Jacinto Cenobio
Francisco Madrigal
En la capital lo hallé en un mercado,
con su mecapal, descargando un carro;
Le dije: Padrino, lo andaba buscando;
se hechó un trago e´ vino y se quedó pensando.
Me dijo: Un favor vo´ a pedirle ahijado,
que a naiden le cuente
que me ha encontrado,
que yo ya no quero volver pa´ allá,
que al fin ya no tengo ni a ónde llegar.
Murió su madrina la Trenidad,
los hijos crecieron y a dónde están;
perdí la cosecha, queme el jacal,
sin lo que más quero nada es igual.
Sin lo que más quero que más me da,
cobija y sombrero serán mi hogar;
por eso, mi ahijado, regrese en paz
y a naiden le cuente que estoy acá.
Quedamos de acuerdo,
lo deje tomando...
yo encendí un recuerdo
y me lo fui fumando.
Me pareció verlo en su verde monte
sonriéndolo al viento y al horizonte,
haciendo una mueca pa´ ver pasar
la mancha de garzas rumbo al palmar.
Jacinto Cenobio, Jacinto Adán,
si en tu paraíso sólo había paz,
yo no sé que culpa quieres pagar
aquí en el infierno de la ciudad.