que valga la pena remediarlo. No está viejo, es un carro maduro; pero la trajinada vida que le ha tocado, le ha provocado una vejez prematura. Si fuese un caballo, ya le habría dado un balazo en la sien; si fuese mi perro, ya lo habría puesto a dormir. Pero es un pinche carro y su último suspiro lo tendrá que dar rodando.

Las aguas

ERA DE MADRUGADA Y A BUDA, QUE EN ESOS DÍAS se hacía llamar el Escarabajo, lo despertaron los cantos de los grillos. Se levantó y dos de sus discípulos —el Hormiga y el Saltamontes— lo siguieron. Salieron de la choza; el Escarabajo se hizo a un lado su túnica terrosa y se dispuso a orinar. Al este, la aurora se despedía y los primeros destellos hicieron que el Saltamontes viera al Escarabajo de color naranja en el preciso momento en que, con cierta elegancia, éste se la sacudía. Luego se dirigieron al pozo de agua; se saciaron. El Escarabajo se mojó la frente y la nuca, y echó a caminar.
Esca, ¿y los otros?, preguntó el Hormiga. Todos estamos donde estamos, le respondió y continuó su camino. El Hormiga y el Saltamontes de nuevo lo siguieron. El sol ya se mostraba por entero cuando llegaron a una bifurcación, el Escarabajo tomó la vereda que apuntaba al suroeste y los otros dos otra vez lo siguieron. Hacia el punto del cenit cruzaban unas lomas púrpuras, casi pelonas, en las que habría tres o cuatro palos secos. Ya empieza a hacer hambre, dijo el Saltamontes, será mejor que nos volvamos. Todos estamos donde estamos, dijo el Escarabajo y siguió adelante.
Antes de que empezara a caer la tarde, un pájaro divisó a tres insectos que estaban por trasponer la parte más sinuosa del camino. Al llegar al punto donde la subida se convertía en bajada, el Saltamontes y el Hormiga iniciaron una carrera desesperada hacia el arroyo que les sonreía a unos cien metros, se zambulleron y luego empezaron a beber agua; en ese instante el Escarabajo pasó a un lado de ellos sin la intención de pararse. ¿No vas a beber?, le preguntó el Hormiga. Y mirando hacia el horizonte donde el sol ya parecía una media naranja le respondió: Mi agua es otra.

Comunión

NO DISTINGO ENTRE EL CAFÉ CALIENTE Y FRÍO
abandoné el alcohol
y desde entonces
una taza siempre me acompaña

al levantarme
mientras lo preparo
bebo los residuos de la noche

su rastro está en mis labios
en mis camisas
en mis sábanas

yo había oído de hombres como éste
y alguna vez me topé alguno
y en su rostro divisé su cuarto

él abría una lata de jamón
sacaba el trozo
lo rebanaba
luego tomaba el paquete de galletas ritz
y se echaba frente al televisor

se acabó el talk show
meto en mi boca lo que queda de jamón
dejo la cama
apilo el plato en el fregadero
y pongo en la cafetera el último filtro.

CARMEN VILLORO

M
éxico, DF, 24 de octubre de 1958.
Comencé a escribir poesía a los 17 años, en 1975, cuando participé en el taller de poesía de Juan Bañuelos en la UNAM. Algunos años después, en 1984, obtuve la beca INBA-FONAPAS y asistí al taller de Vicente Quirarte y Raúl Renán. Resultado de ese taller fueron los poemas que aparecieron publicados en el libro colectivo Por la piel, Ediciones Punto de Partida, UNAM, y más tarde los que integrarían el libro Que no se vaya el viento, en la colección El Ala del Tigre, UNAM. En 1990 gané la beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en la categoría Jóvenes Creadores y volví a asistir al taller de Vicente Quirarte. En 1993 publiqué el libro Delfín desde el principio, en la colección Margen de Poesía, UAM, y un cuento infantil titulado La media luna, en editorial Corunda y obtuve el primer lugar del premio de ensayo sobre literatura infantil FILIJ 1993. En 1994 fue publicado otro libro de cuentos infantiles con el título de Amarina y el viejo Pesadilla y otros cuentos, en editorial Norma, Colombia. Durante varios años fui columnista del periódico Siglo 21 y después del Público y fue publicado el libro de reflexiones cotidianas El oficio de amar, en editorial Pax-México y los libros de prosa poética El habitante, en editorial Cal y Arena y Jugo de naranja, en Trilce Ediciones. En 1998 obtuve la beca del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en la categoría Autores con trayectoria y en el año 2000 fui aceptada en el Sistema Nacional de Creadores del Conaculta. En el año 2001 se publicó mi poemario En un lugar geométrico, en Ediciones Sin Nombre y en el año 2002 los poemarios Marcador final, editado por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, y Obra negra, en editorial El Cálamo. Durante muchos años he coordinado talleres de poesía y actualmente dirijo la revista cultural Tragaluz.

Libros de poemas: Que no se vaya el viento, México, DF, UNAM, 1990. Delfín desde el principio, México, DF, UAM, 1993. Herida luz, Guadalajara, Hernández y Ramírez Editores, 1995. Jugo de Naranja, México, DF, Trilce, 2000. En un lugar geométrico, México, DF, Ediciones Sin Nombre, 2001. Marcador final, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2002. Obra negra, Guadalajara, El Cálamo, 2002.

 

14 de febrero

A LOS SEIS AÑOS UNO TIENE NOVIO
para caerle en gracia a los adultos.
A los diez años uno tiene novio
porque así salen más baratas las lunetas.
A los catorce años uno tiene novio
porque los ojos del amigo son demasiado verdes
y un extraño silencio golpea el pecho.
A los diecisiete años uno tiene novio
porque la piel es un recinto urgente
y las calles de pronto se oscurecen.
A los treinta años uno no tiene novio
tendrá quizá otras cosas,
pero no tiene seis, ni diez, ni catorce,
ni diecisiete años.

La chancla de hule

LA CUBRIRÁ LA ARENA;
una oleada de mar la arrojará al abismo.
Mas, qué puedo yo hacer por esta chancla,
no tiene par, no es mía,
nada tiene que hacer en esta playa,
tampoco en otra parte encontrará su sitio.
Pero algo me detiene junto a ella.
Si hay hombres que se sienten seguros junto al mar,
si en la selva o el monte recuperan
la biología perdida
o el correr milenario de su sangre
se escucha nuevamente junto a un río,
hay otros que se sienten confortados,
nos sentimos,
por una llanta vieja o un paraguas.
Seres cuyo paisaje
de alcantarillas y de elevadores
nos da el sosiego que a otros
el halo de la luna les otorga.
Siento junto a esta chancla
lo que sentí otras veces
cuando al dejar la oscuridad del campo
su silencio,
el valle abierto,
la carretera larga como el tiempo,
la ciudad con sus luces
se presentó a mi amparo.
Nada menos humano
que un hule que no sirve
pero en ella se encuentra quizá todo:
la huella de unos pies,
la intimidad de un baño,
el olor de una toalla,
el miedo que a la muerte le tenemos.
“El hombre y sus objetos” he de pensar un rato;
a mis manos regresarán la pala y la cubeta
con las que hace treinta años cavé un foso
que el mar llenó de pronto,
la camiseta roja, la diadema,
el sombrero de paja en la silla de lona
donde quedó marcado para esfumarse pronto
la silueta húmeda de un cuerpo.

Y todo por la chancla
que alguien olvidó
sobre la arena.

Ángeles

SUS PIES APENAS TOCAN LOS ANDAMIOS,
sus brazos se apoyan en latas de pintura
vacías y ligeras,
su fuerza se desplaza
sobre delgadas tablas que cruzan el abismo.
No saben que son dioses,
que edifican destinos
y que la mezcla en sus manos
fecunda los espacios
y hace crecer las sombras.
Son ángeles de piedra,
tallas de polvo,
gárgolas cuya sangre
pone en movimiento las fachadas
y vuelve los deseos góticos y posibles.
Sus objetos sagrados descansan en el suelo:
un radio, unos zapatos, un refresco.
Por la tarde descienden,
guardan sus alas rotas
y el edificio en construcción
mira crecer su soledad
desangelado y gris.

La casa

QUÉ MURO HAS DE LLEVARTE,
qué ladrillo,
si todo se fraguó
con el calor del cuerpo
que nos dimos.
Te pertenecen cuadros,
muebles,
o a mí me pertenecen.
Y qué es la pertenencia
sino el tiempo añejado,
el silencioso paso de los días
en las habitaciones.
La casa ha madurado
como una noble fruta,
desgajarla sería
un acto de violencia.
Llévate el techo aquél
que protegió los sueños
como una mano tibia.
Empaca una ventana,
¿no ves que tiene entre sus luces
tu mirada?
Me quedo con la puerta,
por ella entreveré
de pronto tu silueta
y pensaré que es casa todavía,
que es todavía mi casa.

Los cajones se ríen de nuestros pleitos.
Ellos saben guardar
la suave intimidad
que hizo crecer las plantas del jardín,
humedeció las vigas,
oxidó los alambres escondidos,
abrió paso al salitre en los mosaicos.
Los adornos se asustan,
temen la quebradura,
el cambio de lugar.
No podrían con las flores los floreros
si quitas esa mesa,
si la cortina se abre a otro paisaje.
Mejor dejarla sola,
plena de las palabras
que un día le dieron vida.
Mejor irnos los dos
cada uno por su lado.
Que la casa resista
como un barco encallado
después de la tormenta.
Que muera lentamente
como una vieja digna
arraigada a su polvo,
a sus recuerdos.

Zona de fumar
El cigarro es la soledad
que uno elige
César Luis Menotti
MIRO A ESAS MUJERES QUE FUMAN SUS CIGARROS
como si hicieran el amor.
Una de ellas desprende la cintilla de celofán
con la gravedad de quien desabrocha un cinturón
o desanuda una corbata.
Otra acaricia con tres dedos la lisura blanca
anticipando un fuego conocido,
queriendo retrasarlo.
Hay la que lo detiene con los labios
disfrutando su peso,
su seca desnudez
y después lo humedece para volverlo propio.
La primera lo absorbe hasta el abismo,
se hace un poco de daño
para sentir que existe.
La segunda lo mira iluminarse
y consume en secreto sus recuerdos.
La tercera sacude la ceniza,
mira el humo
como quien se despide en una calle solitaria.
Una lo apaga con pequeños golpes,
sabe de espasmos.

Otra lo tira al piso, lo tritura
y esa violencia la desquicia suavemente.
La tercera lo deja consumirse
porque no le gusta apresurar ningún desprendimiento.
Parece que platican,
desayunan en este restorán,
piden la cuenta, así, como si nada.
Pero sus cuerpos habitan otra realidad,
sus almas vibran,
su soledad salvaje las denuncia.

Manuscrito

LAS PALABRAS
que nunca llegaron a la última versión
tal vez eran mejores.
Tienen la gracia de las cosas perdidas:
la puerta que no abrimos,
el amor olvidado.
Como flores disecadas
los vocablos encerrados en círculos
o aniquilados por un tachón violento
florecen
cuando es otro el que asoma
a la intimidad del texto
y descubre no el poema
sino el alma de atrás:
vacilaciones clandestinas,
ocurrencias podadas en retoño.
Esa caligrafía
un poco descompuesta por los años
algo ilegible
como la voz vecina que escuchamos
a través de un muro,
como mirar las manos del autor
que ya no está.
No sin culpa
el voyeurista de este manuscrito
lo siente palpitar y algo le dice
que ese desorden,
ese jardín con plagas todavía,
hierbas silvestres cubriendo la silueta
de algún árbol final
tiene el encanto de otro paraíso.

LE QUIERES DAR ORDEN AL CAOS ARMANDO EL ROMPECABEZAS. Quieres entender por qué comenzaste en esa esquina, cómo fue que las piezas se ofrecieron dóciles en una parte e inabordables en el otro extremo. ¿Desistirás por fin de tu empeño en colocar la pieza equivocada? Deja que tu alma repose, cambie el ángulo, mire a la distancia, y entonces descubra nuevas rutas. Al final, tendrás que tolerar las heridas blancas sobre el dibujo acabado, los fragmentos que desaparecieron, los asuntos que siempre quedarán pendientes.

LOS FAROS DE UNOS CUANTOS COCHES DISUELVEN LA BRUMA de la madrugada; las bombillas de la ciudad, desveladas, se resisten al sueño; en las casas todavía brilla la lámpara que se enciende por la noche; ya emerge el sol, y la luna persiste en el horizonte. Te gusta ser parte de esta suspensión del tiempo que en unos minutos desaparecerá; testigo del encuentro de claridades, largo beso de despedida entre la noche que se va y el día que comienza.

PERTINAZ, LA LLUVIA TE HA MOJADO LOS RECUERDOS. La cama es una barca que no ha alcanzado puerto; la ciudad, océano atardecido aunque apenas comience la mañana. Te aferras a la almohada como a un timón que lleve tus sueños a la orilla; no sabes si son voces antiguas el fino golpeteo sobre el techo, o anhelos que tamborilean sobre tu espíritu. Las gotas se suceden, le otorgan otro ritmo a la existencia. Apagas el despertador; al fin y al cabo, el mundo es un reloj de agua.

LA MÚSICA DEL TENDEDERO COMENZÓ CON ESOS CALCETINES que colgaste en forma de corcheas. Las pinzas de la ropa se volvieron de pronto notas de colores sobre el pentagrama de la mañana, trinos-pájaros sobre el blanco compás de una camisa. En acordes se ventila la humedad de las prendas; los minutos avanzan in crescendo hasta alcanzar el mediodía. En la azotea, la vida es un minutero en Sol Mayor.

LA VIDA ESTÁ HECHA DE PEQUEÑAS MUERTES, CICLOS QUE COMIENZAN Y TERMINAN. Pero, en el tiempo, las heridas que duelen no son las que se abren, sino las que se cierran para siempre. Cuántas veces nos despedimos de nosotros mismos, cuántas nos dejamos a la orilla del camino. Hoy somos otro que acaso extraña al que antes fue, pero ya no lo reconoce. Por eso, el temor a la muerte no es un miedo a lo desconocido, sino a lo conocido.

EL LÁPIZ LABIAL OCULTO EN EL CILINDRO ESPERA EL MOMENTO de encender los labios. Rito de iniciación para la niña que adelanta el tiempo en el espejo, instrumento fiel de la mujer adulta, cómplice de la vejez desmantelada. Signo de elegancia sutil o de febril desorden, según el tono de su sangre, el matiz particular de su ánimo mate o nacarado. En una servilleta, carta, camisa blanca, signa la mujer su territorio de intimidad y poder; guarda en el bolsillo el arma que sólo puede ser desactivada por los besos de un hombre.

LOS OBJETOS QUE NO TIENEN UTILIDAD SON LOS QUE MÁS TE GUSTAN: una estatuilla, una postal, objetos de cerámica o madera, una moneda antigua, un recipiente en miniatura. La vida los ha traído como el mar deja conchas en la arena. Cada uno es una puerta en el tiempo, una época que acaricias con los dedos y enciendes con la mirada. Son regalos, recuerdos de viaje, tesoros que has ido acomodando en los estantes del librero.

MARISA HERNÁNDEZ

N
ació en Guadalajara, el 7 de noviembre de 1958. Es diseñadora. Formó parte del Antitaller de Poesía César Vallejo. Tiene obra pictórica.

Fuga II

ESCRIBE

La que escribe

Lejos de la que escribe
Estoy tan lejos de encontrar a la mujer que escribe

Eva

ME SOBRA ESTA COSTILLA QUE SOY

Cantarata

NO TEMO A LA SOLEDAD
Temo a que ésta me abandone
Temo subir y bajar escalones
Con el ánimo modorro
O a perderme entre la cama y la calle
Entre Ítaca y el centro del laberinto

Temo navegar en círculos imaginarios
Entre el cuarto y la puerta
Entre Ariadna y Circe
Ser de arrugas y arcilla
Entre el hombre y el vértigo
Esmalte de las escamas

Estoy jugando en serio
Alrededor de mi cama se abren abismos
El buró habla con las paredes
El librero con la ventana
Lajas de sueño

Temo que un tumulto de signos se salgan del renglón
Entre el grillo y un carro que arranca
Las palabras del cuaderno
Del muro Del cuerpo
Que se desaten las carcajadas del relámpago
De las pupilas del agua

Temo que noviembre me sintonice
A las cuerdas de la ciudad
Que Nietzsche sea un escupitajo en mi boca
Que el aire artificial rasguñe el vuelo del colibrí
Que la música sea un animal
Y deposite su larva en el laberinto del oído

Empiezo a sentirme Galatea

Temo quedarme dormida con las flores del mal
Entre la cama y la mesa se abre otro abismo
pasadizo de agosto
Una mosca cruza por los espacios de las palabras

Intemperies

SI EL MUNDO CABE EN LA BOCA ABIERTA
Y el cuarto es esa boca que habito
¿Qué voz escucho —entonces— bajo la cama?

¿Qué voz me guía en el vértigo
Al extraviarme en calles que conozco
O al entrar en sentido contrario al mundo
Si no es la voz más profunda de la intemperie?

¿Qué voz percibo en las venas
O en la mano y su desgastante ego al escribir?

No hablo de la poesía
Sino de ella
De cómo se descascara en el cuerpo
Y deshoja el mundo

¿De quién es — entonces— esa voz que veo pegarse
En la baba eléctrica del pensamiento
Como gárgaras de tinta?

Hablo de una lluvia minúscula
De la mosca que me saborea desde el poste telefónico
De la gangrena cerebral
Hablo de utensilios de cocina y ropa sucia
De neurosis y números atómicos
De fantasmas y cobijas

Hablo de esa voz bajo el cochambre
Bajo tendones y músculos
De la célula verbal
De la voz amniótica que se derrama
De cuando se rompe la fuente

Escucho esa voz en el cuerpo de una mosca
Que entra en la boca abierta del cuarto


MARÍA CRISTINA RAMÍREZ

N
ací en Guadalajara, el 12 de noviembre del año 1958, proclamado después Día del Cartero, Día Nacional del Libro y el aniversario del día en que sor Juana Inés de la Cruz vino al mundo; de tal manera que empecé con un sino de letras. Mi primer contacto con la literatura fue María Enriqueta. Después vinieron Julio Verne, Salgari, Mark Twain, pasando por Mujercitas y la novela rosa de Pérez y Pérez. En la secundaria tuve una maestra de literatura que nos hizo gustar de Miguel de Cervantes Saavedra, sin obligarnos a leer al Quijote, sino sus novelas ejemplares y los entremeses. Me sé de memoria el “Nocturno a Rosario” de Manuel Acuña y algunos versos de Bécquer. Ya en la preparatoria pude leer cosas tan disímbolas como William Faulkner, Hemingway o cuentos cortos rusos. Pero mi gusto iba un poco más por el cuento corto. Así llegué a Guy de Maupassant, Chéjov, etc. Estudié la carrera de Ingeniería Electrónica. Tuve épocas de no lectura, aunque hacía visitas esporádicas a la biblioteca del ITESO. Y entré de lleno a la época latinoamericana: Rulfo, Revueltas, Benedetti, Fuentes, Onetti, Vargas Llosa, etc. Luego, cuando estaba embarazada del último de mis hijos empecé a asistir a círculos de lectura; en uno de ellos me pusieron un ejercicio de escritura. De ahí me fui a tomar cursos de narrativa y lectura comentada con Carolina Aranda. Con ella empecé a escribir cuentos. Después vino un periodo de sequedad, y luego me aconsejaron ir a un taller de poesía con Luis Armenta; ahí me quedé dos o tres meses y empecé, para mi sorpresa, a escribir poesía. Por otro lado, me he acercado a la filosofía, a la psicología. Luego conocí a la maestra Patricia Medina: mi amiga y verdadera formadora en poesía. Tengo con ella siete años. No he podido regresar a la narrativa. Paradójicamente leo más narrativa que poesía; es ahí donde verdaderamente empiezo a descubrir universos. La gota que derrama el vaso es la justa y viene en el momento en que está madura el agua para fluir, y mi primer libro: La gota justa de agua (Literalia Editores, 2001), viene aparejado con mi primer premio de poesía, ITESO 2001; en al año 2002 aparezco compilada junto con otros poetas, en el libro Verbo Cirio I (Literalia Editores).

Libros de poemas: La gota justa de agua, Guadalajara, Literalia, 2001.

 

Vivo de oír mi cuerpo
Alí Chumacero

IV

ÁRBOLES DE RAMAS SECAS
rompen la monotonía del verde
alargan sus años
destilando musgo.

De pronto el canto de la cigarra
el viento que se mezcla con la resina.

Que las raíces hurguen sus gusanos
el agua
los insectos.

Hay una danza subterránea
de hojarasca
y mariposas muertas.

Germina el leño
humus.

Tierra otra vez.

 

V

POR LOS CUATRO COSTADOS VIENE LA LLUVIA
sombra fugaz del faro encendido
que pulveriza la espera sin danza.

Tormenta vencida por las piedras
entra a borbotones
rompe el hielo innombrable
y acuden los ángeles
a cabalgar
en aguas
diluidas por la luz.

IX

LA POESÍA BROTA CUANDO SE LE DA LA GANA
por más que la riego y la abono
quiero sacar el fruto aún verde
producir algo más
que dos o tres versos
cortos de vida
largos de espera.
Nada.
Llega cuando menos la espero
cuando incide un rayo de sol
la gota justa de agua
y sale a ras de tierra
un brote
que sobrevive al vendaval
y se queda en el tiempo
detenido.

VIII

SOY LO QUE NO RECUERDO:
metal en los dedos
corona de madera
polvo blanco.

La ola traga arenas diminutas
las lleva
huracán y sombra
a la isla de los náufragos.

Soy lo que sueño:
arreando el agua
se pasa por el túnel del signo
manos
labios.

La silla vacía
los tambores y las voces
marcan el ritmo:
hay que seguir la estela de las naves.

LISI TURRÁ

B
uenos Aires, 10 de enero de 1959. El verano tuvo ese día su música. Milonga y con prisa llegué al mundo en una madrugada de Buenos Aires aterrizando en la azotea donde me esperaba mi abuelo. Ese día daban “acordeón e historias de las estrellas”. Escuchaba con la boca abierta sin comprender demasiado por qué estábamos cabeza abajo. Pero me maravillé con los astros y esperé, cada una de las noches de mi niñez, la llegada de los platos voladores.
Había que partir. Fabricando mis linyeras deambulé por territorios desconocidos hasta descubrir el lugar donde mi abuela escondía el chocolate. Entendí en su cocina el significado de “el viaje”, inmigrantes que iban, volvían y un día no volvieron. Entonces las polcas, las danzas húngaras y los tangos fueron amasando una señorita con corazón de barco anclado en un puerto de célebre catadura.
Yo hacía largas listas de palabras. Astrolabio, invierno, sueño, abril, nostalgia iban engrosando los instantes de niña en mi romántica azotea. Hasta que pasó el chico del barrio en su rauda bicicleta y, con todo el avispero alborotado, escribí mi primer poema.
Buena literatura, eso de mi viejita. Pero a la tienda de la poesía entré a comprar por la música. Mis primeras monedas las gasté en Antonio Machado, Miguel Hernández, Raúl González Tuñón y Jorge Boccanera, todos cantantes de la nueva ola. Los carnavales, los relatos de contrabandistas de mi viejo y el rocanrol hicieron el resto.
Lo que vendrá. En una ciudad de arrabales escribo esperando la lluvia y mirando el cielo por las noches a ver si llegan, por fin, los platos voladores.
Guadalajara, 1 de abril de 2003.

Libros de poemas: Vía, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 2001.

 

Agenda del suicida

Martes 27
HOY DESPEGUÉ DE LAS PAREDES
las huellas de mi cuerpo y alguna foto

Miércoles 28
Limpié de las ventanas
los restos de palabras pronunciadas
que estallaron como alguaciles
contra el hocico de los trenes

Jueves 29
Arranqué uno tras otro
los clavos empecinados
que le buscaron las manos a Cristo

Viernes 30
Dejé en libertad
a los espíritus demacrados
que dejan en las paredes
los cuadros viejos

Sábado 31
Archivé el último soplo de marzo
en una página impar de rayuela

Domingo 32
No existe

Los volatineros
(lo que dijeron la bella y el poeta)

ELEGANTES CIRUJAS
camino de la cuerda floja
los asusta Dios
bajar a la realidad nunca es bueno
se rompe en el piso
donde sólo hay chinches y policías.

¿Los viste embriagados
llorar por canallas desaparecidos?

Si tienen dinero trenza el amanecer
el amor de las putas
comer y beber en el gran plato de sus senos
a manotazo limpio como un pase de magia
dispuestos a la fuga.

En sus galeras
las llaves robadas de las mazmorras
perseguidos se nombran rey por mentirosos
si aguantan el puñetazo y la lágrima.
Arriesgan sus vidas por la vida
un amor
o una moneda de oro.

El corazón
una vieja trompeta.

San Juan de Dios

UNA CANCIÓN EN LA PENUMBRA DE LA PLAZA
chamba que hace llorar la noche
vistiéndola de negro
la dora, la suelta de berretines
dentro del alcohol cae una estrella
lloros románticos y amores imposibles
dentro del bronce una luz tornasol
y todo lo que soy de mujer
toca lo rante la basura la leyenda
fundamento para la piel es esta música
un sueño construido por pliegues
cada doblez una niña desnuda
que ve pasar el tren donde va Emiliano
la mugre deja su impronta de belleza
bajo la sórdida luna mariachi
y entre putas y trompetas
quién no incendia su corazón
quién no se atreve
si la canción es pollera roja
puerto en el desierto pentagrama
de notitas y moscas
bajo el ala de un sombrero cabrón.

Lieber Opa

AROMA DE AZAHARES EN EL BARRIO
la casa es un palacio de naranjas amargas
y humo de 43.

Junto al acordeón una ventana
tira pájaros al pentagrama de la tarde.
El acordeón tiene el tamaño de mi abuelo.

Te amo
me quedo como un pueblo abandonado
si te vas
en tu bicicleta que te lleva a cualquier parte
me dejas los relatos de noches astronómicas
y las monedas de diez.

Sobre la mesa silban la embocada
los corchos que inventan cualquier juego
lo más difícil son los bemoles
cuando eras músico de casamiento
y Oma amasaba su polka
la copita de grapa a escondidas
baúles repletos de plumas y recuerdos
lejos sudamérica
el cielo será el mismo.

Tengo que partir
vamos a mirar la luna
el choque en la panamericana
como crece la parra
vamos a despedir

el barco que te trajo es el que me lleva
de la azotea donde zarpé
volar para siempre
y nunca regresar demasiado.

2

VERTICAL SOBRE EL BARRIO
los vecinos riegan los malvones
sacan la basura y charlan
sobre unos gatitos abandonados
las manos saludan al barrilete
con los colores del campeón
a otra cosa mariposa
más lejos
hay un destino por construir

alando me despido
Buenos Aires una bandera gigante
hecha de levitas de murgueros
madre padre me vieron partir
la vida en dos pedazos
el tilín de tango
dejo mi cagadita de semicorchea
sobre los cien barrios porteños
Don Pérez del bar El Refugio
mira azorado
el gato de Don Pérez
indiferente y sutil
sabe que nunca
volveré
tanto como ahora.

3

LA PALABRA RESPLANDECIENTE
jirón de camino alo
sigo aleteando
el cielo rojo me recuerda al vino
la mitad del vaso lleno
de mi colección de amoritos
abajo se despliega América
continente pelosuave
una reina que busca amparo
de colores las gentes
americanos todos
somos lo peor
la espina de la rosa
la serpiente emplumada
la pólvora
el jaguar
el ceibo
la mariposa monarca
al caballo ya lo vi
tiene un nombre y es innombrable
trotaré con él
piojito en su cuello
secreto entre las crines.

Vuelo amor
con pajaritos en la cabeza.


BAUDELIO LARA

T
eoca1tiche, 2 de marzo de 1959.

Libros de poemas: La luz a tientas, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1992. Duermevela, Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 1994. El ángel ebrio, México, DF, Fondo de Cultura Económica-Universidad de Guadalajara, 1998.

 

Juicio a Josif Brodsky

EL HOSPITAL PSIQUIÁTRICO, LA MILICIA, LA CÁRCEL,
el destierro, los trabajos
forzados. El poeta
tiene que pensar así, anticiparse. La Poesía
escucha y calla. La Poesía es celosa
pero admite de buena gana los cambios
frecuentes de trabajo. Y espera,
por tratarse de Ud., espera y comprende.
Para citar a la Poesía es preciso
parasitar de la Poesía.
Y luego, ¿por qué nadie dice
que Ud. es un loco? La Poesía es
la Gran Enfermera. Fiel, espera
a la salida del Tribunal
cuando Ud. Sr. Brodsky, solo
parte para el exilio.

Crónica de hospedaje
Como una especia nada más para el oído
Gerardo Deniz

ROTO EN SU MADUREZ, ROTO EN SUS LÍMITES, resquebrajado en la plenitud que se esconde bajo la cama, en los intersticios de sombra que crea el encuentro de las paredes, en el crujido discreto pero audible de los muebles, en los insectos noctámbulos, visibles en su voz, muertos de clarividencia en los costillares del día, en el polvo que acumula silenciosos pasos de ardilla, caminos no previstos, trazos de azar. Roto en su madurez saciada de fruto completo, de cereal que casca oscuro sus relámpagos, de coro de vientos, hojas que restriegan unas con otras sus cuerpos. Roto en el cristal, vaho de bocas, gemidos, suspiros, quejas, estrofas henchidas de vacío antes de la explosión. Roto, resquebrajado en el inventario a ciegas del insomnio, en este cuarto de hotel, no propio, cáliz común, cálido receptáculo que vela desnudeces, salivas, lenguas, lenguaje universal que estalla, roto en sonidos dispersos. Así el amor, el deseo.

CERTEZA SIDA

un un
reloj reloj
junto junto
a a
otro otro
reloj reloj

idénticos


(el tiempo como la mirada
engaña)


un un
foco foco

unido a

otro otro
foco foco

encendidos


AMOR


(uno de los dos se apagará
primero)

Estatuas

UNO CREERÍA QUE REALMENTE NO SE MUEVEN
ya que soportan
con la gravedad que modeló sus rostros
a las aves que se posan en sus narices
o en sus dedos admonitorios
y les ponen nuevas formas orgánicas a sus cabezas

Uno pensaría que realmente son felices
pues sonríen permanentemente

o que son en verdad adustas y solemnes
ya que siempre nos vencen en un duelo de miradas

Sin embargo, tanta perseverancia en un rasgo
es del todo sospechosa

Acaso algún día puedan decir entre sí
en amable conversación:
“hablamos y salvamos nuestras almas”

Mientras tanto
sin duda sobrellevan su destino
con estoicismo y sentido del humor
sin pestañear

Nombrarlos

NOMBRARLOS
hablarles de tú
con sus nombres de pila

Poner una taza extra para el café
Incluirlos en la conversación
aunque siempre se queden callados
Platicarles de nuestras cosas
aunque no estén ahí

Cortésmente abrirles la puerta
de la casa o del coche
para que entren primero

Invitarlos a comer si se hace tarde
y no enfadarnos si sorben
sonoramente la sopa

No asustarse con los ruidos chocarreros
de sus tripas
ni de su palidez de sábanas

Permitirles que duerman
en la misma habitación
en la misma cama
—qué mayor prueba de confianza—
y prestarles nuestra voz gutural
para que ronquen

Sorprenderles un guiño
que no hicimos
mientras nos rasuramos

Aceptar que
sin remedio
adondequiera que vayamos nos siguen
nuestros fantasmas

Ejercicios a la luz de una vela

III
LA DANZA DEL FUEGO
se detiene un momento: todo
es calma aparente
alrededor de la Nada

V
Ojo de luz
llora
lágrimas de cera

VI
El humo se eleva
oscuro
después de ser luz

HERMENEGILDO OLGUÍN

M
e confieso incapaz de hacer una presentación personal. ¿Qué puedo decir? Guadalajara, 1959.

 

Déjeme decirle a riesgo de ser cursi

DÉJEME DECIRLE A RIESGO DE SER CURSI
que de pronto unos cuantos objetos
y unas fotografías
llevan revuelo de pájaros
el olor a guásima y a tierra negra
se multiplica
el día
se parte en dos
azul
y
azul
cuando usted llegó
la barba no bien salida
ah como aquellos marineros
sin futuro
se acuerda usted
y cuando se fue
con un libro de poemas en el cinto
la pipa
la pluma que le regaló mamá
qué gesto de mamá
y usted era perseguido
por el asma
la burocratización creciente
de la revolución
Hollywood
la CIA
Esta boina usted la usó cuando bajó
aquella mañanita de la sierra
este ajedrez cuando el doctor prescribió
descanso obligatorio
los lentes con los que usted leyó
los versos del mar revuelto
los instrumentos quirúrgicos para tiempos
de campaña
la mochila

De veras que uno es cursi
y tonto usted por creer
en la revolución mundial
en el hombre nuevo
A estas alturas debería usted
cambiar algunas opiniones
a riesgo de ser el obstinado
que siempre fue
subido allá en los árboles
a la hora de escribir los últimos renglones
de su diario guerrillero
con el olor a mierda
que le escurría
en el infierno de agosto
adonde se fue a meter
quién sabe por qué carajos
¿se le perdió la brújula
naviero?
Y mire
qué cursi es uno por llorar
así
cuando ya nada tiene remedio

Todo lo que usted dijo se quedó en el aire
A Javier Ramírez

TODO LO QUE USTED DIJO SE QUEDÓ EN EL AIRE
y podrá ser usado en su contra
todo lo que intentó del mar volcado
y los grandes pájaros y la mujer desnuda
en el vislumbre:
el cielo que baja a tomar raíces
en el agua a punto de saltar
en los colores
Y lo que no fue de casualidad
sino de milagro y pesadillas
todo lo que larga soledad le dijo
a las orejas suyas y a los lagartos
como su pena familiar
o las cartas que mandó por la vía de
los remedios caseros la desesperanza abrupta
la lluvia inesperada en plenas claraboyas
Todo aquel que visitó su tristísima disposición
de dejarse al morir y resucitar luego
con la consabida cumbia
florido discurso a sus amantes
pretextos más para ver la luz de distinto modo
apostar a lo que dijo
¿o no lo dijo?
y se quedó en el aire

Pedalea la bicicleta

PEDALEA LA BICICLETA
que el diamante de la mañana se abre:
hasta aquí llegan los gemidos de los pájaros
y la sangre fresca corre por la pila
Acaso la existencia es un laberinto
un pedernal
la poesía
arde con la brizna y esperaba este
momento
del amor y la ceguera:
es la hora precisa de los fusilamientos:
anda levántate y amarra los zapatos
nunca estuviste bebiendo las mil y una noches
como un simple borracho
que canta boleros
Tú nunca prometías nada
y hoy estabas distinto:
hablabas de poesía
con esa claridad de los amantes perdidos
Así es como se olvida la estirpe
la leche espesa de las dragonas
el terror porque a las puertas se asoma el
colibrí
Lo sabes tarde:
las precisas reconsideraciones de la luz
perdida
en el inicio de la historia
se vuelven por la rendija más insospechada
Ya ni la sombrilla te cubre del granizo de las últimas
estrellas
corre abajo cuidando que la puerta se cierre suavemente
aguanta los quejidos que dejó la noche de amor desenfrenado
y si no vuela tu murciélago portátil
pedalea la bicicleta
pronto
que el vampiro se escapa
pero no siempre se escapa de la claridad.


DEANA MOLINA

N
ací en Mérida, Yucatán, una mañana de julio de 1959. Aunque viví varios años en el desierto, el bosque y la selva son mi voz, motivo de mi encuentro en Guadalajara, donde resido actualmente.
He contado con espacios en diversas publicaciones estatales y nacionales. Como representante de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM) del sur de Sonora, fundé la Escuela de Escritores de Sonora. Fui, además, socia fundadora de la Asociación para las Bellas Artes, Patronato de Cultura de Navojoa, Asociación de Escritoras Cajemenses.
He sido antologada en Cantos de Minerva (1994), En el camino (1996) y publicado Dispuesta (1995), Atrapada (1999), y Silencio rojo (2000).
Actualmente colaboro con el Diario del Yaqui e imparto el taller “Lectura y expresión, herramienta ineludible de éxito integral”, que durante tres años fue impartido en gran número de municipios del estado de Sonora.

Libros de poemas: Dispuesta, 1995. Atrapada, 1999. Silencio rojo, 2000.

HORA A HORA LA HORA, CASCADA
inflamándose en oscuro
punto, infantil fijación
ombligo, dominio, casa
antigua, pilar robusto
para la historia sin fin
girar de incendios, trama
discontinua, locura
de amalgamas, informe
masa de frágiles espacios
donde habita la fortuna
desatada, rumiante
deseo, exánime asombro
Hora a hora, la hora, caótico
centro donde la llama inflama
solitaria voz, urgente
abandono de negrura
fantasma sin nombre
establecido tras complejo
deambular, lento fuego
último fuego siempre
fuego movimiento hora
de tránsito infinito.

SOMBRA: ACTO VOZ MIRADA
ausente del origen
personal irresponsable
filo desconocido
impacto probado efecto
basura basura todo
basura incontenible
instalándose en los huesos
las fibras el aliento
intransformable espada
cíclica revertido
impulso negrura herida
que se adentra cuando sale
y sale si se adentra
sombra que se asombra
se miente y se desdobla
negándose al asombro
riguroso del efecto
verdadero sorprendida
en la miseria de su ojo
proyector sin rienda
sostenida que le salve
de la sombra de su sombra.

SALVADOR FONG FIERRO

C
iudad Delicias, Chihuahua, 8 de octubre de 1959.

Autobiografía
I
Tengo una abuela higuera y otra misterio;
un silencio abuelo y otro palabra:
mi sola multitud, recuerdo del día que viene.

II
Quién te dijo poeta quién te dijo, acuérdate
del miedo sudándote en las bolsas,
de la tristeza de corbatita roja, de los tirantes
tirantes con tu cara de quién sabe, sabiendo.

Quién te dijo, si tenían que defenderte hasta del polen,
con la sangre en girasoles florecida, solo
en la blanda multitud del juego, perdido
a medio día rezándole a los muertos.

Quién te dijo, sí te acuerdas,
con tus zapatos gastados hasta la médula,
con los mocos en los puños de una nostalgia fría,
con tu trompo sin punta, palabreando en el griterío;
y la desnuda higuera frondosa de ríos hambrientos.

Quién te dijo poeta quién te dijo.

 

Sed

EL NARCISO BEBE
agua del espejo
se complace.
Pero no sacia su sed.

Expresso

BEBIMOS UNA TAZA DE NOCHE
con dos palabras de luna,
éramos torrente de luciérnagas
cortando pensamientos y magnolias.

Curiosa

La vida es curiosa:
se asoma
por el ojo de la muerte.

El río

SI VAS CONTRA CORRIENTE
aceleras el río

Si caminas con el río
lo detienes

Si te aquietas
eres el río

Una mujer

UNA MUJER ES UNA
ola
se levanta te levanta
te revuelca
se peina se despeina
te arrastra
hacia dentro de sí misma
de ti mismo
hay algo en ella de vértigo
y de arena su tiempo
es el ritmo de la sangre
entre nosotros sabe
de lejanías
de noches profundas
y de peces aéreos
como hombres sueña
entre pájaros y regresa
a sus cristales

Ayer enterramos a la abuela

AYER ENTERRAMOS A LA ABUELA
entre cirios de pitayos
deletreadas campanas
silencio de pájaros
y un llanto frío que movía
las hojas de los árboles

Por muchos años aquí no pasó el tiempo
pero ayer lo vi subirse al tren
y perderse lejos
como luciérnaga en mi infancia

Una banda de música
nublaba de luces las palabras
mientras los jóvenes
con ojos de infinito presente
detenían con asombro su juego
en el silencio

Papalote

¿QUÉ HACE VOLAR AL PAPALOTE?
¿Sus alas y su cola?
¿El viento?
¿O la prisión del hilo y de mi mano?

Mi tío Juan

MI TÍO JUAN ES UNO DE LOS HÉROES
de mi infancia: jugaba de tarde en tarde
al cuatro, a las vencidas o al rebote
rodeado de amigos; hombres olvidados,
desnudos desde los sueños hasta la cintura
y repletos de historias y palabras.
Tomó cerveza sin rencor y sin límite.
Soportó el rumor iracundo de su colmena
y las miradas de avispas sonámbulas
en los vecinos.
Educó a sus múltiples hijos como pudo
y los metió hasta el cuello de la vida.
Nunca doblegó su libertad
a la enfermedad del trabajo definitivo, y por gusto
se anotó en el olvido mucho antes de muerto.
Yo tuve un tío que fue un don nadie
(y cantaba).
Que lo sepa alguien.

Sueño

DORMIMOS
bajo la sombra
de una infinita mariposa

FRANÇOISE ROY

N
ació en el nórdico pueblo de Saint-Hyacinthe, Québec, Canadá, el 21 de diciembre de 1959. Estudió la licenciatura en Geografía en la Universidad de Maryland (1980), la maestría en la misma disciplina en la Universidad de Florida (1982), con diplomado en Estudios Hispánicos, un diplomado en traducción inglés-español impartido por la OMT (2000), y excurricularmente: un sinfín de tópicos, desde la mitología hasta las estrellas. Ha sido maestra de idiomas e intérprete de conferencia. Una incursión tardía en los vericuetos de la literatura despertó en ella una pasión, si no fortuita, desconocida hasta entonces, por todos los géneros literarios: narradora, ensayista, cuentista y poeta, también es traductora, y como tal tiene en su haber una veintena de títulos publicados, en ensayo y poesía, la mayoría del español al francés, su lengua materna. Escribe una columna literaria bimensual un tanto iconoclasta sobre poesía en el suplemento cultural Acento, del periódico La Voz de Michoacán (Morelia, México) desde 2000, y desde 2002 es editora de la revista Tragaluz de arte y cultura. Recibió en 1997 el Premio Nacional de Traducción Literaria en Poesía, otorgado por el Instituto Nacional de Bellas Artes de México, y el segundo lugar del Premio Nacional de Cuento Victoria de las Mercedes 2002, México DF. Ex trotamundo en reposo, radica en Guadalajara desde 1992.

Libros de poemas: Iridio, Guadalajara, El Cálamo, 2002. A flor de labios, Morelia, Universidad San Nicolás de Hidalgo, 2002. Razones para la redención del zafiro, Guadalajara, Filodecaballos, 2003.

 

La cuna nocturna

CON UN PUÑAL SALIDO DE LA MANO DE LO QUE PUDIESE SER Dios o su equivalente, se raja el negro lienzo de la noche. Queda colgando una suerte de gran hamaca en forma de nido alargado. Nos envuelve y mece suave bajo el claro de luna.
La rajadura del lienzo, que a medianoche los ángeles, tal vez, tensan en el firmamento, sólo se produce en mis sueños. De día, no te veo. Es como si el sol te hubiera comido o la claridad diurna te iluminara tanto que desapareces como destello en fontana de luz.
Por eso, a las once, pongo en mi ventana una vela blanca de cera de abeja. Prendo con cuidado el pabilo a ver cómo se rompe la lona del cielo estrellado que nos acoge en su gran sábana de oscuridad.
Inmediatamente, cierro los ojos. Me subo a la barca que me espera en las puertas del sueño: sé que ahí te he de encontrar, en la cuna nocturna donde nos trenzamos hasta el amanecer.

El alacrán

UN MÍNIMO LIRIO DE LAS NIEVES ESTALLA EN MIS CAMPOS invernales y en el pálpito de algo mayor, halla el solio de tu alma: lo tienes preso dentro del corazón.
El rayo y el tósigo navegan en nuestras venas, ácido cianhídrico, mitridatismo que desarrollamos por el cántaro secreto cuyo contenido el Uno derrama al alba en la sangre vegetal.
El amor profana la cripta donde duermen, desnudos, los negativos de nosotros, y sopla en las velas hechas cristal para despeñarnos en la espiral de lo oculto.
Me vuelvo semilla, partícula que se extravía en la mirada de nuestro ángel de la guarda (uno solo para los dos), y no encuentro lugar en el entramado del cuerpo. Al arribar a esa fruta dulce que tenemos dentro, guardo los apéndices con los que volaba sobre el agua: magnetismo de la noche que por ósmosis deja pasar lo oscuro, balsa imperceptible de movimiento irregular que nos recorre el plasma con su oriflama de fuego, mensajeros que borran las lindes, alucinación de seres reales que viajaron en el hoyo del relámpago.
Tenemos, muy escondido dentro, un alacrán.

Herramienta para cortar

EL AMOR ES UNA YEMA QUE ACERCAS DE NOCHE. No tarda en hacerse instrumento de acariciar a la altura de los labios (escurres una leche; parpadea lo blanco; me abro de par en par). Ahí instalas el perfume, me inoculas (nada que ver con la sangre). Lo recibo de quemadura benigna, como si unos vapores de aguardiente me cubrieran las llagas.
Eso que llamas numinoso me penetra (¡vaya rito de seducción!). Lo que te queda de blanco se me acumula como nieve ante una puerta y se vuelve grumoso. Luego me duermo y sueño con un ataúd pequeño, demasiado corto para nosotros.
Como tienes completa la parafernalia de boca, sabes hacer de todo: besar, hablar, gritar. Yo me enamoro al instante de tu lengua. Espero tu beso, sabiendo que tal vez me vas a amputar algo, y se escurren de nuevo tus labios como esponjas. ¿Por qué siento que me cortan en el lugar más tierno?
Me resigno. Tus palabras son suaves como ramas recién salidas, de corteza joven, no esa piel dura de los árboles viejos. Cuando el diluvio menor llega a su fin, la sangre casi es violeta: gotea como savia de arce perforado.
Tu boca es capullo: no la veo en tu rostro sino más abajo.

Soltar lastre

ESE GLOBO LLENO DEL SOPLO DE DIOS QUE SOY se balancea como metrónomo, dibujando en el légamo de la tierra suelta una medialuna.
Los vientos de buena navegación me esperan en la exósfera, donde la voz amarilla de los ángeles resuena, asomada al calado de los altocúmulos, viendo cómo me quedo al ras de la materia. Es un problema de peso.
Mi alma sale de mí misma en forma de amor, se alza en vilo, se detiene a la altura de los ojos, y me dice, con su boca acorazonada y pulposa, que eche lastre.
Bajo la mirada: todo lo que está en el fondo de la canasta resplandece.
Tomo tu rostro, que estaba tirado a mis pies como hoja seca en los últimos días de equinoccio, lo acuno en mis manos con cuidado de no desgarrarlo, y lo tiro por la borda. Repito el gesto con tus manos, que parecían estrellas de mar en el piso de bejuco, tus palabras, que habían muerto en mi oído después de interminables zumbidos, los ladrillos de poemas apilados como libros viejos en una biblioteca abandonada, y una hoja amarillenta, fechada en octubre, no nacida de árbol sino de plomo.
Voy subiendo. Parece la brisa soplar desde labios ocultos, germinados en los surcos de labranza que recorren la campiña.

Daga

LA LLEVO EN EL AMASIJO DE CARNE BLANDA, PULSÁTIL y escarlata que me habita. Sólo yo la adivino en mi fosa corporal. Los que veo con los ojos más ocultos me hablan al oído también más oculto, y me dicen lo siguiente: “Diamantina, punzocortante, un tajo limpio dejaría en la superficie de tu piel si no la aprisionaran tus latidos y una mano violenta la sacara de ahí por uno de los ventrículos”.
Sólo el cirujano que me abrió el pecho ha podido verla.

Estando la luna fuera de curso

YO NACÍ CUANDO LA LUNA ESTABA FUERA DE CURSO y bailaba al fin de la cuerda floja que se hila entre dos signos.
A pesar de mi tropiezo al nacer, de mi defecto de índole lunar, quise ser astrónoma. En la noche, me daba por observar las estrellas que flotan como globos aerostáticos en la bruma negra de la bóveda celeste. Las contaba como Dios ha de contar nuestras almas con su ábaco sobrenatural.
Muy pronto, descubrí que los astros están amarrados a hilos resistentes que los zurcen a la tierra. Son cordeles, casi invisibles. Retienen Alfa Centauri o la estrella polar, impidiendo su irreflexiva huida por los vastos caminos cósmicos. Hélas aquí, las estrellas, amarradas a la vista de lunáticos como yo (digo “lunático” porque sólo una malformación anímica puede incitar a alguien a deleitarse con simples puntos de luz en un lienzo de tinieblas).
Nunca pude bajar una estrella. La cuerda es demasiado larga.

Las manos yermas
...esos infelices que no pueden sino soñar el amor
y en sus sueños estrechan con delirio contra su seno
a un fantasma hirviendo
Maurice de Guérin

EL YERMO PORVENIR DE MIS MANOS ENVUELVE en sus telas teñidas de azafrán y violeta mi zozobra de no-eso, no-aquello, y la entierra en un cementerio que sólo aparece de noche al lado de mi cama.
Los misericordes ojos en par del sacrificio: dos almendras que me sueltan guiñadas de ternura mientras miran el yermo porvenir de mis manos envolver, en sus pañuelos coloridos, lágrimas con insecto dentro.
Lápida de azúcar le ponen. La levantan bien erguida, con un epitafio sobre mis cruces inconclusos. ¡Y esa paletada de guijarros agridulces que suelta mi corazón al volar por el cuarto, pequeños y blancos como piedras en el riñón!
La lápida tiene grabado un verso: “Yo, láudano en tu médula, te di el cáliz oscuro, la amnesia de los sellos”.

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